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[Trama Lore] La Guerra de Gilneas

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El conflicto de mayor envergadura en los últimos años, conocido por algunos como la Cuarta Gran Guerra, la encarnizada batalla a tres bandas que tiene lugar en la península de Gilneas es un conflicto que durante años ha arrasado los campos, quemado los bosques, y quebrado las almas y espiritus, así como vidas, de miles de individuos.

El resultado de tal Guerra marcará el futuro venidero para millones de almas. Tanto aquellas que viven, como las que dejaron de hacerlo hace tiempo.

 

  • Índice:
    • Linea Cronológica de la Guerra de Gilneas:
      • Precedentes:
        • La Oferta Azul
        • La Campaña de Bosque de Argénteos
      • Año 29
        • Tercer trimestre del año:
          • Asedio al Muro de Cringris
        • Cuarto trimestre del año:
          • Desembarco en Nueva Karroburgo
          • Primer Asalto al Muro de Cringris
      • Año 30
        • Primer trimeste del año:
          • La Negativa de Theramore
        • Segundo Trimestre del Año:
          • Segundo Asalto al Muro de Cringris
          • Batalla del Vado de Rocapresta
        • Tercer Trimestre del Año
          • Refuerzos de Stromgarde
        • Cuarto Trimestre del Año
          • Segundo Desembarco Imperial
      • Año 31
        • Primer trimeste del año:
          • Caída del Muro de Cringris
          • Toma de Fuerterojo
        • Segundo Trimestre del Año:
          • Primera Batalla del Bosque Norte
          • Emboscada en Valletormenta
        • Tercer Trimestre del Año:
          • Caída de Steinwatch
          • La Masacre del Paso de la Cabra Blanca
        • Cuarto Trimeste del Año:
          • Resistencia del Valle de la Espina
          • El Pacto del Norte
      • Año 32
        • Primer Trimestre del Año:
          • La Movilización Huargen
          • Matanza en Colchester
          • Negociaciones en Valletormenta
        • Segundo Trimestre del Año:
          • Avance a la Marca Oriental
          • Estancamiento de las Colinas Musgosas
        • Tercer Trimestre del Año
          • Desembarco en los Cabos del Norte
          • Batalla del Paso Condal
    • Fuerzas combatientes:
      • El Reino de Gilneas:
        • Líderes del Reino de Gilneas
        • Fuerzas del Reino de Gilneas
        • Jugadores Gilneanos:
          • Huargens:
          • Humanos:
      • El Imperio Humano:
        • Líderes del Ejército Imperial en Gilneas
        • Fuerzas del Imperio Humano
        • Jugadores Imperiales:
      • El Reino de Lordaeron:
        • Líderes del Nuevo Orden Renegado
        • Fuerzas de los Renegados
        • Jugadores Renegados:
      • La Amenaza Feral:
        • Los Huargen ferales
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Linea Cronológica de la Guerra de Gilneas:

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Precedentes:

Como todo conflicto, la Guerra de Gilneas no nace de la nada, si no que ha sido el resultado de la sucesión de intereses enfrentados y superpuestos. Grandes superpotencias interesadas en la posición ventajosa y estratégica de la península, aquellos que buscan rechazar a los que buscan negar su autonomía, y los gritos desesperados de los que ajenos a estas disputas solo buscan sobrevivir.

La Oferta Azul

 

emblema_ROLERRANTE_final.pngEl Imperio Humano se compuso de las cenizas de la Alianza de Lordaeron con el fin último de asegurar la supervivencia de la especie humana en un mundo tras la tercera guerra, donde dos de los siete reinos, Dalaran y Lordaeron, siendo el segundo el más poderoso e importante de todos ,habían sucumbido, arrasados sin que nada ni nadie hubiese podido impedirlo.

La reconstruida Ventormenta no tardó en ocupar el puesto frontal como la nueva vanguardia de la humanidad, alzándose frente a una empobrecida Stromgarde, una quebrada Alterac, una destruida Lordaeron, una aislada Gilneas, una joven Theramore y una ajena Kul'tiras, más preocupada por sus islas que por otra cosa.

Se tardaron años, diplomacia, chantajes y amenazas tanto directas como veladas, y cientos de diversos nobles buscaron poner sus cartas sobre la mesa para cobrar ventaja. La conclusión llegaría con la coronación de la hermana menor de Lady Tiffin Ellerain Wrynn, Meriane Ellerian, una humilde escudera de la Mano de Plata, como Reina de Ventormenta y en breves, Emperatriz de la Humanidad. 

Muchas voces, muy poderosas, se alzaron en contra de esto, siendo tal vez la más sonora la del Rey Galen Aterratrols, de Stromgarde, que no pudo si no aceptar la adesión al Imperio Humano cuando su tio, Danath Aterratrols, heroe de guerra condecorado y mucho más popular que él, tanto entre nobles como entre plebeyos, llegó desde Terrallende y ante la idea de revivir la Alianza de Lordaeron no pudo si no proclamar publicamente su apoyo a tal idea.

Con una alianza conformada por Ventormenta, Stromgarde y Theramore (Habiendo sido esta joven ciudad estado la primera en aceptar la idea de Ventormenta, con el fin de asegurar la colaboración de la Humanidad y su propia supervivencia más allá del gran océano), Kul'tiras no tardaría en aceptar la adesión tras generosas concesiones maritimas por parte de Ventormenta, que durante más de un siglo había sido la principal competidora en los mares del sur de la República Mercante de Boralus.

Con la lealtad del príncipe de Alterac, Aliden Perenolde, asegurada, y Dalaran desaparecida, solo quedaba una última corona que aceptase la legitima soberanía de la Emperatriz de todos los Humanos. Gilneas.

Aislada desde hacía casi una década, Gilneas siempre había estado opuesta a las ideas de pactos y alianzas entre naciones. Su apoyo en la segunda guerra había sido residual, y habiendo sido el último en unirse a la Alianza de Lordaeron, fue el primero en abandonarla en cuanto las discrepancias comenzaron a aparecer.

Las misivas y diplomaticos enviados recibieron negativas constantes, pese a generosas ofertas por parte de la Emperatriz de restaurar a Gilneas sus tierras de más allá del muro, perdidas en guerras de siglos pasados al avance imparable de Lordaeron, una vez la victoria frente a los Renegados se consumase.

Casi un año tuvo Gilneas de margen, un año en el cual numerosos nobles instaron al rey Genn Cringris a aceptar tal oferta. Este la rechazó, por supuesto. Al igual que la Alianza de Lordaeron había intentado en su día, sabía que estos pactos no eran más que las pretensiones de los poderosos para subyugar a los más débiles bajo ellos. Gilneas llevaba milenios sola. Y había resistido todo y más. ¿Qué podía ocurrir a futuro que no hubiese pasado ya? Era esta autoridad absoluta lo que había llevado al pueblo gilneano a ser tan tenaz, tan resistente.

No, no aceptarian el mandato de gobernantes sureños, y tal cosa fue dejada bien clara al Imperio.

Cuando las misivas y los diplomáticos dejaron de llegar, Cringris llevaba varios meses movilizando a sus nobles vasallos. Las mesnadas habían sido provistas, las levas preparadas, y las preparaciones hechas. 

Cuando llegó la declaración formal de guerra, no fue sorpresa para nadie en Gilneas.

 

La Campaña del Bosque de Argénteos

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Tras la brutal derrota a los muros del Monasterio Escarlata en el año 22, los Renegados pasaron una época de descontrol y pérdida de propósito. Con un reino destruido que había quedado de golpe en sus manos muertas, la reforma militar, social y logística que hubo de realizarse para dar identidad a un pueblo compuesto por numerosas razas no-muertas es algo sin precedentes que aun analizado a posteriori es difícil de ver como posible.

Durante los años 23 y 24, verían su nacimiento la filosofía del Uberabtrünning, el Aphotecarium, el Culto de la Sombra Olvidada, pero sobre todo, y el más importante, sería el nacimiento del Nuevo Orden Renegado: La jerarquización militar absoluta que regiría la sociedad renegada de aquí en adelante, y su columna vertebral sería la Guardia de la Muerte.

Cualquier renegado que haya de desear escalar y ganar poder en su sociedad habrá de hacerlo mediante el servicio total, absoluto, dedicado y leal al Nuevo Orden y a la figura de su avatar y cabeza, la Reina Alma en Pena Sylvannas Brisaveloz. La Guardia de la Muerte se compuso de un cuerpo flexible que adaptó formas de guerra humanas, no-muertas, nerubianas, élficas, y la mezcla táctica de todas ellas en una nueva forma de hacer la guerra que incluso la Plaga con sus hordas de no-muertos no podía llegar a predecir.

Aunque hubo una época de ajuste, ensayo y error, con numerosas derrotas aquí y allá, con los años los renegados refinarían su forma de hacer la guerra hasta la perfección.

Y una vez hecho esto, pusieron sus ojos en el primer enemigo real: Gilneas. 

El problema es que para llegar a Gilneas, los ejércitos debían de avanzar hacia el sur, cruzando los bosques de Argénteos, unas inmensas regiones del suroeste del Reino de Lordaeron que tras la caída del mismo habían quedado aisladas del resto del continente por la población de monstruos lupinos que habían hecho acto de presencia de manera repentina. 

Las primeras movilizaciones al Bosque de Argénteos tuvieron lugar en el año 25, y de los tres mil renegados enviados, solo ochocientos lograron regresar no-vivos hacia Lordaeron.

Aunque la logística renegada no tenía nada que ver con la de un ejército vivo, pues donde otros requerían la pesadilla logística de proveer de agua y alimento a miles o decenas de miles de individuos, los renegados solo necesitaban transportar su armamento y materiales para mantener bien provistas sus maquinarias de guerra, lo cierto es que los bosques supusieron una barrera infranqueable fruto de las hordas de hombres lobo que acechaban en estos. 

