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Featherstorm

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  1. Apariencia física y vestimenta Personalidad Historia ¿Qué clase de historia narraré para ti hoy? Quizás una de los Caballeros de Strom, parangones de justicia y valor ¿O tal vez prefieres una de magos y misterios arcanos, de catacumbas viejas y libros polvorientos? ¿No? ¿Qué te cuente una mía? Mmh…déjame pensar ¿Por dónde empezar a contar la historia de algo tan antiguo como un elfo? ¿Empieza la historia de un árbol cuando es semilla, o se remonta a cuando su predecesor nació? ¿Debería empezar desde antes? Cuando pusieron sus pies en los bosques del norte y supieron que su viaje había terminado ¿O quizás cuando alzaron las primeras torres y cúpulas violetas de Dalaran? ¿O por lo más reciente, cuando el Príncipe Maldito cambió el verde del bosque por el gris y clavó su espada en el Corazón del Sol? Quizás esas cosas no importan y los elfos nos preocupamos tanto por el contexto de todo que olvidamos que las historias, buenas o malas, son universales. Y no siempre necesitas entenderlo todo, para comprender lo que vive alguien más. Solo escuchar. Y para ser una raza que tiene orejas tan portentosas como las nuestras, es curiosa nuestra falta de voluntad para oír. Aprendimos eso demasiado tarde. No empezaré esta historia, por lo tanto, con detalles que no creo que quieras escuchar realmente. De nada sirve describir pálidos empedrados, rutilantes fuentes y calles y avenidas áureas. Ni bazares mágicos o fiestas hasta altas horas de la noche llenas de seda y perfume. I. La idea del Sur Nuestra historia comienza entre los espesos bosques y las pequeñas aldeas. Donde los elfos vivían vidas menos elegantes, pero no menos mágicas. Donde el vino toma el color del atardecer. Donde las copas de los arboles se mecen en un arrullo tan dulce como las fresas que se deshacen en tus labios. Alay, como todos sus hermanos y hermanas, fue recibida con gran anticipación por la familia Aureaster. Todos se juntaron en el salón principal, de pisos de madera oscura y grandes ventanales, para ver a Lady Vysalia entrar y presentarla. Pero ella entró sola. Y es que Alayratiel había nacido con una frágil salud. No tenía la firmeza de su madre, una antigua sacerdotisa ordenada, ni la fuerza de su padre, un aún firme guardia forestal. Y por lo tanto, no creció igual que sus hermanos. Tan diminuta, tan frágil. Todos hicieron su deber cuidarla en sus primeros años. Preciados como son los niños para los elfos, nadie quería quitarle el ojo un segundo. Cuando creció apenas salía de la casa sola. Y no se iba lejos. Otras noches en las que se sentía particularmente débil, su madre le cantaba mientras imponía la Luz sobre ella, llenándola de calma. Pero también de una extraña melancolía. El suave dolor del que se resigna a ciertas cosas. Tuvo que rogar a sus hermanos que le permitieran ir a los Festivales que se daban en Sauceleste, la aldea cercana, y aún así fue difícil convencerlos. Pero que gratos eran los recuerdos. Que doloroso era el regresar a casa. No paraba un segundo de hablar de las luces, la música, la comida y los bailarines. Como si sus hermanos no hubiesen estado allí con ella. Complacientes, asentían y sonreían. Su infancia se pasó así. Entre galenos, permisos y ruegos. “Tu espíritu aventurero es el de un Aureaster”-le dijo un día Kérys, su padre, mientras afilaba su pesada lanza- “Pero tu cuerpo no, mi luciérnaga. Deberás ser paciente con el, y esperar a que alcance a tu espíritu” Y entonces lo fue. Y si hubiera vivido una infancia igual que la de sus hermanos, jamás habría descubierto lo que descubrió. El Torreón del Molino era un lugar antiguo. Un viejo salón rural, convertido en casona para alojar generación tras generación de Aureasters; expandiéndose con los años y los intereses de sus habitantes. Un viejo salón de tiro por allá, un establo de dracohalcones por el otro lado. Todo bajo los parsimoniosos giros de las viejas aspas de un molino, que como vigilante silencioso miraba hacia más allá de las fronteras, hacia los lejanos reinos mortales. Y ya que ese mundo por el que Alay sentía curiosidad le estaba vedado por ahora, decidió que exploraría todo lo que el Torreón podía ofrecerle. Y se decidió a encontrar cada espacio y conquistarlo. Se trepó hasta los techos buscando viejas flechas clavadas por un muy mal tirador. Entró a silenciosos cuartos cerrados de familiares que hace mucho no venían, perdiéndose entre vestidos pasados de moda y cuadernos apolillados Abrió arcones de cuero gastados. Y allí encontró algo que le cambiaría su vida. Un diario de viajes. Era de la época en la que su madre había viajado en comitiva al sur, a los reinos de los hombres y enanos. Y allí, en el asentamiento en las montañas de Quel’Danil, se conocieron. Su padre estaba sirviendo como centinela El viejo cuaderno contaba historias de cacerías de lechúcicos; encuentros con enanos montando sus poderosos grifos; escaramuzas de trols y más adelante, un viaje a Stromgarde, Dalaran y Ventormenta. De regreso a Lordaeron se tomaron de la mano y prometieron que una vez volvieran al reino comenzarían su cortejo. Era una simple bitácora. Pero en algunas notas podía captar y casi sentir la emoción de Vysalia por cada nuevo encuentro. Su fascinación por los castillos y fortalezas humanas. Por las forjas enanas y su ingeniería tan peculiar. Por la nieva y las hojas caídas. Una noche antes de dormir, soprendió a su madre. -¡Quiero ver los tanques de los enanos! ¡Quiero ver las montañas nevadas! ¡Quiero ver el mar! La única respuesta de sus padres, fue darles el cuaderno de su padre, para que leyera las experiencias de ambos. Quizás no podían darle el mar, tanques y montañas. Pero podían darle un vistazo. Algunos elfos en su niñez entran en su fase de unicornios, dracohalcones, zancudos. Pero Alay saltó directamente a su fascinación con el mundo. Le compraron un mapa que abarcaba casi todo su cuarto, donde con doradas chinchetas marcaba los lugares a los que iría. Cuando comenzó su educación en el sagrario local, no paraba de hablarle a sus nuevos “amigos” las palabras en enánico que estaba aprendiendo. O decía que quería recibir su pulsera para demostrar que era una adulta, como los humanos. El colmo fue cuando llamaron a sus padres, cuando Alay ya estaba entrando en la adolescencia La recientemente nombrada directora, Cressida Caire’lune los sentó a ambos padres y les mostro lo que su hija había hecho en el taller de artes...un casco de diseño Stromgardiano de papel maché. Su padre rió y su madre escondió su cara entre sus manos. II. La doncella y el diplomático Pero todo eso quedó atrás cuando la guerra irrumpió en su vida. En un abrir y cerrar de ojos, el Torreón ardía. La gente corría. Y su madre y su padre le soltaron la mano para no volver a apretarla nunca más. Sola, fue enviada a la capital bajo el cuidado de una tía, Lady Marssene Árbol Dorado. Fue extraño para la joven Alay ir a la capital. También había soñado visitarla, pero en sus sueños, lo hacía como una exploradora famosa. Como una viajera avezada. El hogar de Lady Marssene en nada se parecía a la digna, pero simple casona de campo. Esta era una mansión élfica. De grandes puertas doradas, cientos de sirvientes autómatas y otro puñado de sirvientes elfos. Donde