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Showing content with the highest reputation on 08/04/18 en todas las áreas

  1. 3 points
    —Está tan preñá' que me cuesta hasta caber en la cama con ella — El cruzado suspiró lentamente, sonriendo un tanto divertido. La noche había sido fría y tranquila, y los primeros destellos del alba empezaban a asomar en el horizonte— En breves ya-...bueno. Eso. Pronto otra boquita que alimentar. Un regalo de la luz. — Su compañero asintió lentamente, tal vez tratando de, simplemente, dejar que siguiera hablando. Llevaban unas cuantas noches ya compartiendo el turno, y el maldito era un plasta de cuidao —Un regalito de la luz, pequeño y adorable, y mi Marcela volverá a estar tan guapísima como siempre y- Un grito proveniente del dispensario cercano rompió la tranquilidad de la noche, elevándose como un alarido agónico. Un 'socorro!' y 'Ayuda!' se distinguía entre balbuceos incoherentes. Se apresuraron como alma que lleva el diablo, impulsados por su entrenamiento marcial. Una patada, un par de golpes y puerta al suelo. En cuanto se adentraron una figura se abalanzó hacia afuera, tratando de salir con un gritito desesperado. El mismo galeno que una noche antes había recibido al quinteto en el dispensario. Su batín, que hasta entonces solo había mostrado algunas manchas resecas y una cantidad de arrugas que no inspiraba ninguna confianza ahora mostraba tambien manchas de sangre. En parte propia, por la herida que trataba de taponar en su hombro, recién abierta. —¡Ha intentado matarme! Lo juro. Se ha lanzado a por mi con un maldito cuchillo en la mano y-.. No paraba de gritar y de decir incoherencias. ¡Que iba a terminar con el monstruo! Luz santísima, este barrio-... es una mierda. Quien cojones me manda venirme-... — Un ruido en el interior hizo que callara de golpe, con la misma brusquedad con la que había pronunciado sus primeras palabras. Los escarlatas se miraron entre sí, tensos. Y con las armas en ristre se adelataron, maldiciendo entre dientes al Argenta que les había encolomado el problema. Resumen y consecuencias. —Habéis acogido bajo el techo del Chichi de la Puerca a un hombre que parecía sufrir delirios con una criatura que lo perseguía. Vuestra curiosidad os llevó a tratar de disipar la Ilusión que creíais que veía, causando un 'accidente' que dejó al hombre inconsciente. Los escarceos con la magia siempre son complicados, y este ha estado a punto de causarle la muerte a un hombre. Empezando a sospechar de la naturaleza del mal que estaba emponzoñando su mente, lo dejasteis en el dispensario bajo la vigilancia del galeno y con los Escarlatas avisados de su presencia. El hombre, durante la noche, ha intentado atacar al galeno, tal vez confundiéndolo con otra cosa. Los escarlatas han tenido que reducirlo, y avisarán a Thomas sobre lo sucedido. —Piticli y Runa han pasado muy mala noche. Algo que los humanos no eran capaces de detectar puso muy nerviosos a los animales, que apenas han pegado ojo durante la noche. Tal vez Varno se haya unido al par de animales en sus pesadillas, recordando lo que tiene bajo la cama. —VillaEncina espera. Para los que queráis ir. Duración: 4 horas.Máster: Alondra— @Beretta. Personajes participados y habilidades usadas: Thomas: Primeros auxilios o equivalente, Historia — @Imperator Hoat: Callejeo / — @ElCapitan Varno: Advertir / — @Murdoch Alondra: - / Runa: - / Doyran: Supresión arcana— @Akross Aurora:- / — @TitoBryan
  2. 1 point
    Elune-Adore hermanos centinelas, me dirijo a ustedes con bastante preocupación y urgencia puesto que en los últimos días estuve investigando las recientes perturbaciones en Costa Oscura debido a la desaparición de Shan'do Eltharien. Cuando di con su paradero, el druida se encontraba en un estado muy grave del cual se encuentra recuperando ahora mismo, me ha informado que mientras investigaba las perturbaciones en las manadas de sables que habitan en la costa fue atacado por fuerzas oscuras que mas tarde pudo corroborar estaban guiadas por un Sátiro. Pido ayuda de cualquier voluntario miembro de los centinelas para acabar con este mal que acecha las tierras vecinas de Teldrassil y poder eliminar cualquier perturbación que afecte la naturaleza del mundo. Espero su pronta respuesta. Ande’thoras-ethil, hermanos. Cordialmente, Athalas Shan'Athor. @Malcador @Elireth @Reluctant Hero @Akross
  3. 1 point
    A los monstruos no mirar Salió corriendo entre los árboles, gritando en la oscuridad de la noche. Su corazón parecía a punto de estallar, golpeándole el pecho con tanta fuerza que juraría poder sentirlo a punto de saltarle fuera. Apenas se había alejado unos cientos de metros de allí cuando se volvió, tratando de divisar si aquello lo seguía. Aquello. Maldita fuera su estampa y la de sus compañeros. AQUELLO había empezado a perseguirlos nada más volvieron con su carga y Domián ya les había advertido. 'He visto algo! Les dijo. Algo. Risas, chanzas jocosas. Un par de whiskys y se te pasarán los miedos a la oscuridad. Pero ESO estaba ahí, él también lo había visto noches después. Primero había matado a Jonas. Lo había vuelto trizas, lo había despedazado-...no podía siquiera imaginar que clase de bestia podía haberle hecho aquello. Había desparecido también Tiana. Y el fuego-.,..¡El fuego! No había podido detenerla. No podía. No sabían que hacer y él-...él prefería vivir, aunque tuviera que huir hasta el confín del mundo. Pero eso no iba a ser así. La vio, entre los árboles. Acercándose con ese andar pausado que sabes que no se detiene. La vió y gritó, volviendo a correr por su vida. Debía refugiarse en algún lugar. Huir. Correr sin parar. Incluso las murallas de Villadorada parecían protección insuficiente.