Y lo que era peor, parecían estar dirigidos y coordinados por una figura misteriosa desde la antigua fortaleza de la casa Filargenta.

Sin embargo, con cada escaramuza y batalla, los renegados aprendían, y donde antes habían sido masacrados, ahora preveían por donde y cuando atacarían las bestias lobunas. Con el paso de los meses, cada vez se pudo penetrar más en los bosques y descender más y más al sur. 

Tanto, que llegó el día donde una veintena de Vergudos de los Mortacechadores pudieron cruzar las montañas y adentrarse en el mismísimo Castillo de los Filargenta, renombrado como Colmillo Oscuro, y dar muerte al Archimago que allí moraba, así como a sus secuaces, aunque solo seis renegados salieron de allí con vida: cuatro humanos y dos horrores de la cripta. 

Con el Archimago llamado Arugal muerto, las huestes de criaturas mitad hombre mitad lobo cayeron a sus instintos salvajes, y eran los finales del año 27 cuando su número había sido reducido hasta casi la extinción por los grupos de veteranos caza-huargens renegados.

Y con el Bosque de Argénteos asegurado, y Colmillo Oscuro resuplido como puesto de mando renegado, estos pudieron centrar sus ojos en el pastel más gordo: Gilneas. 

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Año 29

Tercer Trimestre del Año:

Asedio al Muro de Cringris

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Alzado a finales del año 15, el Muro de Cringris (O la Locura de Cringris, como muchos lo llaman) representa una de las mayores obras arquitectónicas de la humanidad. Aunque su tamaño y longitud no llega a compararse al inmenso Muro de Thoradin, a diferencia de este no fue construido con ayuda de los masones enánicos , si no por orgullosos gilneanos, todos ellos. 

Pese a lo que muchos extranjeros pudiesen creer, el muro no fue alzado como medida defensiva por el Rey de Gilneas, si no como declaración de intenciones respecto a lo que sentía como los comienzos de Lordaeron por establecer un sistema de alianzas inquebrantables que acabase alzando al reino norteño como líder sobre todos los demás. Irónico, pues en cierto modo el viejo Rey tenía razón, aunque no sería Lordaeron, si no Ventormenta.

 

Con los Bosques de Argénteos purgados y las rutas aseguradas, el Nuevo Orden del Reino de Lordaeron pudo comenzar a construir y alzar puestos militares a lo largo y ancho de la región del sur de Lordaeron, y mientras que muchas de sus fuerzas se desviaron hacia el Este, en dirección a la última región de Lordaeron donde la vida aun triunfaba sobre la muerte, el grueso de los ejércitos renegados marcharon al sur, hacia el inmenso muro que incluso a varios días de marcha, era visible desde muchas explanadas o colinas.

Asediar el muro en su totalidad era simplemente imposible. Extendiendose por cientos de millas, el Muro de Cringris era más bien un inmenso castillo, con numerosos puestos fortificados construidos dentro de su estructura a lo largo y ancho, con sistemas defensivos, barracones, almacenes, armerías y herrerías. Y aunque muchos de estos castillos estuviesen abandonados , varios de ellos incluso reconvertidos en madrigueras de huargens salvajes, los Renegados carecían de esta información. 

Por lo tanto, realizaron la única estrategia que era logísticamente viable. Concentraron sus esfuerzos en la parte más vulnerable de cualquier muro: La puerta. Las enormes caravanas empujadas por destreros no-muertos incansables marcharon desde Entrañas llevando tropas y materias de construcción a un ritmo que ningún vivo que hubiese de dormir y comer podría mantener.

Antes de que los primeros mensajeros del avance Renegado llegasen a la Capital para avisar al rey, y hubiesen vuelto al muro para transmitir las órdenes de preparar las guarniciones para un largo asedio, más de dos docenas de puestos alzados en puntos ventajosos, con muros de espinas metálicas y empalizadas taladas a un ritmo frenético se habían construido a lo ancho de la parte central del muro.

Los Renegados desconocían los números de los defensores del Muro, pero los Gilneanos desconocían también el número al cual estaban haciendo frente, y aunque durante las primeras noches la falta absoluta de iluminación nocturna en los campamentos de las fuerzas invasoras desconcertó a las mesnadas del Rey y sus nobles leales norteños, apostadas en el muro, los exploradores enviados, o los pocos que lograron regresar, pudieron avisar de que lo que les estaba invadiendo no era un ejército humano si no una fuerza de no-muertos, que blandían colores y pendones desconocidos.

Aunque a estas alturas, las noticias de la  Tercera Guerra habían llegado incluso más allá del Muro (Al menos, en lo referente al destino de Lordaeron, pues no sería hasta la llegada de las fuerzas Imperiales que en Gilneas se conocería siquiera el descubrimiento de Kalimdor), en Gilneas permanecían completamente ignorantes respecto a los tumultuosos cambios de poder entre las fuerzas no-muertas.

Pero era irrelevante. Fuesen las fuerzas de la Plaga que habían amenazado con penetrar el muro hasta ser arrasados por las hordas huargen salvajes, o una nueva fuerza de no-muertos, los rechazarían y resistirían.

El día veinteavo del quinto mes del año, el Rey de Gilneas envió un refuerzo de más de dos mil hombres de sus propias mesnadas, y ocho millares de los nobles del sur para reforzar el muro, quedando bajo la coordinación de Lord Adelmar Bosquenegro, fiel seguidor del Rey, conocido por su ... eficiencia a la hora de actuar frente a los rebeldes durante la guerra civil.

Aunque algunos acusarían a Lord Bosquenegro de traidor a la causa del Norte, lo cierto es que el alzamiento del Muro, justo encima de sus tierras, le permitió pasar de ser un barón irrelevante más a ganarse el título de Conde cuando decidió situarse del bando del Rey Cringris, pasando a ser responsable de la protección central del gran portón del Muro.

Con los refuerzos recibidos, más de media docena de guarniciones y posiciones del muro que llevaban años abandonadas pudieron ser recuperadas, a considerable coste personal , pues los refuerzos del sur, desacostumbrados a los espesos bosques del norte y la amenaza huargen, sufrieron gravemente fruto de un ego que para muchos se probó fatal.

 

Empezarían entonces largos meses de espionaje y contra-espionaje, donde los grandes murciélagos de Tirisfal sobrevolarían el Muro bajo cielos nocturnos, invisibles para los ojos Gilneanos, desplegando unidades de veteranos Mortacechadores más allá de las lineas enemigas, y recabando información de sus enemigos durante semanas sin siquiera estos saberlo. 

 

Cuarto Trimestre del Año 

Desembarco en Nueva Karroburgo

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Desde la Independencia de Kul'tiras, las flotas Gilneanas, nación de una costa tan abrupta y apenas navegable, habían sido poco más que barcazas pesqueras de bajura, buques de paseo incapaces de marchar al océano, y navíos de vigilancia costera, dedicados a la caza de contrabandistas y piratas de río.

Sin embargo, por puro orgullo, el propio Rey mantenía una flota de tres galeones (Siendo uno de estos el personal del Rey, "Orgullo de Cringris", que rara vez salía siquiera a la mar) , cuatro naos y doce bergantines amarradas en la ciudad costera de Nueva Karroburgo, uno de los mayores nexos comerciales del Este gilneano, que durante más de trescientos años había estado gobernado por la orgullosa, estricta pero con fama de honorable y gentil, casa Claufield, cuyo lord actual,  Desmond Claufield , llevaba casi dos décadas gobernando, y habiendo alzado la ciudad de una profunda crisis causada por la guerra civil (Pues Nueva Karroburgo, como nexo comercial, era confluencia de toda clase de gentes , ideas, e intereses, y durante el conflicto civil sus calles se inhundaron de sangre), era amado por todos los habitantes del lugar.

O casi todos.

Las amplias flotas imperiales estaban compuestas por dos de las mayores superpotencias navales de todo Azeroth, Kul'tiras y Ventormenta, dos reinos que desde prácticamente la fundación del joven león dorado, habían estado en constantes tensiones y conflictos marítimos por el control comercial tanto de los mares del sur como de los mares centrales. Se podían contar por docenas las veces que Ventormenta y Kul'tiras se habían aliado para hacer la guerra marítima a los goblins, como las veces que habían recurrido a los goblins como apoyo contra el otro reino, en un largo conflicto que jamás llegó a escalar a guerra abierta, pero que dio lugar a una época dorada de pirateria que duró desde las guerras gnoll hasta la primera guerra, pues la destrucción de Ventormenta y la afiliación de los goblin a la Horda Orca acabó de manera prácticamente total con el comercio por tales mares. Y pocos piratas, nisiquiera los grandes capitanes con docenas de barcos, estaban tan locos como para asaltar los enormes Acorazados de guerra Ogros que protegían las flotas de la Horda. 

 

Pero todo ese pasado de conflictos llegarían a su fin tras la adesión de Kul'tiras al Imperio. Aunque reticentes al saber que Theramore, gobernada por la Traidora Lady Jaina Valiente, había sido la primera en aceptar la oferta de Ventormenta, las jugosas concesiones marítimas concedidas por Ventormenta a la República Mercante y al Gran Almirante Tandred Valiente acabaron convenciendo a los avezados marinos de Boralus de unirse al proyecto para el futuro de la humanidad. 

No podía ser de otra forma pues ,que los navíos que encabezasen la marcha hacia Gilneas fuesen los de Boralus, con sus doradas anclas ondeando firmes bajo el viento agitado. En un gesto tal vez irónico, o destinado, según a quién se le preguntase, Kul'tiras regresaba para ser ellos los que esta vez invadiesen a Gilneas, en una guerra de independencia inversa.

Con las costas del norte de Gilneas completamente intransitables por los grandes navíos de transporte y guerra imperiales, fruto de sus enormes arrecifes coralinos , y una falta absoluta de ciudades portuarias con la capacidad de mantener y servir de nexo para los navíos tirasianos y de ventormenta, Nueva Karroburgo era un objetivo obvio de desembarco.

