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Stannis the Mannis

Katsumoto Sayori - La Granjera del Valle de los Cuatro Vientos

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 Sayori del Clan Katsumuto 

 

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  • Nombre:
     - 
    Katsumoto Sayori
  • Sexo:
     - Hembra
  • Edad:
     
    23 años (Cumpleaños 23 de Chóu/19 de agosto)
  • Altura:
    - 1,90 cm
  • Peso:
    - 140kg
  • Lugar de nacimiento:
     
    El Alcor/Valle de los Cuatro Vientos
  • Ocupación:
    Granjera/Ashigaru

 

Descripción física:

Sayori es una joven Pandaren desarrollada. Teniendo una altura baja y un peso normal, sin despuntar en su físico. Está acostumbrada al trabajo de campo y las largas marchas, aunque eso no quiere decir que tenga un físico que sobresalga, pues como he dicho: Es normal en cuanto a su anatomía.

De un pelaje entre anaranjado y marrón claro, que se intercala con tonalidades blancas. Las manchas anaranjadas le cubren los ojos, quedando como un medio antifaz. Sus ojos de un verde oliva, grandes y vivaces, con largas pestañas como hebras oscuras.

El cabello es de una tonalidad más oscura que el pelaje y retazos de blancura como las partes de su pelaje también recorren el cabello.
En cuanto al estilo del cabello: Suele ser no muy largo, tendiendo a ser recogido, pero cuidado con mino y detalle.

Su cola que comparte en gran parte la tonalidad anaranjada, acaba en una punta blanca.
Siendo mullida y con una longitud casi como de su mismo brazo.

 

f410e7400487ba1e526282af4d72bca8.jpg   Descripción psicológica:

Para la joven Sayori, hay tres cosas, tres pilares morales.

El primero es el trabajo: Esfuerzo, dedicación, sudor y lágrimas vertidas en el campo, en la tarea que se disponga a hacer. Todo por el bien común, todo entregado en justa retribución, pero nunca pensando en ello, si no pensando en el conjunto. Su esfuerzo y trabajo es su contribución al mundo donde vive.

El segundo es la lealtad: Haber hecho o dicho “algo”, significa que ese “algo” le pertenece. Es responsabilidad suya hacerse cargo de las consecuencias que le carguen por sus acciones. Nunca romperá su palabra, lealtad con honor. Las palabras dichas serán sus huellas: le seguirán por donde quiera que vaya.

Y la última pero no menos importante, es la honestidad, sinceridad absoluta: Cuando dice que hará algo, es como si ya lo hubiera hecho. No “da su palabra” no “promete”, el simple hecho de hablar ha puesto en movimiento el acto de hacer. Hablar y hacer son la misma acción.

Esos tres pilares rigen su vida y para ella lo son todo pues como mejor ve de llevar la vida.

Aunque la edad hace estragos, la lucha interna por el control emocional es algo que controla con el disfrute por las artes de la música o el baile, así como el trabajo de campo.

El trabajo comunitario y el del campo, es lo que conoce desde siempre. Y no hay otra cosa que le guste más que el mismo campo. No le desagradan las urbes grandes, pero está más acostumbrada a las planicies del Valle de los Cuatro vientos, aunque el interés por conocer otros lugares… siempre puede nacer con fuerza.

En el ámbito social es amable, extrovertida y animada por conocer a nuevas personas, disfrutando por conocerlos, escuchar sus historias o simplemente sentado a su lado y beber un té ante la vista del atardecer.

Por muy dura que sea la jornada, por muy largo y duro sea la marcha, no hay cosa que más disfrute al final del día, que sentir su cuerpo dolorido por el esfuerzo y descansar su cuerpo mirando el horizonte, bebiendo y comiendo para acompañar la escena. Es lo que la hace sentir que lo ha dado todo y que la recompensa será mayor.

No se decanta a una de las dos corrientes filosóficas Pandaren. Si bien ella misma diría que sigue más la senda del Tushui, su juventud la puede traicionar y dejarse llevar por el Houjin. En general y por ella misma, diría que se decanta por según la situación… aunque alguien joven puede cambiar y lo que se vive nos marca para siempre.