  4. 1 point
    El anciano clérigo había adoptado los hábitos monacales hacia muchos años, le costaba andar entre las gentes comunes, y mucho mas ante los soldados escarlatas. La estridencia ciudadana de la Mano de Tyr ,poco se parecía al monasterio sereno donde al menos tres décadas de su vida había permanecido. Sin embargo nuevamente estaba allí investigando, junto a aquel explorador elfo, y un gnomo acólito. Como había cambiado el mundo, plaga, desolación, belicosidad y política constituían el pan de cada día, pocos mencionaban las virtudes sagradas, menos aún las recordaban siquiera. Pero para eso estaba él allí después de todo, para mostrar a los desviados el camino de la rectitud cual pastor con su rebaño. Abrió el sello del tomo sagrado, que siempre pendía sujeto a una cadena de su cinturón, y leyó la primera página: " Camino por la senda de la Justicia. Aunque esté sembrada de cristales rotos, la recorreré descalzo; aunque cruce ríos de fuego, pasaré sobre ellos; aunque se extiende a lo ancho, la luz guía mis pasos..."
  5. 1 point
    De arriba a abajo. Documento conseguido por Eleandris tras investigar en la Sala de los Archivadores - Cuartel del Sur. Es el informe de una exploradora donde documenta la Batalla del Muerto de Dos Cabezas. Ubicación de un Zigurat para explorar y ver que se encuentra. Eleandris: Advertir, Buscar, Rumores, Atletismo 5h Miguel: Advertir, Buscar, Rumores, Esencia Sagrada 5h Bourn (Master) - Tipo de Rol: Social. 5h
  6. 1 point
    Historia Las botas metálicas resonaban por las calles de Quel'thalas. Azálea caminaba prestamente hacia la mansión familiar. Por el camino, pudo ver como una pareja se besaba en un banco a la sombra de los bellos árboles de la ciudad. Todos corruptos, libertinos. Hacia muchos años que el humor de Azálea había ido volviéndose más arisco. Hija mayor de una poderosa familia noble, había sido criada con todo tipo de lujos y atenciones a su alrededor. Por desgracia para sus padres, su pequeña hija había rechazado los vestidos y enseñanzas sobre música y danza, y se había interesado mucho más en el culto de la fe en la Luz y las artes de la guerra. En el camino a su hogar, Azálea era consciente de la corrupción que la rodeaba. Inconscientemente, acarició con suavidad el pesado libro de gruesas hojas que apretaba contra su peto. Un libro sobre la filosofía de la Luz. Llegó a su hogar, ubicado en una de las antaño calles más respetuosas de Quel'thalas, ahora casi abandonada. El ataque de la Plaga había acabado con la vida de la mayoría de los que habitaban esas casas. Las bellas fachadas, pese a estar en buen estado, puesto que el gobierno de Quel'thalas se encargaba de que así fuera, estaban abandonadas. Hacía años que no se escuchaban las risas de los nobles en sus habituales cenas por sus salones, ni la música de los delicados instrumentos en las clases que recibían las hijas nobles. La fachada de su casa no era distinta a las demás. De mármol de buena calidad, dos finos balcones con barandas de complico diseño se encontraban a cierta altura, sobre la pesada puerta de roble, adornada con finas siluetas de bellas danzarinas. Tras un ligero suspiro, como la mayoría de las veces que observaba la gloria de lo que había sido, entró. Por dentro, la apariencia no podía ser más distinta. El recibidor, con la amplia escalera que se dividía en dos hacia el piso superior, estaba en penumbra. Telarañas crecían sobre las paredes,y el polvo se acumulaba en muebles recubiertos de sábanas blancas y el suelo. La Sin'dorei caminó lentamente, mientras los recuerdos acudían a su memoria. De pequeña, había sido una chica hermosa, pero silenciosa, que prefería estar rezando, o leyendo sobre diversos temas, que yendo a jugar por los jardines, o coqueteando con otros chicos de su edad. Su futuro era casarse con un joven y apuesto noble, de familia adinerada, y así traer la gloria a su familia, o eso repetía siempre su madre, Ardhoniel, una Sin'dorei de carácter severo, que amaba sus hijos por encima de todo. Ella inculcó la fuerte doctrina de la Luz en ellos, enseñándoles la compasión, el perdón y la tenacidad. La fe se hizo fuerte, ahí donde todo lo demás se desmoronaba. Sus padres habían muerto, así como la mayoría de sus conocidos en el ataque de la Plaga. Tras dejar el códice en su cuarto, la