Y si a esa conclusión habían podido llegar los generales y almirantes Imperiales con sus mapas de Gilneas dibujados y registrados hacia décadas, como no iba a ser parte de las planificaciones de Lord Claufield. 

Nueva Karroburgo se encontraba situada en la parte central de un gran golfo protegido por dos fortalezas gemelas situadas a ambos extremos de los cabos que formaban un relativamente estrecho cuello de botella de apenas dos millas de ancho. Una posición defensivamente envidiable. 

No fue si no por este motivo que Lord Bolvar Fordragón, Sumo Protector de Ventormenta , ex-Regente del Reino y Comandante Supremo de la Invasión Gilneana, deseó resolver el conflicto de la manera más rápida posible. El final estaba claro. La victoria Imperial era inevitable, pero podrían recibir pérdidas relevantes antes siquiera de hacer desembarco si Nueva Karroburgo se defendía con uñas y dientes. De la misma manera, de tomar la ciudad por asalto, ocurriría una matanza que nisiquiera el veterano Paladín podría evitar, y si su antigua escudera y ahora Emperatriz le había puesto al mando de esta guerra, era porque justamente la labor del Imperio era liberar a sus vasallos de un tirano rey que les negaba la libertad de unirse al Imperio y quebrar los yugos de sus amos feudales y atrasados.

 

Lord Desmond Claufield, barón de Nueva Karroburgo, Lady Amanda Soschter , Almirante Real de Gilneas y Lord Vincent Godfrey, ojos y oidos del Rey, se reunieron en el duodécimo día del onceavo mes en la playa de Lanzavastos, a una jornada de Nueva Karroburgo, con Lord Bolvar Fordragón, Señor Supremo de la Invasión Gilneana y su segundo al mando, Sir Halford Aterravermis, Mariscal de Campo y Alto Comandante de la Séptima Legión. La reunión duro más de nueve horas, con descansos intermedios donde las distintas partes, retiradas en sus tiendas y protegidas por sus guardaespaldas ( preparados para un inicio de las hostilidades inmediato o un intento de traición por el otro bando), tanteaban con sus consejeros y subalternos los argumentos que usar, las palabras dichas por sus rivales, y como continuar.

Este toma y daca sin embargo llegó al resultado previsible pero que inocentemente Lord Fordragón, un tanto ajeno al adusto carácter y orgullo Gilneano, había deseado que no ocurriese: Ni Gilneas claudicaría, ni Nueva Karroburgo se rendiría. 

Embarcados de nuevo a su flota, Lord Fordargón informó a Sir Aterravermis de que a la mañana siguiente comenzaría el asalto marítimo contra Nueva Karroburgo.

 

Una mañana de cielo despejado, los más de un centenar de navíos imperiales se prepararon dispersos en diversas formaciones , preparados para marchar en oleadas por el estrecho y angosto paso que protegido por la cuasi veintena de navios gilneanos, se preparaba firme para resistir. De peores habían salido, pensaban los marinos gilneanos, que con Lady Soschter a bordo de El Orgullo de Cringris, observaban una fuerza que solo les superaba en una proporción de seis a uno. 

Tras unas dos horas donde los navíos esperaron , tal vez a un movimiento del rival, un despiste, o una rendición de última hora, los barcos imperiales tomaron la iniciativa, pues no podía ocurrir de otra forma.

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El Galeón "Furia de Boralus", capitaneado por el Capitán Jorben Thornby (Veterano de las campañas del Almirante Valiente en Kalimdor, que se decía había sobrevivido a un duelo personal con una bestia híbrida y su osa mascota, aunque con un pie menos), comenzó a moverse, encabezando la vanguardia imperial, seguido por ocho naos.  

Sabían donde se metían, el fuego de las fortalezas gemelas caería sobre ellos. Pero el veterano capitán lo sabía, y sus marinos, hermanos y hermanas, la mayoría de los cuales le acompañaban desde Kalimdor, lo sabían también. Todo sacrificio era poco por el ver el sueño de Daelin cumplido, una humanidad reunida que pudiese de una vez por todas purgar de la faz de la tierra a todas esas bestias de allende los mares.

 

Los marinos de Kul'tiras corrian por las cubiertas arreciando los velamenes y preparando los cañones para recibir el fuego de las fortalezas costeras y de la flota que más allá esperaba para recibirlos. Aunque convencidos de lo relevante de su labor como punta de lanza, pues tras ellos la gran flota imperial comenzaba un avance escalonado para evitar formar un cuello de botella donde no pudiesen maniobrar.

El paciente capitán esperó, y esperó, hasta que calculó de manera aproximada el punto donde entrarían al alcance de los cañones de los fortines, que por la información borrosa, pues probablemente contasen con medidas de protección, que habían podido recabar los adivinadores de la flota, se trataban de grandes bombardas de gran calibraje. O eso debía asumirse, se enfrentaban a Gilneanos, tan amantes de la pólvora como un montaraz enano. 

Fue entonces cuando berreó las órdenes: Las velas se desplegaron a su máxima capacidad, y las tropas, en los remos, dejaron sus brazos y sus manos callosas para conseguir la máxima velocidad posible. Su plan era atravesar el bloqueo. Por la fuerza. 

Los primeros truenos lejanos de los fortines comenzaron a sonar , y aunque algo cortos de alcance, las estimaciones del curtido capitán tirasiano habían sido de lo más acertadas. Pues en apenas unos instantes estarían dentro de su radio de fuego. Las pesadas balas siguieron cayendo desde los castillos gemelos, contra los navíos, aunque la táctica de Thornby había dado sus frutos, y el repentino aumento de velocidad había desorientado a los artilleros gilneanos que probablemente tenían serios problemas para recalibrar los pesados cañones a la velocidad suficiente como para conseguir alcanzar a los navíos que avanzaban directos contra el bloqueo gilneano.

Ya a punto de llegar al alcance de los cañones de los navíos gilneanos, y sin que ninguna de las naves bajo el mando de Thornby hubiese sido impactada, este ordenó acudir a los cañones. Al parecer tendrían oportunidad de devolver el fuego antes de ser hundidos. ¡La emoción se extendió entre sus tripulantes! Más no demasiado, pues estaban en plena batalla. 

Los cañones dispararon, y las balas comenzaron a impactar en la pequeña flota gilneana. Pero el capitán tirasiano observó confundido, pues ese fuego no provenía de sus cañones.

Los propios fortines habían comenzado a descargar fuego y muerte sobre una confundida flota Gilneana que, preparada para recibir con sus hileras de cañones a los navios imperiales, no tuvieron tiempo para reaccionar, torpemente, antes de ser hundidos por las fortalezas gemelas. 

La confusión que debieron de sufrir los marinos gilneanos mientras eran disparados por sus propios compañeros no era comparable a la que sentían las fuerzas Imperiales, que con el camino despejado, y los fortines silenciados, entraron en la bahía. ¿Era caso alguna clase de trampa o treta? Imposible. Los marinos de Kul'tiras se asomaron por las bordas de sus barcos para observar los restos humeantes y destrozados de los barcos gilneanos, y socorrieron a algunos de los supervivientes que desesperados nadaron hacia sus navios, prefiriendo caer en sus manos que en el frío abrazo de las aguas. Por desgracia, Lady Amanda sería una de las más de cuatrocientas almas que se hundieron para no emerger nunca más en el golfo de Nueva Karroburgo.

Cuando la flota Imperial, encabezada por la casi milagrosamente indemne vanguardia del Capitán Thorby llegó a Nueva Karroburgo, lo que se encontraron fue el caos. La propia ciudad parecía haberse vuelto sobre si misma, y sin interés alguno de meterse en un conflicto que le superaba, el veterano oficial tirasiano aseguró los muelles junto a sus hombres, esperando la llegada de hombres más expertos y de rangos más altos. Una hora más tarde, Lord Fordragón desembarcó desde el Buque Insignia del Imperio , la "Furia de Wrynn", para encontrarse una ciudad en plena batalla contra si misma. El veterano paladín no perdió el tiempo, y ordenó a sus legiones que desembarcasen y pacificasen la ciudad, aunque ante la llegada de las aparentemente inmunerables fuerzas Imperiales, ciudadanos , rebeldes y leales gilneanos, comenzaban a deponer las armas ante ellos, o huir para salvar la vida. El desembarco Imperial duraría tres días, pues tal era su número, y el espacio limitado de la bahía obligaba a que los barcos entrasen poco a poco para evitar choques y desastres navales.

Cuando Lord Bolvar llegó al centro de la ciudad, acompañado de sus oficiales, se encontró una escena que no habría podido llegar a imaginarse, o tal vez, no querría haberlo hecho. En una pica, la cabeza de Lord Desmond Claufield, ofrecida por su propio alguacil en señal de buena voluntad hacia el Imperio, y junto a la adusta figura del viperino oficial gilneano, más de tres centenares de las tropas de la ciudad, desde parte de las mesnadas del propio noble hasta guardias del concejo. 

La escena era ciertamente repugnante, y el alma del veterano paladín no pudo si no arder ante semejante traición, incluso frente a su enemigo, más uno que por lo que había podido conocer fruto de sus negociaciones, era un hombre honorable y justo. Sir Aterravermis, siempre tan directo, le recomendó a Lord Fordragón ejecutar a todos esos hombres y mujeres por traición, y cazar a sus cómplices por la ciudad. 

Y Lord Bolvar deseaba hacerlo. Pero si algo había aprendido el paladín en sus años en las cortes de Ventormenta, donde incluso se le propuso ser Rey ante la muerte de su primo segundo, Varian, es que en la política los compromisos eran más que necesarios. 

El General Imperial aceptó de mala gana la rendición de Nueva Karroburgo, y las tropas imperiales se desplegaron por toda esta, deteniendo las matanzas y las peleas que se habían iniciado y aun perduraban en ciertas zonas de la ciudad, o que incluso se habían extendido a sus alrededores. Con la ciudad tomada, las fuerzas imperiales no tardaron en marchar hacia las villas y aldeas circundantes, tomandolas casi sin resistencia bajo el manto Imperial.

