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Konstantine raudive

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  • Raza: Humano
  • Sexo: Hombre
  • Edad: 16
  • Altura: 1.60
  • Peso: 58
  • Lugar de Nacimiento: Ventormenta
  • Ocupación: Granjero ; Aprendiz de sacerdote
  • Historia rápida

 

Descripción física:

Es delgaducho, bajito para su edad, complexión débil, algo huesudo, pelo blanco y bien peinado herencia paterna, ojos claros verdosos, algunas pecas, cejas poco pobladas, orejas pequeñas y pegadas, siempre le acompaña un olor fresco a flores, completamente imberbe, en plena pubertad su voz está cambiando, ahora es chillona y algo estridente, camina cabizbajo y algo encorvado, en conclusión parece un chico muy frágil. 

 

 

Descripción psíquica:

Emocionalmente, es especialmente  sensible, estable, bondadoso, es un chico muy empático, un poco miedica, muy introvertido, es muy vergonzoso lo que le lleva a no relacionarse mucho, es perseverante yo diría que muy cabezota, dormir solo y sobretodo a oscuras le da fobia, muy tolerante con todo el mundo, tiene un concepto de justicia propio, ajusticiar infligiendo dolor no es la mejor forma, (por ejemplo).

Sus tendencias sexuales no están aun definidas.

 

 

 

Historia

 

Konstantine Raudive nació en Ventormenta, capital de los humanos en nuestros tiempos.

 Konstantine huérfano de madre, aunque en el presente lo es de ambos, se crió con su padre un humilde granjero que labraba las tierras de una pequeña granja al noreste de nuestra querida ciudad Ventormenta en los términos del bosque de Elwynn, bajo la protección del alguacil Dughan. Ayudaba a su padre en las tareas labriegas, poseían un caballo blanco y una mula, una pequeña casa de dos habitaciones, estas eran un dormitorio y un pequeño salón con chimenea, poseían un perrito llamado Beec, que en tiempos anteriores servia de ayuda para el pastoreo de sus ovejas, pero toda esta felicidad cambia drásticamente, su padre cae enfermo, y al poco tiempo muere, el chico se ve solo a la edad de 16 años sin saber que hacer con la granja su caballo su mula y su perro.

 Una noche, durmiendo al pié de la lumbre, tiene un inquietante sueño, una llamada, sinceramente no se como explicarlo es un sueño abstracto, de esos que no sabes que sueñas pero que si sabes a donde ir, y en efecto, al día siguiente coloca un cartel en la entrada de su granja que dice, "Se alquila, visitas desde el anochecer hasta el alba", y decidido parte hacia la majestuosa ciudad de Ventormenta, en busca de la catedral, la afamada catedral de la Luz, donde en su misterioso sueño fue incitado a ir, ¿su propósito?, supongo que llegar algún día  a ser sacerdote, capellán o alguien especial, que, con sus habilidades pueda servir y ayudar a los demás.

 (He de suponer, yo, el narrador de este prólogo, que Konstantine, estudiará las artes de sanación, el poder de la Luz, con el objetivo de ayudar al prójimo no obstante, su aprendizaje será arduo e intenso, aventuras dispares. Sin mas dilaciones, he aquí el inicio de una gran historia, lo cual indica que esto  que has leído es la introducción de Konstantine Raudive, que con el tiempo iremos enriqueciendo por capítulos, cada día de rol, según el contenido lo iré anotando en estas paginas, para que con el tiempo, construyamos una hermosa historia, gracias y espero vuestra contribución) 

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Mirando a su alrededor, observa el caballo de su padre pastando por los alrededores de la granja, Beec, su fiel compañero Cánido sentado a su lado, Konstantine se despide de la mula de carga que tanto sacrificio le costó adquirir a su difunto padre, su granja pasaba a ser parte del gobierno secular de Villadorada, una nueva familia se haría cargo de ella. Con nada mas que lo puesto parte hacía la abadía de Villanorte para comenzar sus estudios. Por el camino, en un despacho de peletería, un enano vociferando, increpando con palabras obscenas y mal sonantes al tendero, su nombre Bodvar.

Bodvar un peculiar enano, de larga barba, lleno de lodo, entabla conversación con el joven Raudive, éste tímido, logra entenderse con el, Konstantine le explica como a llegado hasta allí y cuales eran sus planes, el enano, enternecido aunque no lo quiera reconocer, acompaña al joven y le enseña a moverse por Villadorada, ya que raudive nunca había andado solo por esos parajes después de la guerra Gnoll. Le enseña la ubicación de la abadía de Villanorte, la posada donde suelen reunirse para comer asearse y descansar, las derruidas viviendas, la pobreza palpable en las caras de sus gentes, y la Capilla de la rectitud, que poco a poco está siendo reformada.

