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BenGal

Kamastro Tornillorápido

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Nombre Kamastro Tornillorápido
Raza Gnomo
Sexo Masculino
Edad 86
Altura 0,92 m
Peso 33 kg
Lugar de Nacimiento Gnomeregan
Ocupación Buscador de conocimiento

 

Descripción Física

Un gnomo ya algo avanzado en edad, de estatura media y bastante delgado. Su pelo y barba ya fueron víctimas del paso del tiempo y de la edad y por ello están llenos de canas en su totalidad, dejando poco del verdadero color que tenían antaño. Su cara no lo pasó mejor, pues esta misma está repleta de arrugas. Sus ojos son de un color verde esmeralda, pero la mayor parte del tiempo los lleva ocultos bajo unas gafas negras acompañadas de un sombrero de copa no muy sofisticado y bastante desgastado para protegerse del sol.

 

Descripción Psíquica

Tiene un gusto peculiar por recopilar conocimientos perdidos, costumbres y poderes de especies desconocidas para el... siendo curioso por naturaleza. Antepone siempre todo tipo de conocimiento a cualquier cosa material. Le gusta leer y analizar a las personas que tiene a su alrededor. De vez en cuando suele bromear, usando tonos sarcásticos y un humor algo peculiar.

 

 

Historia

 

Suspiraba de forma pesada a medida que llevaba una de sus manos al puente de su nariz, apretándolo levemente después de quitarse las gafas. Había sido un día duro entre pergaminos y libros, intentando descifrar lo que ponía en uno de estos que había rescatado de unas ruinas abandonadas. Parecía una labor imposible, pues el idioma en el que estaba era desconocido para el gnomo y no se asemejaba a nada parecido a lo que hubiera visto en toda su vida.

Pasaron las horas, y el sol ya se comenzaba a poner por detrás de las montañas. El joven Kamastro encendió una vela para iluminar en la penumbra de aquella choza abandonada, por fin había dado con la solución, "Eredun" así se llamaba el idioma en el que estaba escrito el libro. Se le iluminó la mirada, y lo primero que se le pasó por la cabeza fue la manera de como traducir ese libro. Una vez más, empezó a buscar por todos los pergaminos que tenía por ahí, abiertos de par en par, pero en ninguno se hallaba la solución. Con el puño cerrado dio un golpe en la mesa, frustrado. Pero no se iba a dar por vencido, Kamastro no era de esos bibliotecarios que se conformaban con los miles de libros que tenían alrededor, llenos de los mismos conocimientos repetidos por cada generación. Él quería más, y todo ese conocimiento guardado en aquellos papeles y libros era el perfecto, solo necesitaba la manera de saber como descifrar aquellas palabras. Por ende, se puso las gafas y volvió a rebuscar en todas partes, en las notas que había hecho a lo largo del mes, en aquellos tomos que llevaba leyendo toda su vida, y en todos los pergaminos que tenía dispersos encima de la mesa. Los analizó de arriba a abajo, buscando alguna pista que pudiera ayudarle. Respiró hondo y recogió todo, guardándolo en su mochila para volver a las mismas ruinas de las que consiguió aquel libro.

Estas mismas no estaban demasiado lejos de su improvisada morada, solamente tardó un par de horas en llegar hasta ellas, abriéndose paso entre los abandonados pasillos hasta llegar a una de las cámaras del lugar. Todo estaba abandonado, lleno de telarañas y en cualquier momento parecía que la estructura se iba a venir abajo, pero eso era algo que no le importaba al gnomo, estaba obcecado con conseguir su objetivo. No tardó en ponerse a buscar por toda la sala, husmeando en cada rincón y sin dejar piedra alguna sin remover. Y fue en una de estas, debajo de un gran pedrusco que consiguió desplazar gracias a su gran ingenio e inteligencia que encontró un libro mohoso y lleno de polvo al que le faltaban algunas páginas. Lo recogió algo jadeante y emocionado, sopló un poco para quitarle todo el polvo que estaba encima de la cubierta y entonces lo abrió con cuidado, pasando las páginas poco a poco y revisando el contenido, sus ojos se iluminaron al leer las palabras. Fue entonces cuando escuchó una voz detrás de él, se giró poco a poco y consiguió ver la figura borrosa de un humano justo al lado de lo que parecía una gran chimenea, justo en frente de la entrada al lugar, Kamastro agitó la cabeza y parpadeó perplejo, y cuando volvió a ver, la figura ya no estaba, esto puso en guardia al hombre e hizo que se replanteara varias cosas. Según su información, aquellas ruinas estaban completamente abandonadas y no podía ser posible que alguien estuviera allí, la entrada era más pequeña que el tamaño de un gnomo y al hombrecito ya le costó entrar debido a la acumulación de piedras que bloqueaban la entrada, era imposible que un humano de carne y hueso estuviera allí. Kamastro no le dio mucha importancia y echó a correr, volviendo por donde vino con algo de miedo en su cuerpo. 

Consiguió salir ileso de las ruinas y fue entonces cuando volvió a su morada. Cerró la puerta y colocó los libros encima de su mesa comenzando a traducir todo lo que ponía en uno de ellos. 
Y así se pasó la mayor parte de su vida, aprendiendo más y más de lo que ponía entre las páginas de aquel libro, al menos, hasta que llegó el día de partir de aquella choza. Se echó al basto mundo, con el objetivo de buscar más conocimiento, y con aquellos poderes de su lado, todo debería ser más sencillo para el gnomo.

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