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Prólogo:
Las lechugas crecen bien

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La azada subía y bajaba, removía la tierra roturada y dejaba huecos en ella. Metros de campo tenían ya brotes verdes: Patatas, lechugas, nabos… y zanahorias protegidas por una valla de madera, para protegerlas de los trúhanes Múres. 

El sol ya se recogía pasando tras el Muro del Espinazo del Dragón, por lo que en poquísimas horas se quedaría sin luz. Por lo que la joven granjera empezó a recoger sus herramientas, dejando la fauna por hoy.

Todo se hacía en silencio, sólo el ruido de las cigarras y grillos se escuchaba no muy lejos de la pequeña parcela. La joven granjera ya se había acostumbrado a esta nueva vida, que no difería de la de antaño, sólo que ahora pasaba más tiempo sola.

Cuando todo estuvo recogido y el cielo se tornó en un leve azulado grisáceo, fue cuando Sayori se sentó en las escaleras que subían a su pequeña casa, que para ella era un palacio, pues como he dicho, vivía ahora sola.

Sayori comía una vara de bambú que medía un metro por lo menos, la roía y devoraba con presteza, pero con la mente en otro lado… Ella pensaba más en su familia, que en la comida. ¿Piensas que sus padres habían muerto y esta es la parte dramática? Ah no, ni mucho menos. La verdad es que sus padres seguían vivos, pero ahora vivían en el Bosque de Jade, en Floralba, pues a los suertudos les había tocado el premio gordo del juego: Panda Tope. ¿Y cual era el premio? ¡Un pequeño retiro con todo lo necesario para no preocuparse nunca más por trabajar en el campo!

 

-          Un día, yo también ganaré una lotería… -Decía la joven, mientras seguía devorando la vara de bambú.

Sayori en verdad era feliz viviendo así, sus padres le habían regalado unas pocas tierras y la casita donde vivía, todo con lo que habían logrado por vender sus antiguos campos y casa más grande. Ahora era independiente, ahora ella se ganaba la vida como sus padres antes… Y aunque estuviera sola, no lo era del todo cierto.

 

 

 

Capítulo I
El Hozu se ha llevado las lechugas

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La pandaren hembra sudaba, su piel estaba caliente, su pelaje erizado y revuelto, así como su cabello que permanece recogido de mala forma.

-          Es… es tan pequeñita, tan frágil. Además, apenas tiene pelo. Que cosita más curiosa.

-          Así somos todos al nacer. No seas tonto y acércate para cogerla.

-          ¿¡Qué!? -El gran y fornido pandaren blanco y negro, negó con manos y cabeza

-          ¿Por qué no? Venga, ahora que está dormida.

Al final el macho Pandaren se acercó, titubeando. Era cómico ver a un pandaren tan grande y robusto, que con su brazo podía sacar volando un hozu, pero ahora tenía un miedo atroz por simplemente coger a su cría recién nacida en brazos.

 

-          Por Chi-ji… Si no pesa nada, ja..ja..ja. -La cría era una bolita rosada con algo de pelaje blanco

-          Niuzao le dará fuerzas y será … casi tan grande y fuerte como tú. -La madre Pandaren estaba exhausta, pero se mantenía sonriente y alegre por ver a su marido con su cría en brazos.

-          ¡Já! Me conformaré con que sea tan inteligente como tú… Aunque un poco de fuerza no le vendrá mal, no.

 

 

Y ese día, más caluroso de lo normal y cerca de la noche, fue cuando los Katsumuto del sur del Alcor, pasaron a ser tres miembros.

Los Katsumuto siempre habían vivido en el Valle de los Cuatro Vientos, eran un clan de agricultores, aunque había algún ganadero y unos cuantos otros artesanos. También era costumbre que el primogénito tomara su tiempo en los ashigaru pues para el clan, era un deber para con los demás, así como un buen método de granjearse amistades, aprendizaje, disciplina y ejercicio.

 

Fue así, como el granjero cuida y observa su campo, es como creció Sayori. Tutelada por su madre y protegida por su padre. Su infancia pasada en el campo, en compañía de primos repartidos por todo el valle y con amigos de la familia.

Era una vida simple y cotidiana en el campo, como muchos otros Pandaren de una zona tan tranquila y sólo hubo una vez en la que presenció algo “anormal” y fue un intrépido Hozu que se presentó en las tierras de su padre.

