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Montalba

Sebastián de la Torre

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  • Nombre: Sebastián de la Torre
  • Raza: Humano
  • Sexo: Hombre
  • Edad: 42
  • Altura: 1.76m
  • Peso: 76
  • Lugar de Nacimiento: Kul Tiras
  • Ocupación: Espada de alquiler
  • Historia completa

 

Descripción física:

Un hombre en plena cuarentena.Algo mas bajo que la media, delgado y en buena forma, aunque nada que llame la atención. De piel bronceada por el tiempo pasado en alta mar. Cabello castaño alborotado que empieza a llenarse de hebras grisáceas, mostacho exuberante y barba de varios días. Cuenta con un par de ojos azules de mirada calmada, aunque se puede denotar pesar y cansancio en su mirada.

Es de rasgos definidos, con un mentón bien marcado. Las arrugas empiezan a notarse en su rostro, aunque podría decirse que fue agraciado en su juventud. Puede apreciarse en su frente una cicatriz fruto de un arma cortante y, bajo los ropajes, porta la colección personal de cicatrices típicas de un hombre que vive de su acero.

Acostumbra a vestir sencillo y practico, procurando ir protegido.Camisa acolchada, coleto de cuero, botas altas,... De su cinturón siempre penden una ropera llena de marcas por el uso, una daga de vela y una pistola de chispa. Ademas, de su cuello siempre cuelga lo que parece un relicario viejo, aunque parece de buena calidad.

 

 

Descripción psíquica:

Hablamos de un hombre orgulloso y que tiene en gran estima su honra, por la cual le sobran arrestos a la hora de tirar de la temeraria. No obstante, no se trata de alguien violento. Es dado al uso de la húmeda siempre que le es posible y la blande tan bien como la herreruza. Parece saber desenvolverse en todo tipo de ambientes, desde la mas sucia de las tabernas hasta conversaciones con aquellos que son de buena casa. Algo raro de ver en alguien de la que parece su condición.

Suele portar consigo una actitud desenfadada y cortés, aunque puede llegar a tener un comportamiento vulgar si se encuentra de buen humor o en compañía de confianza. Es dado al juego, el vino y los placeres de la carne, gusto que ha ido desarrollando con los años dedicándose a la profesión de las armas.

Es un hombre culto, fruto del estudio llevado a cabo durante su juventud. El gusto por la palabra escrita, si bien le fue forzado, es una costumbre que no ha perdido y de la que procura hacer uso con asiduidad para mantener la mente tan afilada como la espada.

Si bien nunca fue un beato, tiene la Luz y sus dogmas en mente. Aunque no es raro verle blasfemar, tiene en cuenta que en algún momento todos hemos de rendir cuentas por nuestros actos.

A pesar de tener que hacer flexibles sus principios en asuntos de trabajo, procura mantenerse aferrado a ellos y hay limites que no esta dispuesto a sobrepasar. Es dado a la camaradería típica entre soldados y leal a los que considera sus amigos hasta el amargo final. Aborrece la traición por encima de todas las cosas y es por encima de todo un patriota convencido. Cualquier ofensa contra su patria se la lleva al terreno personal, tomándola como propia y defendiéndola con el mismo arrojo.

 

 

 

Historia

 

Miguel nació en la capital de Kul Tiras, años antes de la apertura del infame Portal Oscuro y la llegada de los orcos a Azeroth. Segundo de tres hijos de Don Lope de Beltrán, noble de posición y riqueza mas que asentadas. Tuvo la infancia habitual para un niño de su posición, cargada de estudio y la mejor educación que el dinero pueden pagar pero con algo mas de libertad que la que tenia su hermano Rodrigo, ya que se esperaba menos de el siendo el segundo hijo.

Pasados los años, ya entrado en la adolescencia, se dedicaba a araganear y a darse la buena vida, escaqueándose de sus responsabilidades en cuanto se presentaba la oportunidad. Mientras su hermano mayor se afanaba por ser un digno sucesor para su padre y aprenderlo todo sobre sus negocios comerciales, Miguel prefería pasar sus días persiguiendo a las muchachas de su edad. Todo parecía ir bien, hasta que finalmente su padre termino por hartarse de la situación y le obligo a iniciar carrera en la Iglesia de la Luz, esperando que así se le inculcara algo de responsabilidad e hiciera algo con su vida.

