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Abrahel

Maly Furiazul

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MALY FURIAZUL

Altonato — 571 años
Aventurero, buscavidas, coleccionista de artefactos mágicos, mercenario ocasional, cazador ocasional.
Nacido en Eldre'Thalas — Encontrado ahora mismo en Tanaris.

Descripción física

Maly es un altonato alto de 2.25m y un peso acorde a su estatura que lo hace ver atlético y entrenado. Su largo cabello violeta oscuro cae hasta la mitad de su espalda y se percibe algo grueso. De facciones anchas y toscas, este elfo se ve como todo un hombre adulto de dos profundos ojos plateados con carácter y forma almendrada. Desprovisto de vello facial, sus pómulos son un poco pronunciados al igual que su barbilla, su mentón definido y su nariz algo chata. Por el lado de la frente es acorde a la simetría general de su tez violácea claro y sus orejas no dejan de ser las que tendría cualquier otro ser de esta raza.

Bajando por su cuerpo, posee una contextura fibrada y dura, entrenada para el uso de armas y la batalla. De largos miembros y gruesos, su cuerpo no pierde el físico que tendría un elfo y se encarga de mantenerlo en forma para no perder sus habilidades en la batalla.

Habiendo sido criado como un altonato, presta atención a su figura tratando de mantenerse lo más aceptable posible de cara a los miembros de su sociedad, así como también a los de otras razas. Aun así, no deja de ser un hombre y un guerrero, por tanto en alguna ocasión podrá ir desaliñado sin por ello verse muy preocupado al respecto.

Descripción psicológica

Altonato purasangre nacido en el seno de una familia abocada al estudio y práctica de la magia. Como tal, ha desarrollado una personalidad arrogante y ególatra, con fuertes tendencias a la manipulación y la falta de escrúpulos cuando se trata de la obtención del poder. Maly se puede considerar un elfo hedonista en el sentido de que su vida gira en torno a la ganancia del poder arcano cueste lo que cueste. Además es frío y calculador.

No tiene familia a la que cuidar ni depende demasiado de nadie, por lo que es independiente. Esto lo ha llevado a abrirse a otras razas con las cuales a veces comparte conversaciones si desea obtener algo de ellos. Aun así, no hay ninguna que despierte su particular respeto más allá de los draenei por compartir una creencia común.

Criado alrededor de la adoración a Elune y los dragones, su familia siempre tuvo más inclinaciones hacia el Vuelo Azul, entonces no hace falta pensar demasiado el porqué se llama Maly, pues es en honor a Malygos.

A pesar de sus defectos, entre sus virtudes se encuentra la de la paciencia y la disciplina. Es un elfo, tiene mucho tiempo para pensar o hacer aquello que quiere, sin embargo la ausencia de su inmortalidad le ha infundido un miedo a la muerte bastante palpable. Es por eso que hace lo posible y a veces lo impensado en búsqueda de recuperar esta cualidad.

Le encantan los objetos mágicos y los viajes, a pesar de ser un adulto hecho y derecho una elfa en su vida se encargó de empaparlo de sed de conocer otros sitios como si fuera un joven inexperto.

Para hablar de la historia de Maly hay que retroceder en el tiempo miles de años cuando sus padres se conocieron por primera vez en los alrededores del Pozo de la Eternidad. Unidos ambos por su devoción hacia la Reina Azshara y su sed por desentrañar los misterios de esa fuente de poder mágico, ambos consumaron un matrimonio que duraría milenos sin concebir vida alguna, pues no había tiempo para cumplir con la ardua tarea que significaba tener un hijo.

Con el gran desastre que significaría el Hendimiento, la familia Furiazul se dedicó a seguir al Príncipe Tortheldrin y se asentaron en Eldre’Thalas para poder continuar con sus estudios y la manipulación de las energías arcanas.
La vida en el lugar no era lo idóneo a decir verdad, él tuvo que pasar consolando a su mujer interminables noches en las que ella lamentaba todo lo sucedido y se preguntaba si estaban haciendo lo correcto. El hombre de la relación, respondería a estas dudas convirtiéndose en un fanático ciego del príncipe que ahora los gobernaba. De esta forma con el paso del tiempo y a regañadientes, la pobre elfa aprendió a aceptar y a tragarse sus incertidumbres por miedo a abandonar una cultura con la que había convivido durante mucho tiempo. Como gran parte de su sociedad, tenía miedo a cambiar, a perder la inmortalidad y a dejar de ser ella misma.

El paso del tiempo trajo estabilidad emocional a los futuros padres. Ella dejó de lado todo aquello que la hacía estar triste y él se dedicó a servir ciegamente los designios de su líder. Como consecuencia de esto y en una etapa de plenitud, fue que decidieron hace seiscientos años atrás desde la actualidad tener un hijo, pero no sería hasta veintinueve años más tarde que nacería un hermoso bebito de color violeta claro como su madre y unos profundos ojos plateados como su padre. La nueva vida sería bautizada como Maly en honor al que en ese entonces era el dragón cabecilla del Vuelo Azul, augurándole una vida alrededor de la magia.

