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Nathan

Xam´pao - Eremita gastronómico

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  • Nombre del Personaje
    Xam´pao
  • Raza
    Pandaren
  • Sexo
    Hombre
  • Edad
    19
  • Altura
    2.20m
  • Peso
    290 kg
  • Lugar de Nacimiento
    Valle de los Cuatro Vientos, Aldea Mundol
  • Ocupación
    Cocinero errante.
  • Descripción Física

    Su cuerpo a primera vista es una gran mole de grasa y músculo sin embargo bien distribuida y agarrada al sustrato, lo que no impide que haya excesos alrededor del cuello y una barriga que lucha por desbordar. Su pelaje espeso nace blanco desde su pecho y se extiende en tonos grises y plateados hasta oscurecerse en unas extremidades negras en las que resaltan algunas motas claras. Su rostro redondo y acolchado se aposenta sobre la grasa de su cuello que junto con el volumen del pelo da la sensación de continuidad y falta de cuello. Cejas anchas, de pelos rebeldes, caídas que cierran alrededor de unos ojos cerrados y felices, morro más ancho que largo  y colmillos que sobresalen de una boca con sonrisa simplona y apacible. En conjunto parece torpe, y de hecho lo es.

  • Descripción Psíquica

    es amistoso y no rehúye del encuentro, todo lo contrario, recibe al resto con gratitud y celebración para que pasen a formar parte de su gran familia. Es un pandaren que no conoce la desgracia más allá de que los Hozen le estropearan el día robando en su despensa,  de ahí un carácter despreocupado según el cual la vida siempre proveerá antes o después. Es tranquilo, de los que rumian y degustan sus pensamientos y el momento que le rodea, pero no por ello perezoso y aunque su desarrollo sea lento y pueda llevar una mañana lleva siempre a cabo su rutina y labores con gran aprecio a estos. Comilón pero sin gula, sin fondo pero por las exigencias de su propio cuerpo y hasta templarlas sin exceder por el deseo, controlador de las pasiones pero consagrado al arte de la cocina y el buen comer, no tomará un plato si no es por necesidad ni rechazará cualquier puchero por simple que sea al igual que no desperdiciará la oportunidad de preparar con lo que haya a mano un gran manjar para él y los demás con el fin celebrar la vida un día más.

 

********************

 

  • Historia

    Xam´pao como cada primer día de la primera semana de cada mes iba a la estatua de piedra del gran buey que se situaba en la pequeña depresión que había entre las dos colinas en las que se asentaba su aldea. No obstante, aunque repitiera esto cada primer día de la primera semana de cada mes, esa mañana no tenía el mismo valor ni el mismo significado, y eso le producía un nudo en el estómago que ni el olor de un guiso de siete valles (su favorito en estas fechas, porque cada fecha tiene una comida ideal) reposado y sazonado al toque de su abuelo Luang´pao  le podría devolver la compostura. Es por ello que antes de dejar la ofrenda, la cual había estado preparando desde el inicio del ciclo agrícola del Valle de los Cuatro Vientos, se sentó y contempló bajo el tupido velo de sus cejas (el velo del Yak le decían) las pezuñas pétreas que apenas se distinguían del altar de roca maciza sobre el que asentaba el ídolo del augusto.

     

