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Cacik

Oleanna Renn - Familia y sangre.

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Des. Física:

 

Joven esbelta, de ojos azules y cabello rojizo y largo, que llega hasta la cintura. Delgada, de pecho llamativo. Tez blanca que destaca con sus ropajes típicos que suelen ser largos y entallados vestidos de color granate, a juego con su pelo. Pomulos marcados, boca y nariz pequeñas.

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Des. Psicológica:

 

Joven astuta, inteligente y calculadora. Capaz de mantener la compostura y fingir una sonrisa, en pos de conseguir lo que quiere. Su única ambición es la de vengar a su padre, además de recuperar la brillantez de su noble casa. Debido al primero de estos intereses, se vio envuelta en el uso de la magia de sangre lo que provoca en ella un vacío que jamás podrá llenar y también cierto remordimiento, a cambio las ansias de poder impulsan la mayoría de sus actos siendo capaz de todo por sus intereses. A pesar de todo, no deja reflejar en su apariencia dichas preocupaciones llegando en ocasiones a ser excesivamente manipuladora.

 

PRÓLOGO: Silencio triple

 

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La llama de una consumida y casi acabada vela blanca, decorada por goterones de cera que caían por los laterales, iluminaba con una luz anaranjada el dormitorio. En uno de los rincones del cuarto, un ovalado y lustroso espejo reposaba sobre una cómoda de madera de roble. Frente a él una mujer de cabello rojo como el fuego se dedicaba a peinar su larga melena, pausadamente.

En aquél cuarto reinaba el silencio, pero no era un silencio normal, aquellos dispuestos a escucharlo podrían determinar que era un silencio triple. El primer silencio aparecía por la falta de una conversación, por la ausencia de ruido, ese era el más simple de los tres. Para escuchar el segundo debías poner más atención, aparecía y desaparecía en un instante amedrentado por el débil ruido del cepillo peinando el cabello.

Por último, el tercer silencio… el más difícil de escuchar, era el silencio causado por el corazón roto de una mujer, era casi imperceptible. El silencio hablaba sobre su historia, sobre como lo había perdido todo… y sobre cómo estaba dispuesta a dar lo que fuese por recuperar una estela de lo que un día fue.

 

 

CAPÍTULO 1: Crisálida

 

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Un día más, la luz del sol comenzaba a asomarse entre los árboles del Bosque de Elwynn, mientras las calles de Villadorada comenzaban a llenarse de vida.

Al igual que en la villa, también llegaba el bullicio a la ostentosa residencia de los Renn. Los trabajadores llegaron a primera hora de la mañana, y con ellos el resonar de los martillos golpeando tablones y clavos, los cuales marcaban que quedaba poco para culminar la construcción del hogar Renn. En una de las habitaciones de la lujosa mansión resonaba el eco de una conversación algo intensa.

-        Lord Renn, traigo noticias de la Villa. Seis de las tabernas han cancelado el pedido de este trimestre… Aún no hemos conseguido aumentar el número de socios comerciales…

-     -   ¡Ratas, eso es lo que son esos taberneruchos de mierda! – respondió Lord Renn, dando un golpe a la mesa. No era un hombre que perdiese fácil la compostura, de hecho, su aspecto era propio de un estirado y elegante noble de unos 40 años, con la barba arreglada y canosa. Sin embargo, aunque los últimos meses no habían sido buenos para nadie en el recién reconstruido Reino de Ventormenta, la casa Renn estaba siendo una de las más castigadas a nivel económico, y eso solo llenaba de preocupación y nerviosismo a Lord Renn.

-      -  Hay más, mi señor… Cuatro de esas tabernas han entablado negocio con la casa Derwyn de la Villa de la Reina… Pero no os preocupéis mi Lord, no son tiempos fáciles para nadie, debemos tener paciencia…

-       - Por las barbas de la enana más repu…- Se detuvo al instante cuando escuchó como se abría la puerta.

Detrás del enorme portón de madera que debías de atravesar para entrar en la sala, se asomaba la cabeza de una pequeña niñita de unos 6 años, vestida con elegantes ropajes de color blanco. En la mano de la niña un osito de peluche, que casi era arrastrado por el suelo. La pequeña tenía el cabello rojo como el fuego, recogido en dos largas coletas que le llegaban a la altura de la cintura.

