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Psique

Pensamientos desde el frente

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Un pergamino lacrado sin sello, depositado en la bolsa del mensajero. Deslizado con discreción y anhelo de que partiera hacia el este con buen viento hacia Mano de Tyr. Tal vez se demorase en llegar, tal vez la respuesta nunca llegase, pero debía de escribirla y enviarla, cuando finalmente el camino le había dado paz, mas no había podido suplir ese vacío al que hoy, había hecho justicia.

Algún día esa carta debía posarse sobre la mesa de algún corresponsal que se encargase del reclutamiento. Y tal vez, mereciera que esas palabras, fueran atendidas por ojos más relevantes que quisieran escuchar sobre el destino de un alma flagelante, aunque fuera por el nombre "Caer Darrow".

 

Cuando la guerra acaba, los tambores siguen resonando en nuestras almas, y desde las playas asoladas, con el pulso aún tembloroso por lo visto en el interior de Caer Darrow, no acudo a amigos, ni a amantes ni al rezo desesperado. Acudo a aquella en la que otrora gesta, fue las tres cosas, y a las tres, deshonré.

 

Gloriosa Cruzada, vanguardia de vanguardias, ultimísimo baluarte de vida y esperanza, llama siempre incandescente que aleja a las sombras más opacas y revive las pasiones de los espíritus de los hombres, con estas palabras, yo, humilde, menuda y arrepentida, os dirijo mis pensamientos.

 

Mi nombre es Gabrielle O’Connor, religiosa de la Abadía de Villanorte, otrora recluta del Alba Argenta, que antes, fue Adepta de la Cruzada Escarlata. Superviviente de Colina Roja, cambiacapas, cobarde, deshonrosa o desertora, tal vez luchadora penitente, da igual el título que acompañe este nombre, o el que os inspire escoger, pues muchos son ciertos pero ninguno completo. Si no ha de sonaros mi nombre, memoraréis lo que ocurrió en los prados del magno reino de Stromgarde. Es cuanto necesito para que entendáis el motivo de estas reflexiones.

 

Os abandoné, Cruzada.

Os deshonré.

 

No por amor, no por orgullo, no por ingrata, sino porque cuando se dictó mi sentencia, no podía perdonarme que aquello se hubiera dado lugar, avergonzada de mi. Como la mujer que solo sabe brindarle a su marido vergüenza y decepción, pues fue cuanto os traje del frente. Por no entender, por no respetar la voluntad de aquellos que por mucho habían demostrado merecer estar por encima de mi respecto a la voluntad de la Sagrada Luz. Me vencieron mis pasiones, me vencieron todas ellas, y tres meses en Tyr dedicada a la oración y a la reflexión, pues esa fue la sentencia del juicio, no me enclarecieron, sino que me ensombrecieron. Lo consideré laxo e inmerecidamente compasivo, cuando mi alma merecía y necesitaba ser penada por el peso de mis actos. No sentí que de esa forma, cual fraile, pudiera redimir mis faltas en la guerra, en mi compromiso para con mis hermanos, pues lejos de librar mi labor en iglesias o conventos, soy guerrera, no monja. Nuevamente, tropecé, nuevamente no lo entendí. Y sintiéndome inmerecedora del emblema en mi pecho, lo arranqué, y con él, perdí la mitad de mi misma.

 

No volví a portar arma alguna en pos de ninguna causa, y tan rápido me uní a las legiones del Alba, las abandoné. Pues aunque el propósito sea el mismo, nada podía llenar ese vacío.

 

Siempre seré sierva de la Luz.

Pero siempre seré cruzada.

 

Meses de confinamiento en Villanorte, donde mis batallas eran para con la masa madre y mis alivios, las misas de cada mañana a las cinco.

 

Un voto de silencio.

 

Un deseo de poner en manos del sino divino la suerte desta ingrata vida, débil e impotente, que empuñaba entre mis manos, en mi corazón, incapaz de volverla a blandir dignamente.

 

Y así inicié el viaje de peregrinación, confiando en que el camino acabase conmigo la Luz sabe donde o si esta lo tenía en gracia y buen ver, en las tierras de lo que otrora fue mi hogar, antes siquiera de alcanzar a ver la tumba del Santo.

 

No porté armaduras de acero en mis viajes, jamás supliqué asistencia de la Luz, no tuve en el camino más que a mi misma y a buena compañía, que me dio un ahijado, y me lo arrebató el frente y mis malas decisiones, o tal vez, mi penitencia debía ser así, exenta de toda dicha.

 

Quiso la Luz que me reservara un fin en la cruzada más importante en esta última década, cuando volví a cruzar mis pasos con el ahora Templario Thomas Benet del Alba Argenta, que por favor y complacencia hacia una vieja amiga de Colina Roja, quiso acogerme bajo su ala y aceptarme en el frente, en Vigilia de la Luz, como voluntaria.

 

Os doy mi todo, Cruzada.

Os doy mi arrepentimiento.

Os doy mi súplica y anhelo.

 

Sabed que me arrojé a este viaje inclemente donde lo di todo, por la Cruzada.

Sabed que si luché con armas melladas o filos lustrosos, fue por la Cruzada.

Que si abatí a enemigo alguno, fue por la Cruzada.

Que si tuve que morir o vivir, fue por honra a la Cruzada.

Y sabed que si luché en Caer Darrow, fue por la Cruzada, pues quien alguna vez lo fue sabe que nunca dejará de serlo.

 

Y ahora que entendéis mis pasos, ahora que sabéis cual es el fin último de mi vida, Cruzada mia…

 

Os solicito una última cosa.

 

Os pido un precio.

 

Decidme cual es el precio de la honra que os he de devolver, aunque sea un imposible.

