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  1. 2 points
    Historia La historia de Alendir comienza en el seno de una familia dedicada a la intendencia militar. Sus padres eran artesanos al servicio de la guardia y se encargaban de preparar, mantener y optimizar el equipo de los soldados. Desde bien pequeño ese fue su oficio. Dispuesto a servir con recursos a otros que se encargarían de protegerlo. Pero ese nunca fue su futuro. Alendir era un soñador. Un idealista. Y tenía un fuerte sentido de la justicia que lo llevaría, más pronto que tarde, a poner en marcha su propio camino. Y ese camino empezó con una tragedia. La desolación de Quel’Thalas y la masacre que el Príncipe Maldito hizo a su paso. Su devastación provocó que Alendir se sensibilizara con una causa para salvar a su pueblo. Se maldijo por no tener la habilidad de haber defendido a su gente, pero deseaba algún día ser de verdadera utilidad para el reino. Y esa utilidad se manifestó con una declaración del príncipe Kael’Thas. Una expedición hacia tierras desconocidas para salvar a su pueblo. Para obtener recursos que solventarían las necesidades que había causado la ausencia de la Fuente del Sol. Sin duda esa era su oportunidad. Debía formar filas y marchar junto a los suyos rumbo a ese extraño páramo del que poco se sabía. No serviría como soldado, sino como intendente militar reparando el equipo que los soldados necesitasen. No era el oficio más apasionante, pero le bastaba como una excusa para contribuir en aquella expedición. Pero ni siquiera la mayor preparación militar le podría haber preparado para aquello que observó en esas tierras. La Legión Ardiente. Un ejército infinito formado por unos seres de dimensiones abismales y con un poder superior a lo conocido por él. Casi imparable. Y capaz de hacer estremecer incluso a un elfo que ya había sufrido los terrores de la Plaga. No obstante, por fortuna, ese miedo no era sólo suyo. Muchos otros lo compartían, y aquello formó un vínculo de camaradería que les haría prevalecer durante esta marcha. Elirea y Farelnir se llamaban. La primera, una estudiosa de las artes viles que sentía una equivalencia entre temor y fascinación por sus artes. Y el segundo, un formidable guerrero digno de un futuro prometedor. Alendir admiraba muchísimo a Farelnir, pues aquel elfo era capaz de convertir su miedo en esperanza. Era lo que él deseaba ser. Y durante aquella interminable campaña, era imposible no admitir que algo surgió entre ellos dos. Ellos tres se apoyaron mutuamente para sobrepasar los interminables castigos que suponía formar parte de esa expedición. Y entre ellos se comentaban todo lo que encontraban. Les resultaba fascinante la majestuosa raza de los Talbuks, así como los restos de las ruinas ogras. No obstante, lo que más sorpresa les dio fue conocer a un cuerpo de élite a la orden del mismísimo Illidan Tempestira. Se hacían llamar Cazadores de Demonios. Y, en una literal manifestación del fuego contra el fuego, estas criaturas utilizaban la magia vil para combatir contra los demonios. ¿Podía eso ser posible? Su definición parecía contradecirse, pero lo cierto era que ellos eran el recurso más valioso de aquel aliado de Kael’Thas. Y eran capaces de abatir demonios con una eficacia diez veces mayor que nuestros mejores soldados. Pasó el tiempo, las batallas, y con ellas la derrota La expedición terminó del modo más abrupto posible, pues tras un repentino asalto al Castillo de la Tempestad, Kael’thas así como su corte real desaparecieron. Dejando la expedición sin liderazgo y sin mando. Eso provocó un desorden de tal magnitud que la retirada fue desorganizada. Algunos como Farelnir decidieron quedarse en Terrallende, aunque la