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Akross

Vincent

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Crónicas Oscuras.

 

 

Los ungidos por la noche

               No temen a la oscuridad

 

 

 

Epílogo

El monstruo de la celda X

 

Últimamente los días y las noches se parecían entre si, o un día de otro parecían exactamente los mismos, pero no lo eran, todo revoloteaba y cambiaba a su alrededor incluso aunque él no lo notara, sombras retorcidas que se batían de un lado a otro en la penumbra, voces lejanas y pasos metódicos, algo circunspectos, puede que quizás temerosos pero definitivamente tensos, eran los pasos de los carceleros, pequeños hombrecillos nerviosos que daban una ronda de un lado a otro por las distintas celdas en aquel silencio sepulcral que se había hecho tan rutinario poniendo en sus rostros el semblante mas digno del que fueran capaces, pero resultaba una charada desalentadora, sus movimientos prevenidos delataban el incontenible miedo de sus corazones, era comprensible, pues no vigilaban bandidos o asesinos comunes, no, su labor era la de vigilar a las bestias, a los demonios de la noche, despiadados y letales huargen.

 

Un haz de luz se extendía por los angostos pasillos, alejando poco a poco las densas sombras que se habían apropiado del recinto carcelario, los ojos del lupino se perturbaron unos segundos por la fulminante luz que se colaba entre las gruesas barras de hierro que adornaban un diminuto cuadro en el centro de una enorme y maciza puerta de madera con bordes de mas de aquel molesto hierro ya ennegrecidos por la mugre del tiempo, los ojos del carcelario ya estaban entrenados para desviarse apenas lo necesario, comprobar el interior de cada celda y luego seguir su camino lo mas rápido posible como si con aquel vano intento pudiera ahuyentar el miedo de su cuerpo, pero por alguna razón siempre se paraba frente la puerta de la “X”, daba un pequeño vistazo que se postergaba mas de lo necesario hasta que sus ojos se encontraban de súbito con aquellas esferas rojizas lupinas afiladas como vidrio roto que brillaban asechándolo en la oscuridad de la celda número diez, sostenía su mirada algunos segundos y luego profería algún insulto, se había hecho rutina para el carcelero Thobias y para su cautivo aquel intercambio de miradas, aunque no lo fuese a confesar nunca, el buen Thobias había despertado jadeando entre espasmos y cubierto de sudor, tras tener una pesadilla con aquellos ojos en mas de una ocasión, tuvo la oportuna desgracia de ver a uno de esos Huargen destrozar a su hijo pequeño como si fuese un pequeño muñeco de trapo atrapado en las fauces de un perro de caza, ahora solo había una cosa que odiaba mas que a los huargen y era el temor que estos le suscitaban.

 

- Maldita bestia – Gruñó el carcelero al tiempo que daba honda patada en la puerta de madera; casi como acto reflejo se escucharon las pesadas cadenas de hierro arrastrándose por el suelo con velocidad vertiginosa y luego un golpe seco sobre la puerta de al lado haciendo que el regordete Thobie diera un respingo que le helaría hasta los huesos, pegando su espalda a la pared contraria a las puertas mientras su rostro se desencajaba acojonado al tiempo que su antorcha caía contra los adoquines de roca macula.

 

- ¿Qué pasa querido Thobie, a donde ha ido todo ese valor del que tanto alarde hacías? – La voz era cruenta, áspera y gutural, medio animal, medio hombre, el gordinflón recoge rápidamente su antorcha y levanta la luz de esta hacia la puerta “IX” desde donde lo observaban dos brillos ámbar divertidos.

