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Roleros Destacados


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  1. 2 points
    Sacrificios y Comienzos -¡Ay! ¡Ten mas cuidado, Alay, me tiraste del cabello...! -Lo siento. -No sé como logras tirarme del cabello con ese cepillo de cerdas suaves. -¿Lo hago? Lo siento, Lyl-respondi taciturnamente. Guardamos silencio ambas mientras le cepillaba el cabello. El sol vespertino entraba por las ventanas, abiertas de par en par para refrescar la casa en esa tarde particularmente calurosa. No prestaba demasiada atención. -¡Lo hiciste otra vez!-dijo Lylia apartándose-¿Qué pasa hoy contigo Alay? -No es nada, sólo estoy un poco distraída. -No eres tan buena mintiendo. ¿Pasa algo malo, no? ¿es sobre Elegost? ¿o alguien te dijo alguna idiotez? -No uses ese lenguaje, Lylia. Y no. No es nada, descuida. Solo han sido un par de noches duras en el trabajo -¿Segura? Puedo conseguir un trabajo y... -De ninguna manera. Ahora ponte el vestido blanco bonito y el sombrero que te compré. Llegaremos tarde a la Iglesia. -¿Tenemos que ir? El incienso me hace estornudar y todos los ancianos de allí huelen a ático rancio. -Es importante ir a la Iglesia para una formación espiritual completa y mantener una moral... -Sí, sí...una moral intachable. -Exacto. Y es bueno que alguien... -Sí, lo sé, lo sé. Que alguien nos diga que hay bondad en los corazones y que depende de nosotros buscar las formas de exteriorizarla. No me des mas la lata. -Ya, ya vístete. Cuando Lylia se hubo marchado me desplomé sobre el sofá. Estaba sumamente agotada. El trabajo de cantante de la posada "Tres Arroyos" no era lo suficientemente bien pagado, ya que repartían una miseria entre yo y otros dos artistas. Un elfo mimo muy divertido y una enana bailarina de inusitada gracia. Pero era dificil encontrar un trabajo lo suficientemente bien pagado y que además no me quitara el tiempo que podía pasar con Lylia. Suspiré pesadamente. ¿Quizás podía vender pan? No...la harina había aumentado de precio. Me froté las sienes con ambas manos. Volví a respirar hondo y me puse en pie para alistarme para ir la Iglesia. Cuarenta minutos después ambas ibamos camino a la Iglesia. -¡Te dije que eligieras antes tu ropa!-me increpó Lylia. -¡Ya sé, ya sé! ¡No tenemos relojes en la casa! -No culpes al tiempo por tu falta de organización. -¿Quién te dijo tal cosa? -Tú. La ceremonia ya había empezado para cuando las mujeres habían llegado. Un par de novicios las miraron de forma reprobatoria al ingresar tarde. -Buenos días, hermanos. Siento mucho irrumpir así... -Sientese, mujer. Y por favor baje la voz. -Si, si... Se sentaron en un banco y procedieron a sentarse a oir las palabras del Padre Termekores. -La Luz ofrece consuelo a aquellos que la buscan. En las palabras de Santa Ariadna al dirigirse contra el Brujo del Bosque Verde "No lucho sola, Oscuro, la Luz lucha conmigo". Es decir,que la Luz siempre nos acompaña. Nos abraza con su suave afecto. Y protege a los niños y los justos. Con ell... El padre dejo de hablar de repente. Un suave sonido se oía entre la gente, callada. El padre arqueó una ceja. En la ultima fila, una elfa y una muchachita dormitaban. La humana roncaba sonoramente. -¡Pero! Vaya insolencia...¡señoritas! -¡AH! ¡Estabamos meditando lo que decía, señor!-exclamó Lylia al despertarse -¡Lo siento, padre, no queríamos dormirnos! El padre, con un negación desaprobatoria, reanudó el sermón. -Lo siento, Alay. Pero temo que no podremos mantener más tres espectaculos a la vez-dijo Madame Clementine, la dueña de la posada-Lo siento mucho cariño-repitió. -P-pero ¿entonces prefieren al mimo y la enana? -Oh, no, dulzura, los despedimos a los tres. Ha llegado una elfa con una orquesta que se toca sola y valdrá la pena pagar por ella un poco más que lo que podíamos pagarles a ustedes. Se llenará el lugar. Lo siento, amor. Negocios-se encogió de hombros. Alay salió de la posada con su estuche en una mano y lo que le quedaban de monedas en la otra. Quería llorar. Pero no se lo iba a permitir. No podía. Suprimió el nudo en su garganta.Se limpió la nariz con su pulcro pañuelo y emprendió el regreso a casa. Pasaría por otros tres establecimientos, consultando si estaban dispuestos a contratarla o al menos permitirle tocar por unas monedas. Al día siguiente, despertó antes de que Lylia se despertara y caminó por las calles vacías del centro de Villadorada. Poca gente caminaba por el lugar a esa hora, ya que aún no se abría el mercado ni comenzaban las actividades en la alcaldía. Su estómago le rugía, pero prefirió ignorarlo. Podía comer luego del caldero comunitario que montaban en el mismo mercado. A medida que el mercado se fue llenando consultó a cada puestero si necesitaban una trabajadora. Pero solo encontró respuestas negativas. -Lo siento, eres demasiado...pequeña. No podrías ni levantar una de las cajas con patatas que traigo. -¡Oh santo cielo, no! ¿Una elfa trabajando en mi puesto? No, no es nada malo pero...