mayoría decidieron volver a casa. Tal fue el caos del momento que Alendir no fue capaz siquiera de entablar conversación con él para persuadirle de que se quedará. No lo encontró. Y sería al tiempo cuando el destino los juntaría de nuevo. De un modo dramático, en la Isla de Quel’danas. La Legión decidió atacarnos en el corazón de nuestro propio hogar. Y en su ejército no sólo formaban parte aquellos demonios con los que en Terrallende combatíamos. Ahora también tenía elfos de sangre. Elfos de la antigua expedición que sufrieron la desdicha de corromperse mediante las energías viles y convertirse en seres tan poderosos como alocados. Y uno de ellos fue Farelnir. En cuanto sospechó de la idea de que Farelnir podría estar allí, Alendir marchó con sus nulos conocimientos de armas para intentar convencerlo de que volviera a casa. Su deseo de buscarlo al final le hizo dar con él, pero su locura estaba por encima de cualquier sentimiento de afecto que sintiera hacia Alendir. Y eso provocó, que durante su guardia baja, Alendir recibiera una profunda cicatriz por parte de una de sus espadas. Una que, de no ser por otros compañeros, le habría causado la muerte. En cuanto despertó, días después, se enteró por parte de los oficiales que Farelnir había sido abatido. Y en una vorágine de lamento, Alendir se dio cuenta de lo terrorífica que podría ser la Legión. Capaz de volver a su ser querido en una bestia deseosa de consumir. Eso provocó que la idea de aquellos cazadores de demonios reviviese en su mente. Su deseo de venganza y su idealismo de querer hacer cambiar el mundo se comprometieron bajo el objetivo de querer seguir ese camino. Pero era un desconocedor que no sabía ni cómo empezar.
  2. 1 point
    Nombre: Alendir Atributos 6 Físico 8 Destreza 7 Inteligencia 6 Espíritu 6 Percepción Valores de combate 24 Puntos de vida 28 Mana 8 Iniciativa 10 Ataque CC Sutil (Espada ligera) 9 Ataque CC Sutil (Cuchillos) 10 Defensa Físico2 Atletismo Destreza2 Espada ligera1 Cuchillos1 Escalar2 Defensa1 Nadar1 Robar bolsillos1 Sigilo1 Trampas/Cerraduras2 Recuperación Rápida2 Escurridizo Inteligencia1 Supervivencia1 Conocimientos/Historia (El Alto Reino Élfico) — Hechizos: Dificultad 12: 1 Barrera Vil 1 Sacrificio Vil Dificultad 14: 2 Imbuición Vil Espíritu1 Voluntad Percepción 1 Advertir/Notar1 Buscar1 Callejeo1 Comercio1 Rastrear2 Reflejos1 Rumores Escuelas/Especializaciones Energía Vil Destrucción Aptitud con armas diestras
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    Nombre del Personaje Ronnald Taylon Raza Humano Sexo Hombre Edad 34 Altura 1'93. Peso 82 kilogramos Lugar de Nacimiento Tierras de los Taylon, Norte de Gilneas Ocupación Superviviente Descripción Física Ronnald es un hombre de sucios y azabaches cabellos mal recortados, ambas sienes rapadas a navaja para evitar la concentración de piojos. Su pálido rostro de rasgos marcados cuenta con algunas pecas y un bigote castaño bastante cuidado que le da un mínimo toque de seriedad. Poseedor de una fría mirada de ojos claros. Su ceño casi siempre fruncido a no ser que se encuentre con sus más cercanos allegados. Su musculatura entrenada pero delgada debido a la mala vida que se lleva en las perreras, cuenta con una buena cantidad de cicatrices repartidas por todo el cuerpo. Viste ropas más que simples, una harapienta camisa con una insoportable peste a humedad y por encima un otra camisa más labrada pero igual de desgastada. Haciendo las veces de capa y chaqueta a la vez, cuenta con una gabardina a la que ha integrado una capucha mediante costuras muy simples. Calza unos pantalones con varios remiendos y un parche de cuero en cada rodilla. Calza unas gruesas y resistentes botas de cuero negro. En su