PRÓLOGO
Era un hombre de mediana edad que aún no había empezado a peinar canas. Aun así se mostraba seguro de sí mismo y lo suficientemente veterano como para haberse ganado el corazón de sus recios acompañantes. No portaba blasón alguno, mas aún se distinguía en su gambesón descolorido la librea de su señor, o al menos la del señor del pobre infeliz al que arrebató la prenda. Barba poblada, cejas gruesas, una buena melena trenzada le conferían un aire que habría sido exótico en aquell
PRÓLOGO
Era un hombre de mediana edad que aún no había empezado a peinar canas. Aun así se mostraba seguro de sí mismo y lo suficientemente veterano como para haberse ganado el corazón de sus recios acompañantes. No portaba blasón alguno, mas aún se distinguía en su gambesón descolorido la librea de su señor, o al menos la del señor del pobre infeliz al que arrebató la prenda. Barba poblada, cejas gruesas, una buena melena trenzada le conferían un aire que habría sido exótico en aquell