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Featherstorm

[Canon Antiguo] "Lo que siempre quise" Alayratiel

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El viento helado cortaba la cara de la elfa y hacia que su desgastada capa gris hondeara con el viento. Avanzaba a duras penas por un rocoso paso, bajo un cielo plomizo que prometía nieve. Avanzaba lentamente, tratando de no tropezar o sorteando rocas de mayor tamaño. Al sur. De vuelta a casa. Según uno de los vigías del camino que se había cruzado, ya debería estar cerca del refugio de montaña. No había abandonado aun los limites de Stromgarde.

Costosamente, llegó a la cima. Miró hacia atrás. Cansada. Las primeras luces se comenzaban a encender en un pueblo, distante. Y súbitamente, se sintió aislada. Como si a pesar de que cada punto brillante fuese una persona, ella estaba allí. Lejana. Inalcanzable. Distante. Pero nadie mas que ella se había puesto en esa posición.

¿Qué más podía esperar? Una mujer sin patria. Una mujer sin familia. Una elfa. Una refugiada. Había intentado encajar. Había intentado demasiadas cosas, a decir verdad.

Se abrazó a si misma. El frio le calaba en los huesos.

Dio la espalda al valle y siguió el ascenso, tiritando. Para cuando los primeros copos de nieve comenzaron a caer, aun no había rastro del refugio.

Volvió sus pensamientos a quienes supo llamar familia. Elegost…

Se habían distanciado. Desde el asunto del prisionero. Torcio el gesto debajo de la tela que usaba como bufanda. No. Mucho antes.

Lo quería muchísimo. No podía decir que lo amaba. Pero le tenía un gran afecto. Era su familia después de todo.

Elegost. Aquel humano que demostró un mínimo de respeto e interés por ella. Elegost. El humano gentil y caballeroso. Elegost…el humano inflexible y tosco. ¡ELEGOST! Aquel que dejo morir de hambre a un bandido maniatado. ¡ELEGOST, ELEGOST! Tantas cosas a veces irreconciliables que confluían en aquel humano.

Elegost…aquel que no siempre podía saber que es lo que ella quería…pero la quería de todos modos. Ele…el que la forzó a arrojar a un lado las mascaras y mentiras que ella misma se había dicho tantas veces. Ele…aquel que hacía que evocar sus facciones en su mente le generara un nudo en la garganta.

La elfa apretó los puños. ¿Era así como se iba a despedir de él? Una vez más se marchaba. Como muchas veces le había recriminado a él.  Tan perdida estaba en el pensamiento que no se dio cuenta cuando trastabilló. Un dolor punzante recorrió toda su pierna izquierda. Pero eso no fue lo peor ya que empezó a caer, colina abajo. Trataba de aferrarse a algo pero nada parecía parar su caída. Excepto un par de brazos fuertes.

Un elfo. De brazos fuertes y mirada serena. Una mirada verde, del color de los demonios.

-Bendito sea el Sol de que te haya atajado a tiempo. Sino seguirías rodando.

Alay había quedado aturdida. Intento zafarse pero aunque el elfo no se lo impedía, el dolor en el pie le hizo soltar un alarido.

-No sea testaruda, mi señora…déjeme llevarla al refugio. Yo también me dirijo allí a pasar la noche.

La elfa torció el gesto. Pero en esta situación no le quedaba mas que confiar. Y ahora que notaba, poco podría haber hecho. Sus cosas quedaron desperdigadas en la caída.

-Soy Ilmarin.Ilmarin Solarasta. Encantado de conocerla.

Alay no respondió, buscando sus cosas con la mirada, camino arriba.

-Descuide, buscare sus cosas, aguarde aquí-la ayudó a sentarse en una roca y raudo y veloz buscó sus cosas.

Tras unos pocos minutos regresó con la mochila, la espada, el escudo que había conseguido recientemente, su arco y carcaj y el laúd.

-Mi…mi laúd…

-Lo siento, mi señora. Creo que no lo logró.

El mástil estaba partido a la mitad y la caja tenia un enorme hueco, suficientemente grande para que un puño pasara por este. Probablemente había atajado la caída de la elfa un par de veces.

El elfo se lo entregó solemnemente. Y Alay suspiró. Y apretó los labios.

-Era mi último…lo último…mi único…-no alcanzaba a decir nada. Nada era suficiente. Su laúd. El ultimo recuerdo de su esposo y su principal medio de vida.