cabeza, de forma habitual se puede encontrar una desteñida boina con un agujero en la capa más superficial de esta. Unos guantes de tela negra a los que se ha añadido chatarra para aumentar la contundencia del golpe protegen sus blanquecinas manos del frío del gueto. Colgando de su espalda gracias a un improvisado arnés, se encuentra una tosca hacha a dos manos fabricada con dos palos de escoba, chatarra y una deshilachada cuerda atada de enrevesadas formas para que mantenga bien sujeta la afilada chatarra al mango. En su forma huargen se convierte en una alta y musculada bestia de grises crines, dejando al descubierto todas las cicatrices mencionadas, eso sumado a su constante mueca amenazante otorga a Ronnald un aspecto bastante horripilante. Descripción Psíquica Ronnald, un hombre de carácter serio y silencioso, de pocas palabras aunque contundentes y juiciosas. Prefiere mantenerse en un segundo plano de forma casi constante, disfrutando de la posición del espectador. Suele mostrarse desconfiado y cauteloso, y a veces incluso egoísta. Respeta la opinión de los demás, pero cree firmemente en los ideales de Crowley, así que le cuesta bastante tragar a los lealistas a la Corona. No es nada extraño en él los arrebatos de furia repentinos, y al entablar combate entra en una especie de trance en el que es incapaz de dejar enemigo vivo en el campo de batalla. La bestia en él está más suelta de lo normal, así que pierde los papeles bastante rápido. Pese a haber asimilado su condición de huargen, no le gusta su nueva forma. Así que ha decidido conservar su apariencia humana. Ficha Rápida Si (150 palabras mínimo) Historia El miedo a la muerte desaparece cuando tienes las manos manchadas de sangre. Ronnald Taylon nació en el seno de una familia noble que se había ganado el título y las ganancias mediante el feudalismo, teniendo unas grandes parcelas de tierras en la parte norte de Gilneas. El padre de la familia Taylon, Saurus era un hombre de gran altura y melena grisácea, de entrenada complexión aunque sin estar tan en forma como antaño. Siempre cuidó bien a su familia, siendo responsable y respetuoso con todos, incluso sus siervos u otra gente de menos estatus social que él, estas enseñanzas fueron traspasadas a su primogénito, Ronnald, el cual atendía y practicaba con suma atención. Creció junto a su hermana menor Corinne, una muchacha enérgica y vivaracha, de piel pálida y cubierta por una enorme cantidad de pecas, lucía una larga melena pelirroja, rasgos claramente heredados de su madre, Teressia Taylon. Una encantadora mujer que tenía una quincena de inviernos menos que su marido. Luego estaba el pequeño Abraham, o como Ronnald solía llamarle "Devoralibros", un macilento pequeñajo de carácter tímido. Se había ganado ese apodo a pulso, con una increíble cantidad de pergaminos y libros leídos a sus espaldas. Ronnald disfrutó de su perfecta infancia como miembro de la alta cuna, colmado de privilegios y la mejor alimentación. Solía dedicarle gran parte de su tiempo al entrenamiento, a pesar de ser un chiquillo comenzó a instruirse por su cuenta en el combate a puño desnudo. Retaba a los hijos de los sirvientes de su padre y resultó ser un habilidoso contendiente, alcanzando a la edad de doce años la cantidad de treinta y cinco victorias frente a ninguna derrota. Su padre solía darle una buena azotaina al enterarse de que había roto la nariz a las crías de sus subordinados. Comenzó a madurar y prestar un mínimo de interés en las lecciones que su padre solía darle, aunque tampoco le apasionaba encerrarse en el despacho con Saurus y escuchar sus sermones sobre como gobernar correctamente las tierras. Al poco tiempo de su décimotercer cumpleaños se hizo