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IsildurJenkins

Isabella Barlow

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· Nombre ·
    Isabella Barlow    

· Raza ·
Humana
    · Sexo ·    
Mujer

· Edad ·
22 años
   · Altura ·   
1,75 m

· Peso ·
55 kg
   · Lugar de nacimiento ·   
Grand Hamlet


· Ocupación ·
ninguna


· Música de ambiente·

 

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Cierra los ojos y piensa, imagina, crea con tu mente la figura que te voy a describir. Parte de la nada. ¿De la nada? Sí, de la nada. Ahora recuerda los andares de aquella noble que viste el otro día. Ese paso tranquilo, imponente, elegante y, a la vez, clásico. ¿Lo tienes? Perfecto.

Los pasos vienen de alguien con piernas, ¿verdad? Estupendo. Lleva tu mente al taller de aquel escultor de mármol, evoca la suavidad al tacto de esa piedra recién trabajada. Intenta agarrarla, deslizarte por lo que parecen kilómetros… Sí, esas son las piernas, sus piernas, que nada tienen que envidiar a las columnas torneadas por los maestros artistas.

4ewDgzu.pngRápidamente junta en tu mente esa fruta verde, suave, curvada y dulce que sale del árbol con el flujo del agua por los campos, y tendrás esa dulzura de pera y arroyo a la que llaman mentón.

¿Recuerdas a la panadera de esta mañana? ¿Aquella que ponía miel en los bollitos para los niños? Bien, porque te hará falta rememorar esa dulzura para hacerte una vaga idea de cómo el rostro que sostienes de esta bella mujer discurre entre tus dedos con absoluta suavidad.

¿Y qué es una preciosidad como esta sin unos rasgos finos y elegantes? Olvida los rostros a los que estás acostumbrado. Ella no es así. Ella no es como alguien que conozcas. La elegancia de sus detalles no es común, y no es algo que olvides. Cómo esas granadas con rubor de soles inspiran tanto no es usual.

¿Qué? ¿Tienes prisa? La belleza es algo que se forma con el transcurso de los años, y tú lo estás haciendo en cuestión de minutos en tu cabeza. Pero está bien, adelantemos cómo su cuello de gacela porta uno de los rostros más dulces y tiernos que hayas visto, con la sombra ondeando por encima, su pelo negro invitando a las caricias del aire, y sus sensibles azabaches invitándote al deseo. Una cara preciosa, ¿verdad? Continuemos desde aquí.

Imagina la suave seda de las cortinas de esa mansión que visitaste. Recuerda cómo las curvas se formaban en ella con finura y de forma equilibrada al compás del aire, y tendrás el cuerpo de esta mujer, esbelta, pero con todas y cada una de sus dotes marcadas. Adelante, pasa tus dedos por su figura con delicadeza, y notarás cómo discurres por un largo y suave camino que abraza y recoge en un mismo viaje todas las bellezas que existen en la naturaleza; un cuerpo suave como un amanecer, un cuerpo delicado como un anochecer.

Todo en perfecto equilibrio, recuerda. No seas lascivo, no seas predecible. Cíñete a mis palabras y serás capaz de retratar a Isabella Barlow, una mujer que nada tiene que envidiar a las musas de los artistas más célebres, pues ella es su propia definición de belleza.

 

 

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La mente de las personas, lo que viene a ser su forma de ser, su perfil psicológico, la convergencia entre personalidad, temperamento y carácter, es algo tan volátil, tan delicado… No es estático, es cambiante; ha de adaptarse constantemente para sobrevivir, aun manteniendo la esencia que la define. Los entresijos del alma de las personas, sus caprichos, son complejos de definir, pues las fronteras entre un rasgo y otro son tan difusas como la niebla y tan convenidas como la fina línea que justifica lo que está bien y lo que está mal.

auKaD8H.pngPocas cosas hay seguras sobre Isabella Barlow, pues no suele abrirse con la gente. No por timidez, al contrario, ella es de todo menos insegura. No siente ni el más mínimo ápice de vergüenza en sí misma. Su mente es clara y mansa como los lagos que adornan los cuentos de los niños. No rechazará una charla, pero tampoco dará la espalda a un sosegado descanso a la luz de una tierna llama en soledad.

