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Elireth

Zhara Sagira, retomando la senda

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Origen

 

El día se presentaba húmedo y nublado, cosa común en villadorada donde los días lluviosos eran comunes. Las gentes se apresuraban a llegar a sus destinos, los cargamentos pasaban por aquí y por allá como en cualquier ajetreada villa, pero el doble si consideramos que es la villa más cercana a la capital del imperio. Entre sus angostas calles y callejuelas, los ruidos y el tránsito eran comunes, pero en aquel callejón aquel día no sucedía algo tan común. Al menos no para las ocupadas gentes de esa localidad - ¡Y sigue intentando, será tonta! - los chapoteos y sonidos contundentes producían ecos que se transmitían por todo el callejón, encajonando y reverberando constantemente. Las voces eran de jóvenes, todos ellos excitados por lo que acontecía. Una pelea. - ¡Zahra no tienes que hacer esto, vámonos a casa! No tiene caso! - gritaba uno de los jóvenes, que por la sangre que recorría su rostro, no la había pasado bien. Algunos niños soltaban carcajadas por las palabras de aquel pequeño golpeado, pero la joven a la que él gritaba “Zahra” no parecía tomar en cuenta sus palabras. Arrodillada en el suelo, sobaba su rostro que había recibido un fuerte golpe y se estaba hinchando su pómulo derecho. Frente a ella el matón del barrio, y su grupo, que como no podía ser diferente eran los más grandes y fuertes de su edad. El muchacho, confiado, soltaba risotadas y se burlaba de la joven de piel oscura que tenía al frente. Le había robado uno de sus adornos dorados para el cabello y se regodeaba de aquello - ¿Qué vas a hacer?, ¿llamar a tu mami la guardia?, ¡no puede entrar aquí! - decía con toda la malicia y los muchachos, más temerosos que de acuerdo, le seguían el juego. Pero Sara no era como el resto de niños, no dejaría que le robaran aquello que tanto apreciaba. Se levantó, disimulando la rendición mientras una lágrima brotaba. El grandullón confiado, inflo el pecho victorioso desviando la mirada al resto de niños. Zahra actuó, un movimiento rápido y un placaje con todo el peso de su cuerpo lanzaron al gordinflón muchacho al suelo y ahora con Zahra sobre él y la gravedad a su favor, no tenía escapatoria. Sus puños cerrados golpeaban el rostro del matón una y otra vez con fuerza, al principio los muchachos estaban sorprendidos, luego vitoreaban, pero al final todos guardaron silencio. Estaba yendo demasiado lejos. El muchacho por cara ahora tenía una masa sanguinolenta e hinchada. Alguien la tomo y la empujó a un lado - Suficiente… ¡Suficiente! - Zahra se detuvo, agitada, mirando sus manos adoloridas y llenas de sangre. Abrió los ojos de par en par, aterrada, todo su cuerpo temblaba - ¿Qué he hecho?... ¿Qué…? - había quedado en shock. Kyra, su compañero, había tomado aquel adorno para el cabello y luego tirando de la mano de Zahra comenzaron a correr a toda velocidad. Ella solo se dejó llevar - L-lo… ¿Lo he matado? - dijo con absoluto temor, su rostro estaba pálido. Sus ojos marrones, grandes y expresivos estaban apagados - No… - respondió Kyra mientras cruzaban una esquina - Pero… ha quedado muy mal - dice tras pensarlo un momento mientras continúa la carrera. Las calles eran estrechas, pero las conocían de pie a cabeza, cruzaron otra esquina a la derecha, luego a la izquierda y finalmente pasaron por detrás de la plaza en dirección a la capital. Tardaron un tiempo en llegar, cuando el sol se estaba poniendo y la lluvia arreciaba. Finalmente en casa, Zahra corrió buscando agua para limpiarse, se miró en el espejo y vio su rostro hinchado, sus manos estaban rotas y adoloridas - Mi madre… mi padre… me matarán - resoplo preocupada. Ya no había nada que hacer, caminó a su cuarto y se dejó caer en la cama. Solo quedaba esperar el castigo. 