había tantos cuartos que no se sabía hasta donde llegaban. E invitados y fiestas cada noche. Marssene no era una mujer cruel. Pero sí era vana. Adoraba a Alay como quien adora un hermoso florero; un brillante candelabro; o un bonito y suave perro faldero. Y se aseguró que su querida sobrina, fuese instruida en lo necesario para no hacerla pasar vergüenza entre los demás nobles. Pronto se le asignó clases y profesores adecuados en todo lo que no sabía. Se eligió que instrumentos aprendería. Se le enseñó a vestirse. A cantar. A hacer arreglos florales. A modular su tono. Etiqueta y cortesías. A bailar. Y muerta y enterrada en su mente quedaron todas las fantasías de viajes, exploración y aventuras. Cuando los elfos llegan a otra cierta edad,comienzan a pensar que serán. “Seré un forestal. Amo el arco y me gusta pasar tiempo fuera” dicen algunos “La magia es lo mío. Seré un magister e iniciaré mi propia academia” dicen otros “Quiero algo distinto. Seré un sanador” “Lo mio es lo místico y marcial. Ya estoy entrenando para entrar a la orden de los Rompehechizos” Esas eran las charlas que oía Alay al salir de sus clases en el Sagrario Oeste…pero solo asentía y alentaba a sus compañeros. Ella sabía que no era apta para muchas cosas. Y menos aún, Marssene no le permitiría elegir tales caminos. Ella estaba destinada a ser una esposa noble. Si tenía suerte, podría seguir evadiendo el elegir un esposo, pero eventualmente el deber la alcanzaría. Un hombre con un buen apellido. Darle hijos. Tocar el arpa para él. Quizás en sus hijos encontraría consuelo y alegría. SI su salud le permitía ser feliz con ellos suficiente tiempo. Estaba perdida en sus ideas cuando regresó a casa. Abatida en su melancolía como casi todos los días. ¿Cómo podía sentirse tan triste en una ciudad tan esplendorosa? ¿Cómo es que estando en el lugar mas bello sobre la tierra podía sentirse tan abatida? ¿Cómo en un mar de gente un elfo puede sentirse solo? Casi en automático oyó a su tía mencionarle al muchacho con el que se vería hoy. Un tal Avandier Bosphorian. Un elfo de exquisitos gustos. Que adoraba las artes y un sinfín mas de cosas que Alayratiel fingió oír. Se puso sus mejores ropas y tomó el carruaje que la llevaría a la Casa de Ópera. En el palco aguardo y sintió un ligero toque en su espalda. Como bien sabia le dedicó una reverencia, cortés. Avandier era un hombre de rojizo cabello y piel pálida. Y con una inusual y corta, pero pulcra barba. La función de aquella noche, una serie de poemas musicales sobre la fundación de Dalaran había sido compuesto por él. Sin duda, una cita para mostrar su capacidad y alcance. -¿Un hombre de artes? -Así es. ¿No son las artes la forma más pura de magia? ¿No elevan nuestras almas y movilizan nuestros sentidos a un punto donde hacen que nuestro cuerpo actúe por si mismo? Llantos, sonrisas. Hasta un ligero balanceo o golpes de pies o dedos. Alay recordaría aquellas palabras por el resto de su vida. La música comenzó y no tuvo tiempo de responderle. Aunque sí fue contundente con su crítica a su “poema musical” quizás con la esperanza de que lo espantaría. De que aquel hombre se marcharía como el resto, ante una presa evidentemente reticiente. Pero solo lo convenció más de pedir otra tarde con ella. -Soy uno de los inversores principales en el Sagrario Oeste ¿sabes? Tus profesores tienen una excelente opinión de ti. Creen que eres muy aplicada. Aunque algo…mecánica. Me contaron bastante de ti-le confesó en otro momento-¿Por qué no te unes a mi y exploras tu verdadero potencial? Alay quedo perpleja. Realmente no supo que responder -Alayratiel. Tienes todos los caminos disponibles. Ese es mi regalo para ti. Te doy la oportunidad de elegir. Quizás te sientas inclinada a desconfiar. Y no te culpo. No tienes razones para pensar lo contrario. Pero veo en ti alguien similar a mi. Complaciendo durante toda mi juventud a un padre que me crió para que fuera una extensión de sus sueños y ambiciones.. Y cuando murió jugando sus juegos de nobles quedé sin rumbo ¿Qué debía hacer con todo lo que aprendí? ¿Con todo lo que tenía? Así que abracé todo lo que pudiera hacer. Soy un fomentador de las artes, las ciencias. Y estudié culturas e idiomas y espero pronto iniciar un viaje diplomático. Y quiero que cuando lo haga, vengas conmigo, como mi esposa. III. Memorias de armonías En un salón excavado en la montaña, con espiralados pilares y cristales luminosos, una sacerdote daba un calmado discurso -Muchos hemos llegado aquí con miedo. Sobrevivido a otros seres queridos y pasado frío, dolor y muerte. Otros no lo han logrado y aun los recordamos. Otros dieron su vida en los primeros años. Dando todo porque vivamos un día más. Y por eso honramos a todos ellos aquí. Sus nombres, imborrables en nuestros corazones. El sacerdote dio pie a que Alay comenzara a tocar un himno en su laúd, como acostumbraba en cada ceremonia. Una melodía calmada y solemne, que luego rompía en un arpegio doloroso y brillante, lleno de anhelo. Lleno de esperanza. Una melodía que sobrevivía. Todos se levantaban luego, pero Alay se quedaba allí, rememorando, meditando. Rasgando sin ton ni son su laúd. Aun le sabía a poco el tiempo que había estado con Avandier. Cuando se casaron vivieron en una bella casa a las afueras. Con un estudio para las composiciones que hacían juntos y por separado. En su primer aniversario le presentó un hermoso laúd que cuidaba con mimo y llevaba a todos lados con ella. Cantaba en cada celebración, para el bochorno de las fiestas en las que coincidia con Lady Marssene. Pronto entendió que su larga vida podía ser un regalo. Uno maravilloso. Donde tenía tiempo. El mas precioso de los regalos. Con él de su lado, podía hacer todo. Ser todo lo que quisiera. Y aprender y experimentar cuanto quisiera. Avandier confiaba en ella asuntos importantes y era su confidente y su secretaria. Le recordaba personas importantes con quien encontrarse y a preparaba regalos adecuados para sus encuentros. Eran felices, aún en su extraño arreglo. Y cuando la guerra los encontró fuera de su reino, movió cielo y tierra para mantenerla a salvo. No dejó que la pena o el miedo la invadieran. Fue su escudo. Fue todo lo que un esposo debía ser. Y se aseguró de que llegaran a Quel’danil en una pieza. Pero la carencia de la Fuente del Sol los afecto a ambos de forma diferente. Alay se aferró a su música y cada nota y cada solo eran una plegaria a la esperanza y al mañana. Avandier se notaba cada día más débil. Luchando como podía con aquel enemigo implacable e invisible. Y un día, sentado en el regazo de Alay, cerró sus ojos para no abrirlos más. Sonriendo, afiebrado, pero feliz de que lo ultimo que oyese fuese a su leal compañera. El rasguido del laúd, alzándolo hacia un lugar donde descansaría, pero donde Alay no podría volver a abrazarlo ni sentir su calor. Alayratiel lloró amargas lágrimas. Sola, sin quien fuera su último pedacito de hogar y familiaridad, cualquiera podría haberse sentado a dejar que el tiempo corriera. Que las lagrimas se secaran y que las estaciones cambiaran. Pero ella no lo haría. Su gente aún la necesitaba. Aún estaba aquí. Regresó en sí, con su laúd callado ahora. Iría a la taberna a tocar y alegrar el ambiente un rato. Mientras tocaba vio a un novicio coquetando con una forestal, bebiendo amistosamente. Y algo regresó a ella. Los diarios de sus padres. Su mapa en su cuarto cubierto de chinchetas doradas. Avandier tomándola de la mano para mostrarle su lugar favorito en Dalaran. El mundo estaba allá afuera aún. Si ella tenía el valor de caminarlo. Y si sus pies se cansaban, descansaría. Si la lluvia o granizo atronaban, se refugiaría. Y si el viento silbaba, esa sería la melodía para su camino
