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Thorben

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  • Nombre: Thorben
  • Raza: Enano
  • Sexo: Hombre
  • Edad: 90
  • Altura: 1,25
  • Peso: 90
  • Lugar de Nacimiento: Forjaz
  • Ocupación: Aventurero
  • Historia rápida

 

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Descripción física:

De un metro veinticinco, con una presencia física notable debido a su robustez y forma de vestir, se puede percibir al enano sin demasiado esfuerzo. Sus cabellos ya están mostrando varios mechones de coloración grisácea que seguramente en otro tiempo fueron azabache como el resto de su cabello, así como su rostro muestra las muescas que se generaron a través de sus largos años de vida.
La barba que porta es más bien corta, considerando todo, ya que él escogió permanecer con un semblante que todos pudieran considerar igual de limpio o bien prestado al dialogo en todo momento; lo cual le permitió ser aceptado con mayor sencillez entre los miembros de diferentes razas. Aún y así se mantiene como si se tratase de una barba de varios días medianamente arreglada, lo mismo sucede con el bigote.

Sus manos muestran los endurecimientos propios del trabajo constante que tuvo que realizar en varios momentos de su vida con la finalidad de establecer mejores vínculos para con la iglesia o convertir personas a la fe en la Luz Sagrada. Junto con esto posee la característica de caminar siempre apoyado en su bastón y con una pequeña encorvadura causada por los constantes movimientos que lo han guiado durante sus días en la cocina.
En estos días ha abanado su orden sagrada para dedicarse plenamente a sí mismo pese a que aún conserva los conocimientos básicos de su antiguo estilo de vida.

El entrenamiento que vivió a lo largo de sus rutinarios años como diácono de la orden que lo guió, pasó factura a su cuerpo de manera notoria debido a que durante uno de estos cayó de mala manera sobre su rodilla derecha; la cual hoy en día no le permite andar sin una constante cojera y un dolor punzante que sólo puede aliviar llevando su peso a través del bastón que lo acompaña... aunque eso no indica que no pueda permanecer parado sin este, es seguro que no realizará esfuerzos físicos con su pierna derecha a menos que su vida esté en riesgo por el peligro de incrementar la lesión que ya posee.

 

 

Descripción psíquica:

De carácter naturalmente afable y paciente, intentando anteponer una sonrisa a todos y siguiendo las virtudes de la luz aún tras abandonar su oficio. Su mente funciona de manera curiosa cuanto menos, ya que pese a su edad se ha mantenido interesado en la lectura e investigación de las pequeñas cosas que aún se mantenían a su alcance, siendo entre ellas un par que despertaban su interés con claridad.
Llegando a la mayoría de edad y casi entrando en los años de vejez, demuestra una madurez mental notable y bastante apreciable frente a las charlas, ya que también sus largas horas de estudio y lectura en el templo y en su propio hogar le han otorgado la capacidad de debatir de casi cualquier tema al menos aparentando tener el conocimiento de aquel mismo, cosa que no suele hacer ya que prefiere que lo reconozcan como ignorante antes que mentir sobre algo que no sabe.

Su inteligencia no está opacada por su entrenamiento espiritual, aunque es notable en dónde se encuentra su especialización debido a la forma general que posee de ver el mundo.
Pese a mantener la costumbre racial de consumir cerveza con frecuencia intenta hacerlo en manera medida para evitarse problemas o nublar su juicio, aunque esto no se nota demasiado en muchas oportunidades ya que como todo enano, aguanta más de lo que un humano normal lo haría. Igualmente mantiene un semblante de apertura y cariño hacia el resto de las razas que pueblan el mundo puesto que considera que la mayoría podrá redimirse tarde o temprano frente a la luz.

Una característica notable que posee aunque mantiene privada es un deseo intrínseco de probar comidas hechas con diversas criaturas a lo largo del mundo de las cuales escuchó en leyendas desde que era joven, no perdió y jamás abandonó esta idea desde que escuchó la primer historia sobre un dragón.