¿que dirían los demás? Ahora vete, me espantas la clientela. -No lo creo. No te puedo contratar, tengo a mis hijos para evitar eso. ¿no vendes ese laúd, de casualidad? Respuestas así fueron todo lo que recibió. Cada día repetía la misma rutina, buscando un lugar donde trabajar, y al no encontrarse con algo, se resignaba a tocar y cantar por unas monedas. Pero no era suficiente. Nada era suficiente. Las semanas se convirtieron en meses. Pero Alay no se permitió flaquear un segundo. En secreto vendió toda la ropa que había conseguido. Salvo, para evitar sospechas de parte de Lylia, un par de conjuntos y su ropa para la Iglesia. Excusó su cambio de rutina con que le habian asignado un horario diurno -Pagan un poco mas, Lyl. Así que tenía que aceptarlo. Y ahora comete tu sopa de rábano y vamos a repasar escritura antes de irnos a la cama. -Tu no has tomado casi nada, Alay. -No tengo tanta hambre. Comí algo de estofado en la taberna. Alay cada día se encontraba más desmejorada. Tosía con frecuencia y su piel era fría al tacto. Unas enormes ojeras se dibujaban bajo sus ojos y siempre parecía agotada. La elfa se apagaba poco a poco, cada día más débil. En una fría tarde otoñal paseaba por el mercado cuando su vista se posó en un objeto en particular. Un precioso reloj de bolsillo color bronce. Una fina cadena de la misma tonalidad lo adornaba. Era precioso. Pronto su mente divagó a recuerdos viejos. Tardes junto a su padre en su taller. Dado que no se le permitía salir afuera demasiado, prefería pasar el tiempo en el taller de relojería de Kerys. Tic...tac...tic...tac... Era el sonido infinito del lugar. En su escritorio de madera clara, el Señor de la familia Aureaster creaba pequeños artilugios mágicos y de relojería. Pero la infante Alay jamás había podido desentrañar los misterios de la creacion de artefactos tan precisos. -¿Usan magia? -No. No es correcto depender de la magia para todo. Y es más divertido hacerlo sin ella. Es un desafío. -Suena a que prefieres frustrarte. -Al contrario. Me parece emocionante encontrar como cada pequeña tuerca y cada diminuto resorte trabajan juntos para formar algo más grande. Lo entenderás cuando crezcas. La pequeña Alay sonrió. Y de vuelta en el mercado, la Alay adulta también lo hizo. -¿Le gusta el reloj, señorita?-preguntó el vendedor. Un gnomo de engominado cabello verde-Tómelo y revise su calidad sin compromiso. -Es precioso-dijo pasando un dedo por el acabado cobrizo y por el cristal prístino,detrás de su tapa- Pero no cuento con dinero para tal lujo. Tenga un buen día. Alay volvió la vista antes de irse para ver otra vez el reloj. Y se alejó del mercado. Se ciñó aún más su capa y sus raídos mitones de lana. Viejos y descoloridos. Vagando por las calles terminó llegando a la Abadía de Villadorada. Decidió entrar. Dentro había poca gente, la mayoría rezando y murmurando rezos por lo bajo. El ambiente era calmo y silencioso, como si cualquier sonido fuese amortiguado por el aura del lugar. La mujer se quedó en respetuoso silencioso y bajó la cabeza, pensativa. Pronto se sumió en una plácida siesta. En su sueño sentía calma. Sentía paz. Veía a su madre, Vissalia, que la llevaba de la mano a través de unos jardines preciosos. ¡Los jardines del Sagrario! Ah...que preciosos recuerdos. Pero Alay era adulta, no era la niña que debía ser en ese recuerdo. -Alay...sal. Dime ¿dónde te escondes, amor? Alay adulta se giró y detrás de un arbusto de flores rosa, vio a la versión pequeña de ella misma. Instintivamente se acercó. -¿Estás bien? ¿Que sucede?-se pregunto a su versión infantil. -Voy a irme de casa. Todos mis hermanos se fueron a vivir aventuras y hacer algo de sus vidas. -Ah...¿y a donde irás? -Me volveré una fuerte Forestal, como papá antes del accidente. -Ya veo. Si es lo que quieres ser...adelante. Ella sabía que nunca se cumpliría tal sueño. Y ni siquiera en el futuro. Alay no era una guerrera poderosa, aun cuando su salud había mejorado con los años. La inocencia de su infancia la hizo sonreír. Decidió sentarse junto a si misma. -¿Y luego qué? -Pues...pues ¡nadie podrá decirme que hacer y podré estar afuera todo el día! -Mmmh ya veo-se rió un poco. -¿Que te causa tanta risa, eh?-dijo la pequeña Alay de forma violenta-¡Seré Forestal! -Nada, nada. Solo recordaba algo. ¿No preferirías hacer otra cosa? -¿Que otra cosa podría ser? ¡No quiero ser aburrida como Asarys! -Oye, Asarys no es aburrido. -Lo es. Cría mariposas. -Es un muy sano pasatiempo, no seas cruel. -Es un perdedor. ¡Yo me iré de aquí y no volveré a ver atrás! O tal vez solo vuelva para demostrarle a Asarys que soy muy fuerte y capaz. -Podrías ser...mmh...una mensajera. -¿Mensajera? -Claro. Llevarías mensajes, cartas y escritos de aquí para allá. -¿Visitaría lugares? -Claro. Viajarías por todo el Reino e incluso fuera de éste. Y no tendrías que andar por ahí cortando y peleando con toda la sangre y eso. -Si...la verdad no querría ensuciarme mucho. La voz de Vissalia sonaba cercana, llamando a su hija con creciente preocupación. -Creo que debería irme-dije la pequeña-Creo que tengo que pensar mejor esto. Digo...no quiero zambullirme en algún oficio que luego no me gustará. -Cierto es. Anda ve. La pequeña Alay salió disparada de su escondite y corrio a reunirse con su madre. Alay sabía como seguiría la escena. Su madre la abrazaría preocupada y la llenaría de besos. Luego tras una charla con algo de comida de por medio, Alay contaría su descontento. Y su madre le diría: -Algún día encontrarás algo que hace que tu corazón se inflame con pasión. Y también encontrarás un rol que te haga sentir que haces la diferencia. Y cuando ambos se unan, allí encontrarás lo que quieres hacer. Aún eres joven y hay mucho por escribirse. Sigue tu camino y no te compares con otros, porque hay algo que solo tu puedes hacer, cariño. Alay recordaba eso perfectamente. Su madre, de cabello corto y plateado. Aun podía sentir la suave caricia que le dio en su frente cuando le dijo aquello. Y casi lo sentia ahora. Se despertó y lo primero que vio fue a una humana, de piel bronceada y ojos negros, observandola fijamente con una mano en su frente. No debía de tener mucho más de 50 años, de nariz ganchuda y labios finos. De su palma salía una suave luz. -Tranquila. Aún estás muy afiebrada. Estabas temblando y murmurando entre sueños, Alay. Debes descansar. Alay se dio cuenta que estaba en una abrigada cama, en lo que debía ser, dado lo austero de su apariencia, una habitación de la abadía. -¿Como sabe mi nomb...?