  2. Featherstorm

    [FICHA] Alay

    Atributos 5 Físico 6 Destreza 8 Inteligencia 6 Espíritu 8 Percepción Valores de combate 20 Puntos de vida 32 Mana 9 Iniciativa 9 Ataque a Distancia (Ballesta Ligera) 7 Ataque CC Sutil (Espada Ligera) 7 Defensa Habilidades Físico Destreza 1 Espada Ligera 1 Bailar 1 Equitación 1 Escalar 1 Defensa 1 Nadar Inteligencia 1 Religión (Luz Sagrada) 1 Sanación/Hierbas 1 Conocimientos/Historia (El Alto Reino Élfico) 1 Conocimientos/Historia(Reinos Humanos) 1 Conocimientos/Historia(Clanes Enanos) 1 Conocimientos/Historia(Magia Arcana) 1 Abjuración básica 1 Conjuración básica 1 Evocación básica 1 Encantamiento básico 1 Ilusión básica Espíritu 1 Voluntad Percepción 1 Ballesta Ligera 1 Advertir/Notar 1 Buscar 1 Disfraz 1 Etiqueta 1 Reflejos 1 Rumores 1 Música (Canto) 2 Música (Laúd) 1 Música (Dulcémele) Especialización Arcana: -Ilusionismo
  3. Documento Identificatorio del Alto Hogar Nombre Alayratiel Alaris Mérianor Amarantis Sur'Alessia Lugar de Nacimiento Torreón del Molino, Sauceleste Apellido Bosphorian (nacida Aureaster.Viuda) Padres Lord Kérys Aureaster y Lady Vysalia Árbol Dorado Edad 114 Altura 1 metro y 56 centímetros Peso 49 kilos Ocupación Artista Errante Roles participados Roles narrados
  4. "Un viaje de mil pasos empieza con el primero. O alguna chorrada así que suene inteligente" Eventos Asistidos - Eventos Mastereados -
  5. Atributos 5 Físico 6 Destreza 9 Inteligencia 7 Espíritu 6 Percepción Valores de combate 20 Puntos de vida 36 Mana 6 Iniciativa 8 Ataque a Distancia (Honda) 7 Ataque CC Sutil (Dagas) 8 Ataque CC Sutil (Bastón) 8 Ataque CC Sutil (Cuchillo) 7 Combate s/armas (DEF) 7 Defensa Habilidades Físico 1 Atletismo Destreza 1 Dagas 2 Bastón 2 Cuchillo 1 Equitación 1 Escalar 1 Defensa 1 Lanzador 2 Nadar 1 Combate s/armas (DEF) Inteligencia 1 Fauna (Fauna Acuática) 1 Navegar 1 Sanación/Hierbas 1 Supervivencia 1 Transmutación Básica 1 Evocación Básica 1 Encantamiento básico 1 Abjuración Básica Espíritu 1 Voluntad Percepción 2 Honda 1 Callejeo 1 Comercio Escuelas/Especializaciones ~Transmutación Raciales:
  6. Nombre "Amelia. No. Mi documento esta mal. ¿Que clase de nombre cutre es Romelia? JA...ja..." Raza "Persona. Ah, no, que raza. Tirasiana" Sexo ¿Sexo? ¡SEXOOOOOO! Edad "¿Quién pregunta? Lo suficiente para beber"(17) Altura "Más que un enano, menos que un elfo. Creo" (1,65) Peso "Levántame y adivina, guapo" (62 kilos) Lugar de Nacimiento "El vientre de mi madre, tarado" (Alrededores de Brennadam, Kul'Tiras) Ocupación "Un poco de esto, un poco de aquello.Si mamá pregunta, estudiante" Descripción física: Descripción psíquica: Había una vez una jovencita, de cabellos rojos y mirada verde brillante que vivía en una pequeña casita, junto a su madre, en el país de Kul'Tiras. Hete aquí que la niña nunca paró de liarla. A pesar de que no era esa su intención (no todo el tiempo al menos). Sus capacidades mágicas dejaban mucho que desear ¿y compensaba eso con su gran corazón? La verdad es que tampoco. Pero esta es su historia:
  7. El viento helado cortaba la cara de la elfa y hacia que su desgastada capa gris hondeara con el viento. Avanzaba a duras penas por un rocoso paso, bajo un cielo plomizo que prometía nieve. Avanzaba lentamente, tratando de no tropezar o sorteando rocas de mayor tamaño. Al sur. De vuelta a casa. Según uno de los vigías del camino que se había cruzado, ya debería estar cerca del refugio de montaña. No había abandonado aun los limites de Stromgarde. Costosamente, llegó a la cima. Miró hacia atrás. Cansada. Las primeras luces se comenzaban a encender en un pueblo, distante. Y súbitamente, se sintió aislada. Como si a pesar de que cada punto brillante fuese una persona, ella estaba allí. Lejana. Inalcanzable. Distante. Pero nadie mas que ella se había puesto en esa posición. ¿Qué más podía esperar? Una mujer sin patria. Una mujer sin familia. Una elfa. Una refugiada. Había intentado encajar. Había intentado demasiadas cosas, a decir verdad. Se abrazó a si misma. El frio le calaba en los huesos. Dio la espalda al valle y siguió el ascenso, tiritando. Para cuando los primeros copos de nieve comenzaron a caer, aun no había rastro del refugio. Volvió sus pensamientos a quienes supo llamar familia. Elegost… Se habían distanciado. Desde el asunto del prisionero. Torcio el gesto debajo de la tela que usaba como bufanda. No. Mucho antes. Lo quería muchísimo. No podía decir que lo amaba. Pero le tenía un gran afecto. Era su familia después de todo. Elegost. Aquel humano que demostró un mínimo de respeto e interés por ella. Elegost. El humano gentil y caballeroso. Elegost…el humano inflexible y tosco. ¡ELEGOST! Aquel que dejo morir de hambre a un bandido maniatado. ¡ELEGOST, ELEGOST! Tantas cosas a veces irreconciliables que confluían en aquel humano. Elegost…aquel que no siempre podía saber que es lo que ella quería…pero la quería de todos modos. Ele…el que la forzó a arrojar a un lado las mascaras y mentiras que ella misma se había dicho tantas veces. Ele…aquel que hacía que evocar sus facciones en su mente le generara un nudo en la garganta. La elfa apretó los puños. ¿Era así como se iba a despedir de él? Una vez más se marchaba. Como muchas veces le había recriminado a él. Tan perdida estaba en el pensamiento que no se dio cuenta cuando trastabilló. Un dolor punzante recorrió toda su pierna izquierda. Pero eso no fue lo peor ya que empezó a caer, colina abajo. Trataba de aferrarse a algo pero nada parecía parar su caída. Excepto un par de brazos fuertes. Un elfo. De brazos fuertes y mirada serena. Una mirada verde, del color de los demonios. -Bendito sea el Sol de que te haya atajado a tiempo. Sino seguirías rodando. Alay había quedado aturdida. Intento zafarse pero aunque el elfo no se lo impedía, el dolor en el pie le hizo soltar un alarido. -No sea testaruda, mi señora…déjeme llevarla al refugio. Yo también me dirijo allí a pasar la noche. La elfa torció el gesto. Pero en esta situación no le quedaba mas que confiar. Y ahora que notaba, poco podría haber hecho. Sus cosas quedaron desperdigadas en la caída. -Soy Ilmarin.Ilmarin Solarasta. Encantado de conocerla. Alay no respondió, buscando sus cosas con la mirada, camino arriba. -Descuide, buscare sus cosas, aguarde aquí-la ayudó a sentarse en una roca y raudo y veloz buscó sus cosas. Tras unos pocos minutos regresó con la mochila, la espada, el escudo que había conseguido recientemente, su arco y carcaj y el laúd. -Mi…mi laúd… -Lo siento, mi señora. Creo que no lo logró. El mástil estaba partido a la mitad y la caja tenia un enorme hueco, suficientemente grande para que un puño pasara por este. Probablemente había atajado la caída de la elfa un par de veces. El elfo se lo entregó solemnemente. Y Alay suspiró. Y apretó los labios. -Era mi último…lo último…mi único…-no alcanzaba a decir nada. Nada era suficiente. Su laúd. El ultimo recuerdo de su esposo y su principal medio de vida. Ilmarin la acompañó hasta el refugio. Una excavación en la roca, resguardada por un parco muro de roca. El elfo dejo su arco y su mochila a un lado. E intentó improvisar un fuego, para aplacar el frío que la nieve traía consigo. Pero las pocas ramas que tenía no eran suficientes. -Usalo…-dijo Alay tendiéndole los restos de su laúd. -Mi Dama, no creo que sea… -Usalo.Y no me llames “Mi Dama”. Solo soy la Dama de una persona. Llámame Alay. -Vale-dijo buscando evitar mucho más conflicto. El humilde fuego ardía minutos más tarde. Alayratiel solo lo observaba en silencio, aprovechando su calor. Extrañaba el fuego del hogar. Sus pensamientos se dirigieron ahora a Lylia y Fergus. Seguramente a esta hora estarían cenando. Un fuego más calido ardería en la chimenea. Ele II estaría retozando en el pórtico. Fergus quizás habría ido allí y Lylia lo haría dormir en el sofá. Pero él no se quejaría demasiado. La sensación de nostalgia le hizo lagrimear los ojos. ¿Por qué no se había quedado allí? -¿Estás bien, Alay?