Reservada y cerrada, no le gusta que la conozcan. Prefiere ser una caja de sorpresas, impredecible. Pero esto no afecta en lo más mínimo al concepto que tiene la gente de ella: una joven amistosa, agradable, casi extrovertida, que saluda y charla un rato contigo con una bella sonrisa en la cara.

Lejos de lo que podrían pensar los demás si supiesen que maneja las artes del Vacío —la tacharían de malvada, de hereje, de monstruo—, es una persona buena, atenta y una inconfundible apasionada del arte y la belleza, inquietudes que manifiesta sin duda con la música y la pintura, entre otras formas.

No le cuesta hacer de hombro sobre el que llorar, nadie le tiene que pedir un abrazo, nunca alguien se ha podido quejar de quedarse con las ganas de una sonrisa con ella, pues es empática y cariñosa, atenta y afectiva.

Pero la separación entre “bueno” y “tonto” es muy inestable, y antes que pisar un terreno tan inseguro, Isabella prefiere mantenerse al margen. Tiene las ideas muy claras y no va a arriesgarse por nada ni nadie. Ya conoció a alguien en su pasado por el que lo hizo, por quien se sacrificó. Y ha aprendido de los errores.

Pese a todo esto, tal vez tropiece dos, tres veces con la misma piedra. Tal vez se entretenga más en una deliciosa conversación agradable que en otras tareas. Es posible que prefiera asistir a una fiesta o festín antes que atender a sus responsabilidades. Porque es humana, y por condición de humana peca de lo que algunos llaman defectos, pero que ella denomina características.

Si algo más queda por decir sobre Isabella es que ha ido cambiando por culpa del destino y de lo extraño. Ha tenido que adaptarse en esta jungla que es la vida para no ser la presa, sino la depredadora. Si está convencida de que tiene que hacer algo, lo hará de la manera que crea más adecuada.

Es una persona de equilibrios, de escalas de grises, nada de extremos. No es estricta, pero tampoco esperes que sea sumisa. No es mala, pero no dudará en serlo si la situación lo exige. No es egocéntrica, pero tampoco te quedes esperando un acto altruista desinteresado. Isabella Barlow es eso, una balanza que se inclina levemente a un lado o a otro en función de lo que alimentes.

 

 

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Shhh… no llores, no ahogues la belleza de tu rostro con esas lágrimas de desesperación. Ilumínalo con una radiante sonrisa, así aclararás tus ideas.
 

R2F38pP.pngLa gente vive feliz ignorando lo que se esconde más allá de su percepción. Bueno, al menos a este otro lado tampoco estamos solos, ¿verdad, Arné?
 

Míralos en sus galantes festines, vestidos con la ropa de la mentira y maquillados y arreglados con la hipocresía. No son más que fachadas que esconden miedos u oscuras intenciones. Rápido, vamos, me muero por ir a este festival de máscaras.
 

Dime, Arné, ¿por qué la gente solo se fija en el retrato de un cuerpo y una cara cuando tienen el modelo, el alma, al lado?
 

Solo es en el arte donde uno puede manifestarse tal y como es sin sugerir prejuicios, sin ser víctima de los estereotipos. Es en la pintura donde se muestran las visiones de la mente, y es en la música donde encontramos las razones de la gente. Mira, escucha y no interrumpas. Así te darás cuenta de quién te habla y qué quiere de ti.
 

¿Que si tengo sueños? ¡Claro que sí! Pero no te los voy a contar, no me gustaría silenciar a alguien que me puede dar conversación.
 

Me encantan los bailes y las reuniones de los ricos y los que tienen títulos. Es todo como un escenario en el que tú eres la protagonista y el resto es el público. Sientes cómo tu corazón se acelera, te sientes viva de verdad, pues o cumples las expectativas de los demás o se acabó tu carrera. ¿No te parece emocionante?
 