-pero al mirar hacia la puerta de madera vio a Lylia sentada en un taburete. -Te ha estado buscando. Nos contó por lo que has estado pasando. Lylia se encogió de hombros,tratando de fingir inocencia. Alay se sintió un tanto avergonzada. -Oh...ya veo... Lylia se acurrucó junto a Alay y cuando la sacerdotisa se hubo marchado, ambas no dijeron nada. Simplemente se mantuvieron abrazadas hasta dormirse. A la mañana siguiente, la Madre Hestia Hallow se acercó al cuarto donde estaban alojadas con una gran bandeja de pan recien horneado, mantequilla y un tazón de té. Alay los devoró educadamente, pero casi sin pausa. Cuando hubo terminado, la Madre le expresó el conocimiento que tenía sobre sus problemas, por parte de Lylia. -Sé que no querrías quedarte aquí de forma gratuita. Por lo que si lo deseas hay mucho trabajo en la Abadía. Comidas que hacer, ropas que remendar. Ah y no tenemos quien cuide del jardín después de que la Hermana Isadora sufriese una indisposición..ehm...permanente. Yo necesito algo de ayuda también. No soy tan joven y a veces requiero ayuda. Alay reprimió su orgullo y asintió. Era trabajo. -Estaré sumamente agradecida siempre por esto, Madre. No la defraudaré. -Ah...la legendaria formalidad élfica. No hace falta nada de eso, cariño. Les traeré más pan. Están en los huesos. Antes de que el gallo cantase, ya me encontraba despierta. Nunca era un día igual. Me recogí el cabello, me puse el delantal y comencé con las tareas matutinas. A mi lado Lylia aun dormía. Era mejor así. Desde que nos habíamos mudado a la abadía todo era diferente. No más fácil porque trabajabamos de sol a sol, pero diferente. -Buenos días, hermano Kalvin. -Buenos días, Alay-respondía el al cruzar su camino con el de la elfa, que parecía flotar cuando caminaba por los pasillos. -Muy bien, veamos...-tomé mi lista de la semana-Oh...hoy es la clase de coro. Un mes después de que me había mudado, la Madre Hestia sugirió que montara un pequeño taller de coro. Así que dos veces a la semana organizaba a los niños para cantar. -Pero eso será después del almuerzo. Mmmh... Marché al jardín. Se encontraba bastante bien. Hacía una semana había podado mi área asignada e incluso se me había permitido plantar un arbustillo de lavanda. Adoraba el aroma y esperaba que me permitieran hacer un perfume con ello. El invernadero se encontraba en perfectas condiciones. Algunos pimientos comenzaban a estar listos para cosecharlos y las semillas extrañas que había comprado estaban dando un pequeño brote. Según el vendedor eran "sandías" y eran un manjar muy delicioso. Ideal para el verano. Y para las diez de la mañana ya había barrido los escalones de la entrada y limpiado el atril y los asientos. Aun faltaba un rato para el almuerzo. Recordé que la mayoría de los novicios se habían marchado al pueblo a pasar el día. Decidí poner en marcha mi plan. El Archivo de la Abadía no estaba abierto para una trabajadora como yo. En menos de lo que esperaba me encontraba frente a la puerta del Archivo. Hacia meses deseaba entrar y leer un poco, algo, lo que sea. Me aseguré de que nadie estuviese cerca y empujé la puerta y la cerré detrás de mi en un santiamén. Robustas mesas de roble parecían empequeñecer ante las altas estanterías, llenas de libros y pergaminos. El aroma típico de libros añosos me llegó a la nariz y me hizo sonreír. Me moví de la puerta hacia el pasillo más cercano a mi derecha mientras pasaba los dedos por los lomos. Tomé un libro al azar. Rezos y algunos salmos. Y una larga disertación filosófica sobre la naturaleza de la Luz. Lo leí durante un rato, pero quería seguir explorando. Algunos nombres me resultaban familiares. Los había oído en charlas entre novicios. Seguí caminando, perdiendome entre toneladas de saber. Sabía como eran las investigaciones teológicas en los Sagrarios, ya que había acompañado a Elrys alguna vez y a mi madre siendo más pequeña. Pero esto era distinto. Tan rústico, tan primitivo. Sin embargo estaba cargado de poder. Podía sentir como esos libros exudaban saberes, errados y correctos, sobre la Luz. Me parecía fascinante. Y hasta se habían desvivido por recrear o rescatar algunos libros cuando Lordaeron cayó. Era digno de respeto. Me detuve frente a un libro precioso. El tiempo no había hecho mella en sus dibujos plateados en el lomo. Me pareció algo familiar. Y al abrirlo noté que estaba en thalassiano. El titulo rezaba: "El Idioma de la Luz". Era un compilado de vivencias de elfos que habían tomado el manto de la Luz y habían partido fuera del Alto Reino. Algunos se habían establecido en ciudades humanas. Otros regresaron a casa. Otros tomaron un rol errante,guiados por la Luz a donde fuesen necesarios. Estaba tan enfrascada en la lectura que no noté cuando Hestia me dio una palmadita en la espalda. -¿Estas ocupada?-dijo con tono entre curioso y divertido. Di un respingo y abracé el libro. -¡Disculpeme Madre! Es que no esperaba que... -¿Que alguien te descubriera? -¡Sí! ¡Digo no! Yo solo querá pasar a leer algunos libros. La morena se rió, apoyada en su bastón. -¿Por que no te vuelves una novicia, Alay? Por unos segundos me quedé allí, paralizada. Pero en ese instante lo noté. Como algo que estaba allí y no lo habías notado antes. Donde podrían unirse mis caminos. El corazón me latía con fuerza. -Sí-logré murmurar.
