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Malcador

[Tierras Inhospitas] La Cámara del Forjador de Montañas

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Un humo oscuro exhalado, desde el centro de la montaña.
 El viento sopla a través de valles huecos
Cielos despejados como el día, pronto se volverán grises
Y sabrás, te estás acercando a Khaz'Goroth

Cruzando tu senda, un ancho abismo
Aullidos se elevan desde pozos insondables
Pero cerca hay un puente, congelado por el tiempo
Y al otro lado, pronto encontrarás a Khaz'Goroth

Río ardiente, que abrasa la tierra
Contrasta su reino de piedra
Y el acero canta su tono, pues un dios permanece solo
La mano hacedora, por nosotros conocida, Khaz'goroth

Las chispas saltan y vuelan desde el mineral caído de los cielos
Forjando sus obras, divinas
El fuelle estalla, con fuerza desenfrenada

Ya no está perdido: El Hacedor Khaz'Goroth

- Gorothskviða , canto tradicional enánico , fecha desconocida.

 

agtn4pY.jpgUn dicho de los enanos de las Montañas de la cordillera de Khaz'Modan es que nada bueno ha salido nunca de las tierras inhospitas, una inmensa extensión de terreno al este de las montañas que la mayoría de enanos han considerado su hogar durante milenios, abrasado por el sol, habitado por una fauna salvaje y agresiva, carroñera y depredatoria,  y carente de valor alguno.

Tal dicho cayó en desuso cuando en el año 47 antes de la apertura del Portal Oscuro, un grupo de montaraces encontraron, inspeccionando las consecuencias de un pequeño terremoto en la región, lo que parecía ser una pila de jarrones con extraña manufactura.

Una embajada de la Liga de Expedicionarios, el cuerpo que sin frontera ni clan padre, unifica y sirve como válvula de escape para todos esos jóvenes enanos con ansias por descubrir el mundo, llegó al lugar tras unas pocas semanas, y comenzó a desenterrar más restos, hasta que hallaron lo que parecía una columna enterrada en la montaña.

En medio año, todo un récord para el anquilosado sistema enano, el Senado de Forjaz aprobó , abanderada por el apoyo del Clan Pico Tormenta y el Clan Barbabronce, enviar una numerosa expedición con escolta militar hacia lo que cada vez más, se descubrían extrañas ruinas que por gravados y runas, parecían tener relación con el pueblo enano.

 

La Expedición sufrió toda una serie de catastróficas desdichas, que más de una vez amenazaron con cortar el flujo de suministros y personal desde la Montaña principal y más importante de todos los reinos enanos. Las Tierras Inhóspitas hacían honor a su nombre, y por si fuese poco, a espaldas de los enanos de las montañas, el Imperio del pérfido Draggan Thaurissan I había creado toda una serie de bastiones ocultos a lo largo y ancho de las baldías planicies de roca cruda, probablemente con el fin último de preparar una invasión vengativa contra la propia Khaz'Modan.

Los movimientos militares se recrudecieron, y la sangre enana regó las arenas ocres y oxidadas como no lo había hecho desde la Guerra de los Tres Martillos, en un conflicto que duraría una década, que en el presente, sería conocida como la Guerra de Uldaman.

El conflicto concluyó con una derrota del Imperio de los enanos oscuros frente a los clanes enanos de las Montañas, abanderados por el Clan Barbabronce bajo el mando del Gran Thane Magni. Los planes de invasión futura del traidor emperador Thaurissan I fueron hechos añicos, así como su linea de bastiones y fortines, y en el año 32 antes de la caída del Portal Oscuro los trabajos en Uldaman pudieron avanzarse por fin de manera satisfactoria.

Y cuan satisfactoria sería, cuando en apenas dos años una galería rocosa colapsada llevaría a lo que sería una enorme caverna, que si bien era natural en origen, pronto mostraba un tallaje tan exquisito que parecía haber sido realizado mediante manos maestras que diesen forma a la misma roca como si de arcilla se tratase, sin marca de cincel o herramienta. Ni las manos enanas más hábiles podrían alcanzar tal maestría en diez vidas.