-        -Papa…- dijo la niña antes de salir corriendo hacia su padre para abrazarlo. Lord Renn la cogió en brazos hasta que sus caras quedaron a la misma altura, dándole un beso en la mejilla a la pequeña mientras le apartaba una de las coletas. - Estoy cansada de jugar con Tata… Solo sabe juegos de hace cien años por lo menos… - en ese mismo instante asomaba por la puerta la cabeza de Lady Tata, la cuidadora de la familia.

-        -Perdone Lord Renn …- Dijo mientras entraba agachando la cabeza. – No puedo seguir el ritmo a esta niña… Ya le he dicho que con todo el lío que hay montado… un día se va a tropezar con una herramienta, la Luz no lo quiera y…

-        -No pasa nada Tata… (Es una pesada… - dijo la niña a su padre por lo bajini-). – Lord Renn no pudo reprimir una leve sonrisa que, en seguida cambio por un rostro severo, reprimiendo a la niña que también sonreía levemente. – Dejadnos solos…- Hizo un gesto con la mano y tanto Tata como el mensajero salieron de la habitación. Lord Renn se sentó, colocando a la pequeña en su regazo. – Mi pequeña Oleanna… Sabes, eres igual que tu difunta madre… - Dijo mientras le acariciaba el rostro, y la niña le miraba expectante- Algún día lo mío será tuyo, y entonces deberéis ser una muchacha fuerte y sabia, que conduzca el apellido Renn a lo más alto…

La niña se quedó mirando al padre, aún sin comprender la contundencia de aquellas palabras. El padre, se percató de la expresión de su hija y rio.

-        -No me hagas caso pequeña… Aún eres muy joven, debes preocuparte de estudiar con el Magister Elothar y de convertirte en una joven hecha y derecha…- Le pellizcó el moflete, luego de dejarla en el suelo. La niña se acercó, le dio un beso en la mejilla y salió corriendo.

 

 

CAPÍTULO 2: Apertura

 

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Con tan solo 15 años, la pequeña Oleanna se había convertido en la más avanzada aprendiz del Magister Elothar. Además, Tata se había encargado de enseñarle las normas de etiqueta, y junto con su padre y el Comandante Eliort comenzaba a conocer las gestiones económicas familiares y las relaciones diplomáticas necesarias para la mantención del estatus de la casa Renn.

Sin embargo, aunque todo marchaba bien para la joven Lady Oleanna, las cosas cada vez se torcían más para la noble casa Renn. Más de la mitad de los hombres de Lord Renn se habían unido recientemente contra él, levantándose contra su señor. Uno de los causantes de dicho motín, fue la situación cada vez menos estable de la economía familiar, más de la mitad de los comerciantes habían optado por otros proveedores que ofrecían un precio más asequible. Esto había provocado una reducción del salario de los trabajadores… en consecuencia, la plantilla que trabaja en la mina de la familia se había reducido notablemente, siendo prácticamente nulos los beneficios, y lo mismo pasaba en los viñedos.

Por si fuese poco, las casas nobles rivales estaban al tanto de la decadente situación de los Renn, era cuestión de tiempo que aprovechasen para acabar de una vez por todas con la que había sido durante años una de las casas más poderosas del Bosque de Elwynn.

Oleanna, por su parte, conocía de la situación familiar, sin embargo, no se encontraba en posición de ayudar por el momento, por lo que se dedicó a seguir con sus quehaceres.

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Cierto día, en clase del Magister Elothar, el viejo anciano organizó una serie de duelos. Oleanna se enfrentaba contra uno de los más avanzados alumnos, un joven de 25 años llamado Jeff Awynter, primogénito de la casa Awynter de Villa de la Reina. Tanto la joven Oleanna como Jeff, subieron a la alargada tarima donde tenían lugar los duelos mágicos:

-        -Bien, jóvenes alumnos… Recuerdo las normas del duelo: solo se podrán utilizar hechizos de las escuelas de Conjuración y Abjuración, perderá aquel que sea desarmado, caiga inconsciente o sea derribado, si alguno se pasa de la raya me veré obligado a intervenir. - dijo el Magister  Elothar, mirando alternativamente a los dos jóvenes.- ¿Listos?.