 

 

 

Historia

 

En los picos nevados que rellenan las montañas de Dun Morogh se encontraba la pequeña casa en la que el ex sacerdote se sentaba a fumar de su pipa mientras observaba en la distancia el blanco paisaje. Con recuerdos inundando su mente y varias memorias que se manifestaban a modo de imágenes en sus ojos… sonrió y sin soltar aquel instrumento de madera tallada se levantó para comenzar a dar algunos pasos; en la nieve distinguía claramente el paso de las estaciones, variando por cómo podía caminar tranquilamente.
Era hora de su viaje semanal  a Kharanos para volver a comprar los diferentes víveres con los cuales se mantenía en su hogar… tomó su bastón y comenzó la caminata mientras se hundía en sus pensamientos a la vez que sus pies penetraban la capa de nieve que recubría el pasto ya helado por el clima; no tardó demasiado en llegar hasta aquella ciudad y mientras se encontraba allí se dedicó a realizar las compras… diferentes tipos de vegetales que no podía cultivar en su pequeña graja o animales que no podía cazar. Durante su juventud más temprana había desarrollado un pequeño diario con respecto a los diferentes animales que podría llegar a comerse y los tenía en mente con constancia pese a que en el momento no se sentía con la capacidad de ver el mundo como lo había planteado en otras épocas.

Había recibido el entrenamiento propio de un paladín y sus músculos y huesos lo recordaban firmemente… había formado parte de los cultos de la Sagrada Luz que se habían creado en Forjaz para entregar los conocimientos y enseñanzas de la filosofía y religión de la Luz a los miembros de la raza enana. También había dedicado tantos años a su entrenamiento como guerrero y luego había combinado los dos para formarse como lo que podía considerarse como un paladín en pintas.
Suspiró cuando se vio reflejado en el agua que había en el abrevadero tras haber realizado las compras… estaba poniéndose viejo, lo que había deseado en una primer instancia cuando era joven no le era posible con las mismas opciones que en aquella época él se imaginaba que todo sucedería… deseaba poder aferrarse a la idea de poder sentirse lo suficientemente bien como para poder marchar y hacerse un nombre, crear una familia, quizás incluso conseguir una mujer de caderas anchas que le diese todos los hijos que él alguna vez había deseado.

Finalmente se acarició la barba que tenía… hacía años que se la continuaba cuidando como le habían enseñado los miembros humanos de la orden a la que perteneció. Igualmente el destino decidió que sería una buena idea en ese momento para dejar caer unos dados y decidir con ellos la suerte del enano que ya se había retirado de todos los servicios que se le habrían podido llegar a brindar en su época joven… nunca fue especialmente notable en ningún ámbito y no lo sería a aquella edad; pero seguramente sería una marca notable en su vida aquel día.
Al llegar a su hogar lo encontró en llamas, saqueado y con las pocas pertenencias que tenía destruidas completamente… no quedaba nada que él pudiese utilizar de alguna manera y apenas le quedaba dinero.
Se quedó observando como las pocas maderas que se mantenían erguidas se resquebrajaban y caían frente a los constantes sonidos y chasquidos del fuego azotando aquellas marrones piezas de construcción.

No pasaron más de un par de horas hasta que desapareció completamente el hogar que lo había visto envejecer… ¿qué le quedaba por hacer? Caminó con lentitud mientras observaba las ruinas y sus ojos no tardaron en posarse sobre lo que en otra época fue una moneda lustrosa que había obtenido a través de unas apuestas… jamás había salido de Dun Morogh, pero tenía aquella moneda de la antigua Lordaeron que lo llevaba en viajes imaginativos acerca de cómo podría llegar a ser el mundo.
Pero aún y así hasta que no se percató del antiguo martillo utilizado durante sus días de guerrero de la iglesia permaneció intacto entre las maderas quemadas y rocas caídas no tomó la idea de salir del lugar tan pronto como pudiera para comenzar con lo que había deseado de joven… aún y con su pierna algo maltrecha, con su bastón que lo ayudara a caminar, con el poco dinero que tenía, y los alimentos que lo ayudarían al menos a mantenerse vivo. Después de todo, nadie podría contratar a un cocinero enano maltrecho y viejo para salir de aventuras a menos que dijese algo notorio sobre él mismo… esto al menos era una forma de contar una historia triste y quizás conseguirse su primer trabajo como aventurero. Pensando en todo, ¿qué tipo de aventurero no tenía  una historia triste que contar? … aunque obviamente también se imaginó su muerte múltiples veces, no pudo hacer sino sonreír y pensar en el futuro cercano y cómo podría llegar a lograr obtener una forma nueva de vivir, con suerte, con gente que le hablara de cosas que él jamás llegaría a ver.

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