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Varric Chispacorta: Sangre, sudor y pólvora

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  • Nombre: Varric Chispacorta
  • Raza: Gnomo
  • Sexo: Hombre
  • Edad: 60
  • Altura: 95 cm
  • Peso: 20
  • Lugar de Nacimiento: Gnomeregan
  • Ocupación: Soldado de fortuna
  • Historia completa

 

Descripción física

 

Varric tiene un porte atlético y levemente fibrado, pero para nada musculado. Su pelo ya está levemente blanquecino, pero lo lleva arreglado con una cresta que enlaza con una enorme barba con patillas y bigotes de pelo también blanco que le dan un aspecto rudo pese a ser una persona tan bajita. Sus ojos son como el carbón, aunque suele ocultarlos tras unas gafas de sol oscuras.

Si te fijas en su ropa, se puede apreciar a simple vista que sus ropajes de cuero están remendados con múltiples parches tras tantos años de trotes por los campos de batalla de Azeroth. De su espalda cuelga un pequeño petate donde lleva víveres y unas cuantas herramientas de ingeniería básicas junto a un rifle de chispa tamaño gnomo. En la parte delantera de sus ropaje cuelgan dos pistolas de chispa junto a unos cuantos perdigones para recargarlas. Por último, de su cinturón cuelga un pequeño estoque algo desgastado y una llave de trabajo gnoma.

 

Descripción psíquica

 

Deslenguado, maleducado, vulgar, rudo... todos estos adjetivos son perfectos para definir a este gnomo. No le gusta hacer el mal a nadie si está en su mano poder evitarlo aunque aparentemente pueda parecer que es una mala persona por sus formas. Le gusta estar rodeado de personas aunque finja ser un tipo duro ya que no soporta la soledad. No cree en ningún tipo de religión, aunque tolera la luz para evitar tener problemas en las zonas de la Alianza.

Como todo buen gnomo le encanta la ingeniería, sobretodo lo relevante a explosivos, aunque no le obsesiona tanto como a muchos de sus compañeros que solo viven en su taller.

 

 

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Caida de Gnomeregan

 

El olor a sangre, sudor y muerte inundaba al completo la galería de túneles del sector trece de Gnomeregan.

Desde hacía apenas una mísera semana toda la población civil había sido obligada a abandonar el sector al ser declarado zona de guerra... y por mucho que el ejército desplegado en la zona intentaba poner freno al avance de aquellas criaturas a las que se les denominó Trogg, no podían hacer otra cosa que no fuera morir e ir perder terreno poco a poco a pasos agigantados.

La plaza del Manitas, la que antaño fuera una gran plaza repleta de vida con un flujo sin fin de ciudadanos que pasaban por allí para ir a trabajar, descansaran en una de las múltiples terrazas donde se servían comidas y bebidas a todas horas o simplemente pasearan por allí para despejar sus ajetreadas mentes, se había convertido en un auténtico campo de batalla.

Una pequeña escuadra del ejercito de Gnomeregan había sido mandada desde la tranquilidad del sector nueve a rescatar los restos de un grupo de soldados heridos que habían avisado por radio de su mal estado de salud y la aparente tranquilidad del lugar. Varric se sentía un poco nervioso ya que solo había estado practicando un par de semanas con los rifles de chispa desde que dejó el taller de sus padres para ayudar al ejercito a enfrentarse a los trogg, pero en cierta parte se sentía seguro al tener superioridad tecnológica frente a unos seres que por lo que había escuchado en las zonas de reclutamiento tenían un raciocinio muy limitado y que actuaban prácticamente sin pensar.

Quien iba a sospechar que unas criaturas sin apenas raciocinio supieran preparar emboscadas tan bien planeadas usando la tecnología de un enemigo a priori mentalmente superior.

La escuadra llegó al lugar. En aquella plaza no encontraron mas que una radio dentro de un restaurante medio derruido y una ingente cantidad de troggs agazapados esperando sin prisa a dar caza a una incauta patrulla de rescate. En un abrir y cerrar de ojos comenzó una completa campaña campal. Usando los restos de los edificios que todavía se mantenían en pie, el ejercito gnomo consiguió hacer frente a la amenaza trogg a duras penas tras varias horas de batalla.

