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Nym

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  1. Nym

    Dianne Jensen [Ficha]

    Nombre: Dianne Jensen Atributos 6 Físico 6 Destreza 7 Inteligencia 7 Percepción Valores de combate 24 Puntos de vida 21 Mana 8 Iniciativa 9 Ataque CC Sutil (Espada) 7 Ataque Distancia (Pistola de Chispa) 8 Defensa Habilidades Físico Destreza 3 Espada 2 Defensa 1 Pistola de Chispa 1 Nadar 1 Trampas/Cerraduras Inteligencia 1 Fauna 1 Supervivencia 1 Tradición/Historia 2 Detct. energía arcana 2 Arqueología Percepción 2 Advertir/Notar 1 Bailar 2 Buscar 2 Rastrear 1 Reflejos 1 Cantar 1 Dibujo Escuelas/Especializaciones Adivinación
  2. Nym

    Dianne Jensen

    Dianne Jensen Datos Nombre del Personaje Dianne Jensen Raza Humano Sexo Mujer Edad 26 Altura 1'65 Peso 55kg Lugar de Nacimiento Tuercespina, indefinido. Ocupación Arqueóloga Descripción Física Su tez es clara, ligeramente dorada por el sol del puerto sin llegar a poder considerarse bronceada algunas pecas salpican su rostro de forma dispar. Sus labios son ligeramente carnosos pero su boca es menuda, así como su barbilla que acompaña un mentón afilado y estrecho. Sus carrillos no son especialmente pomposos y sus pómulos están algo caídos. Su frente es amplia y proporcionada. Sus ojos son de un azul opaco, avispados e intensos. Su cuerpo es menudo, pero está en forma, pues el trabajo la ha fortalecido. No cuenta con una figura despampanante, sus pechos son pequeños y su único atractivo podría ser su cadera, a pesar de que sus cuartos traseros también sean menudos. Su cabello color trigo permanece corto la mayor parte del tiempo, debido a esto, sus ondulaciones se pronuncian más por el poco peso. Ocasionalmente lo recoge en una menuda coletilla que nunca consigue atrapar los mechones frontales. Descripción Psíquica Si alguien le preguntase la edad mentiría sin ningún dolor y con toda la seguridad del mundo sobre que acaba de salir del ecuador de la adolescencia, pues es así tal y como se siente la mayor parte del tiempo. Es sincera, pues las únicas mentiras que salen de su boca son las piadosas o las que sirven gratamente para encubrir a algún aliado. Amante incondicional de la aventura, del juego y del alcohol como buena bebedora que es, pues a pesar de ser mujer lo sobrelleva bastante bien, reirá a carcajada limpia cuando su compañero de copas caiga rendido después de unas cuantas rondas a su cuenta. Curiosa y apasionada por la historia del mundo en el que vive, dedicada desde bien pequeña a aprender nuevas lenguas y nuevas culturas. No se considera codiciosa pero sí tiene un apego irreversible por la familia, por lo que cuanto más dinero tengan para vivir bien, mejor. Tal vez el hecho de no poder concebir le haya hecho amante de los niños, de encariñarse fácilmente de cualquier muchacho o muchacha. Posee la calidez y el tacto que sólo una madre podría tener, siendo el hecho de ser estéril su mayor frustración y la razón del abandono de su marido. Decidida y cabezota, cuando toma una decisión ya pueden ponerle un ejército en contra que hará lo que sea para lograr su cometido, lo que en más de una ocasión le ha llevado a discutir con los demás; aún sigue buscando un oponente digno que pueda ganarle una discusión. En cuanto de decidir el final de alguien se trata (matar, en un solo término), no dudaría. Sabe que la duda puede causar su propia muerte o peor, pero si se puede evitar dicha muerte, dejará su conciencia mucho más libre de culpa. Eso sí, no tiene ningún reparo en matar a alguien que dedique su vida al asesinato o la tortura puesto que considera a este tipo de personas despreciables, y aunque no suela ser una mujer malhablada, esos despojos consiguen sacar su malhumor, latente en el fondo de su ser. Es una mujer atraída por las artes. La música, el canto, la danza, son actividades que la llenan de sentimientos particulares, una mezcla de entusiasmo, alegría e ilusión. Alguna que otra vez ha hecho algunos bocetos, sobretodo dedicado a la cartografía. De pequeña, retrataba aquello que veían sus ojos a carboncillo en un viejo diario cuyo paradero debe andar aún por las lindes del bosque. Al comenzar de nuevo su viaje, se ha llevado otro diario, pues le gustaría retratar aquellos paisajes cuya belleza no pueda expresar con palabras. No le gustan las apuestas, pues considera que su dinero es más valioso. No se considera codiciosa, a excepción del saber, pues con tener lo suficiente para vivir estaría contenta. Eso sí, ambiciona mucho conocimiento, más del que pueda descubrir en una sola vida, y ese es el motor que la alimenta en cada una de sus travesías y que la mueve a tomar las decisiones más arriesgadas con tal de ver algo nuevo. Historia Estaba acostumbrada a ver mundo, pues el contexto de su nacimiento la convierte en una hija de Azeroth. Su madre, de origen Ventormentés, dio a luz en un campamento bajo el abrasador calor de las selvas de Tuercespina. Llevaban más de un año de expedición en un grupo escueto dedicados al descubrimiento de yacimientos arqueológicos y a la posterior extracción de material sustancioso que completara las lagunas de la historia que la civilización conocía hasta la fecha. Su padre era un humilde guerrero de escudo y espada, honorable y asceta, dedicado enteramente a proteger tanto a su amada, como a la compañía con la que viajaban. Contaban con varios arqueólogos, historiadores, un cartógrafo, un curandero, otro