A los "traidores" de Lord Claufield, y ahora "leales" vasallos Imperiales, fueron generosamente recompensados por Lord Fordragón. A sus cabecillas se les concedió el rango de caballero, y a todos ellos una nada desdeñable suma de dinero, así como tierras en el reino de Ventormenta, a algunos humildes parcelas, a los oficiales de más rango, haciendas más importantes. Estos partieron entusiasmados hacia sus nuevas vidas llenas de abundancia y gozo: A las tierras del norte de la Provincia de Crestagrana, en frontera directa con el Clan Rocanegra. 

Lord Fordragón se encontró entonces con una ciudad que si bien le recibió con los brazos "abiertos", estos no habían sido si no abiertos a la fuerza, y aunque partes nada desdeñables de la población los veían con resignación, o incluso buenos ojos, la realidad es que la mayor parte de sus habitantes no odiaba si no visceralmente a los asesinos de su amado señor, y a los que veían como patronos de tal traición. En señal de buena voluntad para con la ciudad, y con su propia conciencia, Bolvar acogió bajo su manto a la hija y heredera de Lord Claufield, Samantha Claufield , así como a sus dos hijos menores, gemelos, Billy y William Claufield, evitando cualquier clase de represalia contra ellos por parte de los traidores a su padre, pues estaban tan dispuestos a darles muerte como a su progenitor. 

Si estos siguieron vivos, de hecho, no fue si no porque las tropas Imperiales llegaron a la hacienda del Señor de Nueva Karroburgo antes que las fuerzas sublevadas.

Sería de esta manera, sin ninguna baja por su parte, como las fuerzas del Glorioso Imperio pusieron por fin su pie en Gilneas. El día quinceavo del  mes onceavo del año 29, bajo un cielo que amaneció despejado pero rápidamente se encapotó con las lloviznas invernales, las fuerzas imperiales celebraron su victoria, aunque sus oficiales de más rango no pudieron si no lamentar lo deleznable de todo lo sucedido.

Ese era el problema de las guerras entre humanos: La victoria no es si no amarga. 

 

 

 

Primer asalto al Muro de Cringris 

 

El Muro de Cringris (El Orgullo de Cringris, o la Locura de Cringris, según a las lealtades del gilneano al que preguntes) es una de las mayores obras arquitectónicas jamás realizadas por la humanidad. Aunque no alcanza la inmensamente obscena masividad del Muro de Thoradin, a diferencia de este segundo, el muro que protege la frontera norte de Gilneas fue realizado enteramente por manos humanas, sin ayuda de la mosonería enánica. 

No se podría entender el Muro de Cringris como solamente un muro, pues al igual que aquel que protege la frontera de Stromgarde, es un inmenso complejo de fortificaciones y guarniciones, sistemas defensivos, y una altura que lo vuelve inmune a cualquier clase de escala o torre de asedio.

Y es por esto que los Renegados tuvieron que invertir meses en siquiera planificar una de varias estrategias de asalto para con el muro. Aunque llevaban largo tiempo sobrepasandolo mediante la escalada de las zonas más desprotegidas, ya fuese por expertos Mortacechadores o Horrores de la Cripta, así como por los aires con sus jinetes de murciélagos, la realidad es que esa era una manera inviable de traspasarlo con un ejército.

Fue así que bajo los mandos del Sumo Ejecutor Larren, encargado de dirigir y coordinar la ofensiva central contra los portones del Muro de Cringris, se dispuso el que había de ser el asalto definitivo tras largos meses de preparaciones y pequeñas escaramuzas para tantear las fuerzas gilneanas. Lord Bosquenegro sentía el ataque inminente, pues pese a que los renegados aprovechasen su ventaja en la nocturnidad para realizar sus movimientos, conocia suficientemente el terreno para saber los lugares por donde su posición defensiva era más vulnerable, y los únicos puntos viables de ataque para los renegados.

Sería bajo una noche carente de Luna, donde los defensores apenas podían ver más allá de unos palmos lejos de los cientos de faroles y antorchas dispuestos a lo largo del muro, que los lejanos ruidos de las enormes cuerdas al ser destensadas comenzaron a resonar en la lejanía, como amenazadores truenos.

Avl6vTB.jpgLas enormes balistas de asedio renegadas, cuya construcción había llevado más de tres meses y la deforestación de los bosques más cercanos a las zonas centrales del Muro, comenzaron a arrojar rayos verdosos contra el enorme muro. Proyectiles de acero, pesados, construidos sobre prácticamente troncos y forjados en los fuegos de Entrañas, inscritas con toda clase de runas explosivas y de naturalezas oscuras, desde magias viles hasta las nigromancias más pútridas. 

El Muro era demasiado grueso, demasiado resistente, para que la artillería corriente pudiese hacerle siquiera un rasguño. Cuando los primeros proyectiles comenzaron a impactar en él, miasmas explosivos, nubes de llamas verdosas comenzaron a iluminar la noche para la sorpresa y terror de los defensores Gilneanos.

Las tropas renegadas avanzaron bajo el fuego de sus piezas de artillería, con el fin de cubrir a los zapadores goblins que el Nuevo Orden había contratado para esta guerra. Su objetivo, el enorme portón de acero y madera cuyo final no podía llegar a verse desde la base del mismo sin desnucarse uno alzando la cabeza.

Bajo el amparo de la noche, los defensores gilneanos vieron sus defensas, cientos de baterías de pólvora y cañones dispuestas tanto en la parte superior del muro como en numerosas salas de artillería a distintas alturas, eran substancialmente poco efectivas. Más se disparó contra las masas móviles , muchas veces usando la propia iluminación causada por los proyectiles renegados.

Las guarniciones de los niveles inferiores asomaron desde las numerosas posiciones de tiro, y cientos de virotes de ballesta y proyectiles de plomo pesado volaron contra las fuerzas renegadas que si bien cubiertas bajo sendos parapetos, algunos portados por enormes abominaciones cárnicas, otros movidos por los propios renegados, hubieron de ver su avance ralentizado, pues a diferencia de ellos los goblins no estaban dispuestos a morir por su causa. 

Aunque las capas exteriores del Muro de Cringris comenzaron a dañarse, resquebrajarse y desmoronarse bajo el asalto renegado, el muro era demasiado grueso, y sus bloques de roca y granito, mucho más resistentes de lo que los renegados habían llegado podido predecir y calcular. Con el paso de las horas, el asalto renegado continuó, sin recibir grandes bajas , más sin conseguir hacer apenas avances fruto de la defensa coordinada de las fuerzas gilneanas.

Cuando los primeros rayos de Sol comenzaron a despuntar por el alba, el Sumo Ejecutor Larren se vio obligado a sonar los cuernos de la retirada, pues sin la protección de la noche sin luna, la artillería gilneana causaria completos destrozos en sus fuerzas. 

Cuando amaneció, los cientos de metros más allá del muro de Cringris se mostraron humeantes, llenos de cráteres, la antigua verde hierba pisoteada y deshecha por el movimiento de las tropas, en una amalgama de barro que sin embargo, apenas tenía presentes cuerpos renegados, pese a la incesante artillería gilneana. En parte, porque fruto de la noche, la precisión de los defensores fuese minima, en otra, porque en su retirada organizada y coordinada las fuerzas del Nuevo Orden recogieron a sus caidos, tanto a los heridos como a los fallecidos.

Con los humos verdosos aun emanando del resquebrajado muro, los Gilneanos celebraron y vitorearon, al menos los que no habían caido enfermos de letales enfermedades fruto de las magias nocivas de la artillería renegada, que había penetrado por las aperturas defensivas a lo largo y alto del muro. 

Sin embargo Lord Adelmar era consciente de que esto no había sido si no el principio de la guerra. Desconocía que clase de herramientas tendrían sus enemigos en su arsenal, pero si algo sabía es que si se habían podido mantener firmes frente a la ofensiva de los otros reinos humanos y sus aliados enanos, se trataba de un enemigo temible que no había de subestimar. 

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Año 30

Primer Trimeste del Año

La Negativa de Theramore

8CNVPdL.jpgLa Ciudad-Estado de Theramore es la más joven de las potencias humanas. Fundada en el Año 20, en plena Tercera Guerra, fue construida en las costas de un inmenso complejo de pantanos. 

Guiados por Lady Jaina Valiente, hija segunda del Lord Almirante Daelin Valiente de Kul'tiras, un numeroso grupo de refugiados de Lordaeron, acompañados por Altos Elfos y Enanos residentes en el reino humano, cruzaron el gran océano siguiendo las indicaciones de una extraña figura que si bien, desconfiada de todos inicialmente, se demostró como verdadera, pues numerosas veces indicó a Lady Valiente que la vulnerable flota de barcos refugiados tomase rumbos aparentemente erráticos, más que a posteriori les evitaron desastres como flotas piratas, tormentas letales, o huracanas que habrían acabado con sus barcazas. 

Aunque los primeros años fueron considerablemente duros, sobre todo teniendo en cuenta que cuando Theramore era poco más que unas empalizadas improvisadas y un mar de tiendas repletas de refugiados desesperados que aun estaban en shock por lo que había sucedido en su reino, sus soldados hubieron de marchar al norte, a luchar junto a sus odiados enemigos los orcos, y una extraña raza de grandes elfos de piel violácea contra las infinitas hordas de los No-muertos.

Sin embargo, Lady Jaina Valiente, que por entonces era poco más que una joven aunque prometedora maga de Dalaran, jamás estuvo sola para guiar al que ahora era su pueblo. Pese a que era el avatar de su causa, y a la que todas buscaban como guía y como estandarte alrededor del cual arroparse cuando los ánimos y la moral pendía de un hilo, Lady Valiente marchó acompañada por numerosas figuras que ayudaron a coordinar la expedición. Desde veteranos paladines, hasta poderosos magos y sacerdotes, así como caballeros y oficiales de los ejércitos de Lordaeron, todos estuvieron más que dispuestos a apoyar a la joven Maga, sin socavar su autoridad, más aconsejándola de manera honesta de docenas de desafíos para los cuales la hija del Lord Almirante no tenía respuesta. 

