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Brahen

Miranna Anar'endal

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Arrodillada en la playa, tras una duna, observando como la Aldea Bruma Dorada, que había sido su hogar ardía. La cara y las mejillas le escocían, de pura impotencia e irritación, por las lágrimas vertidas. Ese mismo día, encontraría los cuerpos muertos de ambos progenitores, a lo que ya se había hecho a la idea, pues la cantidad de muertos que se encontraban por toda la aldea, se contaban por centenas. Junto con unos cuantos supervivientes, se encaminarían hacia la capital con suma cautela, evitando llamar la atención de los no-muertos, varios días después del paso de éstos por la aldea.

Criada durante años en la seguridad de un reino que no había conocido problema alguno más allá de los trols de las fronteras orientales, le había granjeado una educación despreocupada y una vida repleta de facilidades, más centrada en el esparcimiento y en el gozo en fiestas, que preparación para un despiadado mundo repleto de adversidades. Cuando la Plaga llegó, pese a su mayoría de edad, cuanto había podido hacer ante la inminente irrupción de las huestes no-muertas, fue huir mientras sus padres ganaban tiempo para ella.

Pasaron semanas hasta que llegó a Lunargenta, vagabundeó por los restos de lo que antaño fue la capital, reuniendo lo poco de valor que se pudiera rescatar. Permaneció en la ciudad durante años, trabajando aquí y allá en lo que podía, ya fuera limpiando, arreglando viviendas... trabajos físicos mal remunerados pero necesarios, en ningún caso gratis. Terminaría trabajando en un taberna, como camarera de ropa bastante ligera, para reunir el dinero necesario para proseguir sus estudios mágicos.

Mientras llegaban noticias del nuevo avance de la Plaga en las Tierras Fantasmas, preocupada por que fuera a repetirse la historia nuevamente, decidió aventurarse bajo su cuenta y riesgo a la que antaño fuera su aldea natal, buscando rescatar lo que quedase de las posesiones de su familia, en especial libros de magia que sabía que su madre había poseído y tenia escondidos en casa. Entre las ruinas de la ciudad, puedo encontrar a dos figuras encapuchadas que se movían entre los restos abandonados años atrás de los edificios: se trataba de una pequeña avanzadilla, dos nigromantes que aun rebuscaban entre los restos del poblado. Logró apuñalar en el cuello a uno de ellos, dándole muerte justo cuando éste había descubierto la trampilla de acceso al sótano donde su madre había ocultado los libros que ella anhelaba. Saqueó el cuerpo del nigromante, consiguiendo un tomo que durante los siguientes años iría estudiando en secreto, aprendiendo las artes nigrománticas aunque a un nivel muy básico. Justo cuando se disponía a huir del poblado, exultante y victoriosa, cruzó la mirada con el otro nigromante... LA otra nigromante... su madre, ahora reanimada le sonreía desde la distancia, con los brazos abiertos, mientras varios cuerpos de elfos, claramente no-muertos, comenzaban a reptar entre las sombras. Salió corriendo del lugar.

Una vez de vuelta en la capital, le llegaron noticias de unos emisarios de ojos violáceos, las noticias que corrían por las calles de Lunargenta, aseguraban que había llegado ayuda nada menos que del que antaño fuera el Príncipe Traidor Kael'thas Caminasol: extraños caballeros, magos y ensamblajes que empuñaban unas energías violetas ahora servían a la causa de los elfos. Aunque reticente al principio, la eficacia de la ayuda aportada hizo que comenzase a ver con buenos ojos el avance en el poder político de sus nuevos amos. Todo aquel que contribuyera a garantizar un futuro para su gente, era más que bien recibido, aunque ello implicase un cambio de régimen, la sustitución de la Regencia Militar de Lor'themar Theron y las libertades y derechos de su gente. Libertades que a ella afectaban especialmente, pues siempre se había considerado un alma libre.

No vio con buenos ojos lo acontecido en el seno de los Caballeros de Sangre, ni el desprecio con el que se trató a los anteriores líderes del Triunvirato. No obstante, permaneció callada, perfil bajo, estudiando. Desea viajar a lo que ahora llamaban Tierras Fantasmas, para comprobar si su magia está a la altura la corrupción de la Plaga, si se puede eliminar dicha mácula y si puede adquirir conocimiento de ésta, para ponerla al servicio de sus intereses. El tiempo lo dirá.

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