- Ambos… no, todos vosotros animales deberíais ser puestos en la hoguera como la plaga que sois – El huargen de la IX suelta una risotada gutural y se regresa al rincón oscuro mientras se baten sus cadenas, el carcelero por su parte decide seguir con su camino antes de que algo pueda salirle mal, me refiero a realmente mal, Thobias sabía bien que las bestias estaban encadenadas por un brazo y un tobillo pero no era idiota, sabía lo que ocurría cuando alguno de estos te mordía, fiebre, después dolor, al cabo de un rato solo sentías ira, una ira indómita, mas enceguecida de la que pudiera alguno imaginarse y finalmente te tornabas diferente, te convertías en otra bestia mas e ibas por allí buscando algo que poder destrozar con tus nuevas fauces lupinas, músculos aerodinámicos y garras largas como cuchillas.

Después solo habían dos formas de parar el frenesí  asesino,  la muerte siempre era una posibilidad, unos cuantos disparos, un filo bien encajado quizás, el  otro método aunque parecía menos ortodoxo, era en realidad un poco mas brutal, encierro supervisado por otro pobre gilneano igual a él y una endemoniada cura que les regresaba momentáneamente el raciocinio pero que a priori terminaba quitando mas vidas de las que salvaba.

Con el tiempo habían mejorado, probaban distintas cepas de la cura en diferentes bloques de celdas, se volvían mas metódicos en clasificar a los sujetos de pruebas, huargens que eran tratados con o sin su aprobación, un sacrificio pequeño por un bien mayor, a ojos de los alquimistas eran pequeños héroes olvidados, para los ojos del resto de gilneas eran animales que debían ser sacrificados, de cualquier forma, las opciones que tenían no resultaban mucho mas alentadoras que las que ya tenían, si no sintetizaban una cura definitiva para la plaga huargen, pronto habrían mas lupinos que humanos y finalmente se perdería el legado de Gilneas.

 

En cuanto el buen Thobias su hubo ido se escucharon murmullos en la oscuridad, como risas, pero rotas, desgarradas por la maldición.

 

- Si sigues asustando al buen Thobie, te agarrará mas manía Ix – Se escuchó con eco aletargado desde la celda X, desde que muriese el último de sus compañeros de bloque, solo quedaban ellos dos para hacerse compañía y aguantar la cura que les suministraban cada tanto, era tristemente lo único que les evitaba caer en la locura del encierro o de la ira.

- ¿Qué mas da?, ya nos tenía manía desde antes, a ti más que a nadie, ¿no te habrás engullido a su mujer o algo? – el enorme Ix omite un gruñido ensordecido intentando contener la risa, luego se recuesta contra el árido rincón de su celda para mirar la Luna desde el diminuto agujero que se colaba por la parte superior de su celda.

- No podría recordarlo, difícilmente puedo recordar mi propia vida, ya sabes, antes de que todo esto pasara, antes de la guerra, antes de… -  Los ojos de Equis se ciernen con angustia y sus labios lupinos forman una fina línea de amargura, apenas distorsionada por los enormes colmillos de su dentadura.

- Entonces debes contarme tú historia Equis, antes de que termines por olvidarla, me lo debes colega, yo te he contado la mía

Equis permaneció en silencio por un momento, sopesando las palabras de su compañero, en otra vida probablemente se habría negado de tajo a compartir  su vida con un hombre que consideraba tan común, pero ya no era él mismo, no era un ciudadano, ni un humano tan si quiera, ahora era ceniza olvidada ardiendo en diminutas ascuas, ¿de que servía una historia si de todas formas iba a perderse cuando muriera?, hasta ese momento no había pensado en la muerte como algo tan cercano, siempre se creyó superior a la misma, forjador de su propio destino pero hacía mucho había perdido esa chispa de suficiencia, en esa celda, era otro mas a merced de la inclemente muerte.