Entre todos estos cuerpos de refugiados, había uno que destacaba sobre todos los demás: La Brigada de Gilneas era un cuerpo de unos ochocientos hombres que habían acompañado, guiado y protegido a la caravana de refugiados de Lady Valiente en su paso por las regiones sur de Lordaeron, en dirección a los astilleros en las costas de los Bosques de Argénteos. Esta Brigada de leales gilneanos había sido enviada por no otro que por Lord Crowley, que en abierto desafio a las órdenes del Rey Cringris, había decidido enviar parte importante de sus fuerzas, muchos de sus hombres de más confianza, a apoyar a Lordaeron en sus momentos más difíciles.

Estas fuerzas gilneanas partieron más allá del gran mar, y participaron en numerosos conflictos, incluida la apoteósica batalla en el Monte Hyjal, aunque sufrieron grandes pérdidas, el grueso de la Brigada de la Puerta Norte sobrevivió para regresar a Theramore. Contando con unos trescientos efectivos, permaneció leal bajo el mando de Lady Valiente  durante los años subsiguientes, cuando Theramore se fue alzando poco a poco como una ciudad, imponente, defendida, y relevante.

 

Es por lo tanto que cuando la Invasión en Gilneas se hizo efectiva, Sir Natasha Blova , líder de la Brigada de la Puerta Norte como era conocida en Theramore, cuasi suplicase a Lady Valiente que permitiese que sus fuerzas y ella participasen en la misma, pues desde que habían marchado hacia más de una década, que no tenían noticia alguna del estado de Gilneas, más allá de las noticias , claramente tergiversadas, que llegaban a cuentagotas. Jaina Valiente dudó inicialmente, pues había sido probablemente la voz más opuesta a la Invasión de Gilneas de los líderes Imperiales, aunque a diferencia del Rey Galen de Stromgarde, sus argumentos no se basaban en el gasto económico y logístico, si no en la inmoralidad de invadir a otra nación humana. 

Pero la para entonces ya Archimaga, accedió. Y confió en Sir Blova una misión especial: Ella y sus soldados serían los ojos y los oidos de la Dama de Theramore en Gilneas, misión que de buena gana los Gilneanos aceptaron.

Fue así que cuando las tropas Imperiales desembarcaron en Nueva Karroburgo, Sir Natasha comandaba las fuerzas de Theramore, compuestas por la Brigada de la Puerta Norte en su totalidad, así como otras compañías de Theramore, de la XXI Legión Imperial. 

 

Las tropas Gilneanas llegaron para ver horrorizados el estado en el que se encontraba Gilneas. Una tierra quebrada por las hambrunas, la pobreza, los odios de la guerra civil aun ardían fuertes entre los bandos que si bien en "paz", más bien buscaban cualquier excusa para apuñalarse mutuamente. Y por si fuese poco, las noticias respecto al mal Huargen, y a como los hogares de los soldados de Theramore, más que seguro, habían sido completamente arrasados, así como sus seres queridos. Su antiguo señor, Lord Crowley, apresado como un traidor. Pero pese a todo, pese a que muchos deseasen dejarlo todo para marchar hacia el Norte del reino, Sir Natasha se mantuvo leal a su nueva señora, y como ella, sus fuerzas.

Tenían un deber que cumplir. Y ese deber entró en efecto mucho antes de lo esperado.

Pese a que los conflictos entre naciones humanas no eran nada desconocido, pues las guerras entre Alterac y Stromgarde habían estado en activo hasta apenas una década antes de la Primera Invasión Orca, lo cierto es que desde que los orcos entraron en Escena y se conformó la Alianza de Lordaeron, el campo de batalla había pasado a lo político. La Invasión de Gilneas resultó en una catársis instintiva donde muchos reavivaron los recuerdos que llevaban suprimidos durante mucho tiempo.

Si bien las disciplinadas tropas de Ventormenta, en su inmensa mayoría completamente convencidos del Ideal Imperial de "liberación" de Gilneas, rara vez faltaban a sus mandos y abusaban de la población Gilneana, tal cosa no podía decirse de las fuerzas de Kul'tiras y Stromgarde.

Las fuerzas de Stromgarde, más acostumbradas a las matanzas entre humanos tanto por sus conflictos con Alterac como por la tendencia de los nobles de Arathi a enfrascarse en constantes luchas territoriales o políticas, se mostraban demasiado laxas en el cumplimiento de las directrices y órdenes dispuestas por Lord Fordragón respecto a respetar el modo de vida de los gilneanos que voluntariamente aceptasen a los Imperiales, y a intentar minimizar daños y bajas en las posiciones ocupadas por la fuerza, incluso pese a que todos fuesen conscientes de que la muerte de inocentes y el saqueo eran una realidad en la guerra. Incluso los propios suboficiales y oficiales de Stromgarde tendían a hacer la vista gorda a los abusos de muchas de sus tropas, mientras no fuesen excesivamente obvios, o se guardasen de no hacerlo en presencia de mandos más importantes, como los Paladines supervisores de la Mano de Plata o los oficiales de Ventormenta.

 

 UiAHJL5.pngEn el caso de Kul'tiras, sin embargo, era inclusive peor. La historia entre Kul'tiras y Gilneas era una de conflicto, guerra, y una inquina venenosa que había fermentado con el paso de los siglos, de unos a otros, y de otros a unos. Donde los oficiales Stromicos simplemente habían la vista gorda, varios oficiales tirasianos incluso aleccionaban o directamente ordenaban a sus tropas las matanzas de poblaciones civiles, bajo excusas que si bien no podían ser probadas como falsas, por su regularidad no podían ser si no exageraciones y pretextos laxos. Las fuerzas de la República Mercantil, si bien no participaron en su totalidad en estos episodios negros, si es cierto que numerosos marinos acostumbrados a los conflictos contra piratas y aleccionados por un odio que habían bebido desde niños por las gentes de Gilneas, realizaron numerosas tropelerías.

Esto llegaría por explotar cuando en la captura de la Villa de Nueva Hagen, las fuerzas de Theramore, dirigidas por Sir Natasha, entrarian en batalla abierta contra la Cuarta Compañía de la XIV legión de Kul'tiras bajo el mando del Capitán Rodrigo Valpendo, al cual daría muerte la propia Sir Natasha. Con la intervención de las fuerzas de Ventormenta, ambos bandos fueron separados y encerrados a espera de resolver lo que allí había pasado. Aparentemente, aunque la villa había ofrecido resistencia inicial, antes siquiera de que los muros fuesen penetrados, sus gentes habían abierto los portones para rendirse. Donde Sir Blova ordenó que se detuviesen las ofensivas, el Capitán tirasiano aprovechó la oportunidad para que sus fuerzas entrasen a sangre y fuego en la villa, momento en el cual la tensión había llegado a tal punto que ambos capitanes se enzarzaron en una pelea que culminaría con la muerte de Valpendo.

Para entonces, sin embargo, Lady Valiente estaba más que enterada de que sus peores temores respecto a la Invasión Imperial de Gilneas se habían confirmado, y no había hecho tardar su reacción, aconsejada por sus diplomáticos de confianza.

En una carta oficial enviada al propio Palacio Imperial y al resto de Consejos Reinales, Lady Jaina Valiente, Regente de Theramore, dejó clara su oposición a la indisciplina y abuso rampante entre las fuerzas Imperiales en Gilneas, atacando de manera severa a los abusos realizados por las fuerzas del Rey Aterratrols y de su propio Hermano, el Lord Almirante Valiente. En la misiva, Lady Valiente reconocía la realidad objetiva de una guerra, más criticaba con dureza la laxidad a la hora de intentar delimitar los daños al minimo en lo que era una invasión de "Liberación", y amenazó con cortar de cuajo su apoyo a la Invasión, retirando sus tropas, pero más importante, a sus navíos y sobre todo, a sus hechiceros (Pues con Lady Valiente estaban muchos de los magos y archimagos más poderosos de Dalaran y Lordaeron). 

 

La Propia Emperatriz hubo de encargarse de esta crisis diplomática. Aunque por un lado, Lord Valiente y el Rey Galen , ofendidos por las duras criticas, animaban a Theramore a retirarse de Gilneas y pudrirse bajo las botas de los orcos en Kalimdor, la reina de Ventormenta sabía que no podía ignorar a Lady Valiente. No solo era una figura increiblemente querida por el pueblo llano de todos los rincones del Imperio, la Dama de Theramore, Matrona de Lordaeron y de los Refugiados de la Tercera Guerra, si no que además en la ciudad-estado se encontraban los mejores magos de todo el Imperio, y lo más importante, la única oportunidad real de a futuro, conseguir que la Ciudad Violeta de Dalaran se reincorporarse al Imperio, como antaño había hecho a la Alianza de Lordaeron.

La decisión fue obvia, no solo por tales motivos, si no porque la propia Mano de Plata, e incluso Lord Fordragón, habían manifestado su descontento con las fuerzas de Kul'tiras y Stromgarde. Fue por ello que la Emperatriz accedió a las condiciones de Lady Valiente.

En el segundo mes del año 30, más de varias docenas de oficiales de Kul'tiras y Stromgarde, e incluso alguno de Ventormenta, serían despojados de sus rangos y honores, y varios cientos de soldados, que habían sido encontrados culpables de saqueo injustificado, asesinatos gratuitos y otras tropelerias, fueron pasados por la horca en lo que sería la mayor medida disciplinaria de toda la guerra de Gilneas. Sir Natasha Blova sería retirada del mando, más no hubo mayor castigo contra ella pese a las quejas del Lord Almirante, y las fuerzas de Theramore y Kul'tiras enzarzadas en Nueva Hagen fueron perdonadas, y re-enviadas al frente, aunque por separado. 

