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Imperator

Sir Thomas Benet

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Donde  nací es un lugar envidiable para muchos de los hombres que aun se mantienen con vida, aunque en la actualidad, pocos hubieran deseado tal destino de nacimiento. En el lugar que nací, siempre destacado por su belleza, historia y héroes, solo una quedará marcada y esta será la del Príncipe Traidor. Sí, nací en la bella ciudad-estado de Lordaeron, capital del gran reino humano de Lordaeron, uno de los más poderosos del reciente pasado. Puede que de esta solo queden ruinas, espíritus poseídos y legiones de No-muertos al servicio de la Dama Oscura, puede que muchos la quieran o incluso hayan olvidado esta, pero es difícil olvidar un hogar, eso, no lo olvida nadie. 

Y es que muchos dirán que solo es una ciudad, un lugar, unas ruinosas piedras que el viento erosiona con el paso de los siglos, un lugar inanimado que no siente ni padece, que no contiene ningún valor real en la actualidad. Pero de todos es sabidos, que el valor del  hogar no es el material, sino el sentimental. ¿Qué otra cosa puede guiar a las personas sino son los sentimientos de algo hacia alguien o algún lugar? Eso es Lordaeron, un sentimiento del que muchos solo pueden tener en mente en la noche oscura, donde el aire frío congela los pulmones de los fieles soldados que aun luchan por su libertad, de los que luchan por su hogar, aquellos que luchan por sus recuerdos.

Los paladínes, simples instrumentos muchos susurraran, simples marionetas de una Iglesia corrupta que solo vela por los intereses de la nobleza y de los hombres y mujeres poderosos. Esos que susurran no conocen a los fieles del norte, a los que luchan día y noche, no solo por la Luz, sino por como hemos citado antes, por sus hogares, porque otros puedan tener uno en un futuro o incluso lo puedan recuperar. Entre ellos me encuentro, servidor de la antaño gloriosa Mano de Plata, de la actual y frágil Alba Argenta. 

Muchos han perdido la fe o incluso han olvidado lo que eran o porque luchaban, siendo convertidos en fanáticos obsesionados en encontrar una solución sea como sea, y con ello han llevado su Cruzada contra los muertos, pero desgraciadamente también contra los vivos. No siento odio hacia ellos, en lo más  profundo de mi ser puedo comprender su dolor, puedo sentir compasión y sé, que algún día podrán abrir los ojos y ver el  daño que hacen. No todos comparten mis ideas, es más, muchos incluso al verlos combaten y hacen justicia. Irónico que tengamos que luchar contra los nuestros cuando los seres no-muertos invaden nuestras tierras, pero la Luz sabe el porque de todo esto. Mi corazón sabe que siente dolor al ver todo esto y que este siempre está dispuesto para perdonar cuando cesen sus actividades. Llamadme iluso, pero esas ilusiones son las que mantienen a los soldados con vida en esta tierra corrupta. Solo nos queda la ilusión y la fe como armas, intentemos no perderlas como hicimos con las demás.

En el otro quedamos nosotros, el Alba Argenta, facción creada después de la  separación de la Mano de Plata. Quedamos fieles a los principios básicos y originales que guiaban nuestra orden. Protegemos a los civiles que quedan por estas tierras y guerreamos contra los muertos vivientes. Miento si digo que estamos ganando o que incluso, estamos afectando a las filas de esos seres, pero eso no me detiene y jamás lo hará, porque si nosotros perdemos, entonces si que no quedará nada. Muchos hombres y mujeres son miembros y fieles a la Orden, pero lo que me entristece es que la mayoría que vemos son jóvenes voluntarios, los cuales son los que tristemente adornan el cielo con sus cenizas. 

 Quedamos pocos dicen algunos, sí. Quedamos pocos y seremos menos en los días que están por venir. Mis padres me dijeron eso el día que perecieron contra los orcos en la guerra, y en ese momento, joven e inexperto, no entendí tales palabras. Ahora sí. Puede que nuestro número no sea escaso, pero no se referían a ello cuando me dijeron tales palabras antes de partir. Pocos son los que quedamos intentando mantenernos fieles a nuestros ideales, y es estos momentos de dificultad donde el paladín debe demostrar que lo es, dar esperanza a los demás, cargar con el peso del liderazgo, esperanza y fe. El sacrificio forma parte de nuestra vida, una regla no escrita que todos conocemos y que desgraciadamente no todos quieren recordar o cumplir.
 

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Diario de Sir Thomas Benet.

Hoy he vuelto a tener el mismo sueño después de tantas noches. El mismo sueño en el que me encontraba ataviado con la armadura blanca y carmesí adornando mi cuerpo, el cual, está completamente mojado por la lluvia torrencial que nos castiga por los actos cometidos. Mi espada sigue manchada de sangre, mis ojos miran su cadáver, pero no puedo hablar ni gesticular, pese a todos mis intentos. Mi cuerpo suda o quizás es la lluvia que ha traspasado mi armadura y ropajes y mi mano tiembla, pues empuña la espada manchada, la espada culpable.