Oleanna, descolgó con lentitud su lujoso báculo de plata adornado con una ostentosa y pulida joya de un color rojo intenso, como la sangre. Apoyó el báculo en el suelo, con elegancia, se colocó bien el vestido granate con la mano izquierda. Su larga melena estaba recogida en una gruesa trenza, sus ojos azulados se clavaron en los del joven Jeff que también había acabado de prepararse.

-        -¡Que comience el duelo! – Anunció el Magister dando un golpe en la tarima con el puño cerrado.

En cuanto el Magister dio la orden, el primogénito Awynter alzó su varita al mismo tiempo que recitaba en voz baja el conjuro pertinente. De la varita surgieron prácticamente al instante, una decena de látigos de ardiente fuego, que se dirigieron directos a Lady Oleanna. La joven, con total frialdad, golpeó con el báculo el suelo de la tarima, al mismo tiempo que sus ojos se iluminaban levemente con un resplandor violáceo. En apenas segundos, varios proyectiles arcanos salieron despedidos por los aires, impactando contra los haces de lava que fueron desapareciendo uno a uno. El muchacho, no se detuvo, se preparó de nuevo, entonces apuntó con su varita a Lady Oleanna y un cono de fuego choco de lleno contra los misiles arcanos que pululaban por la estancia. Una vez había acabado con todos lo dirigió a la chica la cual intento apartarse de la trayectoria con un elegante giro, sin embargo, el cono le rozó el brazo, provocándole una quemadura bastante fea. La chica, pego un leve grito al tiempo que movió con rapidez el báculo hacia la derecha, desviando el cono de fuego que desapareció en una nube de humo negro que nublo la vista de ambos combatientes. Entonces, de entre la humareda surgió un haz de energía arcana pura, en dirección a Jeff, que por poco consiguió desviarlo hacia la derecha con un movimiento de varita, casi no se había recuperado del anterior cuando de nuevo otro haz fue directo hacia él, de nuevo lo desvió casi perdiendo el equilibrio. Al otro lado de la humareda se podía percibir la figura de Lady Oleanna, con el báculo alzado, que conjuró de nuevo, esta vez el joven Awynter no pudo hacer nada, pues cuando fue a desviar el proyectil que venía de frente, otro proyectil secundario le impacto en el costado derribándolo y desarmándolo.

-        -¡El combate ha terminado! – anuncio el anciano, disolviendo los restos de la nube de humo con un movimiento de mano. – La ganadora es Lady Oleanna.

La joven sonrió levemente, y se dio la vuelta, en dirección a las escaleras para bajarse de la tarima. Pero cuando pisó el primer escalón, escuchó algo detrás de ella, justo en ese instante un resplandor anaranjado iluminó la sala, cuando la joven se giró casi tenía encima una enorme bola de fuego, intentó convocar una barrera, pero era imposible no le iba a dar tiempo. Entonces un resplandor azul se materializó entre la chica y el proyectil, una barrera de hielo convocada por el Magister le había salvado la vida a la joven.

-        -¡Cómo os atrevéis, maldito gañan! – dijo furioso el anciano mientras le apuntaba con el báculo.

-        Sabemos que es cuestión de tiempo que vuestra casa desaparezca Lady Oleanna… Y cuando dejéis de ser intocable iremos a por vos, y a por vuestro padre… - dijo el muchacho sonriendo con frialdad, mientras la muchacha lo miraba horrorizada.

-        -¡Pero seréis…! – El Magister dio un golpe en el suelo con su báculo, al instante entraron en la sala dos elementales arcanos con forma de gota que cogieron al joven, el cual no se resistió. - ¡Quedáis expulsado de esta escuela Lord Awynter, vos, y vuestras huestes!

-        -Tic, tac, tic, tac… -dijo el joven mientras era arrastrado a la salida.

Una vez los elementales se habían encargado de él, el Magister se acercó a la joven que permanecía en silencio pensativa. Le ayudo a bajar de la tarima y se quedó mirándola.

-        -No le hagáis caso mi señora, vuestro padre es un buen hombre, y sabio… Sabrá cómo afrontar la situación, estoy seguro… - Intento consolarla el Magister.

-        -No se preocupe… - carraspeo la joven, que mantenía el semblante serio- Debo irme Magister, le veré mañana. – Dijo antes de dirigirse a la puerta, colocándose el vestido.

