Saltar al contenido
Conéctate para seguir esto  
Imperator

Everan

Recommended Posts

  • Nombre del Personaje
    Everan
  • Raza
    Humano
  • Sexo
    Hombre
  • Edad
    27
  • Altura
    1.80
  • Peso
    85
  • Lugar de Nacimiento
    Ventormenta
  • Ocupación
    Vagabundo/Brujo
  • Descripción Física

    Everan es un hombre delgado por la desnutrición, sucio y con ropa deshilachada. Se presume a simple vista que no es más que un  vagabundo, no excesivamente hablador con quien no debe. De pelo rojizo, barba poblada y poco cuidada. 

    Con voz tenor, mantiene unos ojos verdes oscuros que no son llamativos en un primer vistazo. Lo más llamativo de Everan son sus manos suaves y cuidadas, a menudo cubiertas con unos guantes de lo que se presume son de buena calidad. 

  • Descripción Psíquica

    Una persona complicada de describir. Inteligente, con carencias de empatía que llegan a la sociopatía. Abierto ante cualquier situación y sin ningún trauma que lo agarre a una firme creencia. Adaptable, calmada y habladora con quien debe. 

  • Ficha Rápida
    No (1000 palabras mínimo)
  • Historia

    Me encontraba dubitativo en mis aposentos. Ocultaba mis pensamientos ante la fría noche que se avecinaba en la ciudad, debido a que el invierno se cernía como una manada hambrienta de lobos sobre unos viajeros descuidados. Mi padre me había otorgado el dinero suficiente tras los trabajos completados que me había pedido. 

    Había conseguido que el pescadero de los muelles solo vendiera los pescados del oeste a nuestra causa, con esperanzas de hacernos con el monopolio del barrio y así poder obtener unas ganancias con la que poder pagas mis caprichos sin levantar la más mínima sospecha. 

    Había tardado meses en poder siquiera obtener un contacto, y para mi decepción, no sabía más que simples habladurías. A través del primer contacto pude obtener un "amigo" indecoroso, trabajaba para un gremio de ladrones que comerciaba con armas que vendían a los rebeldes campesinos del oeste. Este me aseguró que unos extraños intentaron comprarles para obtener una vía clara de comercio con el exterior de la ciudad.

    Hice un chasquido con la lengua al saber que el material eran libros, sin embargo, no aquellos que yo buscaba. El Ladrón parecía mas interesante de lo que yo pensaba, y sabía más cosas de las que yo necesitaba saber o simplemente me apetecía escuchar, más el saber no está de más y es un buen arma de defensa en caso de necesidad. 

    Había un rumor de una cábala que residía en el mismo corazón del reino, que jugaban con una magia extraña de una época anterior a la nuestra. Sin embargo, era imposible encontrarlos para aquellos necios que querían hacerlo, otros decían que si sabían que los buscabas, te encontraban y muchas veces, no se volvía a verte. 

    De nuevo estaba en el punto de partida, más sentí que debía arriesgarme y cometer una imprudencia. Esto podía ser jugado en mi contra o no, sin embargo, era la única forma que tenía de contactar con aquellos que quería encontrar. Me acerqué al primer vagabundo que vi en el barrio de los mercaderes y con una simple moneda de cobre, susurré aquello que creí adecuado. 

    Si me entendió o no, me fue desconocido. Sólo me dio las gracias y se mantuvo allí mientras me marchaba.

    Habían transcurrido así dos semanas, sin nada. Me encontraba en mis aposentos allí donde mis pensamientos comenzaron a divagar, más algo interrumpió mis crecientes dudas cuando llamaron a la puerta. Eran horas intempestivas, por lo que no podía ser otra que un mensajero con urgencia o mi padre con alguna petición. 

    Cuando abrí la puerta, no cabía en mi sorpresa, más mi rostro disimuló tanto que me convenció hasta mí mismo de que aquél vagabundo que se encontraba en mi puerta lo había estado esperando con ansias. El hombre entrado en años, veterano en alguna guerra que no me importaba, me entregó una carta sellada y pulcra. 

    Le entregué otras dos monedas de cobre y se marchó sin añadir demasiado. Cuando abrí el contenido de la carta, la letra era limpia y sencilla, pero con conocimientos y que demostraba extensos estudios que no cualquiera puede costearse. La carta tan sólo contenía una frase, pero con ello me habían transmitido tanto como deseaban. 

    Solo tuve que viajar con lo puesto. Una camisa sencilla y unos pantalones para caminar. Los eruditos a menudo se creían que vestir togas te otorgaba un poder mágico superior, pero lejos de la realidad. Caminar con togas era incómodo y no servían para nada más que para estar más fresco en verano. 

    Me encaminé por los caminos hasta una taberna conocida que no recitaré, pues no es inteligente hacerlo. Cuando entré, pedí un zumo de baya, que para la época estaba demasiado ácido para mi paladar. Allí sentado, observaba a los viajeros que descansaban, soldados que habían acabado sus días libres y debían volver a su propio deber y algunos campesinos que podían permitirse unas cervezas y olvidar el trabajo en los campos. 

    Tardé una hora en creer que mis sospechas en aquel lugar se habían disipado. Otra hora en confirmar mis creencias y la última fue por pura frivolidad. Cuando creí conveniente me acerqué a la tabernera y di unos pequeños toques a la barra para atraer su atención. 

    La muchacha no superaría la veintena de edad. Tenía unos ojos claros que servían para mantener la atención de los pobres diablos que dudaban en quedarse para una ronda más o no. Su pelo de fuego era lo más destacado, así como las pequeñas pecas que rodeaban sus pómulos, dando un toque inocente a lo que sin ninguna duda, no lo era. 

    La susurré una palabra, y como si de un cumplido de borracho se tratase, me dedicó una risotada boba. Suspiré y me quedé allí plantado, fingiendo que me había dejado plantado, así que pedí un zumo de baya poco buscado, pero muy removido como a mí me gusta. 

    Eso bastó para encontrar lo que había estado buscando. No me demoraré ni detallaré aquello que encontré o vi, porque de ser así podrían encontrar mi propia biografía y acabar con mi vida y la de otros. No me importaba la de otros, pero me eran necesarios para encontrar mis propias metas y no sería muy inteligente perder todo ahora por darme unos aires de grandeza que no necesito profesar al mundo para saber que los tengo. 

    Ahora debía marchar para tratar unas negociaciones con una persona poco decorosa debo decir. Me habían enviado a mí no porque esperaban conseguir algo con mi dialéctica, era más parecido a que es mejor perder al nuevo aprendiz que uno de los más experimentados en tratar algún tarado hambriento con aires de grandeza. 

    Era difícil adentrarse en aquél bosque, más mi idea era recurrir a aquellos que me consideraban amigos. Viajé con ropas que destacarían poco en aquellos que pueden verme por los caminos y a los bandidos que crean que puedo ser una buena causa de robo. Me adentré en los bosques malditos mediante una barca y un guía temeroso, buscando el camino y al hombre con el que debía encontrarme. 

    La única pega de toda esta historia es, que ni el me esperaba a mí, ni yo esperaba encontrarlo, pero debía cumplir con devoción como me habían enseñado. 

 
 

Compartir este post


Enlace al mensaje
Conéctate para seguir esto  

×
×
  • Crear Nuevo...