[Laderas de Trabalomas] Gritos quemados

[IsildurJenkins 193]

(Música de ambiente)

Era bien sabido por muchos que el invierno en las regiones del norte era crudo, duro y desesperanzador. El frío y bello manto blanco cubría tanto árboles como vidas, y solo el crepitar del fuego era capaz de mantener a raya a los gélidos ronquidos del aire, que con su paso se llevaban el calor de las personas y mermaban las llamas de su fe. Pero las creencias no desaparecían. Es en tiempos duros donde también las esperanzas aumentan y en donde la devoción por la Luz mantiene a la gente. Varios de ellos eran atrapados por el invierno lejos de ciudades y pueblos, así que la supervivencia y la lucha eran obligadas. No es desconocido el hecho de que algunos refugiados construían sus propios albergues para resistir el embate del frío hasta que las nieves comenzaban a remitir. Este fue el caso de un pequeño monasterio, conocido por pocos, que ardió con la misma intensidad que la fe en los corazones de los supervivientes que lo levantaron. Perdido en un claro de Trabalomas, aquel humilde centro de culto y devoción servía de refugio para cuatro familias que resistían con la caza y el rezo a un sacro objeto que mantenía viva y feroz su fe. Pocos sabían de su existencia, pero los rumores igualmente se propagaron. Durante la noche, el monasterio sufrió un ataque. No se hallaron más que cuerpos calcinados y ruinas de carbón, sin rastro de nada. Los cadáveres estaban desnudos, y había tanto jóvenes como adultos alimentando la tierra. Con esto, otra ascua de fe, de esperanza, se apagaba en Trabalomas. Los horrores continuaban, y la mano detrás de estos era desconocida. ¿Serían bandidos atraídos por la posibilidad de hallar objetos de valor en un monasterio? ¿Tal vez un grupo de supervivientes alentado por su instito para perdurar? ¿O fue un movimiento más de la orquesta Renegada? Mientras se busca respuesta a la pregunta, a apagarse la esperanza apunta.