-Ilmarin la sacó de su ensoñación. En su mano extendida, un pañuelo. Alay lo tomó y se secó las lagrimas. -Estoy bien. Solo extraño un poco mi hogar. Pero pronto estaré allí. -¿Hogar? ¿Quel’thalas? Alay hizo una mueca de molestia. -No. Villadorada, en Elwynn. -¿Te has…quedado entre los humanos? -Sí. ¿Dónde mas? -No sé. Pense que quizás vivirías entre los nuestros, en QUel’danil. -No. He decidido pasar el resto de mis días entre ellos. -No suenas feliz con ello. ¿Sabes?-el elfo dudó unos segundos-Si quisieras, podrías volver a Quel’thalas. Alay miro fijamente al elfo. Este sonreía levemente, no parecía decir nada de todo eso con mala intención. -¿Volver? Asintió. -No habría problemas. Claro, estarías bajo investigación y vigilancia un tiempo pero…probablemente tras un año o menos estarías andando a tus anchas por nuestro hogar. Regresar…la idea la tentó. Regresar a casa. Quizás encontrar algunos familiares, si eso. Volver al hogar que su familia tenía, el Torreón del Molino. Observar a las ovejas pastar desde la colina. Ver la frontera desde su pórtico. Los recuerdos la hacían sonreír. Compartir la dicha de estar entre aquellos que comprendían su dolor. Y quienes de verdad podían aligerarla. -No es problema si dices que no. Ilmarin notó que lo meditaba. Pero no quiso insistir mucho más. Alay asintió. -Quiero volver a Quel’thalas-dijo súbitamente. Alay despertó con el sonido de las aves cantando. Era una mañana soleada y fresca. Ilmarin le sanó la pierna con un poco de Luz, lo que le permitió caminar mas cómodamente. Observó la fogata, ya apagada, donde nada quedaba de su laúd. De la misma forma, creyó, nada quedaría pronto de Alayratiel. La elfa que vivió entre los humanos. Ilmarin la guió por un sendero mas apartado, donde podrían retomar otro camino hacia el norte, menos transitado. Desde allí podrían marchar hacia terreno de los Renegados, que les permitirían un viaje en barco a Lordaeron. No se sentía cómoda con la idea, pero tuvo que aceptarlo. Lo que fuera por volver. A medida que avanzaban por el estrecho sendero, poco frecuentado en efecto, Alay meditaba aun más. Ilmarin mencionaba detalles de las refacciones y mejoras en Lunargenta. Y como todo ahora se veía mejor. Como Lor’themar había establecido áreas seguras en el bosque sur. Como cada día le ganaban más terreno a la Plaga. Pero Alay poco escuchaba. Aun dudaba. -¿No has escuchado nada de lo que dije, no? -Lor’themar reforzó las atalayas al sureste del Camino Real. Sí. -Ah, estabas oyendo. -Si. -Pero…no estabas escuchando. ¿Tienes arrepentimientos, Alayratiel? ¿has dejado algo sin hacer? -No, nada. Pero ella sabía que era mentira. Que sí dejaba atrás personas. A Lylia, a Fergus, a Elegost. ¡Pero eran humanos! Ellos la olvidarían eventualmente. Todo lo que ella viviese de todos modos con ellos, se olvidaría. -Alayratiel. Debes estar segura de volver. No hay marcha atrás una vez lleguemos. -Lo estoy. -No,no lo estás. -Deja de insistir, Ilmarin. No es tu problema. -Alay. Si…si…bueno, si te…-buscaba la palabra adecuada,uniendo las yemas de ambas manos-Entremezclaste con ellos…quizás deberías quedarte. -¿¡Qué!? No, no. Te haces la idea equivocada. No es nada de eso. -Pero sé que algo dejas…-dijo mientras aun avanzaban. Quería creer que no. Lylia estaría bien. Ella era fuerte. Los humanos eran resilientes. -Ilmarin.-dijo horas luego de abandonar la montaña y comenzar a entrar en senderos bajo un amplio bosque-¿Crees que soy una traidora? -No. No lo creo. Simplemente tomaste otro camino. Creo que todos somos concientes de las decisiones que tomamos. Y vivimos con ello ¿no? -Supongo que si. -Si decidiste marcharte o no regresar ¿quizas fue por algo importante? ¿quizás encontraste algo más en el mundo de los humanos? ¿o tal vez algo que nuestra gente no podía ofrecerte? Yo mismo viajo seguido fuera de Quel’thalas porque…bueno, no siempre me encuentro cómodo allí. Algo allá afuera. De repente estaba otra vez, siendo la niña enfermiza que miraba hacia la frontera. Deseando ver el mundo. Y en otro momento era la esposa de Elrys, deseando cantar junto a él y que sus voces recorrieran el mundo. Que las lágrimas brotaran al oírla cantar. Y que las penas se aligerasen al escuchar el rasguido de su laúd. De repente entendió también el porque quería ser sacerdotisa. Tarea en la cual había fallado estrepitosamente. La vida de Alay era un fallo tras otro. En su salud, sus deberes maritales, su poco inspirada carrera musical, en sus intentos de ser parte de la humanidad. En su relación con la Luz. Y en su lazo con Elegost. Practicamente era una vida larga desperdiciada. Ni siquiera había podido criar a Lylia como se esperaba. Era verdaderamente un fallo. Lo mejor que podía hacer, creía ahora, era regresar a Quel’thalas. Y quedarse allí a esperar ser de utilidad. Alay habia visto actos de mucha crueldad y egoísmo de parte de los humanos. Había recibido acusaciones injustificadas y prejuicios. ¿Por qué volver a todo eso? ¿Por qué querría quedarse en un lugar que no era el suyo? -Creo que estoy haciendo lo correcto al volver a Quel’thalas.-dijo como única respuesta a Ilmarin. Cuando la tarde comenzaba a morir, llegaron al destacamento de los Renegados. Una serie de empalizadas protegían el campamento en forma de medialuna. Los seres cadavéricos la miraban con recelo y el hedor a muerte rondaba por todo el lugar. En el centro del campamento había una elfa. De cabello rojizo y mirada vivaz. -¿Qué tenemos aquí, Ilmarin? ¿Qué trae nuestro explorador? Ilmarín carraspeó. -Es Alayratiel Aureaster, Lady Lyris. Desea regresar con nosotros a Quel’thalas. -Vaya…-la elfa rondaba a Alay, examinándola-Y debemos creer que este zancudo cobarde es de fiar ¿verdad? -Deseo regresar a mi hogar, Lady Lyris-Alay trató de mantener la calma. La presencia de la mujer era sumamente intimidante. -Eso dices. Pero veamos que dice tu corazón. -Lady Lyris esto me parece sumamente irregular y no creo que sea correcto-Ilmarin estaba tenso y tomó a Alay del brazo. -Yo decidiré si es correcto o no. Lyris apartó a Ilmarin y atenazó a Alay de ambos lados de la cara. Luego dijo solo una palabra. Alayratiel sentía como si un cuchillo se metiere profundamente dentro de su cabeza. Movio los ojos frenéticamente y atinó a mover los brazos para intentar zafarse pero un par de no muertos le sostenían los brazos. -¡Sueltala, Lyris! -Apártate, elfo-un