con un compinche, Ramón, el hijo del molinero. Una noche armaron un plan, Ronnald le robaría unas monedas a su padre y irían a la taberna a tomarse unas pintas. Ya...unas pintas, acabaron hasta el culo de cerveza y con Ramón bailando encima de una mesa para disfrute de los borrachos locales, hubiera sido una noche magnífica si no fuera porque Saurus apareció con su escolta personal y se llevó a su hijo de la oreja al castillo. Fue allí donde recibió una dura reprimenda por parte de su padre y dos bofetones, pero estaba demasiado aturdido como para reaccionar de otra forma que no fuera una pequeña carcajada, lo que resultó en otro bofetón. Después de aquellas palabras que a los dos días Ronnald olvidaría, Saurus dejó a su hijo durmiendo la mona. Apartando ese pequeño incidente la adolescencia de Ronnald no supuso mucho más, al ser el primogénito siempre fue el centro de atención de las mejores mozas del feudo, cosa que disfrutó sin cortarse ni un pelo. Sobre todas aquellas muchachas destacaba Melinda, la hija del capitán de la mesnada de Saurus. Haciendo uso de todo un arsenal de convicción y un futuro prometedor, Ronnald conquistó a Melinda, pero esa relación se vio truncada cuando el padre de Melinda vendió su dote a un adinerado burgués de la capital. La verdad es que esa ruptura no conmocionó demasiado a nuestro protagonista, ya que a las pocas semanas de separarse llegó una carta de Melinda que ni se molestó en abrir, simplemente fue arrojada a la chimenea tras unos minutos de reflexión. Saurus hizo venir a un maestro en el uso del hacha de guerra, a petición expresa de Ronnald. Aquel hombre era originario de las tierras más al norte de Gilneas, barba pelirroja, melena larga y ensortijada, dos metros de altura y una complexión tremendamente musculada. Aquel gigante llamado Marcus era una picadora de carne, que según le contó una vez a Ronnald entre jarra y jarra, consiguió matar a un oso con sus propios puños. Saurus eligió al profesor adecuado, las habilidades de combate de Ronnald simplemente se multiplicaron, y gracias a la Luz que fue así. Cuando su padre le declaró la guerra a la corona junto con los otros señores del norte que se vieron afectados por la construcción del muro, fue el primero en acudir al campo de batalla. Se libraron cruentas y sanguinarias contiendas en las que muchos de sus amigos encontraron su muerte, todo ese esfuerzo y sangre vertida sobre la campiña gilneana fue en vano, La Rebelión de la Puerta Norte, como así la habían llamado, fue todo un fracaso. Saurus declaró el estado de alerta en sus tierras y se sumergió en los profundos bosques norteños junto con sus leales. Allí establecieron un gran campamento, Ronnald y su hermana Corinne ayudaron en todas las tareas posibles. Cazando, recolectando todo tipo de hierbajos y algún hongo, consiguiendo madera...Para desgracia de la familia, Abraham había cogido una fuerte gripe y necesitaba de los cuidados intensivos de su madre. Las brasas de la rebelión seguían vivas cuando el fuego de la guerra comenzó a fraguarse, Ronnald como de costumbre fue el primero en desenfundar el hacha y acudir al campo de batalla, pero Corinne había conseguido convencer a su hermano de traerla. Para fortuna de todos, ambos regresaron ilesos de aquella carnicería, pero se encontraron su campamento arrasado. Fue entonces cuando apareció uno de los más fieles a los ideales de la causa, y conocido ya por ambos hermanos. Aquel hombre les avisó de que su madre y Abraham habían sido puestos a resguardo en otro de los campamentos cercanos, pero su padre había sido capturado. Durante cierto tiempo Ronnald llevó una caza de brujas, intentando averiguar donde tenían apresado a su padre los lealistas a