El viejo asintió, con cara de preocupación, mientras observaba como la joven se marchaba.

 

CAPÍTULO 3: La noche es oscura…

 

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Oleanna caminaba con rostro serio por uno de los pasillos de su nueva residencia, entre sus manos, una pequeña bandeja de plata cargada con un plato de porcelana lleno de caldo de pollo, una manzana, y los consiguientes cubiertos. Mientras andaba, la madera crujía bajo sus pies, su semblante se mantenía serio, no podía dejar de dar vueltas a todo, en parte buscando consuelo consigo misma.

Hacía ya un año que Lord Renn había caido enfermo, lo que había provocado el abandono de casi todos sus vasallos, quedando reducidos estos a la fiel Tata, el Comandante Eliort y cinco de sus guardias, y dos jóvenes sirvientas, Equa y Rita. Por si fuese poco, sin trabajadores se vieron obligados a utilizar la fortuna familiar para subsistir, de tal forma que tuvieron que vender las tierras y la mansión que ocupaban, comprando una casa más humilde a las afueras de Villadorada.

La joven llegó al dormitorio principal, dio varios golpes para avisar de que entraba y ayudándose del trasero, abrió la puerta.

-        -Buenas noches padre…- Dijo fingiendo una sonrisa recatada y dulce. – Os traigo la cena…

-        -Mi pequeña… - Dejo caer Lord Renn, que reposaba en la cama, con un hilo de voz, antes de toser varias veces. – Pareció ayer cuando aún eras una niñita… y mírate ahora, eres una mujer fuerte, sabia… - volvió a toser.

-        -Reservaos padre…- Sonrió de nuevo mientras terminaba de pelar la manzana. Una vez pelada, cogió la cuchara y la llenó de sopa, acercándola a la boca de su padre. – Probad el caldo, lo ha hecho Tata, exclusivamente para vos…

-        -Dile que se lo agradezco… Como cada noche… - Rio levemente y probó la sopa.

-        -Padre… - El rostro de Oleanna torno a serio. – El Comandante Eliort y sus hombres han deser….

Antes de que pudiese acabar la frase, un horrible grito resonó por toda la estancia, provenía de la cocina. Oleanna se puso en pie al instante.

-        -¿Qué ha sido eso?  – Exclamó la joven. – Padre, quedaos aquí, no tardaré… - El viejo asintió con pesadez.

Levantadose el vestido de color granate, aceleró el paso, dirección a la cocina. Se tropezó varias veces por el camino, pues aparte de que la luz de las velas no era suficiente en una noche cerrada como aquella, muchos de los tablones del suelo estaban levantados. Cuando llegó a la iluminada estancia, el horror llegó a sus ojos, un hombre ataviado con ropajes negros terminaba de violar a Rita, mientras otro degollaba a la joven Equa que terminó yaciendo junto al cuerpo sin vida de Tata. La ira, el horror y el miedo dominaron la mente de Oleanna, que prácticamente por instinto cogió un cuchillo de la cocina y se lanzó sobre el hombre que violaba a la joven sirviente. El cuchillo atravesó su cuello, cayendo sin vida sobre Rita que no dejaba de llorar y gritar espantada. El otro, se giró hacia Oleanna que ya se había incorporado, hizo amago de correr hacia ella, pero antes de tan si quiera recorrer un par de metros, un proyectil arcano fulminó su pecho, dejando una herida mortal a la altura del corazón. Cuando el segundo cadáver calló de bruces contra el suelo, Lady Oleanna miro su mano ensangrentada que aún sostenía el cuchillo, por un momento todo se detuvo solo podía oír su acelerada y constante respiración, pero entonces algo le sacó del shock un estruendo proveniente del pasillo donde se encontraban los aposentos.

-        -¡Rita, escondeos en un armario y esperad a que yo venga a buscaros! – Ordenó a la muchacha, que obedeció entre sollozos y gemidos de dolor.

Oleanna corrió de nuevo por el pasillo cuchillo en mano, esta vez sin tropezarse, ningún pensamiento nublaba su mente, únicamente el de salvar a su padre. Abrió la puerta de un empujón y encontró a un hombre de espaldas junto a Lord Renn, antes de tan si quiera poder gritar el hombre bajo ambos brazos hundiendo un puñal en el pecho de su padre. En ese mismo momento otros dos hombres entraron en la habitación, uno desenfundó su puñal golpeando con el mango a Lady Oleanna.

