Capitulo I
Y así fue como el contingente de Hath'lorien partió hacía Pico Nidal.
Ni el sol que azotaba sus rostros y el haz de luz cerniendose sobre sus pupilas impedián las maravillosas vistas del trayecto.
Troncos que se alzaban hasta los cielos, fuertes y llenos de vida marcaban la perifería del camino principal hacía su destino. El olor a bosques, los pajaros que, animados, recitaban sus acapellas favoritas eran música y motivo de muchas sonrisas por el viaje.
Pero, durante el trayecto, a mitad del camino. Se toparón con baches y salientes. ¿Qué había ocurrido ahí? Todo parecía normal, tranquilo. Pero el camino parecía que hubiesen pasado centenares de carneros, destrozando todo a su paso.
Tal era la magnitud del desastre que dos geomantes que iban con el grupo tuvieron que pararse para reparar los baches mientras el resto ceñia su mirada a los arboles, pues estaban en territorio trol.
Y sí, lo sabian. Algo acechaba en el corazón del bosque, lo sabian perfectamente. Auric, un forestal de Hath'lorien junto Alyra se envalentonaron más a fondo, intentando revelar si era el viento o había alguien agitando las hojas de los arbustos.
Todo mecía tranquilo, dejando de lado los alborotados arbustos y el camino destrozado. Podría ser peor. ¿Podría?
El aguerrido forestal apodado Auric osó poner un pie dentro de las cercanías trols del bosque. Y, aunque no estuvieran muy alejados del camino, eso ya era territorio trol. O almenos la trampa que pisaba lo era.
Tras minutos de estres, ansias e intriga, Auric optó por dar un salto hacía atrás. Y, solamente por ese instante, pudo ver grabada toda su vida entera en la punta de una jabalina que salió disparada, perdiendose por la inmensidad del bosque.
Al pobre forestal se le debió haber caído el alma al suelo.
Cuando el manto de la noche decidió abrazarlos se detuvieron en medio de un camino que al parecer, según un viajero geomante, Ilaren, era una posible ruta. Ruta que no podían cruzar con la carretilla cargada de suministros.
Y mientras discutián, una flecha silbó y antes de que el grupo pudiera darse cuenta, una escaramuza troll se estaba abalanzando sobre ellos.
Los trolls, asquerosos seres, no cesarón la ira en el ataque pero el contingente de Hath'lorien, junto a los dos medianos. Unieron fuerzas y se convirtieron en un muro arrollador para los trolls.
¿Podrían resistir ante el sonido de un cuerno?
Los trolls se retiraron otra vez al bosque, dejando paso a un troll sobrenatural. Pues superaba en grande la altura y peso de cualquier troll. Su armadura, hecha a base de pellejos de la fauna silvestre protegía su pecho y hombros, donde reposaba una enorme hacha de guerra elfica.
Los trolls habian hecho su trabajo. Ablandar la carne para que el hacha del troll pudierá cercenar con más facilidad. Pero, gracias a la astucia de la geomante Alyra, obtuvieron ventaja en los primeros enfrentamientos contra ese... Ser...
Luchaban con fireza y tenacidad. Golpes combinados, combos perfectamente calculados y movimientos evasivos ejecutados a la perfección. Pero pronto, su voluntad y fuerza se vio doblegada a base de golpes, patadas y hachazos por parte del troll.
Todo parecía perdido. Ningún tajo, flecha o estocada parecián hacerle efecto alguno, al contrario. Su furia aumentaba, ergo, su poder.
El troll ya había dejado inconsciente a un miembro del contingente y su hacha se alzaba contra la geomante restante.
Sin embargo, gracias al poderío y la conexión ancestral de la mediana apodada Kaila, pudo derrocar a tal ser que tenía por propósito acabar con todo a su paso con su hacha.
Por desgracia, tal fue el proyectil que invocó la chamán, que su poder creó una onda expansiva que hizó saltar por los aires al troll, aterrizando encima del ya inconsciente Auric que su vida se escapaba poco a poco por las heridas.
Tan pronto sacarón al forestal, el mediano apodado Ivar Matatroggs, no dudó en cortar los colmillos que asomaban por su labio inferior.
El conductor de la carreta emergió de entre las sombras y sin dudaró, cargó con los heridos hasta las proximidades Martillo Salvaje, donde la afamada solidaridad enana hizo honor a su nombre, permitiendo al grupo lamerse las heridas.