Después de un largo y enriquecedor paseo es la hora de comer, el enano, Bolvar, se ofrece a pagar el almuerzo, una vez en la taberna Joshep el tabernero, Margot y Jared, se presentan, Margot descubre que el joven es hábil con las labores de cultivar la tierra, y le ofrece la oportunidad de ayudarle en el cometido de sembrar y recolectar plantas para el uso medicinal, a lo que el chico acepta encantado. Jared Miller, novicio de la Mano de Plata, pone al chico al día, mas o menos, le cuenta la historia de su tabardo la mano de plata, le explica a quien debe dirigirse para ingresar como aprendiz de sacerdote, finalmente, el novicio Miller le acompaña a la abadía y da recomendaciones al chico, debe aprender a leer y escribir correctamente, para poder emprender su aprendizaje como sacerdote.

Todo lo aquí narrado ha ocurrido en un tiempo de dos días.

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Día tres:

Un amanecer precioso, las campanas de la abadía repicaban al nacimiento de un nuevo día, bostezando algo agotado, observa a Beec su compañero cánido copiando el bostezo, vistiéndose con pereza y calma sin demasiada prisa, se lava la cara. - Ya estoy listo dice el muchacho. Saliendo al encuentro del día, la primera en ver es a Lisandra, cuya belleza al muchacho le fascina, con los respectivos saludos matinales, el joven prosigue su camino hacia la Abadía de villanorte, donde para su sorpresa se encuentra en la biblioteca al novicio Aldebarán en sepulcral silencio, leyendo tratados de la Luz, el muchacho, sin hacer ruido, alarga su escuálido brazo para coger de la mesa su cuadernillo de lectura y escritura para principiantes, Aldebarán no parece inmutarse por la presencia del joven, la luz tenue de las velas hacían brillar sus ojos a través de la ranura de su rojo yelmo. -Con la Luz, señor, dice el joven Raudive recibiendo por respuesta un leve cabeceo de parte de Aldebarán. Con su libreta de estudios, sale al encuentro del sol, pero por poco tiempo, lo que parecía que iba a ser un día primaveral, se transformaba poco a poco en un día lluvioso y oscuro, el chico, aprovechó todo lo posible estar sentado en su roca de pensar al aire libre, pero las primeras gotas empezaron a sonar sobre las hojas de los arboles, alertando al joven de que se aproximaba un aguacero, cierra su libreta, mira al cielo, y la oscuridad se había hecho presente, tocaba correr hacia la abadía. Ya era la hora de rezar, orar en silencio, sentado, o en pié, pero orar le encanta, así pasan las horas, hasta que le pica el hambre, fuera de la abadía, de su zurrón saca dos onzas de pan, una para el y otra para Beec, ¿De donde sacó el pan? Posiblemente de las sobras de la cena anterior en la taberna de Joshep, después del almuerzo, prosiguió con sus estudios, esta vez en la Abadía de villadorada, compendios y tratados de la Luz. Horas después la noche arreciaba, habían pasado mas de cuatro horas después del almuerzo, y el joven absorto en su nutritiva lectura no se percata de las horas, sigue imperturbable, bajo la tenue luz de las velas en la biblioteca. Pronto ésta tranquilidad y concentración se vio perturbada por la llegada de varios novicios de la Mano de plata y un reo. Habían traído a la abadía de villdorada al parecer a un ladrón de dagas, que interrogaron una y otra vez y luego otra mas otra vez, el chico algo asustado no se acercaba al salón principal de la abadía, por temor que aquel reo le pudiese hacer daño, después de varias horas de interrogación llego la guardia o al menos eso parecía, pues se llevo al reo y a varios de los novicios de la Mano de Plata, Lo que ocurrió no lo tenia muy claro el muchacho, solo parecía que algo no funcionaba bien, pues varios miembros de la Mano de Plata estaban en desacuerdo, al parecer solo se llevaron a ese hombre para interrogarle sobre lo ocurrido, pero había una segunda persona que al parecer, no fue interrogada del mismo modo que el primer hombre, cosa que puso en desacuerdo a algunos de los integrantes de dicha orden.