 

-          Hola pequeña granjerita ¿Este campo es tuyo? -Dice el Hozu, saludando de forma extraña con un movimiento de mano a la altura de la frente

-          Es de mi padre, señor mono -Sayori repitió el saludo, no tan grácil como el Hozu

-          ¿Señor mono? ¡Puajajaja! Ains… Llámame Julu, pequeña. ¿Dónde anda tu padre?

-          En el Alcor, yo cuido del campo. -Era pequeña por ese tiempo, pero no tímida en trato, además el Hozu le parecía amistoso y nunca había visto uno de cerca

-          Entonces es contigo con quien tengo que hablar si quiero unas pocas verduras… ¿Me darías dos lechugas y algunas cebollas?

-          ¿Y qué me darías a cambio, Julu?

-          ¡Vaya! ¿Tengo que darte algo a cambio? ¿No basta con que lo necesite?

-          ¡Pero yo también necesito las verduras! -Bramó la pequeña Pandaren, que no media más que el Hozu

-          Mmmh… Que temperamento para ser tan pequeña. Bien, pues volveré en una semana y te ofreceré algo a ti y a tu familia, a cambio de verduras.

 

Y así fue como pasado una semana, el Hozu volvió, con un pequeño carro de una rueda.

-          ¡Aquí estoy, como prometí! -Dijo el Hozu, saludando a la familia Katsumuto que se encontraba toda en el campo

-          Estos Hozen pillos… -Murmuró el padre de Sayori, dispuesto a darle con el rastrillo, pero su mujer se lo impidió y fue a hablar con él

-          Saludos, debes ser Julu el Hozu. Mi hija ha dicho que vendrías a darnos algo a cambio de que te cedamos unas verduras.

-          ¡Ajá, ajá! Me ofrezco yo. Pero saber que no aceptaré trabajos manuales, eso es para Pandaren.

-          Bien es sabido de las artes de los Hozen en la lucha, la caza y demás cosas de gran vigor.

-          Julu es bueno, pero no es Julu Julu. ¿Pero qué necesitáis? No creo que haya que proteger vuestras verduras, no hay peligros por aquí.

-          No deberás proteger nada… Sólo entrenar y enseñarle lo que puedas a mi pequeña.

Sayori tuvo un brinco en el corazón… Su padre por el contrario yacía estupefacto.

 

-          ¡Julu puede hacer eso! A cambio de verduras, Julu enseñará algunas cosas a la pequeña pandaren.  -Sonrió mostrando todos sus dientes, sobretodo al macho pandaren que hizo crujir la madera de su rastrillo.

 

Era curioso y digno de ver, como cada semana Julu el Hozu venía en busca de algunas verduras y entrenaba a la pequeña Sayori en artes como otear los campos, ejercicios variados tanto físicos o perceptivos… O simplemente hacían los tontos por mera diversión.

También fue más curioso que el Hozu se convirtiera en gran amigo de su padre, luego de que otros Hozen fuera a pedirle verduras, esta vez dando algo de valor a cambio.

 

 

 

Capítulo II
Tuve que haber sembrado nabos

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Con el paso de los años, Julu el Hozu dejó de enseñar a Sayori, el pobre estaba mayor y ya no tenía la agilidad de antaño, además la pandaren ya había crecido y había tenido otros maestros como los Eremitas que pasaban por el Alcor cada cierto tiempo a enseñar a los más jóvenes.

Su madre había pasado la adolescencia y parte de la madurez en uno de los numerosos templos de los Danzarines de los Elementos que había dispersados por toda Pandaria, y Sayoria había crecido viendo a su madre danzar en el campo, llamando a elementos del agua para que regaran el campo cuando hacía falta, o usando ese mismo elemento para revitalizar la tierra misma.

Por lo que a Sayori le tocó seguir los pasos de su madre y fue con ella hasta el templo de Yonghe -Palacio de Paz y Armonía- allí sería enseñada en el arte del baile acorde al elemento de la tierra.

La separación con la familia podría ser dura, pero Sayori tenía convicción y quería aprender lo que su madre hacia con tal gracia, quería que sus campos también florecieran … ¡Por lo que armada de valor, fue y pasó unos cortos años hasta que llegada la mayoría de edad, volvió a casa convertida en … Bueno, al menos sabía los pasos!