Las horas pasaron y el agotamiento por la pelea había hecho que se quedara dormida. Toda la situación causaron que se olvidara incluso del adorno de cabello que dejó en la mesita de noche esperando. Tanta ira desplegada por nada y allí estaba. Su madre entró en la habitación, se acercó con cautela para besar su frente y notó que la prenda faltaba. Vio a un lado, notó el adorno en la mesa de noche y entonces volvió rápidamente la mirada a ella, hacia sus nudillos vendados torpemente y sangrantes. Su rostro que tapados por la almohada apenas dejaban notar lo hinchado que estaba el pómulo derecho. Negó con lentitud - ¿Qué ha pasado?... - dijo con suavidad desviando la mirada. Zahra reaccionó, quizá ya llevaba un tiempo despierta - Nada… - respondió con desgano sin mirar a su madre - la nada no causa esto - dijo su madre ahora con más autoridad - hubo silencio sepulcral entre ambas durante un largo minuto - Yo… lo golpeé… Pero él, golpeó a Kyra y … Y me robo tu regalo. ¡Debía hacer algo! - su voz comenzó a perder fuerza y rompió en llanto, su madre la abrazó con fuerza entonces besando su frente - Tu corazón es puro, tus intenciones jamás han sido malas y sé que lo has hecho por proteger a Kyra. Mi niña, he fallado en darte la vida que mereces. Vivimos en este terrible pueblo y debes enfrentar el día a día sola mientras tu padre y yo trabajamos. Yo… siento tanto que- - Zahra reaccionó abrazando a su madre bruscamente aun en llanto - ¡No, no… no digas eso !Yo… estoy agradecida. Has hecho tanto por mí. No es tu culpa… - ambas comenzaron a llorar y así se quedaron, abrazadas durante largos minutos, comunicándose como solo una madre y su hija pueden - Zahra, he hablado con tu padre y queremos que te prepares. Sé que te gusta leer y qué pides a tu padre cuentos sobre grandes paladines. ¿Por qué no estudias sobre la luz?, eso te alejará de este barrio de mala muerte… ¿Qué dices? - La joven parpadeó varias veces tratando de comprender aquello, sus ojos hinchados por el llanto apenas lograban abrir del todo. Bajó la mirada pensativa. Su madre colocó un tomo de la luz en la cama - Piénsalo cariño - se puso en pie y salió fuera, Zahra no dijo nada más.

Un sueño.

¡Más arriba Zahra! - Plonc, otro golpe metálico retumbó contra las placas de práctica de su padre. Llevaba ya horas entrenando el arte de la maza. Zahra tomó de nuevo con fuerza el arma, apretando con ambas manos moviendo la pierna al frente flexionando un poco la rodilla y giró el torso dejando que el peso del arma y la inercia hicieran el resto. El golpe retumbó de nuevo. Esta vez incluso aunque su padre se cubrió con el escudo no pudo evitar caer sentado en el suelo, impresionado por la fuerza del impacto - ¡Así es, impresionante! - su padre era un tipo grande y de piel oscura como ella. Ambos compartían el cabello negro y los ojos marrones. Como buen herrero, era un tipo fornido y ancho, el hecho de que una joven de apenas veinte años pudiera tirarlo de esa manera era digno de celebrar - ¡Te dije que podías hacer esto!. Tienes gran fuerza hija mía, todo está en el movimiento. Debes dejar que el arma fluya y el resto sucederá por sí solo - Zahra sonrió, estaba realmente emocionada por aquello. Aun con aquella pesada armadura se mantenía en pie, pero estaba muy agotada - ¿Continuaremos? - dijo ella entre jadeos sudando bajo el casco, ya eran las cinco de la tarde, pero el calor acumulado la estaba cocinando viva - No, no… es suficiente por hoy, regresamos a casa - ella asintió retirando el casco. Había crecido, se le notaba más madura, ya era una mujer y su cuerpo había sido moldeado por el entrenamiento que su madre y padre le daban constantemente. Ahora mostraba una figura atlética y definida, brazos capaces de soportar una maza y de golpear con verdadera contundencia. Tras quitarse el aparatoso traje de entrenamiento con lastre y darse un baño decidió subir al techo de su pequeña vivienda. Llevaba consigo aquel tomo de la luz que de niña marcó su camino a seguir. Desde entonces le llamaban “come libros” pues siempre estaba leyendo y estudiando, no solo sobre la luz sino sobre el mundo en general. Ahora relajada y bajo la luz de la luna junto aquella pequeña vela, se disponía a repasar el libro sagrado en busca de nueva sabiduría. O al menos eso pretendía. Su amigo Kyra no estaba muy lejos y le tomó apenas unos minutos terminar de subir al techo con ella, sentándose a su lado.