En ese instante todo se tornó negro, ya no se escuchaban pasos, ya no escuchaba su respiración, únicamente silencio. Estaba cerca de ser un silencio triple, pero entonces… Una voz familiar resonó en la mente de la joven, era una voz masculina… ¿Quién era?... Ella le conocía… estaba segura… Por un momento pensó que era Padre, pero no, no era él… Era el Comandante Eliort, le escucho gritar, también a sus dos fieles hombres… Las espadas chocaban… Ella también debía luchar… Lady Oleanna comenzó a abrir los ojos, desorientada, las voces cada vez estaban más cerca, comenzó vislumbrar la luz de las velas, entonces comenzó a incorporarse, aun sin saber lo que estaba ocurriendo.

-        -¡Lady Oleanna! – Grito el Comandante mirando hacia detrás, mientras detenía el ataque de uno de aquellos hombres con su espada.

La joven no respondió, ¿era ella Oleanna?, ¿Lady? Esa palabra le sonó aún más rara, ¿Acaso tenía aún una gran casa por la que luchar?... No… Ya no, su padre había muerto, sus hombres morirían pronto, que más daba todo pensó. A punto estuvo de caerse de nuevo, cuando alguien le agarró del brazo, una pequeña y fina mano, era Rita.

-        -¡Rita, lleváosla de aquí! – Ordeno el Comandante girándose hacia las dos mujeres, sus dos hombres yacían en el suelo, mientras los tres atacantes se enzarzaban contra él.

La sirvienta obedeció entre sollozos, entonces agarró a Lady Oleanna con fuerza y echo a correr, como una muñeca de trapo Lady Oleanna la siguió, acelerando el paso, mientras su cabeza seguía nublada. Cuando cruzaron las grandes puertas de su nueva residencia, saliendo de aquel lugar, la mujer del cabello rojo cerró los ojos y se dejó llevar.

CAPÍTULO 4: amanecer

 

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La luz del sol bañó el rostro de la joven, desorientada y con un horrible dolor de cabeza, se incorporó, frunciendo el ceño de dolor. ¿Había sido todo un mal sueño? No lo parecía, aquel no era su cuarto… ¿Había conseguido escapar?... Un chirrido invadió sus pensamientos, era la puerta del cuarto abriéndose, Oleanna abrió bien los ojos, y reparó en el rostro de quien entraba. Rita terminó de abrir la puerta empujándola con el trasero, entre sus manos una bandeja de madera, sobre ella una tostada con miel y un vaso de leche de burra.

-        -Buenos días… - agachó la cabeza la joven, con rostro serio. – Me alegro de veros despierta… Mi Lady…

-        -¿Qué ha pasado? – intento levantarse de la cama, angustiada, pero no pudo. - ¿Y el Comandante? ¿Y mi padre? – Rita agachó la cabeza, y dejó la bandeja en la mesilla. Agarró las manos de Oleanna.

-        -Estamos en mi antigua casa, mi señora… En el barrio de la catedral de Ventormenta… Estamos a salvo, confiada en mí… - dijo la sirvienta mirando a los ojos a su señora. – Debéis ser fuerte…

-        -¿Cómo ha podido pasar esto… - respondió incrédula la muchacha, volviéndose a tumbar – Luz…

-        -Debéis comer algo…-  Le acercó el plato.

-        -Dejadme… - ordenó, seca, cortante.

Rita no se sorprendió, simplemente agachó la cabeza y se resignó a salir del cuarto. Cerró la puerta tras de sí, la joven sirvienta se miró las manos, cerró los ojos pausadamente y se arregló los dobleces del vestido. Entonces se sirvió a una taza de leche, y se sentó junto a la ventana, y allí se quedó, observando la calle, que se llenaba de bullicio, como si no hubiese pasado nada.

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Pasaron un par de días. Al tercer día, Rita dejó la bandeja en la mesilla de Lady Oleanna, salió del cuarto y se sirvió una taza de leche. Se fue a sentar junto a la ventana, cuando la puerta del cuarto de su señora se abrió, la imponente figura de Oleanna vestía un largo vestido granate, el pelo caía alrededor de su cuello y hombros, y sus profundos ojos azules se clavaron en los de Rita.

