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Thalgrund

Jonas Dunn

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Nombre del Personaje
Jonas Dunn

Raza
Humano

Sexo
Hombre

Edad
33

Altura
1,82m

Peso
78kg

Lugar de Nacimiento
Ventormenta

Ocupación
Bardo - Vendedor de información - Truhán

Joe – o al menos así se presenta-, o Jonas, es un hombre de mediana edad, de estatura media, complexión atlética y fibrada. La vida del trotamundos – y en ocasiones buscaproblemas o bardo, como prefieras considerarlo– le ha dejado alguna que otra marca en su cuerpo, bien una cicatriz, bien ojeras por la falta de sueño, etc.  El paso de los años, sumado a algún golpe de suerte, le permite ahora vestirse con mejores ropas – o al menos más vistosas para su oficio -. Pelo arreglado a la par que una barba arreglada, de una manera un tanto exagerada y con demasiado garbo incluso, a juego con sus ropas que, sin duda alguna, denota a leguas que son de segunda o tercera mano.

Descripción Psíquica

De tono grave, pero carismático y elegante a su manera. Por muy desaliñadas que puedan ser las prendas que viste, ‘Joe’, es un bardo que ha sabido actuar allá por donde ha ido, incluso codeándose con algunos mercaderes de buena reputación. Eso se refleja en su forma de ser: charlatán, vendeburras, bocazas y en ocasiones, irritante. Conoce lo complicada que puede ser la vida del bardo, con todo lo que eso implica, y a pesar de su forma de ser, agradece siempre una cama y una buena comida. Observador, atento e ingenioso cuando se requiere, algo que cuenta con los dedos de una mano – no suele requerirse esa situación a menudo-.

 

* * *

El anochecer del bardo

El bardo se despertó sobresaltado, respirando incluso de manera agitada. Su pecho se hinchaba y se deshinchaba agitadamente mientras llevaba su mano derecha hacia su rostro, limpiándose después con el dorso de esta las gotas de sudor de su rostro.

Su mirada recorrió la habitación de la posada que el tabernero le había cedido por aquella noche. Las canciones habían sido del gusto de este, así como de todos aquellos que aquella noche, habían decidido dejarse caer por ‘El Corcel Malparido’:

- ¡Lanza al bardo moneeedas...! – canturreaban al unísono un par de borrachos que, posteriormente a la actuación, le habían invitado a un par de jarras de cerveza.

Jonas intentó sosegarse, intentando relajar su respiración mientras su mirada, se adaptaba a la oscuridad de la habitación. Era aún de noche, bien entrada la madrugada, y no había sido capaz de dormir apenas un par de horas. El bardo no se movió aun de la cama, echando la cabeza ligeramente hacia atrás. Por el rabillo del ojo, observó el otro lado de la cama. No había nadie, más que su sombra y la tenue luz de la luna que entraba por los cristales de la ventana.

- Quién me mandaría… - murmuraba, negando varias veces inmerso en sus propios pensamientos, hasta que finalmente, se levantó de la cama. Sus pasos, lentos y aletargados tocaban desnudos la fría madera, emitiendo un ligero quejido ante la falta de sueño. - … debería de haberle tirado los trastos a aquella comerciante, a lo mejor hubiera tenido un mejor… - emitió un gruñido, pero luego negó varias veces para sí mismo.

Una promesa, era una promesa, y desde luego, no tenía intención de romperla. Los hombres por amor pueden llegar a hacer locuras, y este, por muy truhán y bocazas que fuera, pensaba cumplirla.

El bardo se apoyó en el marco de la ventana, emitiendo un ligero bostezo, mientras su mirada recorría las calles, a estas horas silenciosas y sin ningún alma que las transitara. Sin embargo, un movimiento en la noche le hizo enarcar ligeramente una ceja. Un par de figuras se movieron hacia la taberna, una encapuchada, y otra, a la cual se le hizo reconocer:

- No me jodas… - frunció ligeramente el ceño, maldiciendo en voz baja. A un paso ligero, avanzó hacia su cama, se inclinó y tomó un cuchillo de entre sus pertenencias.

La vida de un bardo es simple, según lo simple que quiera hacerla uno en cuestión. El negocio está claro: cantas a cambio de comida, monedas y techo. Cuando decides enriquecerte, a costa de otros, es cuando empiezas a vender información o chismorreos que, en ocasiones, pueden resultar problemáticos para según que personas. Este último era del que intentaba escapar.

Jonas avanzó hacia la puerta sigilosamente, situándose tras ella. Contuvo la respiración, mientras alguien al otro lado, tras unos minutos, comenzaba a intentar forzarla.

Las ideas que rondaron la cabeza del bardo eran volátiles y sin duda, comenzaba a hilar según que cosas. Tal vez el tabernero estaba compinchado, tal vez…

La puerta se abre, la adrenalina se dispara y una vez entra una sombra. La sombra entra, rápidamente al ver la cama vacía. En ese momento, el bardo cargó rápidamente hacia delante, derribando a la sombra contra el suelo. Jonas llevó su mano izquierda hacia la boca de este, silenciándolo, y su mano derecha alzó el cuchillo, en gesto amenazador.

La figura, sorprendida, emitió un alarido, silenciado:


- Vamos a hacer lo siguiente, contestarás asintiendo o negando. Si mientes, te clavo el cuchillo, ¿estamos? – el tipo, asintió, alguien enclenque y que, sin duda, todo le había pillado de sopetón. - ¿Te envía Roy? – niega - ¿Tristán? – vuelve a negar - ¿Clinton? – asintió.

Clinton era un comerciante quien debía gran parte de su fortuna al poder que otorga en ocasiones la información. Si conoces los movimientos de los competidores de manera directa, puedes hacer una gran fortuna:

- ¿Estás solo? – asintió, ante lo cual, Jonas clavó el cuchillo a escasos centímetros de su cara, golpeando el suelo. El bardo hablaba rápido, conocedor de que en cualquier momento podía aparecer el compañero. – No mientas, te he visto con alguien más. ¿Estás solo? – esta vez, negó. - ¿Está esperando abajo? ¿El tabernero está al tanto? – asintió dos veces.

Jonas emitió un gruñido, tendría que buscar un plan B. Miró nuevamente al tipo, y emitió un resoplido:

- Esto te va a doler más a ti que a mi – dicho esto, le arreó un fuerte golpe con el mango del cuchillo, el cual lo dejó aturdido. Tras un segundo golpe, el matón quedó K.O

El bardo emitió un gruñido, mientras volvía a cerrar la puerta rápidamente, incluso colocando una silla a modo de bloqueo por lo que pudiera pasar. Las opciones estaban contadas. La ventana, descolgarse y largarse de allí. El bardo tomó nuevamente sus cosas, se vistió y se calzó, abriendo a posteriori la ventana.

Se asomó, comprobando la distancia hacia el suelo. No había mucha pero más valía hacerlo bien. Un golpe sacudió la puerta: el compañero.

- A la mierda… - murmuró.

La caída desde la habitación fue un tanto aparatosa. Emitió un ligero gruñido, retorciéndose algo torpemente en el suelo mientras se incorporaba. Dolorido, y con algo de cojera, echó a correr como medianamente pudo.

Las calles volvían a ser sus aliadas, y el insomnio, su mejor amigo. Tenía que salir de allí, incluso de la misma ciudad de Ventormenta. Debía dejar atrás las deudas de una vez por todas y los trabajos fáciles que, en aquella ocasión, le habían metido en un buen lío.

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