Por supuesto que me gusta que me miren. Cuanto más creen ver, más ciegos se vuelven.
 

Una mirada, cariño, una mirada y eres capaz de matar al invencible y de dar vida al vencido.
 

Me encantan sus caras cuando se quedan sin palabras. Es tan gracioso verles titubear cuando dices algo que no se esperan…

 

 

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—Sabes ya mucho de nosotros, Isabella, pero tú sigues siendo un misterio

—¿Y para qué quieres que deje de serlo, Charles? —contestó la mujer de forma simpática con una agradable sonrisa.

—Tenemos curiosidad, ¿verdad? —preguntó al resto de acompañantes.

—La verdad es que sí, me gustaría saber con quién comparto mi cena y mi techo.

—Son muchos meses juntos, Isabella. Deja de hacerte la interesante, venga —la gente trataba de animar a la joven para que hablase, la cual sonreía como si le diera vergüenza, pero bien era sabido que no era así.

—Si os cuento mi vida, tendría que mataros —contestó con una sonrisa la mujer.

—Venga, fantasma, habla —respondió uno de los presentes entre risas.

—¿Alguien me ha llamado? —un espíritu se manifestó entre las personas que charlaban alrededor de una hoguera.

—¡La madre que te parió, Arné! —espetó un hombre, sobresaltado por la aparición—. No me vuelvas a dar esos sustos, joder —añadió entre risas.

—Un día de estos vas a matar a Robert de un susto —comentó Isabella con risa y cariño. Todos los presentes se reían del momento. Nadie parecía intranquilo con la presencia de un alma tan cerca—. Está bien, os contaré un poco sobre mí.

Y así comenzó el principio de un relato a la luz de una hoguera, bajo un cielo estrellado de primavera, durante el cual Isabella narraba la historia de su hermano y ella, historias que fueron unidas por fortuitos hechos que han llevado a la joven a condenar su existencia.

Isabella Barlow nació con los fríos de febrero en Grand Hamlet, también conocido como Villaoscura, en el año 9 d.P.O. Arné era su hermano pequeño, que nació 7 años después. Su padre, Ewald Barlow, era un comerciante que había tenido éxito en la vida con el comercio de telas caras para los nobles, mientras que su madre, Viollete Barlow, se dedicaba al estudio de las artes.

Para qué engañarnos, era una familia burguesa. Tenían dinero y eso les gustaba. No tendrían títulos nobiliarios ni sangre noble, pero, debido a su posición y economía, eran invitados de vez en cuando a reuniones como festines y bailes. A pesar de ser incluidos en ese fragmento de la sociedad, los nobles solían mirar con superioridad a la familia Barlow.

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Ewald tenía el sueño de poder convertirse en noble. La compra de un título parecía viable, pero no otorgaba el prestigio que ansiaba. Otra opción era el matrimonio, para lo que Isabella formaba una parte esencial.

Debido al deseo de su padre, Isabella vivió más tiempo bajo el techo que bajo el sol para que su piel se mantuviese blanca como la de los nobles. Además, varios tutores pasaron por la casa de los Barlow para enseñar a la joven, desde muy temprana edad, los conocimientos que le servirían para llamar la atención de un noble, como historia, etiqueta, pintura, canto, literatura, escritura, etc.

Los años pasaron hasta algo después del nacimiento de Arné, quien iba a ser instruido para continuar el trabajo de su padre, donde las cosas cambiaron un poco. Isabella había entrado en una época rebelde. Tenía 11 años y quería salir a la calle para relacionarse, reírse, hablar y divertirse como ella quisiera, y no siguiendo lo que ella veía como estúpidas normas de protocolo. Debido a ello, sus padres decidieron darle algo más de libertad siempre y cuando siguiese con sus estudios, pues su formación era de gran importancia.