Dos años después, tras la caída de Ventormenta y la continua conquista de los orcos llegados de otro mundo, Miguel llevaba ya dos años como novicio, aprendiendo el camino de la Luz. En cuanto se formo la Alianza de Lordaeron y Kul Tiras puso en marcha su maquinaria bélica para unirse al conflicto, Miguel decidió huir del hogar y de aquella vida que le habían impuesto y se alisto en el ejercito bajo un nombre falso, Sebastián de la Torre.La guerra fue dura y cerca estuvo de perder la vida en no pocas ocasiones, pero resulto un punto de inflexión en su vida. Las penurias de la guerra, la camaradería y la cuasi certeza de la muerte y otras tantas experiencias le habían cambiado.Cuando regresó a casa, era un hombre nuevo.

Regresar al seno familiar tampoco fue tarea sencilla después de mas de un año tras haber huido, pero para su sorpresa fue bienvenido de nuevo con los brazos abiertos. Con el tiempo, incluso la relación con su padre mejoró. Decidió seguir con su carrera militar, esta vez como el mismo y sin engaños de ningún tipo. Había encontrado su lugar en la vida entre la soldadesca y un sentido en el servicio para con la patria.

Con los años termino por contraer matrimonio con María Bolarde, hija de otra familia de noble cuna bien posicionada y tendría dos hijos, una niña llamada Isabel y un muchacho de nombre Alonso. A su padre, Lope, acabaría por llevárselo la enfermedad y Rodrigo pasaría a estar al mando de la casa y la flotilla comercial de la familia, con la ayuda de Diego, que a pesar de ser el menor de los tres era probablemente el que mayor sesera para los negocios tenía. Por su parte, Miguel seguiría con su carrera en las fuerzas del reino, que a pesar de estar en tiempos de paz, debía de lidiar con otros conflictos como los causados por la piratería.

Pasaba tanto tiempo fuera, que su mujer acabaría por caer en los brazos de su hermano menor, Diego. O tal vez fuera a la inversa. María siempre había sido una mujer ambiciosa. Siempre insistía a Miguel para que se retirara de la vida militar y se implicara en el negocio familiar, pero a él siempre había respondido con negativas.

Sea como fuere, al final termino por darse la tragedia. Una noche, cuando iba a visitar a Rodrigo, se lo encontró muerto en su despacho. Apenas iba a alzar la voz para alertar a los sirvientes cuando los guardias aparecieron en escena, topándose con el sobre el cadáver. Fue aprehendido por la justicia del reino y encerrado en prisión, acusado de fratricidio.

Cuando llegó el juicio, se topo con una larga hilera de testimonios en su contra, incluidos para su sorpresa el de su esposa Maria y su hermano Diego. Todo cobraba sentido en ese momento, pero ya era demasiado tarde. Aquella pantomima de juicio estaba perdido antes de empezar. Se había dictado sentencia y pronto daría con sus huesos en el cadalso.

La suerte quiso sonreírle cuando, de camino a la horca, el carro que le transportaba fue asaltado por algunos de sus camaradas soldados y fue liberado. Su primer instinto fue el de ir a por aquellos que le habían traicionado y darles muerte, pero sus compañeros le disuadieron de ello y le hicieron aceptar la cruda realidad. Su vida tal y como la conocía había terminado. Debía abandonar el reino para no volver.

Un navío con destino a la ahora reconstruida Ventormenta le esperaba en el puerto para llevárselo allende del mar. La imagen del puerto de Kul Tiras empequeñeciéndose en la distancia hasta desaparecer en el horizonte es lo ultimo que Miguel ha visto de su tierra hasta la fecha.

Una vez en Ventormenta, se embruteció con vino barato hasta casi matarse, destrozado por todo lo que le había sucedido. La traición, la deshonra, la mera idea de que sus hijos iban a ser criados por Diego y María,...Y peor aun, que le tendrían a él toda la vida por un asesino.

No pasaría mucho antes de que acabara con la saca vacía y con la necesidad de un modo de ganarse la vida. El como era una respuesta evidente. Solo había un modo de que alguien como él, hidalgo como era, se ganara el pan, y el matar era un negocio que no le era ajeno. También necesitaba otro nombre. Por lejos que estuviera de casa toda precaución era poca y, su nombre ya no era seguro.

Así fue como Sebastián de la Torre volvió a nacer, afianzándose aquella identidad mas y mas conforme los años pasaban y sus manos se iban manchando de sangre.

Y así ha seguido siendo hasta el día de hoy, en el que continua vendiendo su hoja al mejor postor en la que es ahora la capital del imperio de la humanidad, Ventormenta.

Editado por Montalba
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