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TitoBryan

Diego de la Cruz

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  • Nombre del Personaje
    Diego de la Cruz
  • Raza
    Humano
  • Sexo
    Hombre
  • Edad
    34
  • Altura
    1'71
  • Peso
    65kg
  • Lugar de Nacimiento
    Ventormenta
  • Ocupación
    Matarife, pescador
  • Descripción Física

    ArtStation - Solomon Kane - Red Shadows, Guillem H. Pongiluppi

     

    Una barba bien cuidada, ni muy larga ni muy corta adorna su cara, junto a un bigote largo y gracioso que reposa encima de sus labios superiores, haciendole cosquillas a su nariz. Tiene una lara melena que corona su cabeza, pero que tapa un sombrero de ala ancha. Su altura es promedia y lo que más destaca en él es una capa marron que va a juego con su indumentaria de tonos blancos y marrones. 

  • Descripción Psíquica

    Es bien hablado, ama la comida y la compañía de las mujeres. Su forma de hablar ya delata su ser que se rige por el honor, menos a la hora de combatir donde suele usar tretas de traidores y cobardes, pero efectivas. 

    Se guía por las leyes de Ventormenta, aunque suele mostrarse indiferente al mundo entero, a no ser que obtenga beneficios, marcando así una personalidad bastante egoísta. 

  • Ficha Rápida
    Si (300 palabras mínimo)

Historia

 

Diego de la Cruz, es el hijo menor de una familia mercantil y adinerada, los Cruz. Su padre junto su hermano mayor llevaban una taberna y un pequeño local de comercio en Ventormenta, donde iba abierto en popa. Su madre, era la hija de un mercader que vendía pescado. Al unirse las dos familias el negocio mercante salió disparado, ingresando cantidades muy reconfortantes de dinero a la familia

 

Diego era el menor con 7 años de diferencia. Su hermano mayor vino cuando el negocio acababa justo de empezar y daba sus primeros frutos, y luego, Diego vino en el máximo esplendor del negocio. 

 

Desde pequeño, Diego rehusaba de aprender la profesión de comerciante, pues pensaba que era una de las más monótonas y aburridas vidas que se le podía ofrecer a un hombre. Siempre pendiente de la bolsa, de que se vende, de que no... Aburrido. 

 

El chico desde pequeño mostraba una clara perspicacia y daba frutos en cuanto a ser espabilado, se las podía apañar solo. Los problemas en casa eran cada vez peores, y su padre cada vez aguantaba menos tener a un hijo de diez años incapaz de hacer nada. No por capacidad, sinó por interés. Harto de tantos dramas, un día el joven cogió las maletas y se largó por su cuenta. 

Como todo en la vida, las primeras semanas fueron duras. De primera mano degustó que era tener un vacio en el estomago. Pero, gracias a su ingenio, se las supo arreglar. Aprendió a robar, a colarse en los jardines de las casas ajenas que hacian de una buena cama para el niño. 

Hasta que un día metió la mano en el bolsillo reluciente y cargado de monedas equivocado. Cuando alzó la vista hacia la persona que le tenía agarrada la muñeca pudo sentir el pánico. Unos ojos negros y afilados repasaban rasgo a rasgo de su rostro. Una melena blanca caía por su espalda y el ala de un sombrero le impedía que el sol se proyectase en su cara.

Lo que más le extraño no fue la punzada dolorosa de una buena bofetada bien dada. Sinó en que el hombre no le soltó, solamente se dedico a observarle profundamente. Diego intentó soltarse, pero recibió otra bofetada y por arte de magia, o mucha suerte quizás, esa bofetada le hizó serenarse ante el pánico que sentía. Cuando todo parecía más tranquilo, el hombre viejo se lo llevó a una posada y le dio un plato que comer bajo la condición de que le explicará su vida y porqué iba metiendo la mano donde no tocaba. 

Tras una larga charla, el hombre se presentó como Sir Alberto Gallardo, que según explicaba el anciano, fue el instructor de esgrima y futuro guardaespaldas de un noble menor. Alberto declaró la pena que sentía por el niño y por lo que se había convertido y le ofreció alojamiento en su villa a las afueras de Villadorada, que se le fue concedida por los años de servicio al noble y prometió que lo educaría. A lo que obviamente Diego aceptó sin rechistar. 

 

Con cierta facilidad los dos simpatizaron. Diego era la viva alma joven, rebelde e inexperta en la vida, mientras que Alberto representaba la sabiduría y experiencia. Alberto no podía resistirse a la nostalgia que emanaba Diego, pues era ansioso y con ganas de descubrir cosas nuevas. Pronto los dos serian uña y carne. 

Diego empezó como ayudante en la villa. Limpiaba el caballo de Alberto, hacía la compra, cocinaba y tambien aprendía a leer y a escribir bajo las enseñanzas de sir Alberto. Pasados los años, Diego aprendió a manos de Alberto el arte de la cortesía, la etiqueta, algo que siempre había admirado del porte de Alberto. 

A la mayoría de edad, obtuvo una ropera de buena manofactura, ropera con la que más tarde aprendería esgrima con Alberto. Vinculando su amistad en el proceso a cada día que pasaba. Tanto, que hasta Diego empezó a quererlo como a un padre. 

Durante su adolescencia, había coincidido varias veces con la hija de Alberto, una joven doncella de piel de porcelana, mejillas de terciopelo y de una larga, lisa y dorada cabellera. Al principio Diego no le importaba mucho la chica, sinó Alberto. Pero con la edad, el cariño, el amor y el deseo carnal subyugaron la mente del jovenzuelo hacía la chica. Y parecía que ella tambien. 

De noche, hacían escapadas al pajar para desearse y satisfacer sus caprichos. Pero esos caprichos pronto se volvieron una necesidad real de cariño, hasta que se presentaron a Alberto como pareja. Él mismo hizo el papeleo y financió el casamiento, con la esperanza de algún dia poder tener nietos de su hija y de su mejor y más preciado aprendiz. 

Pero, el destino de esa familia estaba sellado. Y como una maldición de heredación, Alberto y la esposa de Diego cayeron enfermos. No hubo tiempo despedidas, solamente lagrimas. Diego trabajaba para un amigo de Alberto que necesitaba de matarifes como guardia personal, y el tiempo libre que tenía el joven espadachin lo pasaba en la costa, pescando, costumbre que había adquirido hace un tiempo gracias a Alberto, pues cada tarde los dos iban a pescar mientras se explicaban las historietas del dia. 

Ambos murieron y Diego se quedó solo. Se pudo quedar con parte de la herencia de Alberto tras casarse Diego con su hija. Con esa herencia pudo comprarse una casa modesta en los barrios mercantes de Villadorada. ¿Y ahora? Ahora malvive en la ciudad, de vez en cuanto hace encargos en Ventormenta. O se dedica a vender lo que pesca. 

 

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