única parte de la casa que daba la sensación de estar habitada, sin contar la de su hermano,Heim'doriel, fue a las cocinas. Los hornos y fogones estaban negruzcos por el uso. Sus padres criticaban el uso de la magia para cosas tan mundanas como la limpieza o la cocina, y para evitarlas, habían tenido en los buenos tiempos, una marea de sirvientes que se encargaban de todo. Azálea había aprendido a cocinar de una de estas sirvientas, una elfa anciana de carácter amable. Su madre se enfadó al enterarse, pero Azálea, como joven a la que le gustaba aprender, sobretodo cosas útiles como esas, y que amaba el movimiento y las tareas físicas, había insistido. Nunca había sido su fuerte, pero la reconfortaba, y le permitía distraerse de preocupaciones más acuciantes, como la corrupción que asolaba su amado país. La comida que preparó era humilde, como todas las que había hecho desde la aciaga invasión. Pese a su porte noble, y su esplendoroso hogar, hacia mucho que el dinero era un bien escaso en la familia Belore'zaram. Antaño linaje poderoso, se había visto reducido a solo dos miembros. Azálea, la jefa de casa como hija mayor, y Heim'doriel, su hermano menor. Llevó la ennegrecida cacerola hacia el pequeño estudio que usaban para comer ella y su hermano. Hacia mucho que habían dejado de hacerlo en el inmenso comedor de la casa, pues este, al igual que el barrio entero, transmitía un sentimiento de nostalgia y un pasado mejor insoportable. Como otras tantas noches, habló con su hermano sobre sus preocupaciones mientras tomaban la humilde comida. La corrupción continuaba asolando Quel'thalas. Magia usada de manera irresponsable, energía vil flotando en el ambiente. Hacia bastante tiempo que Azálea se había propuesto cambiar todo eso, pero seria un trabajo arduo y complicado. Sus únicas armas: Su fe inquebrantable en la Luz, y su tenacidad. Tras la cena, llegó el momento que más odiaba. Subió a su habitación, y comenzó el ritual de quitarse la armadura, regalo de su padre muchos años atrás. Este, pensando que había sido un capricho, le compró una bonita armadura de gala, que la propia Sin'dorei se encargó de modificar, y pintar de colores negro y rojo, cuando la nación habia caído. Azálea se quedó con el camisón y pantalones de lino, única ropa que llevaba bajo la armadura, y como siempre que se quitaba la coraza, se sintió desprotegida. Sabia que no corría peligro en su propia habitación, pero la armadura de metal representaba la propia coraza que ella misma había formado a su alrededor, como método de protección para con el mundo exterior. Un mundo que la aterrorizaba, pues no lograba comprenderlo. Se metió en su cama, dejando las ascuas encendidas, y una vez sola y en la oscuridad, los amargos recuerdos volvieron. -Mira Azálea, te presento a Thereon Sunedhore. Su padre es un buen amigo mio, un noble importante, ¿Por qué no le enseñas como tocas el arpa? - Su padre presentaba a los jóvenes. Azálea tenia por aquel entonces 64 años. Un apuesto y bien vestido Quel'dorei sonreía a Azálea. Tenia el pelo del color del fuego, al igual que su padre, un elfo con una ligera papada que se encontraba tras él. Azálea los conocía a los dos. Su padre y su madre no habían parado de hablarle de lo inteligente que era Thereon, de lo simpático que era Thereon, e incluso de lo bien que bailaba Thereon. Ella no comprendía a que venia tanto interés repentino por que ella se llevara bien con ese jóven elfo, hasta que su hermano menor, Heim'doriel , le había abierto los ojos. Se encontraban en uno de los jardines de Quel'thalas cuando se lo dijo. -Padref y Madfre quieren que te cafef con efe chico.- Heim se estaba comiendo unos pastelillos de los que habían llevado para merendar mientras se lo había comentado. -Lof he oído hablaf y dicen que ef hijo de un noble poderofo... que fera bueno para nueftra cafa... Azálea se había quedado pálida como el hielo, incluso más de lo que ya era de por sí. La furia había comenzado a invadirla en ese instante. -¿Y no les importa que no me pueda gustar ese chico? ¿Y... y si no lo quiero a él? -Su jóven hermano se había encogido de hombros, mientras jugueteaba con par de hebras de césped. Esa noche, Azálea había pataleado, gritado, llorado y luego, en su habitación, rezado hasta haberse quedado dormida. Por suerte para la