renegado mas aparto a Ilmarin. El cuchillo que sentía en su mente la hacía chillar de dolor. Y este obligaba a su vez, a que todos sus recuerdos se volvieran vívidos en su mente. La presencia de Lyris violaba su mente y su alma y la llenaba de terror y dolor. En tanto la forzaba a vomitar todos sus recuerdos y sus mas profundos anhelos. Y toda la información que éstos tenían. -¡Ah! Nuestros caminos se habían cruzado antes…así que eres la mascota de ese humano que me atacó. Elegost Faler. -¡DEJAME IR! ¡POR FAVOR BASTA! -No. Tienes datos. Datos que nos serán útiles. Y tu mera presencia es idónea. -¡BASTA POR FAVOR! ¡NO MAS! -Me ayudarás. Oh 1como ayudarás. Esto será lo menos que recibirás, por tu traición tan alta a tu propia raza. Mezclarte con los humanos. Grotesco. Y tras terminar eso a arrojó a un lado, cual muñeco de trapo. -La quiero encerrada y en buena salud. Que el profesor la visite antes de medianoche. Ilmarin tomó a Alay entre sus manos, que había quedado en un estado de shock. Su espalda rígida y sus manos atenazaban a Ilmarin, buscando cobijo en el elfo. Cobijo que duró poco cuando fue arrancada del abrazo del elfo y arrastrada sin mucha resistencia a una jaula dentro de una tienda. ¿Era asi como iba a terminar? ¿Siendo torturada y usada para sacar información? ¿Ayudando a traicionar a los seres con los que convivió? ¿destruyendo ese mundo tan extraño del que formó parte? Todo parecía apuntar a que sí. Que estúpida fue. Oh que estúpida. Ahora no era más que una prisionera. Engrilletada y sola. Ella sola se habia metido en esto. El profesor era un renegado. La examino como quien examina un animal. Revisó sus dientes metiendo sus putrefactas manos en su boca. Abrió sus ojos. Revisó sus orejas. Rompió con facilidad sus ropas y tanteó sus costillas y sus caderas.La obligó a pesarse y la midió. Y luego escribió unas marcas en sus pies, muslos y brazos. Y una final en su nuca. Y tras taparla con una manta la dejo una vez mas en su jaula. Alay aun sentía un dolor acuciante. Un miedo que la paralizaba. Y aunque aún podía pensar, temía hacerlo. ¿Estaba aún Lyris dentro de ella? No lo sabía. Quizás nada de lo que pensaba era suyo ya. Quizás ya estaba muerta. Se mantenía de rodillas dentro de su jaula. Mirando el suelo. La luz de la hoguera central se mostró ante ella y la ilumino durante unos segundos cuando alguien descorrió la tela dela tienda. Pero no levantó la vista -Alay…-era la voz de Ilmarin- Alay, escúchame, lo siento mucho. No había mucho que hacer. Sus disculpas no le servían. -Alay yo…necesito que te levantes. No respondió. -Alay…voy…-miraba a ambos lados-Voy a liberarte. Te trataré de conseguir tiempo pero debes ser rápida. Podrás volver con tu compañero humano. Alay aun no se atrevía a responder. O al menos no encontraba el arrojo para hacerlo. -Alay por favor. Reacciona. Debes irte. Debes irte si quieres vivir. ¿No hay nada que quieras hacer? Se oían voces fuera. -Algo debe haber que te mantenga viva. Por favor. Ilmarin puso una mano sobre el pecho de la elfa y su palma se llenó de Luz. Una sensación cálida invadió a Alay. Y luego un sentimiento. La cándida sensación de afecto. Podía jurar que veía hasta una imagen. -¿Quién es?-preguntó, parpadeando varias veces-Vi..a alguien. -Es mi esposa. Ella espera por mi. -Tienes familia. -Tenía. Ya no está. Algún día iré con ella. Alay no comprendía. ¿Cómo podía hacer de ese dolor un recuerdo feliz? ¿Cómo podía una persona que dejó un vacío tan grande…hacerte feliz? Pero comprendió que eso hacían ellos. Eso hizo Lylia cuando la dejo marchar. ¿Por qué se había centrado en los recuerdos infelices o en la pena de no poder tener más ciertas cosas, si podía hacerlas su escudo? ¿si la ausencia no volvía un recuerdo dulce, amargo? Todo este tiempo...siendo capaz de convertir las cosas. De denegar la pena. De sanarse y sanar a los demas... Ilmarin la liberó de sus grilletes. En la oscuridad de la noche cerrada se escabulleron. Durante algunos segundos Alay temió que les descubriesen. Pero no temía. Su miedo y su arrepentimiento se habían vuelto su motor para huir. Y el reunirse con Elegost su destino. Una vez estuvieron ya lejos del campamento le habló a Ilmarin -Elegost es un humano. Uno muy bueno. Fijo te caería bien. Bueno…es algo bruto pero…no es mala gente en el fondo. Es..es tan inspirante cuando quiere. -Ya veo…-decía con una sonrisita. Aun estaba tenso. -Y…y le interesan mucho los elfos. ¡Ah, si hasta adoptamos una niña! Lylia. -¿Adopt…asteis? Pues que extraña relación. -Lo oigo seguido, creeme. Y bueno...nos distanciamos mucho. Pero aun lo quiero muchísimo. Volveré con él. Y lo traeré a casa. Quiera o no. Volveremos y criaremos a Lylia. Y no me volveré a mover de allí. -En realidad te gustan los humanos ¿eh? -He visto cosas malas y buenas en ellos. Los he visto matarse y ayudarse. Y creo que Quel’thalas era muy hermosa y aun desearía poder volver… -¿Pero? -Pero los humanos son fascinantes. Son seres extraños. No creo que aún viviendo toda mi larga vida entre ellos llegue a comprender el porque de sus mecanismos. De sus odios y amores encarnizados. Del porque y como de todo lo que hacen…pero quiero intentarlo. Quiero estar entre ellos. Quiero ser humana. Quiero elegir la vida entre los mortales. Quiero elegir a Elegost, eventualmente. Y hacerle feliz... Ilmarin no respondió. Pero al hacerlo su voz parecía algo quebrada. -No sé si eres sumamente estúpida o la elfa más lúcida que he conocido. -Yo tampoco lo sé. Y me da igual. Sé que viviré más. Sé que no sabré ser jamás una de ellos. Y que jamás me verán como una igual. Pero allí estaré. Y los cuidaré, e inspiraré a partes iguales. Como sacerdotisa…como bardo…como lo que soy. Ilmarin no sabía que responder. Solo asintió. -Alay…-dijo luego de un momento de silencio-No estoy para nada de acuerdo.Pero espero que lo logres. Nunca pensé que diría esto a una elfa pero…espero que seas una buena humana. -Gracias, Ilmarin…espero volver a verte y que podamos… Un aullido cruzó la noche. Y luego otro. Y finalmente un cuerno de caza. -No… Los ladridos se hacían cada vez mas cercanos. Y el avanzar de los caballos también. Todo avanzaba como ralentizado. Pronto les darían caza. Pero Alay no iba a volver a correr en su vida. O lo que le quedara de ella. A menos de diez metros un trio de caballos esqueléticos avanzaban como figuras fantasmagóricas. Alay se mantuvo firme frente a ellos. -Lylia.Elegost. Parece que no llegaré a verlos. Alzó la mano, más determinada que nunca. Ahora lo comprendía. Ahora ahí, en esa planicie nevada, bañada por la luz perlada de la luna. Alayratiel Aureaster lo sintió como una cándida presencia que se agolpaba en su pecho y pugnaba por salir y recorría su cuerpo haciéndola tener que reprimir una sonrisa. La Luz. Impulsado por ese amor que siempre negó. Pero que ahora, se daba cuenta, no debía hacer nada para recibir o ser merecedora del mismo. Solo aceptarlo. Su palma brilló hasta alcanzar una luz enceguecedora. Los renegados chillaron. Y de pronto todo se difuminó. Como las imágenes a través de un vidrio mojado por la lluvia. Lyris mantenía las manos sobre la cabeza de la elfa. La misma estaba recostada sobre una sucia mesa de pruebas. -Ha dado pelea, pero ya he establecido el enlace de Vacío-dijo apartando las manos-Solo necesitaba ciertos puntos de anclaje emocional y mental para poder comprobar sus impulsos y emociones primarias. Y con solo una sesión de ilusión. Ilmarin había estado mirando impotente como desde que la trajo, Lyris experimentaba con sus memorias y percepciones. -Reacciona bien bajo presión. Es verdaderamente idónea. Buen trabajo, Ilmarin. -No era lo que le prometí. Ella iría de vuelta a Quel’thalas. -Oh…descuida, cariño. No la enviaremos allí. La necesitamos con nosotros aquí.