  2. 1 point
    ¡Ciudadanos de Elwynn! La Guerra Gnoll hizo que algunas de nuestras más esperadas tradiciones tuviesen que dejarse de lado en pos de la supervivencia y recuperación Es pues motivo de orgullo y satisfaccion retomar una de nuestras ferias mas queridas: La feria del Leon. Sera, la luz mediante, en la próxima luna creciente del segundo mes del año. ¡Acudid y honrad a la tradicion! //Evento de varios dias en la zona de Elwynn y organizado por las autoridades de Villadorada. Se puede hacer de todo: - Rol previo de montaje, con lo que los personajes con profesion pueden rolear. - Puestos de bebida, comida, recuerdos, etc... - Puestos de organizaciones para reclutar miembros. - Hay una zona de espectáculos donde se pueden organizar torneos, competiciones y bailes. Y en general cualquier idea que se os ocurra. Las fechas son del 22 al 25 de Febrero, aunque puede haber rol previo desde ya. Enviadnos un MP, bien a mi bien a Malcador, todos aquellos que esteis interesados en tener un puesto en la feria ya sea de organizacion o de cualquier otro tipo (venta, recreativo) tambien si quereis organizar algun tipo de torneo o cualquier idea que tengais. Esperamos que disfruteis con el evento.
  3. 1 point
    Desconozco el /la autor/a Nombre: Alan Woode Raza: Humano Sexo: Hombre Edad: 17 Altura: 1'79 m Peso: 63 kg Lugar de Nacimiento: Ventormenta Ocupación: Estudiante Descripción física Algo alto y delgado, con el físico justo para trastear por los campos pero no el suficiente como para poder ganarse la vida del mismo. Tiene el pelo castaño oscuro, largo y alborotado. Una sombra de pelusilla sobre el labio es todo el vello facial que posee, y eso y su mentón poco perfilado le da más aspecto de crío del que desearía. Ahora viste ropas algo andrajosas, llenas de remiendos y con olor a tierra húmeda. Sus ojos son claros, verdes y marrones, como leña y musgo. Mentalidad Curioso, activo con lo que le interesa y fácil de aburrir con lo que no. Bastante dormilón y a veces despistado. Tiene buena cabeza, buena memoria y suele darle a la sinhueso con alegría (salvo si ha dormido poco o nada). Encajaría dentro del perfil neutral bueno. Historia Alan apareció un día de ira y caos, de muerte y miedo. Los hermanos Woode lo habían encontrado berreando entre tablones en un cuartel a medio hacer en una Ventormenta que daba sus primeros pasos tras la Segunda Guerra. Baldwin y Martin Woode eran carpinteros de profesión, naturales de Lordaeron, y supusieron que aquella criatura surgida del serrín debía ser un regalo de la providencia o la desafortunada víctima de un gobierno de nobles que se negaba a pagar por el trabajo ya hecho. Había habido un caos terrible desde la muerte de la reina Tiffin y el número de huérfanos y familias rotas no hacía sino crecer. Así que Alan perdió un padre y una madre pero encontró dos nuevos. Tras sopesarlo con tranquilidad y algo de tabaco, los hermanos decidieron que no podían enviarlo con sus familias a Lordaeron y no vieron con buenos ojos echarlo a un orfanato que estaba hasta los topes. Decidieron adoptarlo, ponerle de nombre un sencillo “Alan” y criarlo como si fuera suyo. Después del tumulto con el origen de los Defias, y dado el trasfondo de relación de los hermanos Woode con los Stonemasons, decidieron pasar desapercibidos trasladándose al aserradero de la Vega del Este. Y allí creció Alan, entre el campo y el lago, entre el esfuerzo diario por intentar encontrar el interés en ser leñador y su verdadera pasión: la naturaleza. Llegó a ser un adolescente guapete, afable, muy tranquilo pero sobre todo curioso. Pero lo bueno siempre llega a su fin, y el pasado de los hermanos Woode volvió en forma de viejo conocido de decisiones pasadas cuestionables. Un conocido del oficio que había decidido unirse a los Defias llegó a su cabaña en el aserradero y cuando quisieron darse cuenta, estaban metidos hasta las cejas en la Hermandad. Temiendo por sus vidas y descartando por completo la posibilidad de unirse a la guerrilla, huyeron a donde aún les quedaba algo de familia: Costasur. Alan nunca estuvo de acuerdo con la decisión, pero el destino es así de curioso. Al tomar el último barco a Trabalomas, Martin le compró un viejo a modo de disculpa: “Cien hazañas del Mago Vortein”, un libro de historias tergiversadas sobre un mago ficticio y su papel en el reino de Lordaeron. Ese libro sentaría las bases de lo que Alan quería llegar a ser: bondadoso y sabio, poderoso y justo. Y con la cabeza llena de pájaros, llegó a Costasur. Los años en Costasur no fueron los mejores: la familia de los hermanos Woode no hablaban sino mal del muchacho, Martin cogió una enfermedad del pecho y en un par de años estaba criando malvas y Baldwin nunca levantó cabeza. Alan se dedicó a escaquearse, perderse en los campos de Trabalomas y pasar las horas con su gran afición: trepaba por los álamos del río, levantaba en busca de almejas las arenas negras de la rivera, pasaba las horas haciendo un pequeño herbario con cada flor que encontraba y aprendía sus propiedades de maneras poco ortodoxas. Y cuando la familia de los Woode se hubo cansado de mantener a la sanguijuela que habían traído los hermanos desde el sur y trataron de meterlo en vereda, fue la gota que colmó el vaso. Quemaron las “Cien hazañas del Mago Vortein” y con él cualquier respeto de Alan por la familia de sus padres adoptivos. Solo hizo falta un saco de pertenencias y recuerdos, un puñado de monedas y un capitán de navío despistado para que Alan se volviera el polizón perfecto y pusiera rumbo a Ventormenta, siguiendo la senda del Mago Vortein.