 


 

Desde su nacimiento tuvo ciertos privilegios, su padre era el heredero de un ducado militar que trascendía varias épocas de Gilneas y formaba parte de aquella tradición militar disciplinada casi cansina de sus antepasados, su familia había sufrido varios altercados durante los años pero aun sostenía una posición privilegiada entre los pueblos fronterizos del norte donde buena parte de la tierra pertenecían a su padre, sobre todo en el pueblo de Lago de Plata donde residía la colina costera donde se erigía la gran casona del duque también llamada entre los pueblerinos como Cubil de Cuervos por su aspecto siniestro, casi siempre oscuro entre nubes  ennegrecidas como carbón y espesos sendero de pinos que servían como hogar para una gran cantidad de estos oscuros e inteligentes animales alados a los que la familia había aprendido a amaestrar con los años.

 

Fue el segundo de tres hijos, desde pequeño sus habilidades y una prominente sagacidad habían resultado ser un buen designio para su futuro, su actitud orgullosa y carácter fuerte también suscitaban en el duque gran satisfacción quien veía con buen grado las capacidades bélicas y administrativas de sus hijos, pero su carácter fue difiriendo mucho del de su disciplinado hermano mayor, de lo notablemente sano, ataques de violencia e ira sin control ni motivo aparente, ansias de superioridad y una impaciencia súbita crecían en el menor como el fuego de una hoguera empeñado en consumirlo por dentro, convirtiendo al niño en un verdadero verdugo para sus semejantes y en un evidente peligro futuro al menos que se encontrase una forma de apaciguar los ímpetus del más joven.

 

Incapaz de apaciguar el fuego de su hijo por la fuerza que parecían conseguir el resultado contrario, el duque decide hacer caso de su dulce esposa y buscar otras alternativas en Dalaran, la mayoría de magos se negaron a recibir a un niño con tal muestra de incontrolable ímpetu como estudiante pues la magia era en si misma un arte que enseñaba de paciencia y autocontrol que el niño difícilmente pudiera dominar, pero un viejo mago discrepaba de sus compañeros sosteniendo que precisamente era la labor de los hechiceros la de apaciguar las mentes mas jóvenes, guiarlas por un camino de sabiduría y control, además veía en el niño potencial pero sobre todo una oportunidad para demostrarse así mismo que cualquier mente puede ser moldeada a  favor de una sociedad.

 

Así pues, el viejo mago decide viajar al cubil de cuervos para presentarse a la tarea que el duque gilneano le había solicitado.

 

Varios años pasaron, una tercera hija nació en el cubil de cuervos, el hermano mayor se uniría desde muy temprana edad al ejercito de su majestad Crin Gris llenando de orgullo a su belicoso padre y el menor demostraba una mejora evidente en su actitud altanera, parecía mucho mas paciente, capaz de apaciguar su mente hiperactiva y enfocarla finalmente en una tarea a la vez, si bien le faltaba mucho para adoptar una conciencia eficaz como todos sus semejantes si era capaz de enfocarse en dicha tarea y hacerla mejor de lo que la mayoría podría hacerla, el duque no estaba del todo satisfecho con los progresos del varón más joven pero el viejo mago objetaba que la mente de su hijo funcionaba de forma distinta, no necesariamente mal, sino especial,  si bien no podría ejecutar varias tareas a la vez como acostumbraban los hijos del cubil, cazadores y artilleros desde sus herencias mas antiguas, si que podría centrarse en una tarea a la vez con una exactitud tal que sus resultados en dicha tarea serían bastante superiores a los de cualquier otro niño de su edad e incluso aprender a hacer cosas que otros tomarían años en aprender, una ventaja entre una serie de desventajas.

 

Luego, convencido de que su hijo menor no podría tomar la misma senda que su primogénito o que cualquiera de sus antepasados y familiares, consciente además de que este debería trazar su propio camino de insospechado destino, accede a las incesantes peticiones del viejo mago permitiéndole regresar a Dalaran junto con su hijo como aprendiz para instruirlo esta vez en la magia, no solo en las distintas asignaturas académicas como había hecho hasta ahora.