Fue en este momento de su vida cuando conoció a una de sus mejores amigas, Aurora, una chica que con el paso del tiempo se volvería dura, rebelde y engatusadora. Pero la vida la volvió así. A pesar de todo, ambas eran inseparables, y lo que le faltaba a una le sobraba a la otra. No se recomendaba acercarse mucho a ellas, pues disfrutaban siendo crueles de cuando en cuando con los jóvenes ignorantes que se acercaban a ellas.

Siguió pasando el tiempo, y la vida de lujos, reuniones sociales y enseñanzas transcurrió dulcemente. Isabella tenía ya 16 años. Era toda una mujer de clase que había aprendido las bases de la etiqueta y del comportamiento social. De apariencia parecía noble, pues vestía con las sedas que su padre vendía a los miembros de estamentos superiores, tenía la piel clara y no había trabajado nunca.

Toda historia o relato que se precie no puede tratar solo de cosas buenas. La vida no es blanca o negra, es una escala de grises que nos moldean, y lo mismo pasa con Isabella. Su vida, a pesar de ser feliz y buena, transcurría en una región que cada vez estaba más maldita. Y fue en el año 25, con sus 16 años de edad, cuando la gota colmó el vaso. Con la aparición de los huargen en la región, la familia Barlow vendió todo lo que tenía y se mudó a la ciudad de Ventormenta.

Perdieron mucho dinero con la mudanza. Entre pagos de carros para transportar las cosas, contratos de guardaespaldas, sobornos a bandidos y la compra tanto de una casa como de un local para continuar el negocio, la familia de Isabella se vio en un momento económico desconocido para ellos. Ya no había ostentosas decoraciones ni platos exquisitos. Ahora, tanto las telas buenas como malas eran para la venta, y ellos se tenían que conformar con las sobras. A pesar de todo, Isabella se abrazó a sus vestidos y trató de no ver la situación real. Ella quería seguir en su vida pasada, y vio en los festines y ceremonias su oportunidad.

El Imperio se estaba fundando, y había gran cantidad de festines y ceremonias que no escondían más que escaramuzas políticas. La joven de los Barlow aprovechó esta situación para aprender, y comenzó a ir a todas las fiestas que podía. Si bien es cierto que no tenía ni título ni dinero, su apariencia y su mente lo compensaban, y conseguía colarse en la mayoría de estos encuentros sociales.

En uno de estos conoció a Bernat Abascal, el hijo mediano de la familia Abascal, una familia noble de gran poder por el momento. Coincidieron en numerosos festines y bailes y no pudieron evitar enamorarse. Una pena, pues Bernat estaba prometido con la hija de otra familia noble por orden del déspota de su padre. A pesar de ello, mantuvieron una relación en secreto a espaldas de padres y nobles.

Llega entonces el año 28 d.P.O. Bernat e Isabella llevaban varios meses juntos y todo había salido bien entre ellos, pero llegó un momento en el que la situación fue insostenible. Bernat consiguió evadir todos los intentos de matrimonio que le imponía su padre, y esto levantó sospechas. Al final, Tomás Abascal, el padre, se enteró de lo que ocurría y amenazó a los Barlow de difundir falsos rumores y calumnias que desacreditasen tanto a Isabella como a ellos, lo cual los habría puesto entre la espada y la pared, pues el negocio tendría que cerrar y la familia sería vista con muy malos ojos en la sociedad.

bbv2yZH.pngEl estrés y la tensión se podían tocar en el aire. Ewald consiguió llegar a un trato con Tomás en el que, claramente, la familia Barlow salía perdiendo, pero era lo mejor que podían hacer. A cambio de no desacreditar y difamar en contra de su familia, Ewald accedía a que Isabella y Arné se fueran a una de las fincas que tenían los Abascal en Elwynn para sabía la Luz qué.