  4. 1 point
    El Ayuntamiento de Villadorada busca mano de obra dispuesta a colaborar para traer algo de alegría a la ciudad, trabajando en la construcción de los puestos para la futura Feria del León. Se buscan: -Obreros -Albañiles -Carpinteros -Peones. Abstenerse: -Niños y Niñas menores de 8 inviernos -Mujeres encintas -Personas mayores de 65 inviernos - Pelirrojos Se pagarán 10 monedas de cobre por jornada de trabajo. El Ayuntamiento no se hace cargo de cualquier tipo de accidente durante la construcción de los diversos puestos para la feria. Que la Luz os bendiga, Gloria al Imperio y a nuestra amada Emperatriz, Firma: El Concejo de Villadorada //Los días 19-21 se harán roles narrados para los personajes interesados en trabajar en la construcción de la feria.
  5. 1 point
    Alan se sentó entre los barriles de la bodega de la Ninfa Bailarina. Le había devuelto sus pócimas a Percival, pero había decido olvidar una de las velas para poder leer aquí, en un ambiente mucho más tranquilo que la bulliciosa sala común y los ruidosos dormitorios. Abrió el libro por el capítulo de conjuración. Llevaba un par de días atascado con esta escuela y cuando le pidió consejo a Percival este le advirtió que no era moco de pavo. Pero le dio un buen par de consejos y si ya había conseguido transmutar un tenedor, ¿cómo de difícil sería invocar uno? Carraspeó y leyó en voz alta: "El arte de conjurar es una técnica que requiere no solo de un gran poder de concentración sino de considerables dosis de creatividad. Comencemos pues, por el más básico de los hechizos de esta escuela: convocar un objeto no mayor de medio metro y menor de 2 Kg de peso. Bien, a estas alturas el alumno debería haber pasado el tiempo suficiente con este tomo como para recordar su aspecto, su peso, su forma, su tacto y puede que hasta su olor. Debería ser el objeto perfecto para un principiante". Cerró el libro y lo miró. La ilustración del alumno chamuscado de la portada le devolvió una mirada incómoda y recordó la última vez en la que se fijó en este. Fue en su primera noche en La Capital, hacía casi una semana. —Todo había empezado tan bien...—Suspiró con melancolía. Durante un puñado de días tuvo un mentor arcano, un techo, comida y bebida, compañeros que se preocupaban por él y un trabajo. Su jefe era excepcionalmente paciente y agradable con él y, por vez primera, había trabajado con ilusión la madera. Pero todo aquello había quedado atrás la noche que encerraron a Percival y él y Alondra le contaron la verdad de Margot y Joshep. Después de haber arruinado a la primera persona que dio un cobre por él no podía volver a pisar esa taberna, ni mirar a los ojos a la pareja y parecía, de su conversación con Pecas, que el sentimiento era mutuo. ¿Y Nicholas? ¿No se merecía Nicholas una explicación de por qué no aparecía ya por el taller, ni por la taberna? Si podía aún recordar a alguien sin remordimientos de sentirse traicionando al anciano, era a Nich. Negó con la cabeza para despejarse. No: La Capital debía quedar atrás; Joshep y Margot debían quedar atrás; Y, por supuesto, Nich. Metió el tomo dentro del barril donde se había sentado y se alejó de este una decena de pasos. Dándole la espalda, dejó la vela frente a él y se sentó con cuidado en el frío suelo de la bodega. —Concéntrate... —Respiró hondo. Se imaginó en una situación de concentración parecida: disparando la ballesta de Margot. Para poder acertar al estafermo del ogro, debía estar sereno y mantener una respiración estable. Recordó a Nich y a Margot discutiendo mientras elevaba las manos como parte del ritual. Recordó a Nich palmeándole el hombro cuando acertó al ogro mientras sus labios se movían solos al conectar con las Líneas Ley. Recordó a Margot, ayudándole a apuntar mientras los ojos se le ponían en blanco. Recordó el tacto de la madera enana al apretar el gatillo, el sonido vibrante de las cuerdas de cáñamo encerado cuando disparó y el tambaleo del arma por el leve retroceso del disparo. «¡ZzzzzZAP!» El aire de la habitación hizo chupón frente a él dibujando un vórtice como si alguien hubiera arrancado ese espacio. Y un golpe de aire respondió al remolino de succión, dejándole un agudo pitido en los oídos. Cuando abrió los ojos, durante tres maravillosos segundos, la ballesta enana de Margot estaba ante él y a la vez no, parpadeando. Con un estallido de aire que apagó la vela, desapareció para volver con su legítima dueña y dejar al aprendiz a oscuras en la bodega.
