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Catrine

Perséfone Dalía

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Perséfone

Persefone2

Características:

Raza: Humana Edad: 22 Peso: 57 Kg
Sexo: Mujer Altura: 1.71 Ocupación: Estudiante

 

Historia:

Spoiler

De origen humilde, fruto del amor infinito de dos campesinos. Con apenas seis años de edad dio con sus huesos en un orfanato de la capital humana. Perséfone crecía, ajena a todo problema debido a su temprana edad, fruto del ambiente deshumanizado del orfanato en el que se cría comienza a codearse con todo tipo de ladronzuelos y jóvenes conflictivos que pululan por las cercanías.

 

Mientras la joven continuaba su aprendizaje en tareas tan simples como la lectura, matemáticas básicas y algo de historia, su mirada no podía apartarse de los ventanucos que dejaban el cielo a la vista, solía entretenerse dibujando en su mente figuras con las nubes, se veía a sí misma con un largo vestido blanco decorado con flores de temporada, una mesa abundante y una cama enorme para ella sola, con sirvientes que hacían realidad todos sus caprichos… aunque la mayoría de las veces un sonoro golpe en la mesa causado por un listón de madera que hacía las veces de regla la arrancaba de sus pensamientos para devolverla a la fría y cruel realidad de su pobreza.

 

Cuando cumplió los dieciséis años escuchó las noticias de los barcos procedentes de tierras lejanas y abandonó la seguridad del orfanato que la había visto crecer para tratar de escapar de aquella vida de humildad y pobreza para buscar fortuna por su propia cuenta, tenía en mente montar algún tipo de puesto de venta ambulante, las matemáticas nunca se le habían dado mal y seguro que encontraría algún socio para echar adelante su vida. Una oscura noche al abrigo de la luna tramó su huida y con la agilidad que siempre la había acompañado se escabulló para adentrarse por las húmedas y vacías calles de la capital en busca de su esperado socio.

 

La joven tocaba una rudimentaria flauta de madera mientras cuidaba de una pequeña selección de objetos como tijeras, flores, pulseras e incluso algún espejo reposaban sobre una manta extendida sobre el suelo evitando que estos se llenasen de barro y polvo. Dos años habían pasado desde que abandonó su hogar, el puesto que tenía apenas le daba para comer una vez al día algo de pan e incluso casquería los días que realmente resultaban provechosos, siempre con una sonrisa y palabras amables atendía a sus pocos clientes con intención de engatusarlos para que adquirieran su mercancía a precios realmente bajos, esto obviamente era posible únicamente a que la inmensa mayoría de ellos eran robados o de un origen poco ortodoxo, pese a ello los días pasaban sin demasiados problemas.

 

La pericia de la joven para sustraer objetos de bolsillos descuidados o ventanas entreabiertas la llevó a hacerse amiga de lo ajeno, quizás demasiado. Carreras de obstáculos por las calles se sucedían cuando la pillaban infraganti, su ropa oscura y parcheada de mala manera acompañada de una capucha que ocultaba su melena y parte de su rostro ponían difícil a sus perseguidores reconocerla una vez saltaba un par de muretes y se mezclaba con el pueblo. Hasta que un día un hombre la tomó por el brazo y arrastró a un callejón que se abría a su derecha y la sujetó con fuerza contra la pared y con un cuchillo hizo un corte en su hombro izquierdo, arrancó la bolsita que le había robado minutos antes y la cogió por el cuello amenazándola de muerte, si volvía a verla cerca de su negocio no sería tan benevolente una segunda vez. Había tocado fondo, no era la primera vez que una de sus víctimas se había tomado la justicia por su mano, dolorida y con el brazo sangrante buscó ayuda en la luz para sanar sus heridas.

 

Con una daga rudimentaria y vestida con su ropa oscura habitual caminaba entre los árboles tratando de hacer el menor ruido posible, cuando portaba varios frutos en sus bolsillos e incluso había atrapado un par de roedores que dormitaban escuchó unos quejidos provenientes de una explanada a pocos metros de donde se encontraba, curiosa se asomó para encontrar a un joven tirado en el suelo balbuceante, a su alrededor se encontraban varios cadáveres de soldados que habían llevado la misma suerte que el muchacho. Algunos se movían, demasiado, más de lo que debería moverse un muerto, a todas luces algo no iba bien. Una de los cuerpos se alzó y terminó por matar y devorar al joven. De entre las sombras una figura encapuchada apareció y cayendo en la cuenta de la joven se aproximó a esta, con un sencillo conjuro la muchacha quedó paralizada, sin poder gritar ni hablar, pronto sus ojos quedaron en negro y todo a su alrededor pareció apagarse.

 

Con el frío de la piedra despertó, sus huesos y articulaciones estaban entumecidas, el olor a rancio y podredumbre eran casi insoportables. La comida tenía un aspecto bastante malo, aunque, teniendo en cuenta la temperatura actual, que humease significaba que llevaba poco tiempo allí. Apenas comenzó a comer la figura apareció de nuevo, un hombre mayor, con los cabellos blancos y unos ojos verdosos se acercaron a la celda. Y le hizo un ofrecimiento que no podría rechazar, era seguir su camino y someterse a su voluntad, o la muerte. A pesar de las dudas, claramente eligió vivir, una desdicha más para una vida llena de penas no iba a cambiar nada.

 

Poco a poco se ganó la confianza del hombre y comenzó a hacer sus progresos, la nigromancia era un arte compleja y perseguida, había escogido un camino de no retorno hacia un final nada cálido.

 

Editado por Catrine
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