Ilmarin la acompañó hasta el refugio. Una excavación en la roca, resguardada por un parco muro de roca. El elfo dejo su arco y su mochila a un lado. E intentó improvisar un fuego, para aplacar el frío que la nieve traía consigo. Pero las pocas ramas que tenía no eran suficientes.

-Usalo…-dijo Alay tendiéndole los restos de su laúd.

-Mi Dama, no creo que sea…

-Usalo.Y no me llames “Mi Dama”. Solo soy la Dama de una persona. Llámame Alay.

-Vale-dijo buscando evitar mucho más conflicto.

El humilde fuego ardía minutos más tarde. Alayratiel solo lo observaba en silencio, aprovechando su calor. Extrañaba el fuego del hogar.

Sus pensamientos se dirigieron ahora a Lylia y Fergus. Seguramente a esta hora estarían cenando. Un fuego más calido ardería en la chimenea. Ele II estaría retozando en el pórtico. Fergus quizás habría ido allí y Lylia lo haría dormir en el sofá. Pero él no se quejaría demasiado. La sensación de nostalgia le hizo lagrimear los ojos. ¿Por qué no se había quedado allí?

-¿Estás bien, Alay?-Ilmarin la sacó de su ensoñación. En su mano extendida, un pañuelo.

Alay lo tomó y se secó las lagrimas.

-Estoy bien. Solo extraño un poco mi hogar. Pero pronto estaré allí.

-¿Hogar? ¿Quel’thalas?

Alay hizo una mueca de molestia.

-No. Villadorada, en Elwynn.

-¿Te has…quedado entre los humanos?

-Sí. ¿Dónde mas?

-No sé. Pense que quizás vivirías entre los nuestros, en QUel’danil.

-No. He decidido pasar el resto de mis días entre ellos.

-No suenas feliz con ello. ¿Sabes?-el elfo dudó unos segundos-Si quisieras, podrías volver a Quel’thalas.

Alay miro fijamente al elfo. Este sonreía levemente, no parecía decir nada de todo eso con mala intención.

-¿Volver?

Asintió.

-No habría problemas. Claro, estarías bajo investigación y vigilancia un tiempo pero…probablemente tras un año o menos estarías andando a tus anchas por nuestro hogar.

Regresar…la idea la tentó. Regresar a casa. Quizás encontrar algunos familiares, si eso. Volver al hogar que su familia tenía, el Torreón del Molino. Observar a las ovejas pastar desde la colina. Ver la frontera desde su pórtico. Los recuerdos la hacían sonreír. Compartir la dicha de estar entre aquellos que comprendían su dolor. Y quienes de verdad podían aligerarla.

-No es problema si dices que no.

Ilmarin notó que lo meditaba. Pero no quiso insistir mucho más.

Alay asintió.

-Quiero volver a Quel’thalas-dijo súbitamente.

 

 

Alay despertó con el sonido de las aves cantando. Era una mañana soleada y fresca. Ilmarin le sanó la pierna con un poco de Luz, lo que le permitió caminar mas cómodamente. Observó la fogata, ya apagada, donde nada quedaba de su laúd. De la misma forma, creyó, nada quedaría pronto de Alayratiel. La elfa que vivió entre los humanos.

 

Ilmarin la guió por un sendero mas apartado, donde podrían retomar otro camino hacia el norte, menos transitado. Desde allí podrían marchar hacia terreno de los Renegados, que les permitirían un viaje en barco a Lordaeron. No se sentía cómoda con la idea, pero tuvo que aceptarlo. Lo que fuera por volver.

 

A medida que avanzaban por el estrecho sendero, poco frecuentado en efecto, Alay meditaba aun más. Ilmarin mencionaba detalles de las refacciones y mejoras en Lunargenta. Y como todo ahora se veía mejor. Como Lor’themar había establecido áreas seguras en el bosque sur. Como cada día le ganaban más terreno a la Plaga.

 

Pero Alay poco escuchaba. Aun dudaba.

-¿No has escuchado nada de lo que dije, no?

-Lor’themar reforzó las atalayas al sureste del Camino Real. Sí.

-Ah, estabas oyendo.

-Si.

-Pero…no estabas escuchando. ¿Tienes arrepentimientos, Alayratiel? ¿has dejado algo sin hacer?

-No, nada.

Pero ella sabía que era mentira. Que sí dejaba atrás personas. A Lylia, a Fergus, a Elegost. ¡Pero eran humanos! Ellos la olvidarían eventualmente. Todo lo que ella viviese de todos modos con ellos, se olvidaría.