  6. 1 point
    Las arañas de Camposanto no saben de trampas La carrera por la evolución más allá de la muerte contaba con la inteligencia del apotecarium y los fondos del guardia de la muerte Donnovan, con los cuales permite al grupo adquirir en Remol unas pocas estacas de madera y una cuerda, elementos básicos en la confección de la trampa que debería ahorrarles el trabajo en la captura de las arañas. El plan era sencillo y perfecto, esperar a que las arañas abandonasen sus nidos dentro de la mina en el inicio del periodo de caza nocturna, y forzadas a salir ser presas de la trampa que el grupo ubicarían en la entrada. Tal vez fuera por la inteligencia arácnida o porque los oscuros campos de Tirisfal confunden los ciclos de caza, por suerte los agudos sentidos del grupo permite anticipar al acecho de aquellas criaturas que pérfidamente se arrojaron desde las copas de los árboles. Lo que inicialmente iba a ser una trampa elaborada de tierra pronto se convirtieron en unas sencillas y peligrosas estacas que nacían del suelo, y la fuerza de la gravedad de las criaturas fue suficiente para convertirlas en pinchitos. Flechazos, dagazos y espadazos fueron suficiente para acabar con las restantes, no eran rivales dignos
  7. 1 point
    Cerró la puerta en el silencio de la madrugada. Miró con recelo las calles desiertas por las que ya sólo se movían las ratas y los maleantes, y cogió con cuidado la caja de madera que acababa de sacar de la trampilla de Percival. Llovía a cántaros, así que supuso que habría menos patrullas de lo habitual pero por si acaso había rellenado la caja por capas: al abrirla se veía una toga, el tomo de magia y un puñado de velas nuevas; pero debajo de todo, entre paja y paños, estaban los viales que Percival ocultaba en su trampilla. Consiguió escaquearse sin llamar mucho la atención hasta acabar en el Lago Espejo, cerca de la cascada. Miró la cantidad de viales de todos los colores posibles, algunos apestando a azufre aún cerrados y otros que dejaban las manos pegajosas tras tocarlos. Debía tirarlos al lago, con la caja y todo, por si la Iglesia investigaba algo más a raíz del incidente. Pero no lo hizo. Hace un par de días cuando llegó a estudiar, descubrió una pequeña cueva cerca del lago. Era estrecha, húmeda y mal iluminada así que no la exploró en su momento, pero ahora le venía de fábula para esconder el material. Dejó la caja en el límite de la luz. Estaba amaneciendo y apenas se veía nada, si se internaba más podría tropezar y echarlo todo a perder. Así que prefirió no meterse mucho y simplemente ocultarlo con algunos matorrales. Cuando terminó, el día ya estaba dando comienzo y el bosque estaba teñido de un azul pálido. Se sentó en la orilla del lago y lloró. Volvió dos días después, bien entra la mañana. Las cajas seguían ahí, entre matorrales resecos. Ahora se dejaba entrever el fondo de la cueva y un pálpito fruto de la curiosidad le empujó a entrar. Abrió la caja, cogió una de las velas y se internó. La cueva se hacía más y más estrecha, el techo más bajo y lleno de resquicios afilados y las paredes se iban cubriendo poco a poco de verdina. Se escuchaba el sonido amortiguado de la cascada, el goteo de las estalactitas y el aire estaba tan húmedo que le costaba respirar. Llegó hasta el final: una sala oval sin salida. El suelo estaba cubierto de guano y entre este crecían setas grises de aspecto gelatinoso. Paseó la vela frente a él y se percató que una corriente de aire proveniente de la pared la agitaba. Se acercó para ver una grieta amplia donde, como mucho, cabía un brazo. El viento soplaba con fuerza y si ignorabas el sonido de la cascada se le escuchaba silbar entre las rocas. Se agachó para ver mejor hasta dónde llegaba el agujero y escuchó como algo crujía a sus pies: de entre el guano sacó madera, cuerda, restos de tela roja y un cuchillo oxidado. —Alguien estuvo aquí hace ya mucho... Algo brilló por el rabillo del ojo desde el interior del agujero. Metió la mano con ansias hasta hacerse daño pero consiguió sacarlo. Era algo grueso, envuelto en tela ennegrecida por la humedad y el tiempo y bien cerrado con cuerdas de cáñamo. Se lo guardó en el zurrón y volvió con los viales a la Ninfa Bailarina.
  8. 1 point
    Sopló con cuidado sobre el papel para secar la tinta y se apartó para ver su obra con cierta perspectiva. Asintió satisfecho: 35 años en el negocio, cierta artritis en la mano diestra, pero no había perdido su toque. Ben, de “Ben: Tintas y Plumas”, estaba a punto de retocar la "P" mayúscula del primer capítulo de su biografía, cuando sonó la campanilla de su tienda. Levantó la mirada y forzó la vista, buscando que se reajustara a no ver de cerca, para encontrar un muchacho andrajoso, de pelo revuelto y algo grasiento, que le miraba con una sonrisa de oreja a oreja adornada con un desafortunado “bigote”. —¿Puedo ayudarte en algo? —No pudo evitar mirarle de arriba a abajo. ¿Qué hacía ese mozo de cuadras en su local? *** Alan se frotó la cabeza con fuerza y la metió en el agua helada del río. Siguió frotándose el resto del cuerpo como una ardilla con urticaria