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Lady Soup

[Historia] Sloane

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Sloane

 

DATOS BÁSICOS

Nombre del Personaje: Sloane Sueñonocturno
Raza: Sin'dorei
Sexo: Mujer
Edad: 80 años
Altura: 1'80 m
Peso: 73 kg
Lugar de Nacimiento: Lunargenta
Ocupación: Iniciada en los Caballeros de Sangre


DESCRIPCIÓN FÍSICA

Sloane es, dentro de lo que se clasificaría como el físico élfico femenino, una mujer andrógina. A veces ha sido confundida por un elfo, y ¿Para qué mentir? su cabello corto y recogido de color blanco, a veces, incita a la confusión. Más alta de la media, fibrada —como es evidente— y gozando de un porte cuanto menos frío y autoritario, a ojos de cualquiera aparenta ser una persona directa y concisa.

 

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

En lo personal Sloane no es que sea especialmente distinta a su exterior. No lo necesita. Es seria, recta y franca. Una militar «de libro» que sigue las órdenes al pie de la letra. Alguien que vive por y para su profesión, creyendo firmemente en la perfección de su arte, la guerra, del mismo modo que un violinista constantemente debe afinar su instrumento —el cual, en este símil, seguramente sería su cuerpo—.

 

HISTORIA

Era un día reluciente en lunargenta.
 
El sol brillaba, los pájaros cantaban y los zancudos, como no, paseaban de un lado a otro portando a sus dueños.
 
Sloane Sueñonocturno no era propietaria de una de esas bestias. Tampoco lo necesitaba ni tenía la intención de adquirir una. Ella era alguien que usaba las piernas. Y eso es algo que digo con toda la seriedad que ella misma profesaba.
 
¿Para qué usar transporte pudiendo andar por su cuenta? ¿Para qué dejar que las piernas se durmieran sobre una criatura si luego las necesitaría igual? ¿Para qué…? ¿Para qué…?
 
Quizás esa era la pregunta que reflejaba en sus ojos durante aquel trayecto. Bueno, aquel y cualquier otro que se pegara para ir del punto A al punto B. Que en este caso, ya va siendo hora de señalar, era el Cuartel de la Orden.
 
A sus ojos la sociedad de su orgulloso pueblo había ido a peor desde el cisma. Todo retrocedido mucho y, para cuando empezaron a recuperarse, tendieron a peor. Sin príncipe ni camino, a sus ojos no son más que una sombra, una cáscara de lo que antaño fueron, que necesita ayuda para mantenerse a flote.
 
Ya no son es portentosa luz de civilización que se alzaba al norte y, ahora, viendo a otras especies siquiera caminar por sus calles, respirando su mismo aire… La verdad, «asco» sería la palabra más adecuada para describir lo que siente.
 
Sin embargo las órdenes siempre fueron algo sagrado para ella. Ya fuera en la actualidad o, atrasándonos unos años, de más pequeña. Y estas decían que debía tolerarlos.
 
La criaron en un régimen prácticamente militar al fin y al cabo, atizándole día tras día con los principios a seguir. Literal y figuradamente no conoce otra vida a la que atenerse. Es un propósito y camino que sigue con fervor casi religioso.
 
Aquello, cabe señalar, era algo que se podía notar con el simple hecho de verla andar. Brazos en la espalda, espalda recta y cuello en alto. A zancadas equidistantes unas de otras. Tremendamente característico suyo pero que, para aquellas horas de la tarde, pasaba bastante en desapercibido.
 
Terminó plantándose, por supuesto, tras cruzar la calle de la Orquídea y la Avenida de la luz, en el  cuartel. Las puertas se abrieron con su llegada y cruzó los terrenos del edificio sin cesar el ritmo. Fue recibida y se le indicó que esperara. Acató, y pronto su superior apareció frente a sus ojos.
 
— ¿Iniciada Sueñonocturno? —dijo la voz que cruzó la puerta.
 
Se trataba de un elfo de apariencia joven, con el cabello canoso y las facciones acentuadas. Casi tan alto como ella y, por supuesto, con el candente brillo verde en los ojos.
 
— Señor —se limitó a decir ella con la voz calmada. Su tono, relajado, recordaba al temple de una hoja.
 
El elfo se detuvo un instante a observarla. Pareció leer en ella sin pasar en las apariencias. Parecía satisfecho.
 
— Sígame.
 
Sin decir nada más el elfo empezó a andar. Tras cruzar el pasillo por el que había venido, andó a paso raudo a través del primer giro a la izquierda, dos a la derecha y la segunda puerta a la izquierda. El trayecto, en su mayoría silencioso, fue acompañado por el característico sonido de los pasos de iniciada en ese tipo de suelo. O bueno, más en concreto, en la ausencia de él.
 
El elfo pareció percatarse de ello.
 
— Siéntese —le dijo señalando a una de las sillas del lugar.
 
Ornamentada, como el resto del despacho, en rojo, blanco y violeta, la silla no fue algo en lo que Sloane prestara mucha atención. Procedió a apartarla un poco de la mesa y sentarse, como hacía toda elfa, y una vez anduvo colocada, se tomó unos instantes para ver el paisaje tras la ventana.
 
— La verdad es que no me sorprende su solicitud de ingreso, iniciada —comentó el elfo aún sin sentarse, observando como ella —aunque dándole la espalda— el mismo paisaje—. Serví al Alto Reino junto a su madre ¿Sabe? Gran elfa.
 
De nuevo, ninguna palabra.
 
Él prosiguió.
 
— Una pena que no regresara junto a nosotros. Fue duro enterrar a una amiga.
 
No dijo nada.
 
— Sepa que, aunque me tomo su tutelación como un deber personal hacia ella, no gozará de ninguna clase de privilegio por ello. Si quiere llegar a algo, deberá de ganárselo.
 
Nada.
 
— Tampoco espero menos de usted, que lo sepa. Su madre dejó una larga estela tras si, deberá volar cerca de ella sin quemarse.
 
La expresión de la elfa no varió lo más mínimo. Aún así sus ojos, en reluciente verde esmeralda, reflejaron un «algo».
 
— Nuestro pueblo se está realzando —señaló. Un imperceptible gesto de desagrado marcó el rostro de ambos—. Pero cientos innumerables enemigos esperan rebajarnos de nuevo. Nos encontramos en muchos frentes, iniciada, y todos ellos tienen un prospecto malo para nosotros.
 
Se hizo una breve pausa. Momento en el que se giró para encararla. El rostro de Sloane parecía esculpido en el mármol.
 
— Es por ello que no podemos fracasar. O mejor dicho, no podemos permitírnoslo —prosiguió—. Pues mucho ha sido perdido. Y mucho tanto no puede ser recuperado.
 
Otra pausa.
 
— ¿Alguna pregunta?
 
Hubo un breve silencio. Casi pareció que el tiempo se detuvo por apenas unos instantes.
 
— ¿Donde empiezo? —dijo una voz firme y femenina.
 
El elfo sonrió.

Editado por Lady Soup
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