Una vez acabado todo la paz reinó de nuevo en la abadía, pero ya era demasiado tarde para seguir con los estudios, pues los ojos le pesaban y la concentración se había esfumado con aquel acontecimiento, dejando la biblioteca en orden, entra en la sala de oraciones, aquí el muchacho se despide del día dando gracias a la Luz.

Es hora de dormir y soñar.

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Día cuatro.

 

El joven Raudive, había pasado una mala noche, pesadillas, quizás debidas a las conversaciones de sus mayores respecto a los gnolls y sus brujos.

 Estando ya en la abadía, un anciano maestro, sentado al sol meditaba, y el joven Konstantine, decidió hacerle compañía, el anciano no hablaba, parecía meditar obviando lo que a su alrededor pasaba, pero solo lo parecía pues el anciano estaba atento a todo lo que el joven decía, todo eran quejas. El anciano estaba ya cansado de escuchar las constantes quejas del chico, así que pensó que debía enseñarle algo que le hiciera recapacitar. Esa mañana le pidió que le trajera sal y cuando regresó, el anciano le dijo que echara un puñado en un vaso de agua y que, a continuación se la bebiera. ¿Cómo sabe ahora el agua? —preguntó el sabio anciano.
Muy salada, —respondió Konstantine, poniendo cara de asco.
Aguantándose la risa el anciano le indicó que repitiera la acción, pero en lugar de tirar la sal en un vaso lo hiciera en un lago. Caminaron sin prisas hacia un gran lago situado en medio de un vergel a las afueras de Villadorada. Llegaron cuando casi oscurecía pues desde la abadía hasta el lago había un buen trecho, mas el anciano era lento en su caminar. Cuando llegaron el chico cumplió la orden del venerable anciano y vertió un puñado de sal en el lago, el anciano le pidió que bebiese.
¿A qué te sabe ahora? —le preguntó.
A lo que el joven le respondió:
está fresca No sabe nada a sal, es una delicia para el paladar.
Entonces el anciano cogiéndole las manos al joven, le dijo:
El dolor de la vida es pura sal. Siempre hay la misma cantidad, sin embargo su sabor depende del recipiente que contiene la pena. Por eso, cuando te aflijan las adversidades de la vida, agranda el sentido de las cosas. Deja de ser un vaso y conviértete en un lago. El joven, mirando a los ojos a aquel anciano, asintió, pues sus palabras estaban llenas de sabiduría, uno de los días mas reflexivos de la vida del joven Konstantine Raudive...

 

 

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Día cinco:

Una mañana gris y bastante triste, el joven va en busca de la sabiduría de su venerable amigo en la abadía de villanorte, pues una gran pesadumbre no le deja dormir, la cosa comienza así....

"Anciano, ¿Por qué me siento tan poca cosa, que no tengo fuerzas para hacer nada? Me dicen que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto". ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El anciano, sin mirarlo, le dijo:
- "Cuánto lo siento, muchacho. Ahora no puedo ayudarte. Debo resolver primero mi propio problema. Quizás después". Y haciendo una pausa agregó: "si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar".
- Encantado, venerable –titubeó el joven- pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
- Bien, asintió el anciano. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó: "Toma el caballo que está atado en el establo de la abadía y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo pues tengo deudas que solventar. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas".
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le volvían la cara y sólo un viejo harapiento fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta. Después de ofrecer la joya a toda persona que se cruzaba en el mercado –más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó el caballo y regresó a la abadía de Villanorte. Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al anciano para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Ya de noche el joven entró en la habitación y le dijo al venerable.
- "Señor lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiese conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto al verdadero valor del anillo".
- Muy interesante eso que has dicho, joven amigo –contestó sonriente el anciano-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Mañana temprano ve al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo?. Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo. El chico asintió, y partió a descansar.

A la mañana siguiente agitado, nervioso y con ganas de acabar con el trabajo de su anciano amigo, para poder así recibir sus sabios consejos, llega al joyero. Este examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo: "Dile al anciano, que si quiere venderlo ya, no puedo darle más de 58 monedas de oro por su anillo".
- ¡¡¡¿58 monedas?!!! –exclamó el joven -.
- Sí, replicó el joyero. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé si la venta es urgente. El joven corrió emocionado a la abadía para contarle al anciano lo sucedido.

- Siéntate –dijo el anciano después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. Y ese experto sólo puede ser el que te creó. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

 

Otro día de reflexión y filosofía para el joven Konstantine.

Editado por konstantine

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