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Lady Soup

[Historia] Ihira

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Ihira

 

DATOS BÁSICOS

Nombre del Personaje: Ihira
Raza: Draenei
Sexo: Mujer
Edad: 979 años
Altura: 2'20 m
Peso: 119 kg
Lugar de Nacimiento: El Genedar
Ocupación: Acólita de la Mano de Argus


DESCRIPCIÓN FÍSICA

Ihira sería una draenei alta y delgada, con el cabello usualmente arreglado, una piel azulada y cuernos extremadamente pronunciados. Su ropa, si es que hace falta describirla, son las togas típicas de una acólito de la Mano de Argus: refinadas, limpias y —al menos en apariencia— fabricadas por los cielos mismos.

 

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Aunque describir la psicología de un ser que va en camino a su cuarto milenio por estas galaxia podría sonar a una tarea difícil y colosal, la realidad es que, como con todo el mundo, Ihira puede ser simplificada a conceptos y atributos más simples con tal de facilitar el entenderla.

Para empezar podríamos decir que esta draenei es un avatar de la calma. Parece en todo momento serena, calmada y dispuesta a escuchar, actuando con una actitud casi maternal con los que le rodean. Se puede ver en sus ojos como, al igual que su pueblo, ha perdido mucho en esta guerra que comenzó antes de su nacimiento.

Su fé en la Luz, los Naaru y el Profeta es total y absoluta, sabiendo que hay un Gran Plan en movimiento en todo momento y ella es una pieza vital de el. Allá donde éstos la necesiten, siempre irá.

 

HISTORIA

Podría decirse que aquel era un día usual en el Exodar.

Todo estaba sumamente calmado y templado. Sin gritos, comentarios o palabras. Ningún eco resonaba en los muros y ninguna voz se alzaba por encima de aquella impasible calma.

Andando por los pasillos se encontraba una mujer. Su paso, grácil y elegante, no daba espacio al eco con el trote de sus pezuñas. Casi inaudible, podríamos decir. Lo cual, cabe señalar, era sorprendente.

Sus ojos no parecían reposarse en nada específico más, tampoco, cambiaban de trayectoria. Reflejaban cierta determinación. Ni ella misma sabía en qué —o sí— claro está, aún no se le había explicado su destino. Pero, podríamos decir, que esa era su actitud en general.

Nombrar lo que le pasaba por la cabeza, quizás, sería una tarea imposible. Más tampoco estamos aquí para esto. La reunión a la que se dirigía estaba por comenzar, y, con ello, el tema a tratar.

Tras abrir la puerta la figura de un hombre se mostró ante sus ojos. Era joven, por lo menos un milenio más que ella, quizás dos. Delgado, con túnicas ceremoniales y un semblante sereno.

Portaba túnicas blanco-azuladas, como demanda la tradición. Su rango —el cual la superaba—, por ende, quedaba remarcado por las seriografías y tramados que surcaban el dibujo.

Por último: su postura parecía reflejar cierto respeto por la mujer. Quizás compasión también. A simple vista no quedaba del todo claro —aunque ella si lo sabía muy bien—.

— ¿Ihira? —preguntó la voz masculina hablando el claro dialecto norteño de la lengua de los Draenei.

— ¿Sí? —respondió Ihira con un tono de voz calmado, manteniendo en todo momento un semblante que proyectaba confort.

— Supongo que ya sabe por qué la he llamado aquí el día de hoy. —prosiguió el hombre tras inclinar levemente la cabeza. Parecía mostrar cierto respeto por la mujer—. Y se imaginará lo que le voy a decir.

— Parcialmente —replicó ella tras un suspiro—. Desea que regrese al servicio activo ¿No?

El hombre asintió.

— Quedan pocos de los nuestros —señaló—. Y quién sabe si lo de…

La mujer alzó una mano.

— Por favor, no prosiga —se detuvo un breve instante, inspirando y expirando aire. Calmada, serena pero… ¿Entristecida? Desde luego sus relucientes ojos reflejaban ese hecho—. Acepto, eso no lo dude —le dijo—. Pero sepa que no es algo para lo que me vea lista, no aún.

— La comprendo, descuide —asintió él—. Todos nos sentimos así. Aún con esas, la causa requiere el sacrificio.

— Sí, sí —asintió ella tras fruncir el ceño—. Por eso acepto, hermano. Agradecería que no dudara de mi determinación.

El hombre se la quedó mirando uno segundos, suspiró y tragó la poca saliva que había en su boca.

— ¿Cual es mi destino en el plan? —preguntó.

— Al este —comenzó—. ¿Ha visitado el reino humano, no?

— Una o dos veces, sí.

— ¿Recientemente?

— No…

— Bueno, lo hará. Aunque no a sus ciudades.

La mujer alzó levemente una ceja. Quizás… Incrédula.

— ¿Al norte?

Asintió—. Sí.

— Extraño destino, pero… De acuerdo —suspiró—. Asumo que tiene un informe preparado y las gentes con las que me reuniré, al menos, avisadas de mi llegada.

Asintió.

— En tal caso —se puso de pie, serena—. Que la luz de los Naaru guíe su camino.

— Que la luz de los Naaru guíe su camino —repitió él casi al unísono.

Y con eso ambos se despidieron. Ihira partió a los pocos días acompañada de aquellos dos refuerzos rumbo al norte humano.

¿Que le esperaría ahí? La guerra.

Editado por Lady Soup

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