 

Algunos años mas pasaron, Gilneas cerró sus puertas al mundo y su familia tuvo que abandonar sus tierras recibiendo así un golpe fulminante, el duque del cubil de cuervos tendría que dejar atrás las tierras ancestrales de su familia y con ello la mayor parte de su influencia, pese a ello, construyo una casona en Hammerfall, un poblado noreste dentro de los muros de Gilneas y continuó siendo tan leal a CrinGris como se puede ser. Aquello había sido el principio del fin para su familia, el levantamiento en armas de los rebeldes habían desatado una serie de revueltas en casi todas las ciudades del reino, el primogénito de la familia continuaba su lucha como lealista de Cringris y pese a estar ahora mas cerca de su familia difícilmente podía reunirse con ellos por culpa de la guerra, el segundo, ahora aprendiz hechicero de lo arcano escuchó con angustia las noticias que llegaban a Dalaran sobre su pueblo y decide que es momento de regresar a casa.

 

La tensión fue en aumento, los rebeldes consideraban a la familia una traidora de las causas del norte puesto que el hijo mayor formaba parte del ejercito de Cringris y los demás se negaban a formar parte del conflicto y brindar su apoyo a Crowley, algunos lealistas por su parte creían que la familia del cubil de cuervos era una bomba de tiempo que podrían convertirse en enemigos de Gilneas y su rey en cualquier momento, pero la familia se mantenía al margen tanto como fuera posible sin negar su apoyo a Cringris pero sin desmeritar las motivaciones de los rebeldes, pero su continuo rechazo a tomar un bando los convierte en objetivo de las terribles maquinaciones de terceros.

 

Mientras el ex duque del cubil de cuervos y su hijo mas joven viajaban a la ciudad capital para reunirse con el hermano  mayor, la madre e hija  que se quedan en el poblado Hammerfall son víctimas del mas terrible ataque en el que son golpeadas de forma brutal por lo que parecían ser bandidos de los arrabales insatisfechos con la guerra en busca de dinero facil, en el ataque muere la madre y la mas joven de la familia es dejada por muerta y luego rescatada por una familia de campesinos que la ponen a salvo en una clínica. Al enterarse del suceso, los tres hombres deciden dividir esfuerzos por sus diferencias, el mayor de los hermanos decide iniciar una investigación oficial como lo manda la rectitud de su cargo y usar su puesto como soldado lealista para buscar a los perpetuadores de la agresión entre sus conexiones de la ciudad y los poblados aledaños, mientras que el padre y su hijo menor regresan al poblado Hammerfall para buscar la venganza por sus propios medios acusando al hijo mayor de negligencia para proteger a su familia.

 

Una carrera a contrarreloj comienza entonces, el primogénito intenta capturar y poner bajo custodia a los agresores antes de que su familia de con ellos, a sabiendas de que estos les darían caza y muerte como animales saltándose la ley establecida y luego tendrían que enfrentar consecuencias por su venganza desmedida, al tiempo su padre y él mismo estaban seguros que de no encontrar a los asesinos y darles justicia con sus propias manos, los asaltantes de su  madre y hermana no recibirían el justo castigo que exigía la transgresión.

 

Durante su investigación, el primogénito descubre que no se trataba de un mero asalto o intento de robo, la agresión parecía ser parte de un plan mas elaborado de una tercera persona, pero antes de que pudiera indagar al respecto e ir al origen, su hermano y padre dejan un sendero de cuerpos mutilados a las afueras de Hammerfall, el tiempo se le había acabado y también las opciones, tal como lo pensaba, los supuestos bandidos habían sido reconocidos por las cortes de la ciudad capital como soldados lealistas brutalmente asesinados por los rebeldes.

 

El alto juez de la ciudad se reúne con el hermano mayor y le explica que ahora acusaban directamente a su familia como rebeldes, asesinos y traidores a la corona de Cringris al menos que se entregaran y rindieran indagatoria, convencido de que quizás pudiera evitar la ejecución de su padre y hermano, el mayor decide buscarlos para convencerlos de entregarse y explicar lo sucedido, estos deciden dar la cara con orgullo a la alta corte, aun sabiendo que todo aquello era una charada para persuadirlos de entregarse.