 

Aunque también es cierto, que no había manifestado nada, sólo sabía bailar, pero… Ningún Elemental había llegado a ella, y aunque Sayoria no se sentía derrotada, sentía más un impulso por seguir.

Puesta al día de nuevo, volviendo al hogar y con su familia a su lado. Sayori puso en practica lo aprendido y por días, dedicaba horas a bailar por los campos de labranza. Da igual que lloviera, da igual que hiciera un sol que rompía piedras, que no hubiera comido o estuviera cansada… Ella seguía, seguía bailando sin parar.

Pero nada pasaba, por mucho que pusiera en practica los movimientos y las enseñanzas, que “sintiera” la tierra, no lograba… hasta que un día su madre se unió a ella.

-          No lo entiendo, mamá. ¡Hice exactamente todo lo que me habían enseñado! Todos los pasos, todos los movimientos, las formas…Pero nada ocurre, no logro que pase nada.

-          Ya veo, hija… ¿Pero ¿qué has hecho desde que has vuelto? Han pasado años desde la última vez que cuidaste el campo, labraste la tierra, viste los frutos del esfuerzo florecer.

-          Pero… -Entonces lo entendió. ¿Cómo esperaba estar en consonancia con los elementos? ¿Cómo esperaba que estos vinieran a ella por su baile, si no ponía verdadero interés por lo que representaba?

-          El pescador que no cuida el mar, ya puede ir todos los días a pescar… El granjero que no riega y limpia su campo, no puede esperar que salgan buenos frutos. Has puesto mucho en tu baile, es hermoso, Sayori… pero te falta el cuidado por el medio, el equilibrio por el todo. Cuida y ama al campo, bríndale de bailes, sé uno con lo que cuidas y entonces tendrás su favor.

 

Sayori reanudó con normalidad el trabajo de campo, ayudando a su familia y llevando lo recolectado al Alcor. Lo único que ahora cambiaba, es que bailaba mientras hacia todo eso, con movimientos rítmicos acompañaba sus acciones, hasta que cada baile era para algo determinado y éste se volvía un ritual cualquiera.

 

 

Y un día, revisaba su campo, colocaba maderas para alzar las plantas caídas o espacia agua y bailaba al son de sus acciones, notó que algunos brotes se movían con vida propia y esta crecía de forma notable. Las semillas eran esparcidas y en menos tiempo germinaban.

Sayori siguió y seguiría bailando y cuidando su campo, al final muchas otras cosas las hacía bailando, por lo que se volvió costumbre y formó ya parte de ella.

 

 

 

 

Epílogo
La vida en el campo no es nada fácil

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Sayori ya llevaba dos varas de bambú. El sol ya se había ocultado y el campo era oscuridad. Otra vez se había quedado soñando despierta mientras tomaba su “chuche”

-          Me voy a hacer la cena, que mañana hay que levantarse tempranito. -Y un bailoteo cómico, fue subiendo los escalones hasta entrar en su casa y prepararse un plato caliente de verduras.

Otro día más pasaba para la joven. Otro día de esfuerzo, labranza y paz. No todo era monotonía, pues desde que sus padres se habían mudado, ella se había inscrito voluntaria para la guardia Ashigaru, así que no todo era trabajar el campo y bailar, a veces tenía que recorrer los campos de cultivo o pasar un tiempo en Alcor.

Era gratificante, divertido y honorable portar la armadura de su padre -la cual había sido adecuada a su cuerpo- y sus viejas armas, un orgullo de sentirse parte de una herencia de su clan, así como de la defensa de su pueblo.

Los caminos del Valle eran vigilados por Sayori, que no paraba de bailar y nunca dejaba de sonreír. 