    Su aldea,  daba las espaldas al Valle de los Cuatro Vientos y la cara al muro del Espinazo del Dragón, el cual sobresalía entre la niebla que respiraban los bosques de bambú se rodeaban la cara este del pueblo. Cada vez que el pueblo se reúne para conmemorar a los antepasados cuentan cómo llegó la estatua del augusto impertérrito hasta aquel punto. Un monje, apresado por su propia culpa, cargó él solo aquel peso en su espíritu y el peso  en su cuerpo de una gran roca a sus espaldas, de camino al Desierto del Pavor para acabar con sus días. A su paso su espíritu emanaba sus cargas y los aldeanos cerraban las puertas de sus hogares para no contagiarse, pero pese a ello el monje se detuvo allí y esperó apoyado en la roca que cargó hasta entonces. Era aquel entonces que más allá del bosque de bambú se estaba librando la guerra contra los mántides y unos pocos jóvenes osados buscando mayores trofeos con los que volver a su colmena sobrepasaron en muro y se desperdigaron, algunos de ellos topándose con la aldea. Sus chasquidos eran susurros afilados que se escuchaban a través del bambú y los pandaren de la aldea, aún aturdidos por la presencia del monje y con los más jóvenes y preparados combatiendo en el muro, apenas tenían nada con lo que responder. Sin embargo, el monje resistió el envite uno tras uno, sin moverse ni retroceder de aquel punto en medio del pueblo, sin permitir que ningún mantide osara poner sus garras sobre aquella gente. Así desde el amanecer hasta que el sol que ocultó por el otro lado durante varios, el monje purgó sus culpas a medida que la roca que cargó iba tomando la forma del augusto. Con la última oleada el monje volvió por donde había venido y no se volvió a saber de él, pero sí de su hazaña y su ejemplo. El pueblo, avergonzado por haber dado la espalda a su salvador juzgándolo por sus propias cargas, se volcó como nunca a los desconocidos y errantes que por el motivo que fuera iniciaban su camino hasta el muro del espinazo o peregrinaban a aquel lugar, y la vida por muchas cargas que tuviera nunca fue algo pesado de arrastrar si era con el apoyo y correspondencia de los demás pandaren de la aldea.

     

    Xam´pao se despertó cuando el sol comenzaba a alumbrar su cara entre las pezuñas del ídolo y miró a su alrededor. Toda la comida que había preparado  estaba ahora más reposada, al estilo de su abuelo Luang´pao: con el mismo tiempo de reposo con el que dura una cabezada apacible. Sonrió para así, degustando en el aire las delicias del Valle que él mismo había sembrado, cuidado, recogido, limpiado y cocinado para este día tan especial. Lo gratificante de aquello era que aquel banquete preparado con esmero lo compartiría con la aldea, que todos y cada uno al cumplir con sus labores dedicarían parte de su tiempo para comer y degustar en compañía el banquete antes de su despedida. Miró a la colina de su derecha y vio cómo su madre preparaba el té para la ceremonia ante la estatua; solo ella en la familia podía hacerlo pues el resto eran de formas torpes para la exposición tan exquisita y tradicional que se requería. Miró al otro lado de la aldea y también apreció como los ganaderos volvían de los campos que había al otro lado de la colina,  y cada uno traía algo consigo algo que compartir.

    Su padre Yuang´pao y su joven hermana Miang´pa fueron los primeros en llegar, saludarle y reír con él al contemplar el brillo de la comida, reflejo del amor que Xam´pao había puesto. Toda su familia vivía del mayor hogar del pueblo que estaba siempre abierto a los errantes, monjes, nómadas, ashigaru e incluso Jinyu que quisiera pasar por allí. Con el tiempo, desde que el abuelo Luang´pao heredó el labor familiar su hogar se hizo famoso por la gastronomía y e ingenio con el que el abuelo de Xam´pao era capaz de innovar sin faltar a la tradición, tanto que atrajo la curiosidad de otras aldeas vecinas y recibía muchos encargos para grandes momentos o como ofrenda a los augustos. Allí Xam´pao, después de un día de trabajo siempre conocía a alguien nuevo con mucho que contar y enseñar, siempre acompañado de su familia y de los más exquisitos platos. Es por ello que dejar atrás aquella vida por primera vez le causaba conmoción.

    Recorrer Pandaria para aprender de los mejores y más sabios. Redescubrir la vida a través de las costumbres de cada lugar, su comida y la historia que tras todo esto había. ¿Eremita gastronómico? Reía al darle un nombre a su porvenir y prefería dejar aquellos asuntos en boca de los demás mientras comían y ofrecían al augusto aquellos manjares. Su camino en la vida de monje dedicado a las enseñanzas de Niuzao fue continuo. Eran muchos los que viajan hasta allí en busca de fortaleza que según las historias esculpió aquella roca, y fue una de estas errantes dedicadas al augusto la que decidió formar una familia en tan loable aldea. Su hermana tenía el espíritu para aquella tarea, pero a Xam´pao le aguardaban otros. Cuando la comida terminó Xam´pao recogió sus bártulos sin despedirse, pues todo lo que tenía que decir ya lo había expresado. En la salida de la aldea una figura inesperada le esperaba, era el abuelo Luang´pao. Este le entregó la herramienta más útil para su viaje: un cuenco vacío, pues solo libre de contenido estaba abierto a ser el recipiente de todo lo que estaba por venir para Xam´pao.

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