En el suelo yace un niño, un simple granjero de  las tierras del norte, el cual ha sido arrancado de esta vida por alguien a quien creía que le protegería del mal de estas tierras. Lo que no sabía ese niño, es que  el mal también se encuentra en el corazón de los hombres y que tal error lo pagaría con su vida. ¿Pero es culpable aquel quien no sabe lo que hace o simplemente es otra excusa más que intento darme para no culparme cada noche por lo mismo? Todas las muertes, todas las vidas, y la que siempre recuerdo es la de aquella noche. 

Una voz familiar y cálida inunda mi mente, con palabras tranquilizadoras, tocando mi rostro mojado por la lluvia y ensuciado por el barro y la sangre, pero en el  precios instante en que puedo torcer el rostro para mirar a quien me intenta calmar, me despierto en la noche y ya no vuelvo a dormir más. Sé perfectamente quien es, como podría olvidar tal cosa, pero mi mente necesita volver a ver tal rostro, aunque solo sea por unos segundos. Aquel rostro me hacía sentir tranquilo, me hacía sentir...

Aprovecho el resto del tiempo hasta que sale la primera luz para escribir misivas o en este propio diario, pero sin duda, mi mente está ocupada con tales recuerdos que no dejan que pueda seguir hacia delante. Aún la recuerdo, recuerdo lo que hice, y seguramente también lo recuerde la Luz, pues tal acto jamás tendrá perdón.

Mi mirada se fija en la ventana de mi pequeña habitación fría y algo me llama la atención. Vuelve a salir el sol, vuelvo a intentar olvidar.

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Diario de Sir Thomas Benet, parte 2.

Como cada noche, mis pesadillas no me dejan descansar de forma completa, y me levanto casi una hora antes del amanecer. Las mismas pesadillas siguen, recordando aquella noche lluviosa como si lo hubiera vivido ese mismo día. Tales sueños se han intensificado desde mi visita a Cerro del cuervo, pero la Inquisidora insistió en que no debía preocuparme. 

Aquel mismo día había tenido una sesión con ella. De nuevo aquella habitación lúgubre, con los instrumentos de "trabajo" que para cualquiera eran más de tortura que de trabajo. Como no, el caballero de oscura armadura estaba allí presente, en silencio. En los días que había ido, que ya eran unos cuantos, jamás se había pronunciado. Simplemente asentía a las órdenes de la Inquisidora y volvía a su posición.

La Inquisidora seguía el mismo método de siempre, sujetar mi mano "herida" y cambiar el sigilo con sus respectivos rezos y bendiciones. Por más que intentara hablar con ella o crear alguna conversación amistosa, era inútil. Su rostro arrugado no expresaba más que indiferencia. 

Las sesiones cada vez eran más calmadas y requerían de menos tiempo, sobretodo obviando en que ya no sería necesario la tortura, algo que agradecía enormemente. Decidí no informar sobre esto  al viejo Comandante, dado que no quería que la misiva fuera interceptada por aquellos que no debían leerla. Pero sin duda, le informaría en persona sobre esta Inquisición que crecía en el seno de la Iglesia imperial.

Tal Inquisición me recordaba al pasado, como no hacerlo, recordaba mis estancias en la Cruzada Escarlata, cuando solo ver un miembro de esta por los pasillos del viejo monasterio hacía que tu corazón se paralizase y tu cuerpo casi no pudiera moverse. Tu mente solo pensaba que esperabas no ser tú el sospechoso o sencillamente el encargado de alguna misión encomendada por ellos, aquellos momentos eran los peores por aquellos días.

Pero no todos los miembros de la Inquisición eran tan malvados o crueles, ella era diferente o al menos lo era conmigo. Recuerdo las reuniones, que nos mantenían horas y horas hablando, los paseos por el monasterio, recordando la historia del pasado...Sin duda, ella era la principal razón por la que me mantenía en la Cruzada. 

Sin duda la gente hablaba sobre si manteníamos alguna relación, incluyendo su padre, que no separaba su atención de mí cuando tenía la oportunidad y sin duda, me tenía cierta tirria y también yo hacia el. Es irónico que ahora sea mi Comandante en el Alba Argenta y confíe en el más que en nadie, pero el tiempo nos cambia a todos, incluida también las opiniones que tenemos hacia otras personas. Jamás me importó lo que se pudiera comentar de mi supuesta relación con ella, pese a que en aquellos momentos, no nos unía más que la amistad.

No hay día que no la recuerde o esperar poder verla, pero me temo que son solo sueños de un simple iluso. Pero por ahora tengo cosas más importantes en las que pensar. Dorian confió en mí para este trabajo, y no pienso decepcionarlo, pese que la ayuda de Aleister sea a veces más un problema que un apoyo, pero espero que la llegada del Templario Olaf cambie las cosas y sobretodo podamos zanjar esta campaña de una vez por todas en Elwynn, pues quiero comentar los asuntos de la embajada con Lord Klaus. 

Recordemos que toda ayuda es recordada y también devuelta, o eso espero, porque sino todos mis esfuerzos serán en vano.

 

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