Desde ese punto, la supervisión respecto a los abusos cometidos por las tropas Imperiales pasaría a ser mucho más estricta, y los castigos, más severos.

Aunque con el avance de la Invasión, el paso de los años, y el desgaste moral y psicológico en las fuerzas Imperiales en Gilneas, cuyos amigos morían constantemente bajo las trampas y el fuego gilneano, harían que la guerra fuese recrudeciéndose cada vez más, y los saqueos (Injustificados) y los abusos, aunque menores, jamás desaparecieron, los niveles de libertinaje acaecidos en los primeros meses de la invasión no volverían a repetirse más. 

 

 

 

Segundo Trimestre del Año

Segundo asalto al Muro de Cringris

 

Con el paso de los meses, las escaramuzas leves se habían sucedido al norte del Muro con grupos de tropas gilneanas intentando interceptar a las fuerzas renegadas que recorrian a lo ancho las decenas de kilómetros del inmenso muro , buscando puntos débiles, cartografiando los cambios en la disposición de las tropas, o de sus defensas. O simplemente para confundir y poner nerviosos a los defensores.

Sin embargo, desde el punto de vista renegado, la invasión estaba tardando más de lo que se había planificado, y el Sumo Ejecutor Larren comenzaba a ponerse nervioso respecto a sus progresos con el muro. Pese al constante fuego de la artillería renegada, el muro parecía indestructible, e incluso los zapadores goblins que se habían contratado no habían logrado debilitar los portones. 

¡¿Es que era acaso impenetrable?! No, no podía serlo, simplemente aun no había descompuesto el puzzle de su debilidad.

Lord Adelmar Bosquenegro comenzaba a notar desde hacía unas semanas como las conservadoras fuerzas de los no-muertos cada vez eran más osados en sus ataques y los tanteamientos de sus fuerzas. Incluso habían llegado a interceptar y derribar a alguna que otra partida de medio centenar de escaladores que habían intentando ascender por la noche las partes menos protegidas del muro, sin embargo este era demasiado alto como para ser escalado antes de que que el alba llegase, y fuesen descubiertas. 

El veterano noble gilneano podía oler, incluso desde su posición privilegiada, tan lejos del suelo, el nerviosismo en los no-muertos. Sus tropas, estaban agotadas por los largos meses de asedio en una región tan inhospita, pues si bien a su frente tenían a las fuerzas renegadas, a su espalda tenian las inmensas extensiones de bosque virgen que eran poseidos por aterradores aullidos en las sendas noches de gran luna, que incluso desde las guarniciones del muro podían ser escuchados, y helaban el alma. Pero mantenían la moral alta, pues por ahora habían rechazado exitosamente a los renegados.

Sería en la primera semana del tercer trimeste que el Sumo Ejecutor ordenaría el avance de las fuerzas renegadas en la mayor ofensiva contra el Gran Muro hasta la fecha. 

Los movimientos de las legiones renegadas comenzaron en el ocaso, y bajo el ruido de las trompetas y las gaitas las fuerzas de defensores gilneanos acudieron a sus posiciones defensivas, a toda prisa, para otra noche que se auguraba sería muy larga para unos, y muy corta para otros. 

El General renegado desplegó a sus fuerzas dispersas para evadir el fuego de la artillería gilneana, enfatizando la poca puntería ocasionada por combatir de noche. Sin embargo, esa noche, si bien la Dama Blanca permanecía oculta y dormida, el general renegado había olvidado a la Niña Azul, que aun permanecía parcialmente despierta, iluminando con su pálida luz azulada la enorme explanada de barro y tocones arrancados, cráteres y parapetos rotos que se extendía desde la base del muro.

La artillería gilneana comenzó a disparar con el estruendo de mil truenos, y las fuerzas renegadas comenzaron a sufrir su ofensiva en sus cuerpos pútridos. Sin embargo el avance continuó sin titubear, hacia la base de los grandes muros, y sobre todo, la enorme puerta que había sido reparada de manera constante por los gilneanos en los tiempos donde podían desplegar a sus albañiles, entre asalto y asalto renegado. 

Más el General Renegado estaba impaciente. Ya había fallado al calcular los ciclos lunares de la Niña Azul, tan fácilmente olvidable. Y cometió el error más crítico que se puede cometer en la doctrina de guerra del Nuevo Orden Renegado: Mostrar sus cartas demasiado pronto.

Las primeras voces en los altos muros comenzaron a escucharse, pues el Sumo Ejecutor Larren había ordenado demasiado pronto el despliegue de su baza antes de que los defensores gilneanos estuviesen del todo distraidos con sus tropas, que aun no se habían posicionado en la base del muro . Las tropas gilneanas señalaron al cielo horrorizados, para observar las enormes siluetas que volaban sobre sus cabezas. Para entonces, Lord Adelmar ya era consciente del movimiento de exploradores renegados por encima de su muro, y había encargado a la capital, y se habían instalado, enormes faros de acero que iluminados con enormes fogatas, eran usados para iluminar los cielos nocturnos en busca de los escurridizos murciélagos renegados.

Pero esta vez no eran solo murciélagos lo que sobrevolaba sobre su cabeza, si no enormes masas de carne y metal que eran cada una, transportada por media docena de estas criaturas voladoras. Los gilneanos corrieron a sus posiciones: Largas culebrinas, casi tan finas como un rifle, más el doble de largas, que demasiado pesadas para un solo hombre, estaban distribuidas a lo ancho de la parte superior del muro, ya fuese para disparar a los objetivos más vulnerables de las fuerzas que invadiesen el muro desde la base (Como los zapadores goblin), o como en este caso, a los invasores voladores.

Y si tenían la potencia para atravesar el pecho rócoso de una gárgola durante la Tercera Guerra, su efecto en los murciélagos renegados era devastador.

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Los expertos tiradores gilneanos comenzaron a disparar contra las criaturas que transportaban las enormes abominaciones antes de que estas hubiesen podido posicionarse correctamente, y las enormes masas cárnicas comenzaron a desplomarse hacia una muerte a varios cientos de metros más abajo, cayendo algunas sobre las propias tropas renegadas.

El Sumo Ejecutor contempló esto, y no pudo si no tragar una saliva que ya no tenía, sintiendo un pánico que no sentía desde que un necrófago le hubiese desollado la garganta de un mordisco tras arrancar su gorjera durante la tercera guerra. Y tras él, dos mortacechadores observaban silenciosos el curso de la batalla.

Pese a que la ofensiva con las abominaciones hubiese sido interceptada, una cantidad nada despreciable de ellas consiguió su objetivo, y con estruendos que quebraban la roca al caer, llegaron a lo alto del muro, donde su efecto devastador no se hizo de esperar. Docenas de defensores gilneanos volaban cayendo muro abajo, hechos añicos por sus enormes armas, y en los pasillos interiores del Muro, las enormes abominaciones se abrian paso sin dificultad por los portones de madera, llegando a las posiciones de la artillería gilneana, arrancando los cañones de cuajo de sus posiciones como si un niño jugando con bloques de madera se tratase. 

Pero las abominaciones, dispersandose por los pasillos del Muro, y sin oficiales renegados que guiarlas, fueron cayendo una a una , no sin considerable esfuerzo pagado con muchas vidas, por los defensores gilneanos, que aprovecharon su conocimiento de la estructura defensiva para guiarlas a salas diseñadas con el fin de funcionar como trampas laberínticas para los invasores, donde luego desplegar muerte con acero y pólvora.

Con el alba llegando, las órdenes de retirada no llegaron para el grueso renegado, ya situado en la base de las grandes puertas, que resistían de nuevo la ofensiva de la artillería goblin sin quebrantarse. Las fuerzas renegadas permanecieron firmes en sus posiciones cuando la artillería gilneana, aunque menos numerosa por las abominaciones, comenzó a acertar con mucha más precisión sus tiros, libres de la desventaja ocasionado por la noche. 

Hubiere de ser un humilde Ejecutor, Oficial de Vanguardia, el cual diese la orden de retirada y se hiciese obedecer por el resto de Oficiales, pues de quedarse ahí no esperaba nada si no la muerte para todas las tropas. Usando a las grandes abominaciones defensivas como parapeto, los renegados comenzaron una retirada acelerada que si bien coordinada, resultó en grandes bajas fruto del fuego de la artillería gilneana. 

Aunque las celebraciones Gilneanas fueron pocas ese día, pues aun quedaban varias abominaciones descontroladas dentro de los muros, muchas de las tropas en lo alto del muro vitorearon y celebraron, observando la devastación en la explanada llena aun de cráteres humeantes y cuerpos que los renegados no habían podido recuperar.

Por su parte, el Sumo Ejecutor Larren se encontraba ya en un carromato, dirección Entrañas. Lugar del cual no volvería a salir, siendo condenado dos semanas después a la Muerte Verdadera en un tribunal militar por cometer el mayor crimen que un oficial del Nuevo Orden puede cometer: Malgastar el recurso más valioso de su Majestad la Reina Alma en Pena: Las vidas de los renegados.

 

 

 

Batalla del Vado de Rocapresta

Si bien el desembarco de las fuerzas Imperiales había resultado de lo más fluido, asegurando una posición envidiable desde la que comenzar su ofensiva en contraposición a las dificultades que los renegados experimentaban en el gran Muro de Cringris, la realidad es que una vez movilizados en distintas direcciones desde Nueva Karroburgo, la preparación de las fuerzas Gilneanas no se hizo esperar. 

El Rey Cringris se había desplazado con el grueso de sus ejércitos, compuestos de buena parte de los nobles de las ricas provincias del sur hacia la ciudad de Bergwall, a una semana por el camino real en caravana desde Gilneas. Un tercio de sus fuerzas, compuestas por nobles de Middlemark y de la Marca Oriental, de lealtades más cuestionables pero igualmente motivados a resistir la invasión imperial, se habían dispuesto con sus mesnadas en la ciudad de Grotenhaven, lugar donde residía uno de las cinco barriadas huargen de Gilneas: Unos cinco mil espiritus marcados que languidecian bajo los altos muros de los barrios que se habían convertido en su prisión.