Aquel terrible combate que sirvió como bautismo de fuego para el joven Varric, también le sirvió para poder aprender una muy valiosa lección de cara a su futuro como mercenario: Nunca menosprecies a tu rival, sea del tipo que sea, ya que increíblemente te sorprenderá de la forma que menos esperarías.

Las semanas fueron pasando con cierta rapidez. Cada día que pasaba suponía el ir retrocediendo poco a poco terreno frente a las criaturas que invadían la ciudad subterránea. Varric podía intuir que tarde o temprano tendrían que abandonar la ciudad. Tras tantas batallas en tan poco tiempo contra aquellos seres pudo comprobar aterrado que daba igual cuantas cabezas agujerearas o cuellos degollaras con la sierra del lancer gnomo con la misma compasión con la que ellos despedazaban a los gnomos que por desgracia acababan cayendo en sus garras pese a llevar armaduras hechas con metales pesados.

Aquellos extraños seres nunca dejarían de mandar mas y mas oleadas de los suyos contra las cada vez mas maltrechas defensas de la ciudad.. era como pretender parar el mar levantando una pequeña muralla de arena con tan solo una pala de juguete. Por cada enemigo al que quitabas la vida causaba que salieran de las grietas de la ciudad cinco nuevos troggs apestosos repletos de pústulas.

En uno de los combates en los que la escuadra de Varric se veía inmersa prácticamente cada día, el joven gnomo fue gravemente herido y tuvo que ser trasladado a los hospitales de campaña ubicados fuera de Gnomeregan donde no pudo moverse durante semanas por su estado de salud tan crítico.

Lo que el gnomo no sabía es que gracias a esas heridas provocadas por el enemigo, había logrado sobrevivir a las altas dosis de radiación que fueron soltadas en la ciudad días mas tarde que tantas vidas de camaradas había quitado y que habían dejado a la ciudad completamente contaminada y sin posibilidad de volver a asentarse en ella durante una gran cantidad de tiempo.

Que ironía.

 

Nueva vida

 

Si algo había aprendido Varric durante su paso por el ejército de Gnomeregan durante el asedio Trogg es que una persona con carácter firme no debe aceptar donaciones de nadie por pena o compasión, lo que supuso que el gnomo rehusara a vivir en Forjaz como un simple refugiado en un ghetto con el resto de los supervivientes a la catástrofe de la radiación.

Gracias a la experiencia que ganó en los campos de batallas de su tierra, Varric se alistó como miliciano en el ejército de Forjaz para seguir ganándose la vida en el fragor de la batalla arrimando el hombro con el resto de razas de la Alianza. Su puntería certera y su diminuto tamaño le labró una buena reputación como tirador e ingeniero de guerra viajando por toda Azeroth durante varios años conociendo los mas increíbles y recónditos lugares del globo ya fuera combatiendo a la Horda o contra las interminables huestes del Rey Exánime.

Tras varios años de viajar de conflicto a conflicto, Varric se enteró de que al fin se iba a reconquistar Gnomeregan tras haber esperado que el nivel de la radiación de su interior no fuera letal para la vida.

Como no podía ser de otra manera, Varric viajó hasta Forjaz tras tantos años alejado de lo que antaño fue su hogar y se alistó para colaborar en todo lo que estuviera en su mano para conseguir retomar la antigua joya de la corona del reino gnomo.

Buena parte de la ciudad fue retomada, y aunque el gnomo fue invitado a vivir en el pueblo que había surgido en la ladera de la montaña de Gnomegan no pudo evitar rechazar la amable invitación. Después de tantos años viajando de un lugar para otro con su petate y su fusil a la espalda siguiendo a los ejércitos de la Alianza se sentía incapaz de asentarse en un lugar y echar raíces.

Sabiendo de que su pueblo había logrado levantarse del barro y volver a ser dueños de algo a lo que llamar hogar, Varric se colocó una vez mas su petate en la espalda y se marchó sin despedirse de nadie.

Es tiempo de buscar una nueva aventura.

Editado por doppler

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