Aquí estas, de nuevo con ese libro. Debes saberte cada línea de memoria ya - dijo con cierto aire de sarcasmo. Ella sonrió desviando la mirada para dedicarle su atención - Eso intento… - su voz era suave, amable y tranquilo. Estaba relajada - ¿Qué haces aquí?, pensé que estabas recogiendo los fardos con tu padre - el chico se recostó mirando a la luna, suspirando - Sí, bueno… ya he terminado y quería ver lo que hacías. Ahora entrenas mucho tiempo y a penas nos vemos como antes - ella retiró la mirada elevándola al cielo también - Las cosas han cambiado, estoy preparándome para un viaje - Kyra rápidamente le observa alzándose ligeramente con rostro confundido - ¿Un viaje?, ¿dónde?, ¿por qué? - ella suspiró levemente bajando la mirada al libro - he estado preparándome para tratar de ingresar a la iglesia de la luz. Para… intentar convertirme en un paladín algún día. Así que debo viajar a la capital - finalizó. Kyra guardó silencio un momento - entonces ya no te veré de nuevo, ¿verdad? - ella le miró sin saber que decirle - quizá sí, algún día, cuando seas una destacada guerrera de la luz - ambos sonrieron - ¿qué piensas hacer de aquí en más Kyra? - él le miró en silencio - supongo que me dedicaré a la granja y heredaré el negocio familiar. ¿Cuándo partirás? - ella tragó grueso, cerrando el libro y sin mirarle respondió - mañana - Kyra abrió los ojos sorprendido - ¿No pensabas decírmelo? - ella negó lentamente - así habría sido más fácil… lo siento - el negó notablemente enfadado, pero rápidamente elimino esos pensamientos de su cabeza, no valía la pena, era su vida y él no tenía derecho. Se acercó a ella tomándola de la barbilla - sé que lograras lo que te propones - acercó los labios, ambos cerraron los ojos y dejaron que un tierno beso surgiera cargado de sentimientos. Esta era la última vez que se verían y la última oportunidad que tendrían de demostrar aquello. Cuando el beso acabó ambos se abrazaron. Kyra se puso en pie y le mostró una sonrisa - todo acabará bien y nos volveremos a ver algún día, ya lo verás - y como si lo hiciera para que aquello no fuera más difícil, se marchó tan rápido como pudo, sin escuchar los llamados de Zahra a la distancia. Ella se quedó allí, mirando a la luna durante un largo rato hasta que decidió volver a su cuarto. Debía descansar para el viaje.

Eran ya las seis de la mañana, Zahra llevaba ya dos horas despierta preparándolo todo. Su ropa, sus mochilas y su burro. Tenía comida y la maza que su padre forjó para ella. La despedida fue corta, pero emocional. La despedida de sus padres era un golpe duro, pero el ave debía dejar el nido. Mientras el burro echaba andar no pudo evitar verlos una vez más, incluso su madre, tan fuerte y seria no paraba de llorar y su padre la abrazaba con fuerza para darle esperanza. No pudo evitar que una lágrima cayera por su mejilla, pero debía seguir adelante aun cuando su mente no paraba de decirle que regresara. Ese no era su destino, ahora estaba en camino a Villadorada desde los  campos de siembra más al sur. El viaje le tomaría un día si todo iba bien.

La aventura de su vida le esperaba.

 

El peregrinaje

Después de lo ocurrido en Stromgarde, Zahra regreso a Elwynn donde solicitó al comendador Klaus permiso para realizar un peregrinaje hasta la tumba de Uther, esto para buscar su camino de vuelta y recuperar la senda, intentar comprender los errores que había cometido y como podía mejorarse a si misma para alcanzar la sabiduría que un paladín debía tener. Cuando recibio la aprobación, regreso a la granja donde paso algunas semanas con sus padres y su buen amigo Kyra, hablando sobre las locas aventuras que habia tenido enfrentando a los gnolls, luego trols y nigromantes en distintas areas del imperio. Incredulos solo podian felicitar a su hija y ocultar el terror que sentian de que ella hubiera estado en tanto peligro. Zahra les conto de forma personal lo ocurrido en stromgarde y su castigo, aunque sus padres la apoyaron, y animaron. Ella, menos feliz, les confeso que casi pedia su fe en la luz tras lo ocurrido.

Tras compartir estos días de calidez, emprendió su viaje hacia el norte. Se unió a un grupo de peregrinos por el camino, y se adentro hacia lo desconocido por largo tiempo. Pasarían meses antes de llegar a su destino, ayudando pueblos y personas que lo requerían allá donde llegaba. Tratando de llevar la luz a todos aquellos que lo necesitaban, enfrentando enormes peligros y retos, hasta que finalmente y tras años de viaje, llego a los pies de la estatua de Uther, y allí permaneció durante varios días en ayuno, solo orando junto a los sacerdotes. 

Cuando el ayudo termino, se encontró así misma con una idea clara, debía retomar la senda y continuar su camino, esa era su misión de vida y las circunstancias aun por adversas que fueran no debían definir ni interrumpir lo que la luz había determinado para ella misma.

Tomo sus cosas de vuelta y se decidió a regresar, su camino debía reiniciar una vez más.

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