la corona, más no hubo éxito y tuvo que ponerse al mando haciendo uso de las enseñanzas que su padre le impartió cuando apenas era un criajo, aunque no hacía demasiado de eso. Al poco tiempo de eso empezaron a llegar habladurías sobre canes bípedos bastante peligrosas, más Sammuel, ya conocían a este muchacho de antes, era el hijo de uno de los mejores hombres de Saurus, dijo que eran tonterías de borrachos, Ronnald siguiendo a Sammuel lo tomó como cuentos para niños. Una decisión errónea sin duda. La conversación fue interrumpida por los desesperados gritos de una mujer. Ronnald y sus dos compañeros marcharon a la zona de donde venía aquel escándalo. Al llegar observaron a una mujer con el rostro descompuesto por el miedo y una herida del brazo, fue atendida por los pocos sanitarios que habían en el campamento y contó su historia. Una de las ya mencionadas criaturas asaltó a la patrulla de caza con la que iba, siendo ella la última superviviente. Tras varios días, el estado de la mujer solo empeoró, los sanitarios del campamento pensaron que era por una infección, pero no se esperaban lo que era en realidad, una noche la mujer mientras gritaba de dolor se transformó en una de esas criaturas, incapaces de controlarla, los sanitarios fueron masacrados por la bestia, quién acabó siendo ejecutada por un virote en la cabeza. Esto solo hizo aumentar la inseguridad y el miedo entre los habitantes del campamento, quienes cada vez estaban más seguros de que su muerte sería inminente. Llegó la noticia de que Lord Crowley atacaría directamente dentro de los muros, un llamamiento a las armas al que los tres amigos no dudaron asistir, ya que la situación era desesperada por las continuadas visitas de los huargens y la resistencia de los soldados reales. Durante la batalla, Samuel quedó malherido por un tajo en el brazo. Corinne y Ronnald lucharon incansablemente, pero las fuerzas reales eran más disciplinadas, tras tres dias de incansable lucha, los rebeldes acabaron perdiendo. Durante la refriega, Ronnald perdió de vista a su hermana. Al ver que las fuerzas disminuían decidió batirse en retirada para conseguir luchar otro día. Sin saber como, pudo salir de la ciudad y se retiró de nuevo a la espesura de los bosques, donde se unió a un grupo de remanentes rebeldes. Fueron asaltados por un trío de las criaturas a los años de estar operando en aquella boscosa zona, y solo hubo dos supervivientes. Ronnald quedó marcado con un mordisco en el hombro y otro de los allí asentados que quedó impune. Al ver la marca de la dentelleada, intentó darle una muerte piadosa a Ronnald haciendo uso de una ballesta, pero cuando la estaba cargando Ronnald le placó, lanzándole al suelo y con ayuda de una piedra le destrozó el cráneo a golpes. Por pura suerte, uno de los caballos seguía amarrado, hizo uso de él para llegar a la villa más cercana. De allí fue enviado a la Capital, donde se le asignó un sitio junto a los otros marcados y se le proporcionó una dósis del brebaje. Habitó en ese lugar hasta que instauraron "Las Perreras" en la Capital, fue internado allí y se unió a un grupo de personas, ciudadanos normales que buscaban rehacer sus vidas dentro de la prisión. Se hicieron con una pequeña casa en el barrio de la plaza, frente a La Pocilga. Fue allí donde vivieron hasta que a los años de estar allí, una banda de rapiñadores acabó con todos ellos menos con el que sabía pelear, ese fue Ronnald. Acabó con los tres inútiles armados con improvisados cuchillos, tras darles el seperio más correcto que pudo se largó a vagabundear en las calles, fabricando un arma similar a un hacha pero con chatarra. Desde aquel entonces se ha cobrado unas cuantas víctimas en las calles del gueto.
