Saltar al contenido

Recommended Posts

Nombre del Personaje: Edric ExpósitoEdric.png

Raza: Humano

Sexo: Hombre

Edad: 28

Altura: 1'76

Peso: 70 kg

Lugar de Nacimiento: Antiguo reino de Lordaeron

Ocupación: Recluta Artillero del Ejército Imperial

Descripción Física: Edric es un hombre de un rostro con rasgos duros, un mentón ancho y ligeramente prominente y mantiene su cabello negro bien recortado y peinado, como los estándares militares exigen, así como además se mantiene bien afeitado siempre que puede. A su rostro le acompañan un par de ojos de una tonalidad gris que tienden muy levemente al verde en su zona central.
Su cuerpo tiene músculos más anchos que marcados y una complexión atlética, pero no por ello es especialmente robusto, y ya con ropajes o armadura encima su figura  tiende a una mucho más en la media. Su tez es la de alguien que alguna vez tuvo una piel bastante más clara, pero que fue chamuscada ligeramente por el sol hasta dejarla un poco más ennegrecida que su tono de nacimiento, tono el cual aún se puede apreciar por debajo de los ropajes desentonando en las manos y del cuello hacia arriba, que es en donde la piel se torna más morena.

Descripción Psíquica: A pesar de su aspecto duro, Edric es un hombre jovial en los escasos momentos de tranquilidad, aunque serio en los momentos turbulentos.
Era completamente leal a Lordaeron y ahora es completamente leal al Imperio, en el cual ve un nuevo resurgir de la humanidad, una nueva Alianza, una nueva esperanza en un mundo que ha descendido ante la decadencia hasta el punto de ser irreconocible. Tiene la valentía y la lealtad de arrojarse a donde le manden, pero la cabeza en su sitio para al menos intentar aconsejar a sus superiores en contra de una mala orden, la cual aún así cumplirá si estos no ceden, pues él sabe manejar trabuquetes y cañones, pero ellos son los que conocen de estrategias. A pesar de lo que suele aparentar tras esa lealtad y dedicación, Edric está lejos de ser una persona seria, y es de hecho bastante despreocupado con qué pueda ocurrir al día siguiente o en una semana; "lo imposible es posible y seguramente así sucederá, no te molestes en planear su llegada, e improvisa cuando lo haga".
Es devoto a la Luz, incluso si no va a misa todas las semanas, y cree firmemente que es esta quien guía sus pasos, quien le protege y le cuida en los momentos de carencia y quien siempre acaba sacándolo adelante. Sin embargo esto fue precisamente lo que llevó a su mayor defecto, y es la poca seriedad con la que se toma sus decisiones más complejas; a menudo sea con una moneda o un dado de seis caras tallado en madera, suele dejar varias decisiones a la "Voluntad de la luz", que por medio de la providencia le dirá el camino correcto en las decisiones más moralmente difíciles.

 



Historia

 

-El niño no será más que problemas- Un infante que apenas poseía 4 años en edad oía curioso al otro lado de una puerta. El lugar y los nombres olvidados hace mucho, más la vívida imagen en su cabeza permanecía de aquel solitario recuerdo, aislado de todos los demás. -Si me dais el permiso, mi señor, puedo hacerlo desaparecer. Vuestros enemigos no podrán usar al bastardo en vuestra contra- -Así sea- Aquel había sido el fatídico veredicto. Aquella noche jamás volvería a ver el hogar en el que el hombre que se hacía llamar su presunto padre le había acogido, más por pena que por nada más, aunque sus recuerdos eran el de dormir en los establos y tener una comida al día. Un infante era incapaz de entender, y solo con los años sería que lo haría: Se había convertido en un estorbo cuando un auténtico heredero había nacido. Él ya no tenía ningún lugar allí, y temprano en su vida fue enviado a un monasterio. Jamás recordaría el nombre de su padre o donde vivía, y jamás lo buscó.
¿En los registros de Lordaeron? Figuraba muerto. El muchacho que alguna vez tuvo otro nombre, también olvidado ya, y que ahora se llamaba simplemente Edric. Edric expósito.

En sus años venideros crecería asistiendo en el monasterio, siendo criado entre sacerdotes y sacerdotisas, tartas de limón, calabazas o manzanas, cuchicheos sobre el mundo exterior, rezos, meditaciones, barriendo y fregando los suelos, aprendiendo a leer y escribir y participando en los coros. Y llegado a la decena de años, incluso comenzó a aprender por su propia iniciativa sobre las grandes estructuras, anhelando algún día construir el mayor de los edificios para la gloria de la Luz, un monumento tan útil como hermoso para su gloria que resistiera el paso de los siglos. Quizás en un principio el deseo había surgido como una ambición que estaba allí para convencerse a sí mismo de que no necesitaba de su pasado ni ningún lazo noble para ser algo, y fue ciertamente una noción que jamás abandonó: los títulos no significan nada, escribiría su nombre en la historia por sus propios méritos, honrando a la Luz y a su reino.

