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Victoria Cruz

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Victoria Cruz

 

  • Nombre: Victoria CruzQRyCpyD.jpg
  • Raza: Humano
  • Sexo: Mujer
  • Edad: 19
  • Lugar de Nacimiento: Kul'Tiras
  • Ocupación: Buscavidas
  • Historia completa

 

 

Índice

Editado por Curly

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Descripción física:iHvWjmU.png

De 169 cm de altura, constitución fibrada y delgada, tez tocada por el sol, porta el cabello azabache en cortas greñas. Pese a que la musculatura de su cuerpo se muestra claramente definida, por como se marca levemente los huesos puede dar la sensación de estar algo consumida. Mirada firme, atrevida y desafiante. Sus gestos no profesan modales pero rara vez son toscos. Cuando porta las amplias camisas y pantalones puede pasar por un varón, o naga según los barriles de grog que lleven consumidos.

 

 

Descripción psíquica:

Confiada por naturaleza en ocasiones peca de temeraria. Su carácter retador puntualmente la inducen a buscar víctimas de su charlatanería, no siempre mide las consecuencias y tiende a terminar lamentando lo que hizo al día siguiente, es esa emoción lo que la vuelve a hacer tropezar una y otra vez con la misma piedra.

Tiende a conformarse con una vida simple y sin restricciones. No tolera que se la jueguen, pese a que prefiere evitar los conflictos directos, por el estilo de vida que lleva no tiene problemas en ajustar cuentas con sus propias manos.

 

 

 

 

 

 

 

 

Historia

Volviendo a las raíces, o quemándolas

 

Nacida durante el apogeo económico de las isla que conforman Kul Tiras durante el décimo año tras la apertura del primer portal, Victoria era hija de una familia tradicional burgués cuyas holgadas ganancias provenían del comercio marítimo. En la mansión donde vivía no le faltaba nada, pese a todo no era un lugar donde poder relajarse, pasó una infancia bajo la presión que generaba el deseo de su padre en prepararla para el día en que tuviera que revelarle en el negocio familiar.

 

“Como miembro de la familia Cruz, es tu deber prepararte para el día en que no pueda seguir llevando la empresa que porta con orgullo nuestro apellido.” Dijo Elroy dirigiéndose con un tono marcial a su hija. “Algún día tendrás que tomar el timón y trazar las rutas con el viento a favor para llevar a buen puerto los navíos que dirigen nuestros empleados, como hizo tu abuelo, el padre de tu abuelo y nuestros antepasados. ¿Te conté la historia de los exploradores que localizaron y conquistaron estas islas? ¡Exacto! Uno de los miembros de aquella tripulación era un Cruz, un auténtico y respetado conquistador, así que puedes imaginarte cuán importante es el legado que nos…

 

Claro que conocía la historia de las veces que la había tenido que escuchar, posiblemente una de las primeras palabras que aprendió a decir durante su primera etapa de la vida fue el apellido familiar. Victoria puso los ojos en blanco y agachó la cabeza asintiendo sin osar cortar el orgulloso discurso de su padre. Elroy había tenido una infancia estricta moldeada por su padre para el propósito familiar, y como eco de sus antepasados hizo lo mismo con su hija pues desconocía otra manera de educar, por ello desde temprana edad la joven Cruz se encontró entre libros, clases de protocolos y costosos vestidos.

 

Los años fueron pasando y la tensión se respiraba en el ambiente de toda la isla. Elroy se veía obligado a pasar meses fuera de casa tratando de solventar los contratiempos que supuso perder diversos navíos mercantes los cuales apoyaban portando suministros a la parcialmente destruida flota armada de Kul Tiras. Aquella ausencia paterna otorgó a Victoria un periodo de relajación pues no se encontraba presente la severa figura a la que tenía que contentar a todas horas.

 

Pese al gran impacto que supuso para la isla de Kul Tiras las pérdidas producida por la guerra, en Victoria las sensaciones fueron totalmente opuestas. Sin experimentar en persona la crueldad del conflicto bélico, aquel periodo le otorgó una nueva perspectiva que afrontar en el día a día, más dependiente, sin darse cuenta empezó a saltarse ligeramente el estricto horario que debía cumplir, ya no habían más palabras afiladas por simplemente demorarse un minuto en llegar a la mesa del medio día,  o simplemente por no usar la palabra más adecuada en el elenco de palabras adecuadas a la hora de dar la bienvenida durante importantes visitas.

 

Con el tiempo desarrolló cierta aversión por los vestidos y los libros pues inevitablemente los relacionaba con el único estilo de vida que había llevado hasta ahora, de títere. Siempre que le salía la oportunidad los dejaba de lado junto a alguna de sus obligaciones. A sus catorce años la curiosidad la indujo a abandonar puntualmente la rutina que había llevado hasta ahora y salir a explorar las inmediaciones de la mansión, conocer las particularidades de la isla y sus habitantes, aun así su libertad seguía coartada por la instructora que tenía asignada la cual controlaba parte de su horario. Su creatividad pronto le concedió la llave mostrándole lo sencillo que resultaba manipular a aquella mujer de protocolos que parecía un disco rayado, usando las palabras adecuadas, descubrió el poco esfuerzo que suponía expresar mentiras que le permitían evadirse de sus responsabilidades para poder saciar la necesidad creciente de realizar aquellos escarceos.