par de guardaespaldas y un mago erudito altanero, que más tarde se convertiría en una persona allegada para Dianne. El clima en el que nació no favoreció a su salud, las condiciones eran difíciles para un bebé recién nacido y en múltiples ocasiones temieron por su vida. Tanto así, que su madre se planteó abandonar la compañía con tal de salvaguardar la integridad de su hija. Sin embargo, estaban a meses de distancia. Si debía morir, lo haría pronto. Fueron los esfuerzos del curandero los que salvaron a la infante de una muerte prematura y seguidamente creció acostumbrada a los climas arduos. La compañía recorría sobretodo las junglas salvajes de Tuercespina, mas los viajes de vuelta a casa también eran toda una travesía en alta mar. Así pues, creció con la costumbre de tener al mundo como hogar, sin grandes bienes materiales, más allá que lo que llevaba puesto y un collar familiar que más tarde heredaría de su padre. Con seis años, su padre le regaló una menuda espada de madera en un mercadillo, con la que pasó parte de su infancia jugando (o practicando, dirían otros) con su padre en los ratos de descanso. Sin embargo, las espadas se le hicieron aburridas cuando alcanzó la preadolescencia, y se vio inevitablemente encaprichada por Lanthrel, el mago quel'dorei que en la mayoría de ocasiones se las daba de líder por su altanería, pero cuyas decisiones pocas veces llegaban a buen puerto, pues era egoísta y solo buscaba favorecer su propia condición. Con Lanthrel desentrañó los primeros misterios de la magia en su joven mente, y nació la chispa del deseo de poder que todo ser iniciado en la magia tiene. Algunos oculto, otros solo viven para ello. La sed de conocimiento la nutrió un tiempo y aunque su padre estuviera celoso por no poder pasar más tardes practicando con la espada de madera, Dianne aprendía las bases de pequeños trucos de magia que más tarde querría desarrollar al máximo. Con sus menos y sus mases, la compañía era como una familia. Llevaban juntos años, Dianne había nacido con ellos, se había criado con ellos y no veía forma de que aquello pudiera terminar. Sin embargo, rondando los quince años mientras vigilaba el campamento en las calurosas islas de la vega, más de la mitad de la compañía no regresó. Es cierto que el trabajo aquella vez iba a ser más complicado, pero no fue el descenso a las ruinas, ni una tormenta tropical, sino bandidos los que diezmaron sus filas, dejando así a la muchacha huérfana de padre y abandonando por unos años las andanzas con la compañía de arqueología. Junto a su madre, regresaron a Ventormenta. Mientras buscaban trabajo para subsistir, vivían en el bosque en una pequeña tienda de campaña a las afueras de Villadorada. La situación era difícil y alguna noche pasó hambre. Su madre, Iria, trató de buscar trabajo en diversos grupos de historiadores, pero conforme la desesperanza le pudo, acabó trabajando en las calles. Apenas tres meses después un grupo de bandidos les habían saqueado la tienda de campaña y todas sus pertenencias. No tenían dinero para vivir de taberna en taberna, así que recurrieron al hermano de su padre, en Crestagrana. Su madre volvió a Ventormenta, a continuar sus frustrados intentos de retomar su vida como arqueóloga mientras que, por otra parte, Dianne pasaba su adolescencia con su tío Logain, hasta entonces desconocido. De su boca escuchó mil historias sobre la juventud de su padre y, pese a que seguía pasando hambre y tuvo que empezar joven a trabajar con los pescadores del lago, no se sentía fuera de lugar. A los veinte años asentó la cabeza al casarse con un muchacho de la villa, lo que mejoró con creces su situación económica. Para cuando quiso saber de su madre, nadie conocía su paradero. Pasó cinco años conviviendo con su marido, a pesar de que los últimos dos la relación se había desvanecido tras descubrir que no podía concebir. “Una bruja, la maldijo una bruja” aseguraba su marido ante la visita del médico, daba igual lo devoto que fuese Patric, las súplicas a la luz nunca fueron escuchadas, y ante la impotencia de darle un hijo, su marido decidió abandonarla. Así Dianne volvió al trabajo en el puerto. La suerte tuvo la coincidencia de hacer caer enfermo a su tío, con el cual volvió a vivir para acompañarlo en sus últimos días. Tras quedarse sola, no heredó absolutamente nada, pues las últimas voluntades de su tío dejaban como heredera a una hija cuyo paradero y existencia Dianne desconocía por completo. Pese a ello, continuó viviendo en esa casa y trabajando en el puerto del lago. Sumó a sus actividades y gastos la obtención de libros de historia y mapas con tal de estudiar posibles formas de dedicarse a la arqueología, pues era su pasión. A su vez, trató de estudiar la magia por su cuenta en la biblioteca local, pero pocos libros respaldaban sus conocimientos actuales y no tardó en desistir para centrarse en la arqueología trol. Se estaba pudriendo allí moviendo pescados toda la mañana. Quería volver a viajar, ver mundo, descubrir cosas nuevas y, sobretodo, quería algo de dinero con el que poder empezar de nuevo su vida. Años más tarde consiguió el suficiente ahorro como para partir hacia el sur. Tenía la esperanza de que, con un golpe de suerte, se haría con algún artefacto en Tuercespina que tuviera un buen precio en el mercado y, quién sabe, tal vez uno mágico que vender a la academia, con el que llenarse los bolsillos.
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