mientras le castañeteaban los dientes y sobre la rivera se dibujaba una mancha oleosa multicolor, producto de su jabón de flor de paz. Secándose como un animal, a base de movimientos bruscos y por el sol, se sentó entre las piedras del río. Miró con ansias su zurrón. La bandolera estaba tirada entre sus ropas y para cualquier otro mortal, bien valía más como yesca que como accesorio. Pero Alan sabía lo que tenía en su interior, y su nueva adquisición bien valía sus últimas monedas. Aún desnudo, encendió un fuego y dejó un par de tronquitos cuidadosamente seleccionados antes del baño, en un punto estratégico de la hoguera. Y ya cuando estuvo seco, vestido y cómodamente apoyado contra el tronco de un roble, sacó con suma delicadeza las 5 hojas de papel que había comprado en Ben: Tintas y Plumas. Las olió y se le dibujó una sonrisa. Las apoyó con cuidado sobre el envés de “Escuelas de la Magia para tontos” y, con el carboncillo que se acababa de hacer, hizo un garabatillo. Lo hizo por calentar la mano: quería escribir pero aún no sabía el qué, así que dibujó el rostro de Percival con el ceño fruncido, la sonrisa de Nicholas y a toda Margot. No es que dibujara bien, de hecho se podría decir que acababa de desperdiciar una hoja, pero hubo algo que conectó con él, su dibujo y esas tres personas. Diario de Alan Woode de Costasur de Ventormenta Qué días, ¡los mejores en años! Ayer estuve rondando el taller de Nicholas y es parecido al de mis padres, pero sin Baldwin quejándose de cómo dejaba las herramientas Martin y sin Martin llenándolo todo de ceniza. Los echo de menos… Lo siento, Martin, sé que hubieras querido que cuidara de él pero me estaban asfixiando. Se que lo entiendes y algún día volveré, lo sacaré de la granja de tu hermana y vivirá a cuerpo de rey conmigo, ¡palabra! Pasé la mañana sacándole brillo a las herramientas, limpiando, ordenando los materiales… Y fue extraño, pero lo hice con ganas, ¡de verdad! Sentía que lo hacía con un propósito y no como en Costasur, como si fuera un castigo. Tal vez tendría que haber cambiado mi perspectiva entonces, y a lo mejor hubiera aprendido un poco más de ellos. Ayer pasé la tarde con Nicholas y Margot. Son…¡Mejor los dibujo! Un dibujo que no hace gloria a nadie representa a un hombre con coleta, de cabellos claros y con una cicatriz en el ojo izquierdo. Está sacando músculo. La mujer es más bajita, también de cabellos claros y sueltos. Lleva una cesta con ¿setelos? Parece que el autor ha puesto más esmero en sus facciones. A sus pies están sus nombres. Más o menos… Son geniales. Ayer me enseñaron a usar la ballesta. Margot creyó que sería buena idea saber defenderme, por si pasara algo. Me contó una historia alucinante de necrófagos y un tal Odriel. Creo que no le pregunté pero, ¿y si es un maestro de la Academia? Me muero de ganas por entrar, seguro que tiene mil historias que contar. El caso es que gracias a la ballesta, Margot salió airosa de su encuentro, y, aunque de entrada les dije que no me hacía falta (¿y si disparaba por accidente y hería a alguien?) lo cierto era que me moría de ganas. “El gran mago ballestero Alan Woode” suena bien, ¿eh? Con la ballesta de Margot y los consejos de Nicholas, practicamos. Puedo decir orgulloso, que los ogros tienen suerte de no vivir en Elwynn porque dejé su estafermo hecho un coladero… A la tercera, claro, que es la de la suerte. Hay un dibujo de un muchacho de pelos revueltos apuntando con una ballesta y matando a un ogro de madera. Al fondo está la figura de un hombre alto con coleta, fuerte, le observa con aprobación. Ojo cerrado, lengua fuera, postura de Nicholas y… Y bueno, ehm, *Hay bastantes tachones en esta parte* los buenos consejos de Margot, y soy LETAL *LETAL está escrito como si fuera fuego* Parece que hay la sombra de un dibujo en esta parte, pero el autor decidió borrarlo. Se entrevé dos figuras: una apuntando con un arma, la otra está cerca como abrazándolo desde atrás. Han escrito encima. El resto del entrenamiento se torció. A Nicholas se le ocurrió un ejercicio a la altura de las ideas de Percival: colocarse él con un escudo y Margot detrás (porque se acercó a intentar detenerlo) y hacer como que estaban secuestrados por el ogro. Yo tenía que disparar y… Bueno, no sacarle un ojo a nadie. ¡Su intención era buena! Estoy seguro… Pero Margot tenía razón, se estaban poniendo en riesgo por nada. El entrenamiento acabó después de un guantazo y un cabreo. Pero las cosas se solucionaron después, se quieren mucho. Practiqué también en mis ratos muertos el hechizo que me enseñó Percival, y leí el tomo que me dejó. A Nicholas le encantó como domino ya la magia (es natural), pero Joshep casi me echa a patadas del local cuando me vio hacerlo. ¡No hay mucho más que contar! Y no quiero que se me acabe el papel. Hoy iremos a talar, puede que al Sur de Elwynn. Me muero de ganas, ¡y Margot viene también! DÍA REDONDO. Hay un dibujo de una muchacha bajita, dándole un coscorrón a un hombretón con coleta que grita “AUCH”. La mujer está representada con llamas y entre sombras siniestras. El autor lo tituló: la ira de pecas.