-tomó con ambas manos el collar con el símbolo de la Luz, que colgaba aun del cuello de Alay. Lyris volvió a tomar a Alay entre sus manos. El profesor dibujaba marcas otra vez, en sus pies, manos, nuca y ahora también, lengua. Esta vez con una tinta especial. Las runas se dibujaron y luego se tornaron invisibles. Ilmarin apretaba los puños. -¿Te has encariñado con ella? Ah…que emotivo. Venga…te daré un consuelo. Vuelve al amancer. La noche murió. Pero Ilmarin no pudo conciliar el sueño. EN cuanto el alba despuntó se acercó a la tienda de Lyris. Allí, de pie, en el centro de la misma, luciendo un vaporoso vestido de seda y muselina, se encontraba Alay. Peinada con una sencilla trenza que halagaba su mechón dorado en su mar de plata. Y con una sencilla gargantilla de cuentas de colores, en cuyo centro una linda piedra celeste halagaba sus ojos. -¿Alay?-preguntó Ilmarin-¿Qué está pasando? -Ah, hola Ilmarin-le dedicó una reverencia, tomando su falda para darle mas gracia a su apariencia. Lyris apareció y le hizo entrega de un laúd, que ella aceptó con un gentil cabeceo. -Gracias. -Alay…venga, vamos…te sacaré de aquí. -No será necesario…verás, Lyris aceptó ser mi mecenas. Me ha dado ropa y un nuevo laúd. -Pero…y…y…¿tu familia? -¡Estan todos aquí, en casa de Lyris! Incluso Santiago vendrá pronto. Alay miro a su alrededor. Lyris sacó una varita y apuntó a una esquina. -Elegost…-Alay miró hacia la esquina-Siento mucho todos los problemas que te causé. Pero…he decidido algo. Quiero ser una humana. Si soy una humana…¿entonces podré casarme contigo? Lyris acercó la varita a sus labios y habló. -Mi Dama…te amaría así fueras una enana…que ya casi lo eres. No necesito casarme contigo. Seras siempre mucho más que mi esposa. Serás mi Dama.-Alay miro como si alguien recogiera sus manos. Miró a los ojos a la imagen mental que estaba siendo proyectada para ella. Y entrecerró los ojos y besó el aire. Lyris acercó los labios otra vez a la varita y musitó -Pero no necesitas ser una humana. Eres una elfa y eres más guay así. Además puedo presumir a los otros niños que mi madre es más bonita y delgada que las de ellos. -¡Lylia!-Alay abrazó el aire- Ah,Lylia. No sabes lo mucho que te extrañe. No sabes cuanto. Pero ahora estamos juntos. Y nada volverá a separarnos.-se giró hacia Ilmarin-Gracias, Ilmarin. -¡Ya basta! ¡Deten esto! Alay miró sin comprender…y ante la orden de Lyris sobre la varita, solo miró a la nada, con expresión vacía. -¿Qué le hiciste? -Será nuestros ojos y oídos donde la necesitemos. Siendo elfa atraerá algunas sospechas, pero creo que no habrá demasiados problemas. -¿Por qué tenias que destruir sus recuerdos? -¿Destruir? Le he dado la vida que quería. Ahora es feliz. Tiene una familia armoniosa y unida. Ilmarin solo podía mirar con horror todo eso. Salió huyendo de la tienda. Lyris le restó importancia. Ordenó a Alay sentarse en la mesa. -Veamos…¿por donde empezar? Así Alayratiel, a pesar de sus actos de cobardía. De las muchas mentiras dichas a ella misma y a los demás. De las muchas penas y llantos. Y de sus arrepentimientos y quebrantos. Recibió un final acorde a lo que deseaba. Una vida libre de infortunios. Libre de decisiones. Libre de penas. Solo felicidad. -¿Qué canción desea escuchar, Lady Lyris? Sé unos preciosos himnos de la Luz. ¿O prefiere algo menos sacro? -Cantame alguna canción de romance... -Oh...cuando nos conocimos, Elegost me dedicó una canción ¿sabe? Aun la tengo en mi mochila.
  8. Featherstorm

    Decoradores

    Yo lo veo bien. SIempre son necesarios. Por mas simples que puedan ser los roles, a veces es bueno tener un pequeño campamento. O en cosas mas complejas, como puede ser la decoracion de una casa. O mas grande aun, el construir un pueblo. Creo que beneficiaria tanto a jugadores como maestres.
  9. Viaje hacia la noche El canto de un pájaro sacó de sus pensamientos a Alay. La elfa se encontraba pelando patatas para la cena en el pórtico de la casa de Elegost. Era una tarde cálida. Fergus corria de un lado a otro en la calle con Ele II tras de sí. Lylia observaba al muchacho con desdén. No quería jugar con él. No hoy al menos. Era solo un incordio que no solo pasaba tiempo con su madre en la Iglesia, sino que también tenía el atrevimiento de estar interrumpiendo los pocos momentos que compartía con ella en su propia casa. Le molestaba demasiado.Pero había algo que le molestaba aún más. -¿Ya has puesto a hervir el agua,Lyl?-preguntó la elfa con una sonrisa afable, tan comun en ella. -Claro. Algo le pasaba a Alay. Algo no estaba bien. Fergus no lo notaba porque era un subnormal.Pero ella era lista y lo notaba. Y le preocupaba. Fergus regresó corriendo hacia donde estaba Alay con algo entre sus manos y Ele II ladraba detrás de él -¡Alejate de mi! Fijo quieres arrojarme lodo. -¡Eso toca mañana!-chillo Fergus, con cierta picardía-Pero hoy no me importas. Le traje algo a Alay. Movida por la curiosidad, de repente, Lylia se acercó. -¿Que es? -Un escarabajo -Eso es muy corriente. Venga, vamos a aplastarlo -¡No, no voy a aplastarlo! ¡Este es especial! Alay observaba la escena, dejando que ambos niños interactuaran, pero atenta a intervenir en cualquier momento. -¿Que tendrá de especial un bicho corriente? -¿Que sabe una niña mimada de bichos? Seguro no has visto nada como esto. -Ya muéstralo. -No. Es para Alay. -¡Que me lo muestres!-Lylia se acercó para abrirle las manos a Fergus. Alay se puso en pie para separarlos pero llego tarde. Ambas manos se abrieron y el insecto, de un brillante tono verde metalizado, expandio sus alas iridiscentes y emprendió vuelo, ante el quejido de decepcion de Fergus. -Noooo.... -Era metalizado...pues era bastante único. Fergus parecia molesto. Pero Alay se apresuró a acercarse y posar una mano en su espalda y otra en su hombro, consolandole. -Gracias por mostrarmelo, Fergus. Ese fue un insecto muy bonito. -¿Lo viste? -Claro.