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Danzas elementales de la granjera Pandaren

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1yQnuXg.jpg Pacificación Elemental

Spoiler


 

  • Tipo: Personal
  • Descripción: Los elementales son criaturas de elemento puro. Cada uno tiene su personalidad , sus ideas, y los más poderosos, su propio intelecto y percepción. Y por ello, no suelen ser amistosos para con las criaturas mortales, que la mayoría consideran usurpadores. Un chamán adusto puede doblegar sin embargo su furia innata, dando tal vez pie al diálogo y el entendimiento.
  • Efecto:  El objetivo del chamán queda apaciguado y adopta una actitud pasiva. Cualquier ataque romperá el efecto del hechizo. Dura un minuto por nivel del hechizo. Funciona contra elementales de los cuatro elementos.
  • Nivel 1-2 Habilidad: Criaturas menores
  • Nivel 3-6 Habilidad: Criaturas medias. 2 Costo de maná.
  • Nivel 7-10 Habilidad: Criaturas superiores. 4 Costo de maná.
  • Defendible con: Defensa Mágica | Voluntad

 

87d044h.jpg Toque Elemental:

  • Spoiler

     

    • Tipo: Toque
    • Descripción: Una rápida descarga de la furia de los elementos que el chamán dirige contra un enemigo cercano.
    • Efecto: El objetivo del chamán recibe 1d6+2 de daño.  Al aprender el hechizo elegirá el elemento del mismo con los siguientes efectos:
    •  iyck2gs.jpg Tierra: Causa daño mágico de tierra elemental. El chamán recupera 2 PdV.

     

 

 

  • Ci4Ul6T.jpg Detección Elemental:
    • Spoiler

       

      • Tipo: Personal
      • Descripción: Como guardianes del equilibrio elemental y de su pueblo, los chamanes son capaces de comunar  con las energías de su alrededor. Esto les permite buscar los lugares idóneos para sus rituales, o hacer salir de su escondrijo a las criaturas elementales que siempre, tan esquivas, tienden a permanecer invisibles a ojos mortales mediante sus artes ancestrales.
      • Efecto: El chamán elementalista es capaz de entrar en comunión con las manifestaciones elementales de su alrededor. Esto le permite detectar la presencia de criaturas elementales, la concentración especialmente notable de un elemento en un lugar (Un lugar sagrado, una ubicación donde las barreras con los planos elementales son más débiles, etc...), o los rastros de perturbaciones y magias elementales:
        • Dif 22 Hechizo - Dif 12 Detección  (Distancia Maxima de Detección 200m) (Criatura Mayor)
        • Dif 20 Hechizo - Dif 14 Detección (Distancia Maxima de Detección 200m) 
        • Dif 18 Hechizo - Dif 16 Detección (Distancia Maxima de Detección 100m) (Criatura Media)
        • Dif 16 Hechizo - Dif 18 Detección (Distancia Maxima de Detección 100m) 
        • Dif 14 Hechizo - Dif 20 Detección (Distancia Maxima de Detección 50m) (Criatura Menor)
        • Dif 12 Hechizo - Dif 22 Detección (Distancia Maxima de Detección 50m)

       

      •  

 

9NgITbQ.jpg Barrera Elemental:

  • Spoiler

     

    • Tipo: Personal
    • Descripción: Un maestro de los elementos está acostumbrado a la hora de hacer frente a sus rivales, sean estos hechiceros oscuros, o rivales elementalistas.
    • Efecto: Esta habilidad se usa como defensa mágica contra hechizos de dificultad 12, 14 y 16. El valor de defensa mágica será: Espíritu + Barrera Elemental + 1d10. Puede quemarse 3 de maná total para usar esta habilidad para defender un hechizo de dificultad 18 ó 20, o 4 para defender un hechizo de dificultad 22.

     

 

  • 5wdozxV.jpg Purificación Elemental:
    • Spoiler

       

      • Tipo: Rango
      • Descripción: Los elementales son propensos a las perturbaciones del entorno. Muchos buscan doblegar a estas criaturas a su voluntad, usando artes oscuras para volverlos criaturas aun más destructivas. Sin embargo, vulnerables a perturbaciones más mundanas, un elemental puede perfectamente corromperse por la acumulación de odio e ira en su espíritu, o por la contaminación y corrupción del entorno donde habita.
      • Efecto: El chaman purifica a un elemental menor o medio que haya sido corrompido. Para ello habrá de superar una dificultad según el nivel de corrupción a definir por la escena o máster, o una tirada del propio elemental.
      • Defendible con: Defensa mágica | Voluntad

       

 

Anécdotas de la vida y sucesos de una granjera ashigaru

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