 

Durante el juicio, la alta corte despoja al viejo duque de cualquier valor nobiliario del que pudiera ostentar en el pasado en nombre del propio Rey de Gilneas, le acusa de traidor y se les condena a ambos, padre e hijo a pena capital delante del mismo pueblo de Hammerfall por el asesinato sanguinario de miembros del ejército lealista, indignado, sintiéndose engañado y un tanto estúpido al comprender la trampa que se tejía desde el asesinato de su madre, el hermano mayor decide marchar hacia Hammerfall para liberar a su padre y hermano el día  antes de la ejecución.

Pero aquel día el destino tenía previsto otra de sus jugarretas, las bestias lupinas se habían esparcido desde el norte como una plaga, sin sospecharlo, los fieros huargen fueron destruyendo y aniquilando varios asentamientos pequeños en el norte casi de forma sistemática y ahora los ferales eran tantos que planeaban atacar el poblado mas cercano a la manada, Hammerfall. El hermano mayor logra liberar a su padre y hermano aprovechando el caos que los propios huargen causan en el poblado, pero cuando tratan de salvar a la mas joven de la familia para huir, se ven acorralados por las salvajes bestias, entonces el mas joven, en un arrebato de valentía trata de cubrir a su familia de las bestias dándoles tiempo para escapar y después los recuerdos se ponen difusos, apenas retazos de ira y de dolor, de odio y amargura, de gritos y llamas elevándose. Entonces Vincent dejó de ser él y se convirtió en Equis, el recluso de la celda diez. Hacía mucho que no pensaba en su pasado, ni en su comprensiva madre, ni en sus hermanos, había vuelto a ser ese niño iracundo, salvaje y sumido en caos, despojado de toda clase de serenidad, incapaz de acallar las voces molestas en su cabeza que no lo dejaban concentrarse cuando era un niño incluso después de que una suerte de cura aboliera momentáneamente la ira feral de la bestia.

 


 

Entonces hubo comprendido la verdad, su verdad, aquella bestia encerrada seguía siendo él, siempre fue una bestia, ahora lucía como una, aun si la magia no acudía, aun si aquel deseo de muerte ardía con mas ira en su alma de lo que nunca había quemado en el pasado, él seguía siendo él y nada de lo que sucediera cambiaría eso, decidido y aceptado de que ese podría ser su última oportunidad para contar su historia, levanta la mirada fulminante de sus ojos escarlatas decidido a responder a IX, lo mas cercano a un amigo que habría tenido nunca.

 

- Jodete – Luego cerró sus ojos y meditó, como aquel viejo y entrañable mago, su maestro le había enseñado, tratando de acallar la ira suya y aquella ira de la bestia, no porque quisiera deshacerse de ella, quizás llegaría un momento en el que la necesitara, pero no en ese, en este momento la ira era innecesaria.

 


 

Aclaración: Como bien pueden ver, esta sería mi historia para huargen, me gustaría que me ayudaran con criticas constructivas y sugerencias para ir puliendole detalles y mejorarla antes de ser enviada a revisión (Por supuesto cuando la raza huargen sea abierta al publico).

También quiero aprovechar el espacio para reclutar  jugadores que quieran formar parte de la historia con sus propios personajes y englobar una divertida historia conjunta, actualmente el hermano mayor será un papel tomado por el jugador @Blazerunner , pero no necesariamente deben ser personajes que salgan en esta historia sino relacionados entre si, un familiar cercano, un antiguo amigo de la familia, un guardian de la familia, leal pese a que la familia haya perdido cualquier status, la imaginación es el limite, bastaría con ir adecuando esta historia para ir integrando o haciendo mención a vuestros personajes.

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