¿No eras tu el que me preguntaba que veían mis ojos elficos? Pues lo vi perfectamente. El niño sonrió y le alegró tal cosa. -Era bonito. Pense que te asustaría ver un escarabajo. Ya sabes...a las niñas les asustan los insectos. -Pues...me gustan los insectos, en realidad, Fergus. Mis favoritos las libélulas. Cuando llegue el verano te enseñaré a atrapar algunas. -¿En serio? Guay. Mas te vale cumplir tu promesa. -Lo prometo. -¿Por que te gustan los insectos? Hasta a mi me dan asco a veces. Alay se quedó callada unos segundos,meditando la respuesta. -Pues porque son bellos.A su manera. Y como cambian es sumamente fascinante. ¿No te parece que las cosas tienen un tipo de belleza? -Mmmh...si....menos tus ojos. ¿Los puedes apagar? Alay torció la boca y negó. -Te responderé eso,cuando laves tus manos y te prepares para la cena. Estas completamente sucio. Una vez más, Alay recorría aquellas largas escaleras de la Iglesia, descendiendo. Hasta una sala que llevaba a las celdas mas profundas y oscuras. Siempre se repetía la misma escena. Ella descendía las escaleras. Peldaño tras peldaño. Bajando a la agradablemente iluminada habitación. Pero la puerta oscura que se encontraba en la mitad de la sala parecía absorber toda luz. Tras titubear, la abría. Y el calor y la luz la hacían cerra los ojos. Allí, en la mitad de un campo de batalla donde batallones corrían con sus estandartes en alto, el fuego se alzaba y devoraba todo. Alay ingresaba al campo y comenzaba a andar, primero despacio, dando pasos cada vez más largos y mirando alrededor, buscando...comenzaba a correr. Algunos cañonazos la hacian trastabillar y tener que arrastrarse por momentos. Gritaba a vivo pulmón pero no era suficiente para hacerse oir entre el rugido de las maquinarias y las muertes. Al filo de una arboleda, encontraba una cara conocida. Santiago,esta vez era Santiago. -Esto...esto no es justo. Yo-Santiago traga saliva-No debía irme así... Alay solo lo observaba pero aunque sus manos buscaban la fuente de sus heridas, de su sangre, la forma de salvarlo, no lograba encontrar nada. -Deja de perder tiempo conmigo...sálvalo a él... La idea la invadía y recordaba a lo que había venido. Elegost. Se ponía en pie y echaba a correr. -¡ERA BROMA, NO ME DEJES, SÁLVAME A MI PRIMERO....! Gritaba el moreno...pero Alay no retrocedía. Seguia corriendo. Cuando llegaba hasta el centro de la arboleda Alay podía saborear la sangre en el aire. Sentir el hedor a muerte y lodo. En el claro, los bultos heterogeneos que eran los cadaveres de soldados se apilaban por aquí y por allá. -¡Elegost! Lograba gritar y oir su propio llamado por primera vez. De entre las figuras danzantes que el fuego y la sombra generaban, parecía emerger Elegost. Alay corría hacia él. Era la primera vez en este sueño que llegaba a él. -Alayratiel...mi Dama... -Vamos Ele, debemos salir de aquí. -Alay. Elegost no se movía. Su mirada, fija en la elfa. Elegost la aferraba de ambos hombros. -Eres una cobarde, Alay. -¿Que? -Eres una cobarde,Alay-repetía. -No, no...vine a salvarte. -¿Salvarme?-Elegost se reía con sorna-¿De que? -Del daño. Te llevaré a casa. -Eres una cobarde, Alayratiel. Normal de un elfo que solo piense en huir. ¿Asi dejaste morir a Elrys? -¡No, no había opción! -Eres una hipocrita, además de cobarde.¿Que no lo ves? Muerte, dolor, pena...todo...-Elegost extendió los brazos-Todo esto...podrías haberlo parado. Pero eres una cobarde y una conformista. Dices ver la belleza en las cosas.Lo bueno en todo...pero no haces nada para protegerlo. Me da asco verte. Debería acabar con un ser tan repulsivo como tu ahora mismo Alay sentía como el agarre del humano sobre sus hombros se trasladaba a su cuello, asfixiandola. -Salvarme. No puedes salvar a nadie. Ni a nada. Ni siquiera puedes llamar a la Luz. No hay belleza en este mundo. Incluso tu cuerpo es una carcasa vacía...-Alay pateaba y forcejeaba. Y cuando el mundo se torno oscuro, despertó.Jadeante retrocedió sobre la enorme cama matrimonial hasta sentir el tacto de Lylia. Se aferró a la niña hasta calmarse, hasta que el corazón logró serenarse. Hasta que comprendió que estaba a salvo. Luego se incorporó. Esa misma noche estaba preparando todo para partir al día siguiente. Ya había planificado previamente el viajar a ver a Elegost, antes de que Lylia regresara sin previo aviso junto a Fergus. Había debatido sus sueños con los demás sacerdotes. Ella creía que podían ser premoniciones o algun mensaje especial. ¡Había estudiado que muchos discipulos de la Luz recibieron visiones de sus seres queridos! Pero su superior a cargo, la Madre Aurelia, la había tratado practicamente como si estuviese diciendo una herejía. -Luz, no. Usted....señorita...lo que tiene es algo común. Quiere llamar la atención.Todos queremos ser los elegidos de la Luz. Pero no todos podemos. Solo son sus sueños jugandole una mala pasada. ¿De verdad cree que la Luz le "hablaría" a una mujer que ni siquiera puede llamar a la Luz para que acuda a ella? Ni pensarlo... -Bueno, la Profetisa Mereldar tuvo... -Ni una palabra más, elfa. Sé a donde va esto y salvo que quieras otra semana limpiando caballerizas, te conviene no terminarla. Ahora por favor, regresa a tus rezos. Alay no podía tolerarlo. No podía tolerar el sentir que Ele estaba en peligro.Aun peor, un peligro proveniente quizás de él mismo o de una situación que lo quebraría. No podía tolerar quedarse de brazos cruzados tampoco. No volvería a limpiar otra caballeriza. Alay abrió una ventana y tomó una bocanada de aire fresco. -Luz...-entrecerró los ojos-Yo sé que no soy la Aprendiz mas apta. Tengo miedo.En mi primer intento bajo presión no pude llamarte. Solo pude llorar. No puedo sentirte. No puedo pedirte tu ayuda...-suspiró y tragó saliva-Pero por favor, dame Fuerza para el camino que voy a emprender. Guíame en mi camino hacia la noche. Se que no debería marcharme de mis deberes como novicia...pero tampoco creo poder aprender sobre la Luz encerrada en un claustro cuando hay un mundo allá, un mundo que me podría necesitar. No es la manera en la quiero saber sobre la Luz. Los libros solo son utiles en la medida en que puedes aplicar lo que aprendes. Alay observó los libros de reflexiones y rezos que le habían asignado. Cuando los primeros rayos del sol habían despuntado, Alay preparó su mochila, su arco, su laúd y su espada. Dejo una nota en la mesa. -¿Por que te vas, Alay? Se giró para encontrarse con Lylia. -Lylia...es que, verás... Lylia negó, molesta. -No me llevarías contigo ¿verdad? Alay suspiró. -No. Lo siento Lylia. No es lugar para ti. No aún. -Siempre me dejais atrás. No es justo. Soy casi una adulta. -Lylia, Ele y yo solo queremos que estés bien, queremos que tu seas -¡ENTONCES QUEDAROS AQUÍ! Alay retrocedió un paso ante el súbito arranque de emoción de la niña. No lloraba, pero la rabia le tensaba los musculos. -No podemos, Lylia. Hay cosas que hacer. Tenemos que asegurar que haya un lugar para ti en el futuro-dijo la elfa abrazandola. -No me importa el futuro...me importa el ahora. -Lo sé. Pero prometo que volveremos. Y no estarás sola. Tendrás unas guardianas y a Fergus.Cuidalo a él también. Sé que te aprecia, en el fondo. Lylia no respondió. Durante unos segundos solo abrazó a Alay. -Eres mi mamá, Alay. No deberías dejarme... Alay reprimió las lágrimas que amenazaban con aflorar. -Pero...-y Lylia adquirió un tono mas calmado o resignado-También eres su Dama y su Escudera. Y tienes que estar con él también. Sino él cometerá tonterías. Santiago lo hace hacer tonterías peligrosas. -Lylia... De repente Lylia parecía mucho más madura. Alay podía notar los primeros rasgos de madurez naciendo dentro de la que consideraba aún su hija. Y de pronto se sintió muy muy grande. Y si Lylia no la hubiese apartado, probablemente Alay se habría quedado allí, sin soltar a Lylia. -Anda, ya vete, ma-dijo tratando de parecer desinteresada- Cuando tu te vas me voy a dormir tarde y robo fruta de los árboles...así que no puedo esperar a que te vayas. Alay sonrió. Se iba un poco mas en calma. Llegó a la Abadía donde dejó una rápida carta y se apresuró a unirse a una caravana camino a Ventormenta. Parte de su corazón se quedaba en esa acogedora casa cerca de la avenida principal. Otra parte de su corazón estaba ya en Costasur. //Pequeño espacio para recopilar los avances y viajes de Alay ahora que va a Costasur. A ver que tal va.