-        -Rita… Perdonadme… - Los ojos de la esbelta mujer se llenaron de lágrimas. – Ni si quiera me paré a pensar como estaríais vos… Después de que aquel maldito…- Terminó por echar a llorar, al mismo tiempo que Rita se levantó y agarró por la cintura a la mujer, acompañándola a sentarse.

-        -Mi señora, basta… no tenéis que pedirme perdón… - dijo la mujer aguantándose las ganas de llorar. – Usted me salvasteis la vida, y ahora ambas debemos seguir hacia delante… ¿Me oís?

Oleanna asintió entre sollozos, secándose las lágrimas con las mangas del vestido.

-        -Escuchadme Oleanna, mi tía nos ha ofrecido a ambas un puesto en su pastelería… Podemos empezar cuando vos decidáis… - la joven se levantó, abrió el armario de la sala y saco una pequeña caja, que contenía un pequeño botecito y un vestido algo harapiento comparado con las lujosas y rasgadas vestiduras de Oleanna – He pensado que sería buena idea que os cambiaseis de ropa y os tiñeseis el pelo, por si acaso mi Lady…

La mujer de cabello rojizo asintió, y besó las manos de Rita.

 

 

CAPÍTULO 5: Meridiano

 

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Oleanna regresaba a casa después de una jornada de trabajo en la pastelería, Rita se había quedado en el local para ayudar a su tía. Fionna, la tía de Rita, le había dejado llevarse un par de pasteles que habían sobrado, y si se quedaban en el local se pondrían rancios para mañana.

Aquel día decidió dar un rodeo, tenía ganas de ver la ciudad, paseó por el barrio de los Magos, por el barrio enano… No tenía prisa. Comenzó a callejear, no tenía miedo a perderse, seguramente es lo que estaba buscando. Tras varios minutos andando llegó a un pequeño callejón sin salida, estaba oscureciendo y decidió regresar, estaba decidida a hacerlo cuando escuchó una voz detrás de ella, un susurro. Se giró asustada, mirando a su alrededor con cierto nerviosismo… Entonces volvió a escucharlo…

-        -Oleanna… - una voz sinuosa que se perdía en el viento.

Estaba a punto de echar a correr horrorizada cuando la escucho una tercera vez.

-        -Ven… - de nuevo la misma voz.

Ese “Ven” tenía algo distinto, cada letra, rezumaba poder, un poder irresistible, incluso para ella. El “Ven” se repitió, casi rítmico, provenía del final del callejón. Casi por inercia la joven se dejó llevar, siguió el melódico sonido, que le llevo hasta una puerta medio derruida. Sin pensarlo demasiado se levantó el vestido y el delantal, y entró, dejando fuera la cesta de los pastelitos. La casa estaba abandonada, derruida y medio calcinada, se abrió paso entre los escombros hasta llegar a un pequeño salón, en el solo un gran sillón rojo con un alto respaldo, al lado de una chimenea. Cada vez escuchaba más nítida la voz, provenía de debajo del sillón, se acercó y lo empujó hasta moverlo, haciendo un ruido estrepitoso al arrastrarlo. Debajo de este apareció una pequeña trampilla, la joven tiró de la argolla, y la trampilla se abrió, levantando una pequeña nube de polvo. La voz cesó de inmediato, Oleanna se remango el vestido y metió la mano en la trampilla, toco algo parecido al cuero, pegó un pequeño respingón y lo agarro. Cogió aire, y saco la mano. Era un pequeño libro de tapas de cuero de color negro, de él colgaba una pluma del mismo color. La chica lo miró, curiosa, intentó abrirlo pero no pudo, se quedó allí de rodillas unos instantes y entonces un estruendo, resonó por toda la casa. Se incorporó con rapidez, con agilidad salió de la casa evitando los escombros, ya casi había anochecido, cogió la cesta de los pasteles y guardó el libro debajo del trapito donde reposaban los bollos. Entones echo a correr, directa a casa.

Acelerada abrió la puerta de la casa, Rita estaba dentro preparando la cena.

-        -Oleanna, ya casi esta lista la cena… - Sonrió la joven.

