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    CAPÍTULO VI. Sangre y acero. Varno paseó la mirada por la funesta escena. El manto de la madrugada había descendido sus lóbregos brazos por los terruños de labranza y las sombras danzaban a su alrededor, apenas espantadas por unos cuantos farolillos. Quizá fuera mejor así, pues aún en las tinieblas la escena a la puerta del granero era de una dureza tal que haría estremecerse al más pintado. Llovía fuerte y llovía mucho. Y para un lado y para el otro; con una perfección que a Varno se le antojo casi absurda. A sus pies el campo estaba anegado, y los surcos arrastraban la sangre y los fluidos que la oscuridad ocultaba con su abrazo. Aunque las tinieblas nada podían hacer para esconder el perfume de la muerte. Brazos cercenados, rostros reventados, tripas desparramadas... la explosión del barrilete de pólvora había bastado para quebrar el portón en un suspiro, pero había hecho una buena escabechina con los caídos que se amontonaban más cerca de la entrada. Y Varno pudo olerlo, más allá del denso aroma a la pólvora quemada que flotaba en el ambiente. Era un tufo de otra pasta; a vísceras, heces, y sangre. Notó una nausea breve, que acalló al erguirse. El viento frío le erizó la piel. Entonces recordó las palabras que le había dicho a Alondra unos minutos antes. Eran ciertas. Si a su espalda se alzara un fortín, y fueran coseletes y gambesones bordados lo que vistieran los muertos troceados que se desparramaban por el lodo, su augusto padre trazaría una mueca de orgullo por tamaña refriega. Puede que lo estuviera observando desde algún lugar, proyectando una de aquellas miradas duras y altaneras que el joven cada día recordaba un poquito más lejanas, y más y más empañadas por el peso del tiempo. <<Recordar no tiene nada de sencillo, es un arte>>, pensó. Y el pensamiento lo devolvió a la realidad. No, aquello no era un castillo, y la mesnada de derrotados combatientes no eran la hueste de ningún señor, no portaban el blasón de algún zafio enemigo; de hecho, no portaban blasón alguno. Lo único que los vestía eran esas camisolas andrajosas, macilentas, que algún día habrían sido blancas. <<Todo el mundo tiene alguna camisola así>>, fue lo único que se le pasó por la cabeza. A su espalda solo se recortaba la efigie monstruosa del viejo granero donde el contrabandista guardaba su mercancía más volátil y peligrosa antes de dar la orden de llevarla hasta el mismo corazón del arrabal: pólvora. Pólvora de don Zavros, pólvora de las colonias del sur, pólvora que había triplicado su precio en las últimas semanas. Nada podía ser casual. Brandon serpenteó por su espalda, tal vez llevara allí un rato largo, en realidad. Varno ni se había molestado en volverse hasta que oyó su voz, demasiado embotado en mirar a la nada que se dibujaba al frente. —Brutt es rápido. Pero tus amigos esperan maravillas de sus piernas.—pronunció. —Aguardaremos. —respondió el tirasiano, con tono sosegado y algo ausente—. No pueden tardar toda la noche. Y sin caballos no podremos volver con los heridos. El pelirrojo asintió con sequedad. Y ambos se quedaron en silencio oteando al vacío, donde el chaparrón seguía arreciando entre la negrura de la noche. No sería hasta una hora después cuando casi al filo de la madrugada aparecieran los jinetes entre el horizonte: los hombres de Zavros. Y el grupo pudiera abandonar el terruño entre el fango, de regreso al arrabal de Villadorada. *** Resumen. —Después de que Nora se reuniera a espaldas de todos con Jake Bedlam, habéis tenido que precipitar una segunda reunión con Don Zavros. Parecía al corriente de toda la información, y pudo aportaros más luz a las sombras que envuelven los últimos tejemanejes del prestamista. Zavros os ha regalado la ubicación de la retoña raptada, como muestra de buena voluntad. —Tras un arduo combate, los Camisas Largas (aliados desesperados