  10. *Shrooosh..shrooosh shrooosh* Era el sonido que hacía el cepillo, de cerdas viejas, contra los escalones de piedra de la Abadía de Villadorada. La pequeña elfa, a gatas y con sus mangas y falda arremangadas limpiaba con agua jabonosa trabajosamente. "Limpiarás los escalones y los establos durante un mes entero, por tu irreverencia, jovencita". Las palabras secas de la Madre Aurelia le resonaban en la cabeza todo el tiempo. ¿No era acaso lo vital que ella siguiera los preceptos de la Luz? Que mas daba si tenía una visión ligeramente distinta. O preguntaba sobre la naturaleza misma de la Luz. O si prefería rezar en el jardín antes que encerrada en su celda. Pero la Madre Aurelia era de la vieja escuela. La elfa se apartó su trenza dorada detrás de la oreja y suspiró. Poco antes del mediodía había logrado terminar con las escalinatas y se había sentado a admirar su trabajo y aprovechar el calor del sol. Entrecerrando los ojos y sonriendo, la elfa guió su mirada hacia el camino, como hacía todos los días. Pero esta vez sí vio algo. -¿Lylia?-se incorporó casi mecánicamente, incrédula, y se apresuró a abrazarla, encontrandose a media carrera con la humana-Lylia...-musitó apretando su mejilla contra la niña -Ma....ma... -¿Mamá? -Má...s...despacio, me asfixias... -¡AH! Lo siento, mi amor.-Alay aflojó su abrazo pero no le quitó las manos de los hombros a la niña-¿Pero que haces aquí? ¿Y Elegost? Alay miró detrás de Lylia y solo se encontró con un anciano sacerdote y un niño de ojos grises, cabizbajo. -Pues el viej...Elegost me envió de vuelta a casa. Dice que un campamento no es lugar para una niña. Toma-la rubia sacó de su morral una carta-Ahí tienes todas las instrucciones. -¿Instrucciones?-Alay frunció el ceño. Tomó la carta y con cuidado la leyó para si misma. Cuando la noche había caído y la ciudad se había ido a dormir, la única luz que aun se mantenía encendida, levemente, era la de la habitación principal de la casa de Elegost. En una grande y antaño vacía cama doble, Lylia roncaba por lo bajo. En otra cama, un niño moreno, recien bañado y con aroma a fresas, parecía haber finalmente conciliado el sueño. Solo en un delicado escritorio aun se mantenía despierta Alay. No necesitaba excesiva iluminación para escribir, aun en una noche tan cerrada. Solo el suave fulgor de una vela. La elfa también se había dado un baño, que le hizo sentir el dolor de todo el día de arduo trabajo. Tomo el papel otra vez en sus manos...suspiró, releyendolo. Y lo hizo un bollo y lo arrojó a la basura. Luego tomó la carta de Elegost. "Supongo que ahí se va mi plan de marchar al norte con ellos. Una detallada lista de objetos y preparación...a la basura" Sobre el piso de madera, los pasos descalzos y suaves de la elfa poco ruido hacían. Descendió las escaleras y se sentó en el sofá, abrazando sus piernas,cubiertas por el camisón gris. "Faler..." pensó la elfa "¿Por que siempre haces esto?" Quería sentirse molesta, furiosa. Pero estaba extrañamente calmada -Ele...-musitó por lo bajo, y se llevó ambas manos al vientre, como buscando cobijo en sí misma. "Ni siquiera comenzó con un "hola" o "Mi Querida Dama"...nada." apretó los labios "Claro que recuerdo el día en el que fuimos a casa de Liliam...ese reparador de puertas fue tan grosero..." el recuerdo le hizo subir colores a la cara, de furia. No iba a recordar que también fue bastante agresiva ella misma. "Por que debes hacer lo que te voy a pedir" ¿Acaso era ella ahora una criada? "Al menos podrías haberme mandado un lindo uniforme de sirvienta..." rió ante la idea...no, no dejaría que Elegost eligiera su uniforme, llegado el caso. La elfa suspiró,entrecerró los ojos y se recostó sobre el sofá, abrazando un almohadón. "¿Como no ser madre para este niño que envías? ¿Cómo ser ciega,sorda y muda a sus necesidades? ¿¡Como enviarlo simplemente a una Iglesia y arrojarle el problema a otro!? ¡Los niños necesitan una familia! La Iglesia nutrirá su espiritu...pero necesita alguien que nutra su cuerpo y llene su vacío emocional" "Elegost...¿por que le haces esto? ¿Por que me haces esto? ¿Pensabas que no iba a querer protegerlo y ayudarle y...?" Alay hundió su cara contra el almohadon. "¿Por que me dejaste aquí? ¿Soy mala amiga?" tras unos segundos de meditación suspiró. No tenía caso preguntarse cosas que no podía responder. Sabía que Elegost la quería y sentía devoción por ella..a veces hasta límites insanos. Y probablemente solo no quería ponerla en peligro. Ni a Lylia. Ni quería quitarle tiempo que podría dedicar a meditar y aprender más de la Luz, para resultar útil en el futuro. Elegost...él siempre era altruista. Y a su extraña manera...siempre se preocupaba por todos. "Solo no te metas en problemas..." pero sabía que aun esa plegaria mental era demasiado pedir "Al menos...ten salud..." Luego ascendió escaleras arriba y escribió la carta, que luego el humano recibiría. Mi buen Faler: Los niños han llegado sanos y salvos a Villadorada y mientras escribo estas palabras, duermen plácidamente en nuestro hogar. Lylia está evidentemente molesta porque has truncado sus sueños de aventura y emoción. Yo solo estoy feliz de que ella está otra vez aquí. Mi querido Faler...¿de verdad creías que podías enviar un niño vulnerable y solo y esperar que simplemente lo envíe a la Iglesia? O me conoces demasiado, o no lo suficiente. Me aseguraré de que se alimente bien,de que se bañe y duerma donde corresponda y que sea un hábil escriba. Pero le daré todo el amor del que los elfos somos capaces.Porque aunque entre los humanos haya un enorme número de niños sin hogar,para nosotros cada niño es un precioso regalo,y aún más en estos días aciagos. Fergus será como otro hijo para mi, Elegost. No podré estar siempre con ambos, para cuidarlos, pero me aseguraré de que queden bajo el cuidado de las jóvenes estudiantes de magia que contraté hace un tiempo. Compartiré mi tiempo con él en la Iglesia, y en casa con Lylia. Y cuando pase tiempo en nuestro hogar me acompañará si así lo desea. Aquí todo marcha bien, Elegost. Y así seguirán.Me aseguraré de ello. Espero saber pronto de ti y Santiago. Saber que se alimentan bien, que no sufren frío.Saber que en la com- pañía del otro hay cobijo y guardia. Que el Sol brille sobre vuestras cabezas en el día, y las Lunas guien su marcha en las noches. Tuya, A.A Al amanecer, Alay envió la carta. Luego regresó al hogar, silbando una melodía. Se cepilló su cabello,aun no lo suficientemente largo, y trenzó su único mechón dorado en el mar de plata que era su pelo. Hirvió agua. Tostó pan. Cortó tomates,queso y un viejo huevo hervido. Y cuando el agua para el té estuvo lista y Ele II alimentado, Alay gritó. -¡Niños! ¡Arriba, es hora de despertarse y desayunar! Comenzaba otro día. @Stannis the Mannis
  11. Bienvenido, Saint! Tranqui, para empezar un elfo me parece algo aceptable. Luego ya ves que te gusta o que rol quieres llevar. Además, tienes tantos personajes como la cuenta permita (10) desde el principio. Así que no te preocupes que podrás ir experimentando como más te guste. Pasate por el Canal de Discord para charlar un poco e ir conociendo a la comunidad. Si no usas Discord es bastante ligero y hasta tiene version web si es que no quieres descargarlo (pero como digo, es muy sencillo) Un saludo y nos vemos dentro!
  12. Lo mismo digo. Me la guardo para mis mesas de rol <3 te ha quedado muy muy chulo
  13. Bienvenida! Como han dicho mis compañeros, poco mas se puede agregar. Espero que lo pases bien y hagas lo que te hagas, o te quedes cuanto te quedes, disfrutes tu estadía. Pasate por el Discord si quieres charlar y atender tus dudas. Saludos!
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