CAPÍTULO I.  El Chichi de la Puerca.  Las luces de la mañana comenzaban a asomar entre los sucios ventanucos; afuera aún llovía, y soplaba un viento gélido. Desde luego el invierno se había empeñado en pegar sus últimos coletazos, poco dispuesto a dejar paso a días más apacibles. Y aquel lugar era poco más que un viejo barracón destartalado que se alzaba en algún rincón del arrabal de Villadorada, un agujero sórdido con unas cuantas mesas, una chimenea y media docena de habit
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