jóven, resultó ser que ese tal Thereon no era hijo legítimo, y tras muchas peleas, y una casa noble quedarse sin heredero, la boda había sido anulada. En ese momento, la fe de Azálea se fortaleció. Las eternamente verdes hojas se mecían suavemente con la brisa del atardecer, bañando con su fresca sombra a una pareja de elfos sentados en un banco. El hombre, de pelo color azabache, hablaba con tono teatral y empalagoso a una joven elfa. -Eres especial, paloma mía, mi amor por ti es tan alto como la más alta montaña- Azálea se encontraba en un banco. A su lado, el apuesto Gilthas Kithirion, un joven y apuesto criomante, y en su tiempo libre, poeta. La elfa tenia unos escasos 72 años por aquel entonces, y había caído en las redes del apuesto Gilthas. Él le había prometido que se comprometerian, que se encargaría de todo. Y Azálea, con su ingenuidad de una joven mujer que ha pasado la mayoria de su tiempo rezando, estudiando o entrenando, lo había creído. Desde que lo conoció, no podía evitar oír murmullos y sonrisas a su paso, pero el amor le había hecho ignorarlas. Una de sus “amigas” incluso le había insinuado que Gilthas era un Don Juan, y que solo la quería para lo que la quería, pero ella, aduciendo que ni siquiera se habían besado, la había ignorado. Como otras tantas veces, había sido Heim'doriel , el que le había abierto los ojos. Era de noche, cuando él la había despertado apresuradamente. -Vamos hermana, levanta, quiero que veas la verdad.- Azálea se desperezó, y se extrañó de que su hermano estuviera vestido, pero su confianza en él era tan grande como su fe en la Luz, y no titubeó en seguirlo. Corría apresuradamente por las callejuelas tras su hermano. Él no respondía a sus insistentes preguntas, y se limitaba a decir que “Ya lo verás con tus propios ojos”. Y lo vió. Sí que lo vió, aun que en el fondo de su alma, desearía no haberlo visto. En un banco, debajo de un árbol, se encontraba Gilthas. Y no estaba solo. Con él, otra elfa, que a diferencia de Azálea, si había decidido entregarse a Gilthas. En ese momento, Azálea se quedó sin respiración. Había corrido como no lo había hecho nunca. Se derrumbó en su cama, y lloró como nunca antes lo había hecho. Había abierto su corazón al mundo por primera vez, y lo habían apuñalado y vaciado, saqueándolo por completo. A la mañana siguiente, su madre no pudo evitar preguntarse qué había ocurrido, para que su inocente aun que alegre hija, se hubiera vuelto una fría losa de mármol. El asalto de Quel'thalas por la Plaga también vino a su mente esa noche, como la mayoría, pero estos recuerdos eran más confusos, empañados por el horror y el pánico que había sentido. Había suplicado que la dejaran luchar, que se había estado entrenando todos esos años para algo como aquello, pero su padre la había ignorado. Cuando se preparaban para partir, la Plaga atacó. El caos, la muerte y el horror la rodeaban. Vió morir a su alrededor a muchos de sus seres queridos, entre ellos a sus propios padres, pero para su suerte, cuando su propia fortaleza había fallado, la estoicidad de su hermano menor, había salvado su vida. Había sentido la sed de magia, como toda su gente, pero su fe y su autocontrol, le permitieron superarla. Había notado como la luz la abandonaba cuando sus hermanos de raza se sumían más y más en la corrupción, pero por su amor hacia su gente y su familia, se prometió que purgaría el reino, y volvería a ser bendecida por la luz. Su fe se vió incrementada, y con la restauración de la fuente, no hizo más que reafirmarla. En la oscuridad de su lecho, la ya madura Azálea, lloró como lo había hecho esos días. En esos momentos, cuando la armadura de mármol e hierro endurecida por la fe desaparecían, volvía a ser la inocente niña, que en su día había rezado para que sus padres no la comprometieran con un joven que ni siquiera conocía. Pero como siempre, la noche terminó, el sol salió, Azálea meditó, rezó y volvió a vestir su armadura. La metálica y la personal. Una que la protegía de los ataques físicos, y la otra, de unos más abstractos, pero no por ello menos dolorosos. Tenia una misión que cumplir. Una misión que pondría a prueba su fe, y su propia cordura, pero que llevaría a cabo, o sucumbiría como la mayoría de su gente en el intento.
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