Y al fondo de tal caverna, un pronaos, grande como ningún otro, con un portón de doble cubierta y grandes columnas de roca de tallaje más antiguo que el mundo, que parecía haber sido esculpida no hacía ni un lustro. Inscritos de oro y minerales hasta entonces desconocidos y nunca re-encontrados en los Reinos del Este, entre los cuales el más importante sería nombrado a posteriori como Titanio, en honor a los aparentes autores de semejante obra maestra de la arquitectura.

Enormes muros inscritos y pintados , pristínos, runas talladas, recorrían enormes pasillos fuera de los grandes portones que adquirieron un valor mítico para el pueblo enano.

Las labores de historiografía desentrañaron poco a poco, en una labor excruciante, y únicamente capaz gracias a la aparente relación entre la propia lengua de los pueblos enanos, tan intricada y antigua, y el lenguaje rúnico usado en tales murales de roca caliza, un relato de ordenamiento cósmico.

Los Titanes. Azeroth. El Pueblo Enano. El Forjador de Montañas, el Guardián del Tiempo, La Madre de la Vida. 

Los enanos se habían re-encontrado con un pasado perdido, una permeación que impregnaba toda su cultura e historia sin siquiera ellos saberlo, pues hacía más de mil años que los enanos habían aceptado, gradualmente, con siglos de diferencia entre unos clanes y otros, los valores de la Luz Sagrada del pueblo humano.

 

Las labores continuaron durante décadas de recuperación, de restauración, y de expansión de la caverna que no parecía si no enterrar lo que era toda una ciudad, un inmenso complejo subterráneo, cuya parte aparentemente más relevante estaba oculta tras ese enorme portón, en su centro, una figura de luenga barba sentado a trono de nube y rayo, a su alrededor, un coro, un panteón de figuras tan magníficamente talladas que sus ojos de esmeralda, rubí y zafiro parecían latir con vida propia.

Más la puerta no se abrió.

Llegaron los orcos, y los reinos enanos se vieron invadidos, aislados. La mayoría, en sus grandes ciudades de las montañas, resistieron la marea verde, aunque otros cayeron ante la magia oscura, ante el hacha bárbara y ante el fuego de los dragones. 

Y la conocida popularmente como Cámara de los Orígenes, o del Hacedor de Montañas, en honor del cual los enanos ancestrales nombraron a la cordillera montañosa donde se instalarían originalmente, cayó no en un olvido pero si en un letargo, pues era imposible continuar en tal contexto de guerra.

Pero los orcos fueron derrotados, y las labores continuaron, de manera gradual, hasta retomar un ímpetu similar al de antes de la invasión.

Más la puerta no se abrió.

 

Los debates ardieron a lo largo y ancho de las ciudades montañosas. Más de un Thane hubo de posicionarse , como Rey bajo la Montaña, para calmar los ánimos de un pueblo que cada vez demandaba más respuestas. Las tensiones crecientes , litúrgicas y ontológicas entre aquellos que no veían en lo que provenía de esas tierras desholadas más que meras curiosidades históricas, antropológicas, y aquellos que abrazaban un legado perdido: Algo realmente enánico, y no heredado de sus aliados humanos.

Pronto, la palabra Titan se asoció con el valor, el vigor del pueblo enano y aquellos que profesaban esas ideas: Un orgullo no perdido pero sí olvidado.  Los enanos se habían conformado, pasivos, en sus montañas. Habían excavado profundo mientras los humanos se expandían sobre la superficie, ocupando todo, siempre ambiciosos, siempre anhelando más.

