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SpetznazsGandalf

Angus 'Gorrión'

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  • Nombre del Personaje
    Angus 'Gorrión'
  • Raza
    Humano
  • Sexo
    Hombre
  • Edad
    27
  • Altura
    1'76.
  • Peso
    68 kg.
  • Lugar de Nacimiento
    Arrabales de Boralus
  • Ocupación
    Proscrito.
  • Descripción Física

    De facciones marcadas y lacia cabellera azabache, aceitosa. Llega un poco más abajo de la nuca en el extremo más largo, sus ojos son de un azul atípicamente claro, llegando a parecer grisáceos. Debido a la mala vida, se muestra preocupantemente demacrado, con arrugas visibles y las costillas casi a flor de piel.

    De cuerpo enjuto y ágil, recordando a la forma de un felino. Se mueve con andares firmes y decididos, aunque ligeramente renqueantes, algo encorvado, pero con porte ciertamente chulesco. La postura de cualquier malaje de arrabal.

    Suele vestir prendas cómodas de cuero o piel, una armadura tan sencilla como eficaz. Aunque estas se muestran algo desteñidas, y los remiendos son visibles, demostrando su claro uso. A la cabeza, un sombrero coronado por la pluma de algún ave tropical, verde con destellos azules. En la cintura, una espada larga y ancha. 

    Tanto del cinto como del talabarte cuelgan diversos y variados saquillos, provocando que a cada paso que de se escuche un suave tintineo metálico.





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  • Descripción Psíquica

    Pragmático, socarrón, chulesco y orgulloso. Defensor del juego sucio, un individuo sin ningún atisbo de honor. Se ha criado en los peores callejones de la crepitante urbe tirasiana, lo que ha provocado cierto egoísmo en él. Su instinto de supervivencia prima por encima del resto de cosas.

    De igual forma, profesa una especie de fe pagana y arcaica alrededor de la figura de la suerte, quizás la ha endiosado. Pero para él prima por encima de la Luz. La describe como una dama celosa y caprichosa.

  • Ficha Rápida
    No (1000 palabras mínimo)
  • Historia

    Era una noche encapotada y lluviosa, una noche donde los densos nubarrones opacaban la trémula luz de la luna. Una noche perfecta para las actividades que Angus llevaba cerca de dos meses preparando.

    Se tenía que reunir en el callejón Degolladores con aquel contacto de su padrastro. Por lo que le habían dicho, era un individuo rubio y orondo. Gordo como un barril y con una barba que le llegaba al ombligo. Una persona que sin lugar a dudas, llama la atención. Pero llevaba cerca de una hora y media allí y no veía a nadie llegar. Sacó una nota del bolsillo interior del peto de cuero, releyéndola en voz alta "A medianoche, en el callejón Degolladores. No lleves a nadie"

    Perfectamente podría ser una emboscada, aunque si así fuese en el momento hubiese puesto los pies en la encharcada calleja le habrían dado pólvora y metralla. No. No podía ser eso. El misterioso contacto se demoraba ¿Le habría pasado algo? Quizás la guardia había descubierto la reunión, o quizás el puñetero gordo había cantado.

    La paranoia le apresaba la cabeza, sin dejar de darle vueltas al asunto. Buscó cobijo bajo el umbral de lo que antes era otro de tantos tugurios repletos de fulanas sifilíticas, aún se podía vislumbrar el emborronado cartel "La Panacea"

    Hay que joderse, ¿La Panacea? Una panacea es lo que necesitabas para aliviar el escozor de pelotas que pillabas al bajarte la bragueta ahí dentro.

    Soltando un largo suspiro, se apoyó sobre la desgastada puerta. Con los brazos cruzados a la altura del pecho. Esperó durante otra hora, y entonces fue cuando lo vislumbró dando decididos pasos.

    Un hombre gordo, calvo, y con una barba rubia que efectivamente llegaba hasta el ombligo. No era ninguna exageración por lo visto.

    -Ah, Gorrión. Lamento el retraso. Los jodidos polizontes han hecho una redada en el club de Kate la Lisiada. Me han pillado con los pantalones a la altura de los tobillos. Je, je, je.