de Bedlam) se han replegado de la granja. Elizabeth está en vuestro poder, aunque muy febril. Consecuencias. —Hoat ha decidido aceptar el regalo de Zavros. Quizá sea una muestra de buena voluntad, o quizá esté envenenado. —La mano de Will ha aparecido envuelta en una vieja camisola holgada. En su alcoba del Chichi os esperaba una sorpresa peor: alguien había roto el ventanuco y arrojado su cabeza, inerte y rebanada, al interior. Un mensaje claro de los Camisas Largas, a buen seguro. —Habéis convencido a Brandon y a los suyos de atrincherarse en el granero, y plantar batalla a la mesnada de los Camisas Largas. Decidisteis dar la cara, y no huir por los sembrados dejando a la gorda atrás. —Elizabeth, la hija de Caleb, está en vuestras manos. No es la princesa de cuanto que alguno pudo esperar: es tan grande como un tonel, más pesada aún, nada agraciada, y desprende un olor fuerte a sudor y meados. Digna prole de su padre. La fiebre la atenaza, y quizá no consiga salir adelante. Necesitará muchos cuidados, y la gracia de la Luz, para aferrarse a la vida. —Casi una quincena de harapientos Camisas Largas han caído en la refriega, asaltando el granero. Vosotros habéis perdido a dos mozos a sus manos. Y más de uno volvéis heridos de consideración. Aún así el plan de defensa ha resultado ser un éxito rotundo, visto lo poco que os favorecían las tornas de antemano. —Bedlam está acabado. Sus aliados de última hora han sufrido un duro revés, y cabe esperar que se retiren a lamerse las heridas, privándolo de más apoyo. Pero continúa atrincherado con tres o cuatro leales en el almacén, tras haberlo convertido en un auténtico polvorín. Duración: Unas 12 horas, en varias sesiones.Máster: Varno — @Murdoch Heridas: Doyran: un machetazo en el brazo cuando os replegabais al interior del granero (-7PV), y un perdigonazo perdido en los últimos compases de la refriega (-11PV); total (-18 PV). Hoat: uno de los mosquetes te ha reventado en las manos al disparar (-11PV), dejándotelas hechas un estropicio y con el dedo medio colgando. Quizá aún pueda salvarse. O ya no. Parker: te has hecho el héroe, y un perdigón se te ha encajado en el hombro (-12PV). La cosa se ha puesto aún más fea, Hadrian ha cauterizado la herida con la daga al rojo vivo, dejando la bala alojada dentro del hombro. Van a tener que abrirte la herida de nuevo, y sacártela, antes de volver a cerrarla, si pretendes seguir un tiempo más entre los vivos. Será una agonía más larga y desagradable que la propia cauterización, pero tal vez pensar en tu dama mientras te hienden la carne viva pueda consolarte una pizquita entre tanto dolor, y hacer que saques los arrestos para no desmoronarte más de la cuenta. Hadrian: la explosión hizo que varios cascotes se desplomaran del techo, y una teja fue a partirse en tu espalda (-6PV) Por obra y gracia de don Zavros, todos podéis ser atendidos en el dispensario, y sus arcas saldarán el precio de las curas y los remedios.* Personajes participados y habilidades usadas: @Murdoch como Varno: Callejeo / Advertir / Rifle de chispa / Pistola de chispa @Beretta como Alondra: Callejeo / Advertir / Rifle de chispa / Pistola de chispa / Sanación [torniquete] / Tortura; y como Runa: Advertir. @Akross como Doyran: Callejeo / Advertir / Trampas [bomba de humo] / Rifle de chispa / Pistola de chispa / Conjuración [estaca de hielo] / Daga [arrojadiza] / Defensa @Nora Folch como Nora: Callejeo / Advertir / Sanación / Rifle de chispa / Pistola de chispa @ElCapitan como Hoat: Callejeo / Advertir / Rifle de chispa / Pistola de chispa @TitoBryan como Parker: Callejeo / Advertir / Rifle de chispa / Pistola de chispa @Webley como Hadrian: Callejeo / Advertir / Lanza ligera / Sanación [extracción y cauterización] / Defensa / Táctica militar @Kira como Nathaniel: Callejeo / Advertir / Rifle de chispa / Pistola de chispa
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