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Pero entonces, el Cielo se iluminó y de él llovió fuego. Los reinos del Norte cayeron uno tras otro, y los enanos, apelados por las alianzas ancestrales y el valor más inquebrantable marcharon en grandes números junto a los reinos humanos de Ventormenta y Stromgarde. Grandes fueron las pérdidas a las orillas del Lago Lordamere. Muchas montañas vieron como sus guerreros volvían sobre sus escudos. Nisiquiera los Reyes de la Montaña salieron indemnes de tal embite. El propio Thane de los Colina de Hierro de Dun Garok caería bajo la hoja pérfida de uno de los caballeros caídos de Lordaeron, que hacía de la Muerte su bandera.

Todos sufrieron graves derrotas en esa guerra, incluido el clan de los Pico Tormenta, de Dun Baldar ("Hogar de la Estrella del Norte" en enánico), conocidos por ser el rival político más fiero del Clan Barbabronce, cuya autoridad del Gran Thane reconocían a regañadientes, pues en su fortaleza en las montañas de Alterac era por todo enano de las montañas conocido que los Jinetes de Oso eran prácticamente tan ricos y poderosos como los descendientes de Aegrim.

Pese a que el Clan Pico Tormenta había aceptado la filosofía de la Luz, sus valores, sus virtudes y su moral hacia más de mil quinientos años de voz y acto de la sacerdotisa Windolina, con el paso de los siglos se habían recluido cada vez más en sus salones de piedra y granito. Vivir rodeados de los reinos humanos, y vecinos directos de la tenaz Alterac les había hecho testigos, siempre silenciosos, de las perfidias y corrupción que siempre acechaba en los espíritus de los hombres, que anhelaban por encima de todo el poder.

Donde un enano lucha por su clan, por su familia, un humano lo hace por sus ideas: Virtuosas o Malignas, más siempre acertadas. Donde un enano anhela riquezas que compartir, comida que disfrutar e historias que narrar, un humano envidia, roba, pelea y rapiña. 

Un humano jamás entendería la pasión, la verdadera virtud del trabajo honrado: Crear algo por las propias manos de uno, para guardarlo en profunda cámara y nunca más ser usado, no por su utilidad, si no por el propio acto de crear, de moldear, algo tan innato para los enanos, que incluso antes de aprender a caminar, ya están creando formas, estructuras precarias con tierra, barro y nieve.

Sería por esto que, enfriadas sus relaciones con los humanos, el Thane Vanndar Pico Tormenta sería de los que con más fervor abrazó las buenas nuevas nacidas de las profundidades de Uldaman. El Clan Pico Tormenta pronto se convertiría en los adalides del nuevo futuro para los enanos: Aquellos que seguirían la sabiduría de los Titanes, y si bien respetando las morales de la Luz que para entonces eran parte de su cultura, buscando su propio lugar en el mundo, fuera del brazo "protector" de sus altos primos.

 

La Tercera Guerra pasó, y el Portal Oscuro se reabrió. Más allá de Azeroth, las legiones marcharon y muchos pueblos, los orcos mismos, se re-encontraron con un pasado perdido.

Los enanos contemplaron, cuasi envidiosos. ¿Cuando sería su turno?

 

Los guerreros del Hogar de la Estrella del Norte regresaron, agotados, heridos, menos numerosos, tras luengas semanas de paso por las cordilleras de Alterac. Tras ellos quedaba un bastión oscuro destruido en isla, en el centro de gran lago corrupto.

Cuando los grandes torreones que parecían parte propia de la montaña se alzaron al giro del profundo fiordo, las enormes faces de barbas rocosas de sus ancestros les contemplaron, orgullosas, supieron que llegaron a su hogar.

 

Más, si bien recibidos con odas , hidromiel y carnero asado, se percataron de que tal festejo no ocurría por su llegada. O más bien, no solo por ello, si no que había comenzado ya, hacía más de dos semanas. Ansiosos, preguntaron, y los guerreros Pico Tormenta recibieron respuesta.

 

La Puerta al fin se había abierto.

 

 

 

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