    -Da igual, ¿Tienes lo encargado? ¿O me has hecho venir aquí para una mierda?-Dijo Angus, ciertamente malhumorado. Se puede pasar media hora de retraso, ¿Pero dos horas y media? Eso debería ser un pecado capital, y no follarte a tu prima.

    -Oh. Oh. Sí, sí. Por supuesto que lo tengo.-Dijo el gordo mientras se acercaba a Gorrión, su semblante dibujaba una extraña y afilada sonrisa. Entonces fue cuando sacó un arma de chispa, y apuntó al despistado Angus- ¿Unas últimas palabras, alfeñique?


    El corazón se le iba a salir del pecho. Bombeaba paranormalmente, muy acelerado. Fue entonces cuando empezó a recordar toda su vida a pedazos.

    Había nacido en la alcoba de uno de los cientos de burdeles que pueblan los más andrajosos muelles de la capital, fruto de la unión entre algún marinerucho y una fulana a la que llamaban Dulce Rose. Esa fue su madre, y por algún extraño motivo, el chuloputas que regentaba aquel nido de ladillas lo acogió como si se tratase de su propio hijo. Enseñándole desde bien joven los entresijos del negocio "familiar".

    A cortas edades, Angus empezó a trabajar con su padrastro, haciendo uso de una porra para ejercer el feo derecho que tenía sobre los deudores del burdel, apalizándolos hasta que mágicamente escupían o cagaban el dinero que debían. No era un trabajo difícil, y para el incipiente matonzuelo era lo que veía a diario. Así que entraba dentro de la rutina en los arrabales. Un trabajo como otro cualquiera, o eso decía el chico.

    Le garantizaba una pequeña fracción de lo que recaudaba, y el ávido muchacho lo gastaba generalmente en licor que bebía a escondidas, hasta que pronto espabiló y comenzó a ahorrar para comprarse una espada. Como aquellas que llevaban los caballeros de las historias. Quizás si iba armado con un filo, aquellos a los que debía apalizar se veían tan acojonados que en lugar de alzar los puños, entregaban sin más las monedas. Sería bastante cómodo, pensaba Angus. Y así lo hizo. En menos de dos meses el muchacho de trece años paseaba por las calles más chulo que un pirulo, con su espada a la cintura.

    No pasó demasiado tiempo hasta que la única figura paterna que había tenido en su vida, muriese debido a una de las tantas epidemias de tifus que sacudió las callejas. 

    Y entonces lo heredó él. Sabía lo suficiente como para manejarlo, y bajo la estela de sus para nada prodigiosas decisiones el burdel entró en quiebra en menos de tres semanas. Las chicas se pasaron a la competencia y Angus se vio más solo que la una, por lo que vendió el local a precio de risa y se compró un almacén en el puerto.

    En su humilde choza plantó una cama de paja y un armario, que poco a poco fue poblando de armas. Y así fue, como por hambre y necesidad, acabó aceptando un contrato para hacer "desaparecer" a uno de tantos maleantes que esta vez se había metido con el tipo equivocado.

    No fue demasiado difícil, y acostumbrado a tener que hacer acopio de todo su valor y sangre fría, acabó rajándole el cuello a aquel hombre de desgarbada apariencia, para después salir pitando, perdiéndose entre los callejones.

    Ese fue su primer muerto. El primer rostro agonizante que había visto en su vida. Aunque teniendo en cuenta la paga, no fue un sacrificio en extremo difícil. Era él o aquel muerto de hambre. Y mejor rematarlo a tener que morirse él de hambre, o eso se decía a si mismo.

    Y a ese negocio se dedicó, siendo un matarife habitual; garantizándose ciertos contactos entre los peores matones de la ciudad, en su trayectoria como ávido criminal también se ha granjeado algunos enemigos, y una muy mala reputación de cara a la guardia debido a las temporadas que ha pasado en las mazmorras por delitos menores.




    El gordo apretó el gatillo, y no pasó absolutamente nada. Encasquillada, cómo no.

    -¡Mierda!-exclamó la rechoncha figura antes de intentar huir. Pero Angus fue más rápido, y cogiéndole por la espalda lo acuchilló hasta que dejó de moverse.

    -Nunca te fíes de alguien bien cebado-dijo Gorrión limpiando el puñal en el cadáver del hombre, mientras regurgitaba maldiciones
    .

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