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Kario

Clive Ashford

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Clive Ashford

  • Descripciones
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  • Descripción física.

Es un hombre alto y musculoso, de unos veintisiete inviernos de edad. Tiene una complexión atlética y bien definida, fruto de su entrenamiento como guerrero. Su piel es clara y está ligeramente bronceada por el sol. De cabellos castaños oscuros, liso y corto.

  • Descripción psicológica.

Es un hombre decidido, valiente y aunque desde primera instancia pueda parecer frío y quizá distante, es leal y protector con aquellos a los que ama y tiene en gran aprecio. Suele seguir un código de honor común entre las órdenes de Caballería, a pesar de dedicarse como espada de alquiler. 

Clive suele tener sus demonios internos y temores. Odia a los trols, además de cualquier tipo de bandidaje. Jurando vengarse de cada uno de ellos.

Suele practicar el arte de la esgrima cada día.

 

  • Historia
Spoiler

La familia Ashford era una más en la aldea de Rivershire ubicada en el Condado Burmecia, el cual quedaba en la frontera Este del Reino de Arathi, quedando lejos de la Capital Stromgarde. Este Condado era famoso por sus habituales ataques de los salvajes trols o del bandidaje. Aún así la familia Ashford consiguió prevalecer en estas tierras, sobrevivir gracias al trabajo del campo, siempre guiados bajo los preceptos de la Sagrada Luz. Es por ello que en una de las primaveras, la aldea Rivershire vio nacer al pequeño Clive. A pesar de que su familia era humilde, Clive era feliz y sus padres le enseñaron todo lo necesario sobre la vida en el campo, acostumbrándose ya a la rutina diaria de la aldea y su familia.

Sin embargo a la edad de nueve inviernos durante una fría noche oscura, un grupo de bandidos atacó a la aldea sin previo aviso. Buscaban a varios vecinos y todo acabó de la peor forma posible. Los bandidos comenzaron a quemar las casas y el caos se apoderó de la zona, los padres de Clive consiguieron esconderlo bajo el suelo falso de su hogar y para cuando todo acabó descubrió que sus padres habían sido brutalmente asesinados.

Con el corazón roto y sin ningún otro lugar al que ir, el joven muchacho se unió a un grupo de refugiados que habían logrado escapar de ese y otros ataques diferentes. Durante una semana vagaron por el viejo Camino Real, hasta que los hombres de la Casa Rosenburg rescataron al grupo. Todos los refugiados fueron acogidos por la Casa Rosenburg y Clive acabó asignado a la servidumbre de la casa. Durante años, trabajó duro para ganarse la confianza de la familia Rosenburg, hasta que consiguió convertirse en uno de los criados más queridos.

Pero Clive quería más, quería venganza por aquellos que habían acabado con sus padres. Así pues cuando tuvo la oportunidad de formar bajo el estandarte de Rosenburg, no dudó y se presentó voluntario a formar a pesar de no tener nociones de combate. Gracias a su relación con la familia Rosenburg su petición fue de buen agrado y comenzó a adiestrarse en el arte de la Espada, además de sus habituales tareas. Clive demostró tener talento para ello tras largos años de adiestramiento y fue nombrado Espada de la Casa Rosenburg.

Los años pasaron y Clive creyó encontrar la felicidad, no obstante el Condado estaba sumido en el caos, debido a las incursiones trols, bandidos y otras bestias salvajes temibles. La Casa Rosenburg no consiguió tener herederos, pues todos fueron muertos en el campo de batallas o caídos por extrañas enfermedades, poco a poco la Casa iba perdiendo poder e influencia entre sus vasallos. Hasta que el Conde de Rosenburg acabó falleciendo en un asalto contra un ataque trol. 

Clive volvió a perderlo todo una vez más. Renunció a la espada, viéndose incapaz de proteger a su señor. Aún así la sed de venganza lo consumía. Bandidos, trols, para él no merecían la vida, comenzó a vagar por el Reino de Arathi, perdido y sin propósito en su vida.

Años más tarde, mientras mal vivía en el barrio más pobre de Stromgarde, volvió a abrir un viejo baúl con los encajes oxidados. Allí vio el pomo de su antigua espada, con el emblema de la Casa Rosenburg, algo envejecido por el paso de los años. Tomó el pomo y observó la hoja y los recuerdos afloraron uno tras otro, desde los más buenos y tiernos hasta los más dolorosos y en mitad de esa tormenta de emociones su corazón volvió a latir más fuerte que nunca en todos estos años de reclusión. Una nueva llama. La chispa que necesitaba para volver a empuñar la espada.

 

 

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