Desde Grotenhaven, las fuerzas gilneanas se movilizaron para detener el avance Imperial en dirección Norte. El Río de Randell no era el rio más largo de Gilneas, aunque fluia desde las montañas al suoreste de Grotenhaven hasta la Bahia de Baradín , pero si era de los más anchos y caudalosos. Sus pasos se podían contar con los dedos de una mano, y la mayoría habían sido deliberadamente destruidos por los gilneanos. 

Había uno sin embargo, un vado natural, que no podía ser obstaculizado por su tamaño. El Vado de Rocapresta, a unos diez dias de marcha de ejército desde Nueva Karroburgo.

Aunque el plan original de Lord Boras McGraff, general de Cringris y mando de las fuerzas combinadas en Grotenhaven era cruzar el Vado de Rocapresta para reforzar la ciudad de Schwarzland, que llevaba más de cinco meses bajo asedio, las noticias de un contingente de más de cinco mil efectivos imperiales que buscaban cruzar el Vado para marchar hacia el norte le hizo tener que cortar su ruta a medio camino y prepararse para resistir el avance Imperial en el Vado.

Aunque la posición de Lord Boras era considerablemente ventajosa, y sus fuerzas más numerosas, pues contaba con unos ocho mil efectivos, la realidad es que gran parte de sus fuerzas estaban compuestas por levas campesinas reclutadas de las regiones centrales de Gilneas. Así mismo, los nobles de la Marca Oriental bajo su mando, habían sufrido duramente durante la crisis huargen, y salvo leves partidas de Yeomen y cazadores campesinos, apenas podían si no aportar al contingente gilneano. 

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Sin embargo, Lord McGraff era más que consciente de que hasta un campesino armado con una lanza era letal tras una buena posición defensiva, y por tanto invirtió los cuatro dias antes de la llegada de las fuerzas imperiales en reforzar su lado del vado, construyendo posiciones defensivas y preparando las cinco baterías de artillería con las que contaba. No eran de la mejor calidad, ni de la mejor manufactura, pero cumplirian su papel. 

Aunque sus reservas de pólvora no eran especialmente abundantes, y el grueso de sus fuerzas de tiradores se compusiese de levas de arqueros campesinos y milicianos de Grotenhaven, contaba con un contingente de cien granaderos de élite, enviados de la propia mesnada Real para apoyar y formar como nucleo duro de sus lineas de batalla.

Resistiría, sin duda alguna.

Como era predicho, las fuerzas Imperiales llegaron a los cuatro días. La V Legión de Ventormenta  llegó para encontrarse el más numeroso ejército de Gilneas atrincherado más allá del amplio vado. Sus trincheras cavadas, las estacas dispuestas, y los cañones, repartidos ,para poder abarcar todo el vado en su totalidad. Los estandartes de la más de una docena de fuerzas nobles agolpadas contrastaban con la uniformidad del león dorado sobre fondo azul de las fuerzas Imperiales. 

El Maestre de Campo de la V Legión, el General N. Arlos, dispuso a sus tropas lejos del alcance de los cañones gilneanos, mientras oteaba el campo de batalla. Ciertamente, las fuerzas Gilneanas contaban con una posición envidiable. Y por lo que sabían de sus exploradores y espías, era una fuerza más numerosa que la suya, aunque principalmente compuesta por levas y milicias, a diferencia de las disciplinadas fuerzas de ventormenta. Más como se enseña en cualquier escuela de oficiales: "Hasta la mierda rodea".

Tratandose de los últimos meses del invierno, sin embargo, el vado se encontraba a la vista, y el flujo del río, débil, pues aun no habían comenzado los deshielos en las altas cumbres que volverían el paso cuasi intransitable, razón por la cual las fuerzas imperiales habían acelerado su marcha con el objetivo de presentar una posición fortificada más allá del mismo antes de que la cerniente primavera impidiese el avance hacia la Marca Oriental hasta el verano. 

Consciente de su posición en desventaja, el General Arlos no tardó en decidir un plan de batalla que si bien arriesgado, representaría el mejor resultado para sus fuerzas de ser exitoso. Ordenando descabalgar a las compañías de caballeros de la Orden del Perro de Ventormenta , que si bien bajo protestas, no pudieron negar la obviedad de que no podían luchar en un vado montados, formó con los doscientos caballeros una vanguardia que el veterano y tuerto general, dirigió él mismo, como era su obligación. 

Antes de que las fuerzas Gilneanas, que se habían atrincherado, pudiesen reformar su posición, una vanguardia de la mejor élite de la V Legión avanzaba a toda prisa por el vado, en su parte más oriental. Y tras ella, en lineas apretadas, el resto de sus fuerzas. Lord McGraff balbuceó y ladró órdenes con velocidad, pero las levas, carentes de experiencia y coordinación, no fueron capaces de reorganizarse con la suficiente velocidad como para concentrar sus tropas en el frente contraido que los Imperiales habían creado, buscando evitar extenderse a lo ancho del vado, y haciendo así inutiles, al menos durante los primeros compases de la batalla, a la mitad de las baterías de artillería gilneanas. 

Cuando las lineas chocaron, si bien los Granaderos Reales gilneanos resistieron firmes, sus afamadas granadas de fina pólvora convirtiendo en papilla a varias docenas de caballeros descabalgados en las andanadas iniciales, el apoyo de las fuerzas de leva no tardó en doblegarse ante la mucho más experimentada y disciplinada vanguardia de ventormenta. 

Tras apenas cuarenta minutos de batalla, la linea gilneana había colapsado completamente, y cientos de campesinos y milicianos huian en todas direcciones, incluidas numerosas mesnadas mercenarias de nobles menores que no podían permitirse tropas más leales.

Con la derrota decidida, Lord McGraff ordenó la retirada montada hacia Grotenhaven, cediendo el Vado de Rocapresta a las fuerzas Imperiales, y permitiendo a estas un avance hacia la Marca Oriental.

Aunque las bajas para las fuerzas gilneanas no fueron demasiado altas, pues por la táctica realizada por el General Arlos, la linea de batalla se redujo a un pequeño punto caliente, y confió en la indisciplina de las levas gilneanas para causar una huida masiva, permitió el avance Imperial.

Sin embargo, Lord McGraff no estaba dispuesto a aceptar su derrota con tanta facilidad, y durante las semanas subsiguientes se reorganizaria en Grotenhaven con los nobles bajo su mando, preparando su venganza contra la V Legión.

 

Tercer Trimestre del Año

Refuerzos de Stromgarde

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Con el grueso de las fuerzas Imperiales en Gilneas, la guerra avanzaba según lo previsto por el Consejo de la Guerra en la capital Imperial.

Sin embargo, jamás se tienen suficientes soldados, y pese al fácil desembarco inicial, los nobles gilneanos habían preparado sus defensas, y con el apoyo de la población civil, habían presentado cruenta batalla y ralentizado exasperantemente el avance Imperial hacia el interior de la península.

Es por esto que pasado ya la mitad del año 30, que se solicitó el despliegue de otra legión y media, desde Stromgarde, noticia que ya de por si al hastiado con la guerra, Rey Aterratrols, sentó como una patada en sus reales partes nobles.

La negativa del Rey fue directa, alegando el avance renegado desde las montañas más al Noreste de su reino, que si bien alejadas, ya habían arrasado tanto a un contingente Escarlata que había intentado hacerles frente, como las tierras de un par de nobles menores, que si bien traian sin cuidado al Rey Aterratrols, eran la excusa perfecta para justificar la necesidad de defender sus propias tierras.

Sin embargo, los embajadores imperiales no acabaron de beber el dulce vino que le ofrecia el Rey Aterratrols, pues desde el primer momento había estado colocando palos en el carro del imparable avance Imperial. Y sabían que aunque la corona reposase sobre su cabeza, el Aterratrols que mandaba en Stromgarde no era el hijo de Thoras, si no el hermano del antiguo rey. 

Lord Danath Aterratrols no solo discutió con su sobrino respecto a cumplir las exigencias del Consejo de Guerra, si no que él mismo se ofreció a comandar la nueva Legión que se conformase de Stromgarde. Y ante esa sugerente idea, es que el Rey strómico aceptó al fin.

Aunque fruto de la pobre logística interna de Stromgarde, se tardarian varios meses en conformar la nueva Legión, esta estaría lista para marchar a Gilneas. Las noticias de que refuerzos de Stromgarde, comandados por nada menos que Lord Danath, no tardaron en causar el furor en las tropas stromicas estacionadas ya en la Península, impacientes por la llegada del ya anciano heroe de guerra. 

 

 

Cuarto Trimestre del Año

Segundo Desembarco Imperial

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Sería la segunda semana del onceavo mes del año 30 que las fuerzas Imperiales de refuerzo, capitaneadas por el mismísimo Lord Danath Aterratrols de Stromgarde, desembarcarían en las playas de Gilneas. Retrasada su llegada por unas tormentas otoñales en la bahía de Baradin que hicieron que los barcos de transporte de Theramore hubiesen de retrasar su marcha, pudieron sin embargo desembarcar en las sendas playas de oscura arena, a un mes de marcha al sur de Nueva Karroburgo. 

No encontraron oposición maritima, pues las flotas gilneanas habían sido ya completamente aniquiladas, más estaban en territorio desconocido, lejos del grueso de las fuerzas principales. Unos nueve mil efectivos, siendo cuatro mil los stromicos capitaneados por Lord Aterratrols, avanzaron tierra adentro, más no demasiado, con el fin de construir un campamento fortificado desde donde planificar su avance. 