Aunque Tomás aseguró que los dos hijos de los Barlow estarían bien, nada más llegar a la finca fueron despojados de todo lo que tenían, humillados y tratados de esclavos. Mientras Arné era obligado a trabajar sin descanso, Tomás disfrutaba humillando y violando a la hermosa Isabella, pasando por varios hombres cada vez que terminaba alguna fiesta en la finca de los Abascal.

Isabella confiaba en que Bernat la sacaría de allí al poco de entrar, pero qué sorpresa se llevó cuando, tan solo una semana después, el joven ya estaba compartiendo su amor con otra mujer. Había sido traicionada y despojada de todo lo que era, de todo lo que tenía. El odio y la oscuridad comenzaban a aflorar en el interior de la joven.

El tiempo pasaba y nadie los reclamaba, seguían encerrados en esa finca como esclavos. No sabían nada de sus padres y, mientras que Arné seguía siendo obligado a trabajar bajo unas condiciones deplorables, Isabella disfrutaba de algo más de libertad, pues las continuas escaramuzas contra las gnoll habían alejado a la mayoría de hombres de la finca.

Pero los gnoll no se detuvieron, y comenzaron a avanzar con fuerza y contundencia contra Elwynn, estallando así la Segunda Guerra Gnoll. El ambiente era inestable y cargado, todos en la finca vivían con inseguridad, pues era incierto si iban a atacar los gnoll o no. Debido a esta situación, Arné era obligado a trabajar más, tanto que acabó desfalleciendo y muriendo por puro agotamiento.

Desamparada, sin su amado hermano, siendo usada como una herramienta más, Isabella no tenía más ganas de vivir. Intentó quitarse la vida, pero un grito de alarma por un ataque gnoll iluminó su mente, y vio la oportunidad perfecta para poder escapar sin rumbo fijo.

Comenzó a andar intentando recordar las clases de geografía de cuando era pequeña. Pero el invierno es duro y no perdona. Tenía tanto frío que creía que el infierno se estaría congelando con esas bajas temperaturas, pero sobrevivió. Se vio obligada a ello. Su determinación apareció como un pequeño candil en una ventisca.

Pudo sobrevivir gracias a la caridad y a vender su cuerpo, cosas de las que no estaba muy orgullosa, pero tenía que hacerlo. No tenía rumbo, pero sus pies la llevaron a casa, a Ocaso. No habría durado ni un solo minuto en esta tierra maldita de no ser porque se encontró con Jasón Valentine, un viejo amigo de su padre.

mFcjHrM.pngQuien sabe cuál sería la motivación de aquel viejo, pero le salvó la vida a Isabella. Y lo más importante de todo: le dio la oportunidad para poder vivir otra.

Pasó el tiempo, e Isabella conoció a Dieter Greiham, un nigromante oscuro. Atraída por las promesas de la nigromancia y destrozada en su interior, la joven decidió condenarse y abrazar estas artes. En un principio su única motivación era poder volver a estar con su familia en vida, y si bien es cierto que no fue capaz de convocar el alma de sus padres, si consiguió traer el alma de su hermano pequeño.

Cambiada, Isabella Barlow había evolucionado. Consiguió volver a lo poco que quedaba de su casa en Ocaso y recuperar algunas cosas de su pasado. Volvió a llevar esas telas elegantes, pudo recuperar sus caballetes y las recetas de sus pinturas, algunos libros y un par de partituras. Pudo volver a su vida normal en el abrazo salvador de La Corte de los Mendigos, donde se pudo reunir con su vieja amiga Aurora un tiempo después.

Recuperada de su sufrimiento, con la compañía y la protección de su hermano, con un nuevo poder que se entretejía por sus dedos, la hija mayor de los Barlow pasó a ser realmente una mujer, aunque con unas intenciones nunca claras.

 

Sí, es bella. Sí, es atractiva. Sí, es cariñosa. E incluso parece buena. Pero pobre el hombre que se fije en ella, pobre el perdido que se tope con ella, pues las rosas tienen espinas, y una rosa negra con espinas venenosas es Isabella Barlow, la nana de las almas.

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Editado por IsildurJenkins

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