  4. 1 point
    Garlene Edad 23 Altura 1,69 Peso 67 Lugar de Nacimiento Gilneana Ocupación ¿? Descripción Física Una mujer de estatura media, siempre vestida en prendas cómodas pero gráciles. Su rostro refleja normalmente una expresión tranquila, si bien sus ojos, de una tonalidad índigo, reflejan un carácter peligrosamente anárquico y desafiante. Una media melena rojiza cuidadosamente peinada y arreglada enmarca sus facciones. Su voz, melosa y suave revelan una educación por encima de la media, casi señorial. También así sus modales que revelan costumbres corteses y atentas. Garlene es pues una mujer de porte señorial, altanero, que pese a todo no oculta en ningún momento lo que es. Se sabe, no obstante, que su compañía y sus servicios no son un bien que venda de forma abierta, sino que tan sólo lo ofrece a quien ella considera oportuno, lo que puede dar a pensar que su trabajo responde más a sus caprichos personales que a la necesidad de contentar a alguien por encima suyo. Descripción Psíquica Garlene posee un carácter que a primera forma puede parecer tranquilo y apacible, si bien algunas de sus expresiones y su forma de dirigirse a la gente que la rodea puede revelar cierto tumulto interior. Sus sonrisas ocultan un carácter inestable que rara vez sale a la luz. Reservada con los asuntos que la atañen a sí misma, muestra un excesivo interés en obtener la información de la gente que la rodea, utilizando esa búsqueda de respuestas como divertimento personal, lo que puede llegar a convertirse en una obsesión peligrosa ya que disfruta jugando con el peligro -algo que, por otra parte, no oculta- Historia - No parecéis la misma desde que habéis vuelto. El hombre alargó una mano con la intención de acariciar su brazo, pero ella retrocedió con una grácil zancada, dándole la espalda para observar con atención el paisaje que los rodeaba. Sobre ellos, se alzaban ominosas figuras de pieda oscura, talladas en un tiempo olvidado y situadas allí por quienes habían querido otorgar a aquel lugar un sentido especial. Aunque apenas podía distinguirlas con la débil claridad que se filtraba entre el espeso follaje del bosque, conocía cada forma, cada grieta en la pulida piedra. Podía verlos claramente ante sí, con la mirada clavada en la pareja frente a ellos. De entre todos los lugares en que la mujer había estado, tal vez era aquél el que le inspiraba más respeto y reverencia. La primera vez que había pisado el claro frente a las estatuas había sentido un temor reverente y silencioso, que la habían llevado a cuestionar su auténtica pertenencia a aquél sitio. Un lugar de meditación, de sosiego y calma. También de sacrificios y muerte. De rituales condenados por el reino y en ocasiones por las propias personas que los practicaban. Y mientras todo esto sucedía a su alrededor, las figuras observaban en silencio. El refugio de los mendigos, lo llamaban. No eran mendigos lo que allí moraba. O tal vez sí, se dijo a sí misma mientras sus labios se corvaban en una débil sonrisa. Mendigos de poder, de conocimiento y grandeza. Almas suplicantes que se arrastraban hasta allí buscando saciar su sed y su hambre. Había sido durante muchos años el lugar de reunión para la parodia de aquelarre que un pobre loco descerebrado había querido hacer en su día. ‘Maestro’ se hacía llamar. Acabó pereciendo -como todos aquellos que lo apoyaban- por la mano del hombre que ahora se encontraba junto a ella, como auténtico dueño de aquél pequeño lugar, oculto en el bosque. El rostro del hombre, que ahora ahora la observaba con un tinte divertido en los ojos parecía también tallado en la fría piedra. Había aprendido a ocultar su tumulto interno bajo una máscara de fría y estudiada indiferencia, acompañándolo por una postura neutral y objetiva. Su profunda autodisciplina y control era una de las cosas que la habían cautivado desde el primer momento, y que más se había afanado en aprender e imitar. Su larga melena pelirroja, recogida de forma cuidadosa, enmarcaba su rostro como si las propias llamas que usaba para aplastar a sus enemigos lo estuvieran consumiendo. ‘Una bella metáfora para lo que sucede en su interior. Para lo que acabará sucediendo con todos nosotros...’’ -Y bien, ¿Váis a responderme, pequeña? - No soy vuestra pequeña. Chasqueó la lengua, molesto. Una torva sonrisa afloró en sus labios, mientras volvía a acercarse a ella para tomarla con fuerza del brazo, sin ninguna presunción de falsa delicadeza. - ¿Creeis acaso que no sé dónde habeis estado? - acercó su rostro al de la mujer, situándose tras ella mientras la encaraba hacia las estatuas, manteniendo el mentón en alto, desafiandola a que le respondiera - ¿Con quién habéis estado filtreando? Me creeis un estúpido si pensáis que no estoy al tanto. - Tenéis un concepto extraño del filtreo. - El hombre exhaló un bufido divertido, soltándola con un empujón despectivo. - Es una interesante elección, en el mejor de los casos. Os empalaría y os haría arder en medio de la plaza Mayor de Ventormenta si supiera cuanto habéis hecho - sonrió, quitándose los guantes y dejándolos colgados de su cinto. Acercó su mano al rostro de la mujer, pasando el pulgar por su mejilla a modo de caricia. A esa distancia pudo ver las cicatrices que recorrían su mano y se perdían bajo su túnica, trepando por su brazo en dirección a su maltrecho pecho. - Os hará besar el fuego.. Yo ya he sido besado por el fuego. Es una amante placentero, pero fugaz. Y tras él solo dejará cenizas. -la sonrisa se ensanchó en sus labios, mientras volvía a ponerse los guantes, lentamente. -Melodramático. Encantador. - Mantente cerca de él si quieres. Pero recordad a quién debéis vida y lealtad. - No hace falta que me recordéis lo que ya sé. No creáis que soy tan prepotente de no conocer lo poco que tenemos aquí, lo fácil que es arrebatarlo. - Tú lo llamas prepotencia. Yo insensatez. Tantos años en ésta ciudad, querida, y con todos los ejemplos que has tenido a tu alcance aún no comprendes la miseria y la desgracia de la propia humanidad. - Pensé que hablábamos de los magos, no de la humanidad en su conjunto. - Todos tenemos nuestra propia hierba del diablo. - ¿Sin excepciones? ¿En qué nos deja eso? La sonrisa desapareció en los labios del hombre, sustituida por una mueca amenazadora. - En carnaza temprana para la Legión. Con un leve asentimiento, La mujer decidió dar por zanjado el tema, temiendo que el hombre volviera a aleccionarla . Tras unos instantes el hombre volvió a hablar, usando un tono lento y pausado de nuevo, como si toda sombra de amenaza no hubiera existido nunca. - Ocaso ya no es una zona para nosotros. Ha cambiado, ya no nos acoge. Vais a tener que volar a un nuevo nido. Con una reverencia burlona, el hombre se despidió de la hechicera, tendiendo un sombrero imaginario en su dirección. Mientras los quedos pasos de Marlobe se perdían entre el follaje del bosque, la mujer devolvió su mirada a las estatuas. De entre todos los lugares en que la mujer había estado, tal vez era aquél el que le inspiraba más respeto y reverencia. La primera vez que había pisado el claro frente a las estatuas había sentido un temor reverente y silencioso, que la habían llevado a cuestionar su auténtica pertenencia a aquél sitio. Un lugar de meditación, de sosiego y calma. También de sacrificios y muerte. De rituales condenados por el reino y en ocasiones por las propias personas que los practicaban. Y mientras todo esto sucedía a su alrededor, las figuras observaban en silencio.
  5. 1 point
    La tumba de los grandes héroes de Arathi fue profanada, el mal se ocultaba en cada rincón de aquella cripta. Aberraciones de carne, hueso o vacío se escondían en cada rincón ensuciando todo lo que debía ser sagrado. La cruzada triunfó y llevó la Luz dónde solo había oscuridad. Los impíos y discordantes de la justicia ahora son solo ceniza. La llama Escarlata arde más fuerte que nunca.
  6. 0 points
    Alendir Hojasangre Nombre: Alendir Hojasangre Raza: SIn'dorei Sexo: Varón Altura: 1,82m Peso: 73Kg Lugar de Nacimiento: Quel'Thalas Ocupación: Aventurero y buscador Descripción física: De piel pálida y estatura media, Alendir cumple con unos estándares raciales. De complexión atlética, su cuerpo está entrenado y a la vez marcado por una profunda cicatriz que cruza su pecho en diagonal. Cabellos castaños, barba recortada en una poco frondosa perilla y unos fulgores esmeralda a modo de ojos. Así mismo, viste con un atuendo propio de un aventurero, siempre cuidadoso y con algún que otro símbolo thalassiano que luce con orgullo.
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