Sus ordenes eran relativamente simples, dividirse en dos frentes. Uno debia avanzar hacia el noreste, con el fin de reunirse con el resto de las fuerzas imperiales, conectando ambos frentes a través del conocido como Valle de la Espina, una sucesión de colinas y depresiones pantanosas, de ciénagas y humedales . El resto de las fuerzas había de comenzar un avance hacia el Oeste, aprovechando las grandes movilizaciones de fuerzas gilneanas de las provincias del sur, para aprovechar su debilidad.

Sencillo, a la práctica.

Pero en la guerra nada es sencillo. Aunque el desembarco Imperial no había sido previsto por los Gilneanos, tan cerca del frente, los habitantes de la región estaban previstos, y durante semanas, los intentos de exploración y reconocimiento del terreno de las fuerzas Imperiales se vieron constantemente saboteados por guerrilleros milicianos de las poblaciones colindantes. Aunque el desgaste ocasionado hizo pasar factura a la moral, esta seguía firme, pues estaban comandados bajo la leyenda viva de Danath Aterratrols.

Y el veterano noble de Stromgarde no era cachorro de dos inviernos. Había luchado desde que había podido blandir un arma contra los trols en los bosques y colinas de Arathi, contra los orcos en las planicies de Lordaeron e incluso en las devastadas tierras de más allá del Portal Oscuro contra hordas de criaturas infernales que volvían locos a los espíritus más febles con solo mirarlas. Unos guerrilleros y fuerzas en rebeldía abierta no iban a detener su avance.

Y el caballero veterano ya tenía su siguiente objetivo a la vista. 

 

 

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Año 31

Primer Trimestre del Año

Caída del Muro de Cringris

 

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La grave derrota sufrida hacia medio año supuso un fuerte varapalo para el avance renegado en la península de Gilneas. La incompetencia y la falta de aceptación de la guerra renegada había llevado a un estancamiento inadmisible para los Altos Mandos y sobre todo, para la Reina Alma en Pena, que en su trono, se impacientaba.

Fue por esto que a inicios del año 31 llegó al frente Gilneano el Gran Ejecutor Mortuus.

Abraham Mortuus había sido un don nadie toda su vida. Su historia era algo que se reservaba para él mismo, pues poco importaba ya. 

Una vez liberado del Yugo, vio en los Renegados la oportunidad de conseguir en la no-vida lo que se le había negado en la vida. Libre de las cadenas de la injusticia fruto del nacimiento en el estamento inapropiado, entró en la recién formada Guardia de la Muerte en pos de servir a los renegados.

Su carrera, inicialmente, no fue para nada destacable. Un guardia más, en la maquinaria de guerra renegada. Esto cambió cuando en el año 24, su Sargento Ejecutor falleció a manos de los Huargens en Bosque de Argénteos, y el Guardia Mortuus tomó el mando de un grupo caótico de guardas de la muerte relativamente novatos. Perdidos en mitad de territorio enemigo, Abraham no dudo en ningún momento a la hora de dar muerte a aquellos que rechazasen su autoridad o supisiesen una voz discordante en el grupo, pues si querian volver hacia lugar seguro habrían de trabajar como uno solo. Seria asi que tras tres semanas regresarían con el grueso de sus fuerzas, embutidos todos ellos en sendos disfraces que ellos mismos habían confeccionado con la piel y el pelaje de los huargens que habían matado. 

Desde ese momento, en el cual fue ascendido a Sargento-Ejecutor, Abraham Mortuus mostró una disciplina férrea y una eficacia tiránica a la hora de cumplir la voluntad de sus superiores. Ya fuese contra las fuerzas imperiales en Trabalomas , o la Cruzada Escarlata en el Este de Tirisfal, donde otros fallaban, Mortuus traia éxitos.

Y fue así que el "Arreglaestropicios"; como era llamado en Ciudad Capital, fue enviado a Gilneas. Tomando el mando de la ofensiva renegada, sus primeras decisiones pasaron por retirar del mando a los oficiales y ejecutores más leales de las doctrinas del Sumo Ejecutor Larren, la mayoría de ellos viejos nobles y caballeros de Lordaeron en vida, que costaban de adaptarse a las nuevas formas de hacer la guerra de los renegados, y buscó entre los oficiales de vanguardia a renegados ansiosos de demostrar su valía, como él lo había hecho, aupandolos a posiciones de relevancia. 

Aunque desafectados ,no hubo quejas ante su autoridad, y los oficiales retirados fueron enviados a otros frentes a cumplir la voluntad de la dama, lejos del Gran Ejecutor, que no deseaba intromisiones.

El Muro de Cringris había durado en pie demasiado tiempo. A estas alturas los Gilneanos probablemente se burlasen de los renegados, o creyesen su victoria segura. Bien, que se confiasen en su propia victoria.

Durante las primeras semanas, Mortuus reorganizó la estructura de oficialía de sus mandos, y planificando sus siguientes movimientos. Pero el Gran Ejecutor no había llegado solo desde la Capital, pues con él se había traido a una serie de aliados que había conformado en los años previos que supondrían vitales para sus planes futuros. Entre estos se encontraban contingentes de Horrores de la Cripta, así como los Caballeros de la Guardia del Terror del Sumo Ejecutor Wroth, un amigo personal del Gran Ejecutor Mortuus.

Más no eran ni nerubianos ni caballeros pesados la baza con la que contaba el Gran Ejecutor para su victoria.

 

Sería la cuarta semana del segundo mes del año 31 que las alarmas sonaron en el muro de Cringris. El alba estaba despuntando, y las legiones renegadas conformadas en gruesas filas avanzaban hacia el muro. Lord Adelmar no pudo si no sorprenderse ante esto. ¿Avanzaban de día, apretados bajo el fuego de los cañones gilneanos? Desconocía que clase de táctica planificaban los renegados, más no iba a simplemente dejarles hacer. Las ordenes fueron ladradas y las artillerías dispuestas, apretujadas para masacrar las legiones de los no-muertos. 

De hecho, tal eran los números renegados, y apretadas sus filas, que incluso las baterías auxiliares, reservadas para repuestos y movilización en caso de ataques por otras posiciones, se dispusieron en lo alto del muro y en las posiciones de artillería a lo alto y ancho del muro. Cuando llegase el ocaso, no habría renegado vivo en el campo de batalla.

Bajo la luz de un fuerte y pálido sol invernal, los tambores de las enormes abominaciones marcaban los ritmos de marcha de las legiones renegadas que cubiertas con sus amplios escudos conformaban rectángulos sólidos bajo los cuales ni un ápice de carne pútrida era visible. Grandes torres de asedio eran empujadas por Ettines esclavizados de las Montañas del Norte, cuyas cabezas embutidas en celdas metálicas repletas de agujas clavadas en su carne, permanecían gachas bajo los latigazos de las abominaciones que los conducían hacia los fortines que guardaban la enorme puerta principal del Muro de Cringris.

Fue entonces cuando los cañones comenzaron a sonar , y las apretadas lineas renegadas comenzaron a sufrir. Más su avance , lento e inexorable, continuaba. 

Las horas pasaban, cuando las torres habían conseguido al fin llegar al fortín que cubria la puerta, pero Lord Adelmar no podía si no sentir que algo iba mal. En el campo de batalla, los cráteres aun humeaban, y varias torres, destruidas, ardían sobre los cadáveres de los Ettines que las habían empujado. Formaciones enteras de renegados habían sido ya arrasadas, y sus soldados desperdigados, huyendo hacia los bosques más allá de la batalla.

Pero eso era justamente lo que extrañaba al Lord Gilneano. ¿Renegados, huyendo? Sus peores temores se confirmaron cuando un rugido que le heló la sangre llegó desde las cordilleras montañosas al Este, que se extendían mucho más allá del campo de batalla, de las cuales nacía el Gran Rio que descendia hasta la Capital, Gilneas.

La reverberación del viento al ser golpeado y apartado por unas enormes alas hizo que cientos de los defensores y artilleros gilneanos que se lazaban en lo alto del muro observasen con horror una enorme sombra voladora que se cernía sobre ellos. Antes de que las órdenes pudiesen ser dadas, un aliento helado impactó de lleno contra la parte superior, congelando para siempre a cientos de sus defensores.

El propio Lord Adelmar no pudo si no intentar empujar a varios artilleros hacia el interior de las murallas, antes de que un ardor intenso como el que nunca había sentido, nisiquiera cuando se bañaba en los lagos helados de su tierra natal en las primeras semanas de la primavera, le envolviese por completo.

La enorme vermis de Escarcha sobrevoló el campo de batalla, arrasando las guarniciones repletas de artillería Gilneana que agolpada en la Muralla, había mordido el jugoso anzuelo de las apretadas filas renegadas En apenas veinte minutos, el caos llegó a los defensores gilneanos, que desesperados intentaron huir. 

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Más pocos lo lograron, pues la enorme puerta de Cringris colapsó sobre si misma, cuando los sendos túneles excavados por los nerubianos en las semanas previas bajo esta, se llenaron de fuego y muerte con los potentes explosivos goblin. 

El Gran Ejecutor, desde su posición ventajosa, pudo observar satisfecho como el grueso de sus fuerzas penetraba por el enorme portón, entrando en los tuneles y fortines interiores del muro, así como en sus guarniciones, y aunque la batalla duraría varias horas más, la victoria ya había sido decidida.

Observó como la Gran Vermis Glacion se retiraba de nuevo a su madriguera. Había saldado la deuda que le unía al Gran Ejecutor, y sabía que  el gran dragón no-muerto cumpliría su promesa de matarlo si le importunaba de nuevo con sus patéticas disputas mortales.

Un mortacechador se le aproximó para preguntarle si debían dar caza a los prisioneros humanos de Trabalomas que habían portado los escudos en las apretadas formaciones que habían funcionado de cebo para la artillería gilneana. Abraham negó. Los que sobreviviesen a los bosques y a los huargen ferales, y a las fuerzas renegadas más al este, se habían ganado el derecho de regresar con sus familias. 

 

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