Pedidme que os de mi carne, y yo misma me ataré a la hoguera por canalla.

Pedidme que os rinda Stratholme, y allí iré, sola o acompañada, a buscar mi muerte y vuestra gloria.

Pedidme cada día de mi vida, y yo misma me arrojaré al exilio, en las montañas o en algún monasterio perdido.

Pedidme que os derrote a cien enemigos, y os traeré la cabeza de miles.

O pedidme que abrillante cada losa de la Catedral de Mano de Tyr, y moriré enluciendo sus peldaños.

 

Pedidme cual sea el precio para volver a ser quien fui.

Cual es el precio que se me exige para merecer volver a ser una con mis hermanos.

Pedidme un imposible y lucharé por él como si no lo fuera.

 

Y os pido, por quien sigue siendo hija de la Luz y sierva, que no ignoréis esta carta, cual sea la respuesta, en voz o en escrito, en perdón o en castigo, en entendimiento o burla. Necesito saber que mi última voluntad ha sido escuchada, ni que fuera por lo vivido y sangrado entre estas murallas que hoy por fin, cae ante la Luz.

 

Pues en ella entendí que sin ti, sólo la Luz ha de quedarme.

Que sin la Llama, mi fuego se extingue.

 

Gloria a vosotros, cruzados, hermanos y hermanas, a todos aquellos que pelean por las santas causas o que murieron defendiéndolas.

Gloria a la Llama siempre incandescente.

Gloria a la Cruzada Escarlata.

Siempre.

 

Gabrielle O'Connor

 

//no se cuando podría enviarla, ni cuando estaría bien que llegase. Sientase libre de responder si lo considera oportuno cuando crea a bien, @Malcador

Editado por Psique
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La respuesta será entregada a Gabrielle O'Connor antes de que esta abandone la Vigilía de la Luz, tanto por la cercanía de autoridades escarlatas al norte de Caer Darrow como por la imposibilidad de localizarla una vez marchada la eclesiástica del lugar.

Entregada en mano y sellado por un mensajero en corcel que lucía los blasones escarlatas, no hubo intercambio de palabras más allá de una breve confirmación de que se le estaba dando a la persona correcta.

La nota, escrita sobre un grueso pergamino hecho en pellejo de cordero curado, está pintarrajeado con una tinta oscura, con una letra impoluta y pequeña, cuadriculada y medida, controlada.

 

 

Gabrielle O'connor.

 

Ungida en la causa escarlata el segundo día del décimo mes del año 21 tras la Apertura del Portal Oscuro.

Condecorada por su servilismo justo y su ansia retribudora contra las fuerzas de la oscuridad.

Ungida como adepta en las tierras nortes del reino de Stromgarde bajo el auspicio del Alto Capellán Lord Mauskar Roberson.

Superviviente de la masacre de Colina Roja como segunda al mando del Cruzado Sir Ismael Cruz. 

Denunciada por cobardía, insurrección y confabulación. Declarada inocente de todos los cargos. Condenada por faltas de respeto a un superior.

Medio año interna en un monasterio de la Mano de Tyr.

Abandona la Hermandad de los Justos Cruzados de San Augusto de Lordamere el día 29 del undécimo mes del año 30.

 

Se une al Alba Argenta persiguiendo una justificación que no encuentra. 

Rehuye a la Iglesia de la Luz buscando una paz que no existe.

 

Retoma las armas y lucha en el norte por una causa que ya no es suya, o que se ha auto convencido de que ya no es suya. 

Sobrevive donde otros mejores fallecen. 

Gabrielle O'Connor busca volver a la Cruzada Escarlata.

 

Decís palabras sabias, O'connor. El Fuego Escarlata es imperecedero, nisiquiera la muerte puede apagarlo, pues morir por la Luz es vivir para siempre.  Incluso aquellos que empujados por dudas de su propia resistencia y  capacidad abandonan nuestras filas siguen teniendo ese fuego, un fuego que arde, que les quema desde dentro y les destruye.

Les destruye porque no importa las mentiras que uno se cuente a si mismo para extinguirlo: Todo aquel que ha estado en el Norte conoce la verdad. La verdad del Enemigo. La verdad de que la Oscuridad no es algo ajeno si no algo que amenaza con consumir el mundo mientras estas mismas letras salen de mi pluma a este pergamino.

Da igual cuantas millas pongamos entre nosotros y los bosques pútridos con ríos de pus. Da igual cuantas barreras alcemos en cuerpo o mente para olvidar lo que hemos visto. En la noche, cuando el velo de las mentiras se descubre y nuestra mente es iluminada por la verdad de nuestra alma, la oscuridad resurge para atormentarnos. El fuego arde, clamandonos para regresar y continuar la lucha.

Vos lo habeis visto. 

La Cruzada Escarlata no rechazará a alguien cuyo corazón anhela regresar al frente y morir porque otros no lo hagan. 

¿Que mayor castigo puede ofrecerse en esta vida que permitir a un alma viva marchar contra la insondable maldad que aguarda en el antiguo reino de Lordaeron? ¿Que mayor mal se puede inflingir a cuerpo y espiritu que permitir que unos ojos contemplen los horrores de lo que fue y ahora ya no es?

Esa es nuestra penitencia, Gabrielle O'connor, y ahora volverá a ser la vuestra.

 

La Cruzada Escarlata volverá a ser vuestro hogar, más no encontraréis gloria alguna en vuestro servicio, solo servidumbre , sacrificio, muerte y olvido. La senda del penitente. La senda del humilde. La senda del más puro de los devotos. La senda del Cruzado.

Que el Fuego Carmesí de San Augusto haga arder las dudas de tu alma,

Lord Lorick, Alto Protector y Señor Cruzado de Vega del Amparo

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