-        No os preocupéis Rita, he comido algo por el camino… Te lo agradezco…- Entro con rapidez en su dormitorio y cerró el pestillo.

Rita se encogió de hombros y probó la sopa, asintiendo, pues ya estaba lista.

La joven retiró todo lo que había sobre el pequeño escritorio que estaba justo a los pies de su capa, encendió un par de velas y sacó de la cesta el libro y la pluma, dejándolo sobre la mesa. Intento abrirlo de nuevo, pero no pudo, utilizo un abre cartas, pero tampoco. Paso a ver la pluma, este si se podría abrir perfectamente, pero no parecía una pluma normal, pues más que una pluma parecía una aguja. Casi rendida, Oleanna dejó la pluma sobre la mesa, cuando se iba a acostar, de nuevo:

-        -Sangre… - la voz resonó en su cabeza.

La joven miró hacia el libro y la pluma, entonces se acercó con paso ligero, y cogió el utensilio. Se pinchó con la pequeña aguja el dedo índice y derramó una gota sobre la tapa del libro. En cuanto la sangre toco el libro este se iluminó con un tono rojizo, y entonces se abrió. Oleanna lo abrió con cuidado y leyó la pequeña frase que ocupaba la primera página, la cual parecía escrita con sangre.

 

“Diario de Nadie”

 

 

 

CAPITULO 5: ocaso

 

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En los meses venideros Oleanna se había dedicado a desmenuzar aquel diario, aunque más bien, solamente las primeras páginas, pues el resto parecían estar en un idioma desconocido para la humana. Todo estaba escrito con sangre, además la joven había intentado coger algún apunte y era imposible con tinta normal.

El libro estaba escrito por alguien que se hacía llamar “Nadie”, el cuál hablaba de fuerzas ocultas, incontrolables y enormemente poderosas. En concreto, hablaba de la magia de sangre, según lo que había leído Oleanna, el taumaturgo debía ser capaz de recurrir a las energías del vacío en pos de controlar la energía vital del contrincante y la suya propia. Aunque el libro era muy prometedor y ofrecía un enorme poder, causaba ciertas dudas en la chica, sabía cuáles eran las consecuencias de jugar con magia negra, sabía dónde se estaba metiendo. ¿Estaba dispuesta a perderlo todo? Estaba claro que necesitaba poder para poder vengarse, pero… ¿Era aquella la única manera?... De nada servía ya cuestionarse aquellas cosas, pues la decisión estaba tomada.

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El tiempo pasó, por las mañanas la joven trabajaba en la pastelería, y por las tardes se dirigía a la casa donde había encontrado el diario para practicar. Había conseguido dominar la más sencillas de las conjuraciones que el libro citaba, y con ayuda de las runas que aparecían en el diario, a cambio, una decena de cortes decoraban sus brazos, muchas veces había caído inconsciente, incluso una noche entera, gracias a la Luz Rita no hacía demasiadas preguntas.

Cuando hubo reunido el suficiente dinero, decidió marcharse, el camino que había tomado no tenía por qué perjudicar a la que había sido su única y fiel compañera. Preparó una pequeña bolsa, se ciñó su vestido granate, el cual Rita ya había remendado y se limpió suficientes veces el cabello como para perder el tinte.

-        -Rita… - Abrazo a la chica, la cual estaba medio llorando. – No sé cómo puedo agradecerte todo lo que has hecho, de veras… Ni a ti ni a tu tía… Prometo recompensarte algún día… - Sonrió acariciando el rostro de la joven.

-        -Prometedme que tendréis cuidado… - Dijo entre un sollozo. – Os echaré de menos.

-        -Y yo a ti, querida… - Se fundieron de nuevo en un abrazo, en uno que se alargó varios minutos.

Oleanna abrió la puerta, antes de marcharse miró hacia detrás, y sonrió por última vez a su amiga.

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Con el dinero ahorrado alquiló una pequeña habitación en un hostal, tenía suficiente para un par de meses, pero debía comenzar a moverse si quería comer todos los días. Era una estancia muy humilde, tenía una cama, un armario, un escritorio y en la esquina, junto a la ventana un ovalado y lustroso espejo que reposaba sobre una cómoda de madera de roble.

Editado por Cacik
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