Nombre: Andrew Harlan
Raza: Renegado
Sexo: Hombre
Edad: 33
Altura: 1.80
Peso: 60
Lugar de Nacimiento: Lordaeron
Ocupación: Militar, anteriormente paladin
Historia rápida
Descripción física:
Ofrece el aspecto propio de un renegado, quizás más cuidado que la media pues ha pasado a considerar su cuerpo como una herramienta que debe cuidar. Su rostro está congelado en una eterna sonrisa desde que perdiera los labios convirtiendo su cara en una máscara, siendo los ojos amarillentos y resecos el único reflejo de su estado de ánimo.
Descripción psíquica:
Su devoción por la Luz Sagrada se ha convertido en odio hacia ella y a sus adoradores, aquellos a los que antes llamaba hermanos se han convertido en sus más odiados enemigos. Ha encontrado un nuevo camino en la Sombra y unos nuevos hermanos en los Renegados abrazando por completo su nueva naturaleza.
Historia
Harlan recorría el camposanto sin prisa, paseando la mirada por las lapidas y leyendo alguna según se le antojara. No le gustaba el nuevo lugar de las reuniones, la antigua capilla llevaba casi una década abandonada y estaba prácticamente en ruinas pero cuando estaba allí era extrañamente consciente de su estado. Notaba el olor a podredumbre de él y los demás asistentes, cosa rara pues normalmente apenas si era capaz de olerse a sí mismo. Ignoraba si esto se debía a que aquel lugar aún conservaba algo de sacro o a sus propios recuerdos. Se lo había comentado al Padre Marcelus, incluso le había pedido que volvieran a la acogedora cripta donde había estado anteriormente. Pero solo recibió negativas y la promesa de que pronto desaparecería su desasosiego.
Finalmente llego a la capilla y fue recibido por la reprobadora mirada del Padre, el sermón ya había empezado. Algo avergonzado toma asiento en la última fila, y paseo la mirada entre los asistentes mientras escuchaba solo a medias. Si bien el sermón era siempre distinto siempre tenían el mismo mensaje. Mensaje que Andrew conocía de sobra, lo había estudiado a fondo desde que se uniera al culto. Le sorprendió ver un par de asistentes nuevos entre la docena de asistentes habituales.
Una vez a cabo la ceremonia Andrew se quedó sentado en el banco. Espero mientras los demás asistentes desalojaban la capilla devolviendo los gestos de los demás miembros de la comunidad, ya fueran leves saludos o miradas de hostilidad. Marcelus se acercó cuando el ultimo no-muerto abandono la estancia y se sentó a su lado.
- Veo que no tienes demasiados simpatizantes.
- Poco puedo hacer, Padre, su desprecio viene de la envidia no de mis actos. Aún no han entendido las Tres Virtudes. Al mostrarse hostiles están siendo irrespetuosos con mí Poder, el mío propio y el que usted me ha concedido con su favor…
Marcelo lo interrumpió con una risotada seca, y le hizo callar con un ademán.
- Esta vez no te he citado para hablar de filosofía, mi buen Andrew, hoy quiero hablar del futuro. Eres mi mejor discípulo, y tengo mi confianza en ti. Por eso hoy te lo pregunto por última vez ¿Quién eres?
Harlan tomo inspiro hondo preparándose mentalmente, algunas costumbres son difíciles de perder. No era la primera vez que Marcelus le hacia esa pregunta y sabía exactamente que contestar, aunque eso no lo hacía más fácil. Empezó a recitar con voz monótona.
- Mi nombre es Andrew Harlan. Nací en Lordaeron unos años antes de la apertura del Portal Oscuro. Mi padre murió en la Primera Guerra, toda imagen que tengo de él es por un viejo cuadro que había en nuestra residencia. Con 20 años comencé mi instrucción como paladín, era un camino digno, mi padre habría estado orgulloso de mí. Tres años después fui investido como tal. –Pese a sus intentos de disimularlo su voz estaba cargada de amargura – Me case y tuve una hija, René Harlan. Desconozco que fue de ellas tras el ataque a la Capital, donde morí y fui levantado. Mis recuerdos son confusos sobre mi servidumbre a la Plaga y los primeros días tras mi liberación. Ahora soy un Renegado al servicio de la Reina Alma en Pena, que nos ha dado un hogar y una comunidad. Los vivos y la Luz nos repudian, son opuestos a nuestra naturaleza pero en la Sombra hay consuelo y objetivo.
Ambos guardaron silencio unos instantes, antes de que Marcelus continuara casi susurrando.
- Bien, no olvides nunca quien eres. Repitetelo varias veces al día si lo consideras necesario. Las energías que manejamos son volátiles y peligrosas, tu historia y tu voluntad son tu ancla a la realidad. –A partir de aquí sube la voz a un tono norma- La Iglesia de la Luz se alza incontestable, sin nada que haga de contrapeso, no hay equilibrio. Es nuestro papel igualar la balanza. Por eso quiero que entres a la Guardia de la Muerte, que te conviertas en un ejemplo para el resto de tus congéneres y lleves contigo la filosofía de la Sombra como estandarte.
- No defraudare la confianza que ha depositado en mí, Padre. Partiré de inmediato a Remol a alistarme. Llevare muerte a los enemigos de los renegados y compartiré lo que me has enseñado con todo aquel que desee escucharme.