 

La actividad en Kul'Tiras siempre fue frenética, los carros iban y venían continuamente del interior nutriendo los diversos y únicos negocios que se habían formado gracias a tan diversas mercancías procedentes de todo Azeroth. Uno de los lugares preferidos por Victoria era la periferia del muelle, veía historias increíbles por conocer dibujadas en el rostro de esos marineros, sus lenguajes no parecían conocer límites, sujetos carismáticos cuyas palabras variaban entre improperios, cánticos e historias de tierras lejanas, aquel estilo de vida la cautivó completamente.

 

Las visitas a la taberna más próxima al muelle fueron periódicas, sin darse cuenta le concedieron un lugar donde pasar horas y horas conociendo gente entre aquellas cuatro paredes. Esa gente tenía una vida sencilla y distendida, nadie tenía que dar explicaciones, de hecho a nadie le importaba qué hacía los demás, se centraban en descansar y pasarlo bien antes de embarcarse en largas travesías.

 

Los conflictos bélicos se prolongaron con fuerza durante los siguientes años, tiempo que sin duda invirtió atosigando a aquella gente, sin darse cuenta la influencia que ejercieron los marineros, mercaderes y bribones fueron calando y convirtiéndose en su estilo de vida.

 

La sutileza creciente esgrimida por la joven le permitió ocultar a sus progenitores el mundo donde se había adentrado, aun así el crimen perfecto no existe. Pasados dos años, un día regresando a casa ocurrió lo inevitable, Elroy Cruz aguardaba sentado en un taburete ante la puerta de la mansión, Victoria conocía demasiado bien a su padre y supo al instante por la mueca que gesticulaba el severo rostro de su padre que lo sabía todo.

 

Las palabras no hicieron falta, al no conseguir moldearla a su imagen y semejanza, su padre optó por medidas drásticas y a los primeros rayos del alba mandó a su hija al internado para ser reeducada.

 

Enfadada por la súbita pérdida de libertad en la suave cárcel donde había terminado exclamó unos modales aprendidos recientemente que exaltaron y horrorizaron a las educadoras del centro hasta tal punto que la clasificaron problemática de alto grado y corruptora de modales, motivo por el cual  la separaron del resto de internas.

 

Pasados los días y más calmada caviló con la mente fría respecto a la situación en la que se encontraba. No tardó en darse cuenta de la cantidad enorme de brechas albergadas en aquel internado llevado por mujeres cuyas resoluciones se resolvían siempre de manera sistemática. Más animada optó por poner a prueba aquello que había estado haciendo hasta ahora.

 

Victoria empezó a profesar un diálogo más afable con aquellas carceleras ataviadas de bonitos vestidos y no tardó en ganarse su favor reubicándola con las demás integrantes del centro. Sus compañeras internas se consideraban rebeldes entre las familias mejor asentadas de la nobleza y burguesía, para Victoria no eran más que mojigatas malcriadas ajenas a la realidad de una vida mucho más cruda, gente que no duraría ni dos días fuera del amparo de su familia.

 

Pese a no tolerar tanta delicadeza a causa del amargo sabor que le generaba el pasado y la pérdida de libertad reciente, los siguientes días se divirtió más de la cuenta con aquella actividad, en público era una más de aquel grupo de chicas recatadas donde gastaban todo el  tiempo en conceder a su compañera pasar primera por una puerta, en secreto se dedicaba a inducir rumores entre sus compañeras, habladurías adaptadas a las debilidades de cada una de ellas, hecho que actuaba como catalizador y el desorden fue incrementándose hasta en ocasiones alcanzar puntos caóticos donde la convivencia se quebraba completamente. En medio de aquel caos fue preparándose el camino, consiguió ropa sencilla y cierta cantidad de dinero que sustrajo con demasiada facilidad del despacho de la dirección. Sin inmutarse tomó el dinero y dejó la falsificada misiva a nombre de sus padres, la cual narraba un permiso de ausencia de un día a causa de una supuesta invitación familiar por el Duque de Whiskyntown… ¿O era Grogntown? Poco le importaba realmente, cuando informó a una de las cuidadoras sobre el reclamo familiar y la misiva, esta fue a verificarlo y tras morder el anzuelo le permitió salir.

 

Y0CpGe4.jpgObservando una vez más el ir y venir de los navíos del muelle, Victoria suspiró profundamente mientras recordaba con ira la última decisión que había tomado su padre encerrándola. Aquello no volvería a ocurrir, no pensaba volver a su casa. Por algún motivo le llegó a la mente la historia durante su vida que había escuchado infinidad de veces, el Cruz antepasado cuyo arrojo le llevó a participar en la conquista de Kul Tiras, Victoria no conseguía comparar el estilo de vida intrépido de aquel marino antepasado con el que lleva su padre, siempre codeándose entre papeleos y altos mercaderes. Tal vez quien estuviera faltando a la verdadera herencia no fuera ella…

 

No había más que pensar, utilizando el dinero robado en el internado compró una daga en el mercado del muelle y tras un atisbo de duda aferró la cuidada melena azabache pasando el filo y cortándola, con desdén arrojó el vestido en una de las callejuelas cercanas al muelle y se atavió con la ropa de varón que también tomó del centro. Puso rumbo a la taberna que tantas horas le había otorgado estos últimos años, iba a poner a prueba los conocimientos granjeadas estos últimos años, sabía que no eran pocos los navíos ávidos de jóvenes trabajadores dispuestos a afrontar largas travesías, pretendía ser instruida durante la marcha y echarse a la mar buscando su suerte, aquella perspectiva resultaba liberadora, y quien sabe, tal vez… no estuviera mancillando el legado real de sus antepasados.

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