Aquel día en la Vigilia la mayoría seguían con sus quehaceres diarios. Nadie pensaba que la muerte y la descomposición se cerniría aquella tarde sobre los nobles defensores que allí se guarnecían. Todo era normal en los primeros compases, pese a la tensión que había por la enorme Abominación que rondaba por el camino principal, importunando a los pobre peregrinos que decidían visitar los lugares santos que todavía seguían vigentes o las caravanas de suministros y refuerzos que cada mes rondaban