Pero el tiempo probó tener otros planes para el muchacho. Tan devoto, tan entregado como era a la Luz y a sus deberes, la juventud trae sin embargo consigo la inexperiencia y la impulsividad, y una noche a sus 15 años logró burlar la seguridad del pequeño y apartado monasterio, largándose con el único deseo en el pecho de ver mundo. Los mapas que había leído indicaban que no muy lejos había una pequeña ciudad costera y hacia allí se dirigió.
Aguas Turbias probó ser un sitio relativamente pacífico. Una semana estuvo allí, antes de llegar a la realización de que el mundo fuera no era ni tan bello ni tan fácil como, desde la seguridad del monasterio, creía que sería. En esa semana pasó hambre, sus ropas blancas se tiñeron de tierra y mugre, su cabello se opacó y en dos ocasiones en el sexto y séptimo día fue echado de dos posadas creyendo que se trataba de un vagabundo. 
El octavo día, ya no tuvo que preocuparse por ello.
Cuando se despertó aquella mañana tirado en un establo, lo último que le preocupó fue el hambre en las tripas. Aquel día pensaba volver al monasterio, derrotado y listo para volver al abrazo y perdón de los sacerdotes... Más nunca ocurrió. Las columnas de humo se alzaban en varios puntos de la pequeña ciudad costera, columnas de humo que rápidamente crecían en números y se acercaban a la plaza. Pudo ver a todos alarmados, de un lado al otro, y a lo lejos por las callejuelas pudo observar por primera vez a aquellas terribles bestias que le causarían pesadillas hasta el último de sus días, muertos, muertos que andaban, muertos con espadas, muertos con lanzas, muertos con arcos, muertos... Muertos. Muertos. Solo muerte, y muerte dejaban a su paso.
Volvió a la realidad tras el impacto inicial que le había producido la visión. Los milicianos y soldados Lordarenses salieron raudos a hacer frente a las bestias, y él... Él solo pudo correr hacia el puerto cuando gritaron a la gente de la plaza que hicieran eso mismo.
Corrió, corrió por su vida entre el fuego y el humo, tosiendo y hambriento. Corrió, y cuando llegó al bote... No le dejaron pasar. "Hay gente más importante que cargar".
...
Por un segundo se largó con lágrimas en los ojos, derrotado. Se apoyó contra un barril de entre tantos, sollozando, hasta que pudo ver a lo lejos a uno de los marinos bajando y viniendo hacia su dirección. En dirección a los barriles. ¡Agua! ¡Eran barriles de agua, y los estaban cargando al bote! Claro, necesitaban agua si planeaban evacuar gente y que no murieron deshidratada. Sin dudarlo mucho abrió la tapa de un barril y se arrojó dentro. Su peso virtió algo de agua, y entonces volvió a colocar la tapa. El espacio que le había quedado para respirar era reducido, ínfimo, tenía frío y estaba mojado... Pero tal fue su tranquilidad cuando sintió que unos robustos brazos tomaban el barril y lo alzaban. Y así, sin más... Estaba a bordo. Había sobrevivido.


-¡Claro que no le darás!- Habían pasado años. El joven, alguna vez de Lordaeron, había acabado en el lejano reino del sur, en el pueblo de Villadorada. Durante un tiempo había vivido ayudando en Villa Norte, más la vida clerical nunca acabó de calarle, y cuando la guerra gnoll se desató se había alistado como un voluntario temporal, convencido de que aquello era lo que la Luz quería de él. En un principio intentaron darle todo tipo de usos: Explorador, infantería, tirador... Más cuando le asignaron a la artillería, no le volvieron a alejar de ella. Resultaba que las largas tardes en su juventud pegado a enormes tomos sobre las grandes estructuras de la Luz y la física detrás de sus construcciones habían dotado al joven de una buena base para el uso de aquel armamento, y durante el asedio final a Villadorada, allí estaba él.
Un estallido, un rugido de cañón sonó a su lado tras decirle a aquel otro artillero, que de nada conocía, que jamás lograría calibrar el arma para darle a aquel gnoll, que aunque enorme, era un objetivo en movimiento. Y, a pesar de ello, lo logró. El cañón a su lado había rugido, y la bala de cañón había recorrido el trayecto hasta acabar dando a Hogger, y en aquel momento, aquel preciso instante... Es que la guerra se había ganado.

Aquel artillero recibiría toda clase de reconocimientos, entrevistas y solo la Luz sabe que más en el tiempo venidero. Él, por otro lado, solo un voluntario. Una asistencia temporal al ejército, y luego de vuelta al monasterio, pasando desapercibido a ojos de todos y volviendo a ser solo un voluntarioso más ayudando en Villa Norte por necesidad y disfrutando la tarta de limón. Más todo llega a su fin.
Un día, un año, quizás dos más tarde, despertó. Esa noche había tenido un sueño. Un sueño de batallas, de espadas, de sangre y gloria. Un sueño de soldados. Estaba seguro que era una señal, por lo que tomó una de sus monedas y como ya había hecho antes, la arrojó... Cara.


Aquel día volvió de su guardia por las murallas de Villadorada. Simple rutina, calibró los cañones, cargando las balas, asegurando todo y luego a patrullar las calles. Sus superiores sabían que su talento estaba desperdiciado en una zona de paz, y entonces fue llamado.
-Irás al norte- Fue aquello que escuchó primero. -Necesitamos artilleros preparados en Gilneas, y yo necesito que usted gane experiencia. Buscará a este hombre, en el norte.- Recibió una descripción, y un nombre. Una oferta, que podía rechazar, seguir en la seguridad de la villa, más sin embargo... Cara. Era la voluntad de la Luz que buscase a aquel hombre en el norte, que había sido recomendado por sus superiores para que le ayudase a ganar experiencia.

Con una mochila con apenas unas pocas pertenencias, se subió a un bote, de nuevo hacia el norte. De nuevo cerca de casa.
Justo donde la Luz le quería.

  • Like 5

Compartir este post


Enlace al mensaje

×
×
  • Crear Nuevo...