Hasta que no tuvo edad suficiente para asimilar lo que podían enseñarle, su progenitora se dedicó a llenarlo del amor y cariño que necesitaba. Pausó sus estudios arcanos para dedicarse a cuidarlo y enseñarle a ser un orgulloso altonato una vez creciera.
A pesar de haber abandonado las horas en las bibliotecas y la investigación de runas, ella practicaba magia en casa frente a su pequeño para impresionarlo y enseñarle desde temprano que no debía temerle y que sería parte de su ser.
Como era evidente rápido se adaptó a esas energías y no fue sorpresa para nadie cuando su primera palabra pronunciada fue “alano”. Sí, en realidad quiso decir “arcano”, pero se trabó la lengua.

Tiempo después del primer fracaso de Maly, le seguirían otros imprevistos por su familia. El muchacho no tenía el talento natural que se esperaba en él y sus primeras incursiones en la magia fueron de mal en peor. Su madre era una excelente encantadora, pero él no podía ni hacer que una escoba se mueva. El padre un evocador impresionante, pero el muchachito no era capaz ni de hacer aparecer un poquito de fuego. La estabilidad sentimental de la familia se vería sacudida de nuevo.
En su vergüenza y desespero por las críticas que recibirían, el marido se dedicó a mantener oculto este hecho bajo excusas de que sufría de alguna enfermedad y no permitía que nadie se acercase a intentar revisar qué clase de condición tenía.

Cumpliendo la mayoría de edad y sin ningún rumbo claro en su vida, el protagonista de esta historia se decantó por continuar el camino que otros en su raza seguían y comenzó a entrenar su cuerpo en el arte de la guerra. Primero con flexiones, luego con abdominales y terminó con el entrenamiento en el mandoble, abandonando completamente su camino en la magia bajo la prejuiciosa mirada de sus dos únicos familiares.

Doscientos años pasaron y Maly se perfeccionó en el uso de la espada. Para ese entonces se convirtió en un guardián de Eldre’Thalas y se encargaba de mantener la seguridad local, interceder en problemas que pudieran ocurrirse entre los muros de la ciudad, vigilar movimientos extraños, entre otro tipo de tareas que requerían sus habilidades. Para ese entonces ya no se hablaba con sus padres, se había mudado al otro lado de la ciudad para evitar verlos y recibir comentarios de mal gusto. Poco a poco perdieron relevancia en su vida.

En determinado momento pudo conocer a Ceridwen, una hermosa altonata que era una conjuradora muy diestra, que no tuvo comentarios al respecto de su inconveniente y se atrevió a abrirle los brazos y el corazón para entablar una amistad que perduraría a lo largo de los años. Fue gracias a esa mujer que él recuperó de nuevo su fe en sí mismo para con la magia y se atrevió a dar sus pasos desde otro enfoque, uno que pudiera adaptarlo a su nuevo estilo de vida sin por ello sacrificar lo que había logrado en sus años de entrenamiento y perfección de la espada.

Ceridwen traería estabilidad a la vida de Maly y a pesar de que nunca llegaron a consumar una relación seria, sí que hubo insinuaciones o picardías adolescentes entre ambos sin importarles que ya eran adultos los dos. Ella le enseñó acerca de lo que sabía y le llenó la cabeza de sueños en los que se encontraban los de crear artefactos mágicos propios, volver a ser lo que fueron alguna vez y tal vez salir de esa ciudad para expandirse por el resto del nuevo mundo en el que ahora vivían. Curiosamente era una elfa criada en la seguridad de las enormes paredes de Eldre’Thalas, pero se comportaba como una ave encerrada en una jaula.

Determinado día, Maly llegó a la casa de su amiga y se adentró como era costumbre. La buscó por los pasillos y al no encontrarla fue hacia su habitación, ya había estado antes y la conocía. Sin golpear y con confianza, abrió la puerta y se encontró con que esa hermosa elfa ya no pertenecía a este mundo. Muerta con un cuchillo en el pecho, lo recibió con una cara de espanto y las sábanas teñidas de desgracia. El elfo en ese instante enloqueció en ira y montó un revuelo tal que tuvo que ser llevado con las autoridades del lugar. Trató de asesinos a todos e incluso llegó a herir a uno de los guardias que lo sostenían. Ciertamente luego de este espectáculo no fue muy difícil decidir que tenía que abandonar el lugar, exiliado. Con un dolor que le perforaba el pecho tuvo que aprovechar sus habilidades para sobrevivir en el bosque y llegar a lo que hoy se conoce como Costa Oscura. Allí con el paso de los años sufrió de una regresión abismal en sus habilidades arcanas y cayó en una depresión que duró hasta cumplir más de quinientos años hasta que determinado día pudo ver cómo ejecutaban a uno de los suyos por "uso desmedido de magia". De esta forma y con la rabia entre ceja y ceja, recuperó su estilo de vida poco a poco.

Actualmente el altonato se encuentra recuperado de su condición y piensa todos los días en abandonar el lugar en el que vive. Tiene quinientos setenta y un años y hace unos pocos volvió a prestarle atención a su cuerpo y al entrenamiento con la espada, a la vez que la magia a escondidas para recuperar lo que alguna vez fue —a día de hoy no le hace falta ya ocultar el hecho de que es mago—. El acontecimiento en Eldre’Thalas lo endureció y le demostró que sin poder no se puede defender lo que se desea y que sólo aquellos aptos podrán obtener lo que quieren.
Por último y con la alianza entre humanos y kaldorei, aprendió el idioma Común hasta el punto de hablarlo fluidamente de manera formal, pues intuyó que lo necesitaría si deseaba recorrer el globo.

 

Editado por Abrahel

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