  9. 1 point
    Sarondrias de Lordaeron Nota: aunque está en tercera persona, el narrador es Alan. Esta sería la recreación de cómo quedaría un libro en su imaginación que tratara sus aventuras (influenciado por su libro favorito "Cien hazañas del mago Voltein"). Por eso los diálogos pueden no ser muy fieles a la realidad, faltan personas en ciertos momentos o hechos y todo está "retocado". Cuando Nicholas cerró la puerta se quedó mirando el techo, en la oscuridad. No había nadie todavía en la habitación y el bullicio de la taberna le llegaba amortiguado. No tardaría en sumirse en un placentero sueño, pero un torrente de adrenalina le mantenía los ojos como platos: después de una semana de viaje, la suerte le sonreía. Estaba abrazado al libro que Percival le había dado para comenzar su instrucción: “Las Escuelas de la Magia para tontos”. En la portada había un aprendiz chamuscado y un maestro de mirada comprensiva. Percival había sido el primer escalón en la senda de la hechicería, aunque hay que remontarse a la misma mañana en el que lo conoció para dar con un motivo. Después de su paseo matutino alrededor de la biblioteca de Villadorada, escrutando desde la distancia a los estudiantes de la Academia por los que suspiraba, fue a parar al Orgullo de León. Aunque sabía que no era su lugar, y solo sus ropajes delataban que no podía permitirse ni una cerveza, escuchó una conversación en la barra. Fue así como se enteró de un posible torneo de magia que no se celebrara desde la Guerra Gnoll. El premio: una beca vitalicia en la Academia. Casi le da un patatús cuando se enteró pero, ¿cómo iba a ganar un concurso de magia si ni siquiera sabía lo más básico? ¿Qué haría el mago Voltein? —Capítulo XII “El Aprendiz” —se dijo. En el capítulo XII de las “Cien hazañas del Mago Voltein”, aparece en escena el aprendiz Sarondrias de Lordaeron que le pide al mago beber de sus enseñanzas y este accede, otorgándole grandes conocimientos de magia y jugosas experiencias sobre la vida. Pero él no era Sarondrias, ¡Sarondrias al menos sabía multitud de Artes y Ciencias antes de ser mago! Y él era sólo el hijastro de un par de carpinteros. Pero el destino así lo quiso, y esa misma tarde se cruzó en su vida el mago Percival. Sabio, de largas barbas cenizas, alto y orgulloso, a ojos de Alan no había duda posible. Cuando transformó una simple cuchara de hojalata en todo un estilete, casi le da un patatús, y en cuanto tuvo oportunidad le asaltó: —¡Por favor, instruidme en la hechicería! ¡Dejad que sea vuestro aprendiz! Y ya fuera por pena, curiosidad o una extraña mezcla de ambas, Percival accedió. Su primera enseñanza ya dejaría ver que Alan no tenía ni idea de lo que entrañaba realmente ser mago, que tenía la cabeza llena de pájaros. Un sencillo pero efectivo ejercicio le daría una buena lección al respecto. —Tienes diez segundos para decirme las escuelas de la magia. Un error y tendrás que ir y venir al buen trote a la granja Pedregosa. Alan sonrió seguro de sí y recitó con gusto las 8 escuelas de la magia. Pero se le descompuso el rostro cuando aún así tuvo que correr. Hasta tres veces. —¡No es justo! —jadeó Alan—No me he equivocado y aún así me haces correr. El mago asintió. —Bien, segunda lección. Alan tardaría aún un par de días en procesar la enseñanza, y a estas alturas, cuando sueña despierto en el camastro aún se pregunta que tendrían que ver churras con merinas. La segunda lección fue la que fascinó absolutamente al aprendiz. Con una praxis que algunos catalogarían de poco ortodoxa, Percival consiguió despertar en él dos instintos claves: la escuela que más marcaría su aprendizaje, la abjuración, y su elemento predilecto, el aire. Aunque bien le costaría un moratón en la tripa con forma de jarra. —¡Concéntrate! Sin miedos. Eres de Costasur, ¿no? Bien, piensa en el agua. Un golpetazo seco de la jarra cuando intentaba componer un escudo para frenarla, dejó claro que Costasur no iba a ser de mucha ayuda. Después de todo, esa era la tierra de sus padres y de la que había huído. Se concentró entonces en su hogar natal: Ventormenta, el aire. Y cuando lo pidió, una firme ventolera apartó el improvisado proyectil, y el estudiante se volvió euforia hecha carne. —¡Cuídalo! Y toma estas togas: para la próxima lección te las pones. No quiero ir viéndote por ahí con esos harapos —Percival le dio un viejo tomo y unas togas de un arcón. Si un pesado y viejo libro de hechicería y unas “misteriosas” togas no te hacen ya el hechicero que deseas, nada lo hará. Y como si esto fuera signo inequívoco de un futuro brillante en el arte de lo arcano, Alan se despidió del anciano con un fuerte abrazo y una sonrisa. Pero su día no acabaría ahí. Esa mañana había oído hablar de Joshep. Buscando trabajo todo el mundo le dirigía a él, como si el hombre cagara empleos. Buscándolo conoció a Aurora, una chica peculiar. —¿Pero era Aurora? A mi me suena Andrea… —se dijo, acomodándose en la litera. No sabía cómo sentirse a su alrededor. Era indudablemente hermosa, pero arisca. ¿Simpática a veces? No, le dejaba un regusto raro.Y la cerveza a la que la invitó aún le pesa en el bolsillo. Suspiró frustrado y se acordó de Margot: ella sí que era otra cosa. Le transmitía paz, cariño. Se sentía en familia cerca de ella. Y la historia del día no puede cerrarse sin Joshep ni Nicholas. El primero le daba mensajes contradictorios: le había dado una oportunidad, o al menos no le había echado a patadas del local, pero su forma de hablar o puede que su aspecto le rompían su imagen. Y el segundo, Nicholas, a él sí que le debía los tres almuerzos al día, el techo, la cama y el oficio. Le había aceptado como aprendiz de carpintero empujándole un paso más cerca a ser hechicero. Se acordaría de todos en su discurso de graduación. Se quedó dormido sin darse cuenta y soñó con Percival lanzando jarras, con beber té de flor de paz de Margot y un ficticio olor a serrín en el taller de un Nicholas cuya imagen cambiaba entre la del empleado de Joshep y sus padres.
  10. 1 point
    Grimorio de Hechizos Listado de hechizos conocidos por Alan Abjuración Básica: Reclama la presencia del viento permitiendo usar sus propiedades básicas y moldearlo de manera defensiva creando una pequeña pantalla protectora. Se sumará a la defensa mágica (intelecto + Abjurar energía + 1d10). Evocación Básica: Reclama la presencia del viento, permitiéndole usar sus propiedades elementales básicas y arrojarla contra un objetivo para infligir 1d6 puntos de daño mágico. Transmutación Básica: Permite al mago usar las energías arcanas para manipular la forma de un objeto de tamaño reducido de manera temporal y convertirlo en otra cosa sin variar su composición, por tantas horas como nivel tenga esta habilidad. Conjuración Básica: El mago usa las energías arcanas para convocar un objeto con el que previamente haya establecido el contacto oportuno de un máximo de 2 KG o de medio metro de tamaño y no a más de un continente de distancia.
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