-Alayratiel. Debes estar segura de volver. No hay marcha atrás una vez lleguemos.

-Lo estoy.

-No,no lo estás.

-Deja de insistir, Ilmarin. No es tu problema.

-Alay. Si…si…bueno, si te…-buscaba la palabra adecuada,uniendo las yemas de ambas manos-Entremezclaste con ellos…quizás deberías quedarte.

-¿¡Qué!? No, no. Te haces la idea equivocada. No es nada de eso.

-Pero sé que algo dejas…-dijo mientras aun avanzaban.

 

Quería creer que no. Lylia estaría bien. Ella era fuerte. Los humanos eran resilientes.

-Ilmarin.-dijo horas luego de abandonar la montaña y comenzar a entrar en senderos bajo un amplio bosque-¿Crees que soy una traidora?

-No. No lo creo. Simplemente tomaste otro camino. Creo que todos somos concientes de las decisiones que tomamos. Y vivimos con ello ¿no?

-Supongo que si.

-Si decidiste marcharte o no regresar ¿quizas fue por algo importante? ¿quizás encontraste algo más en el mundo de los humanos? ¿o tal vez algo que nuestra gente no podía ofrecerte? Yo mismo viajo seguido fuera de Quel’thalas porque…bueno, no siempre me encuentro cómodo allí.

 

Algo allá afuera. De repente estaba otra vez, siendo la niña enfermiza que miraba hacia la frontera. Deseando ver el mundo. Y en otro momento era la esposa de Elrys, deseando cantar junto a él y que sus voces recorrieran el mundo. Que las lágrimas brotaran al oírla cantar. Y que las penas se aligerasen al escuchar el rasguido de su laúd. De repente entendió también el porque quería ser sacerdotisa. Tarea en la cual había fallado estrepitosamente.

 

La vida de Alay era un fallo tras otro. En su salud, sus deberes maritales, su poco inspirada carrera musical, en sus intentos de ser parte de la humanidad. En su relación con la Luz. Y en su lazo con Elegost. Practicamente era una vida larga desperdiciada. Ni siquiera había podido criar a Lylia como se esperaba. Era verdaderamente un fallo. Lo mejor que podía hacer, creía ahora, era regresar a Quel’thalas. Y quedarse allí a esperar ser de utilidad.

 

Alay habia visto actos de mucha crueldad y egoísmo de parte de los humanos. Había recibido acusaciones injustificadas y prejuicios. ¿Por qué volver a todo eso? ¿Por qué querría quedarse en un lugar que no era el suyo?

-Creo que estoy haciendo lo correcto al volver a Quel’thalas.-dijo como única respuesta a Ilmarin.

 

 

Cuando la tarde comenzaba a morir, llegaron al destacamento de los Renegados. Una serie de empalizadas protegían el campamento en forma de medialuna.

Los seres cadavéricos la miraban con recelo y el hedor a muerte rondaba por todo el lugar.

En el centro del campamento había una elfa. De cabello rojizo y mirada vivaz.

-¿Qué tenemos aquí, Ilmarin? ¿Qué trae nuestro explorador?

Ilmarín carraspeó.

-Es Alayratiel Aureaster, Lady Lyris. Desea regresar con nosotros a Quel’thalas.

-Vaya…-la elfa rondaba a Alay, examinándola-Y debemos creer que este zancudo cobarde es de fiar ¿verdad?

-Deseo regresar a mi hogar, Lady Lyris-Alay trató de mantener la calma. La presencia de la mujer era sumamente intimidante.

-Eso dices. Pero veamos que dice tu corazón.

-Lady Lyris esto me parece sumamente irregular y no creo que sea correcto-Ilmarin estaba tenso y tomó a Alay del brazo.

-Yo decidiré si es correcto o no.

Lyris apartó a Ilmarin y atenazó a Alay de ambos lados de la cara. Luego dijo solo una palabra.

Alayratiel sentía como si un cuchillo se metiere profundamente dentro de su cabeza. Movio los ojos frenéticamente y atinó a mover los brazos para intentar zafarse pero un par de no muertos le sostenían los brazos.

-¡Sueltala, Lyris!

-Apártate, elfo-un renegado mas aparto a Ilmarin.

El cuchillo que sentía en su mente la hacía chillar de dolor. Y este obligaba a su vez, a que todos sus recuerdos se volvieran vívidos en su mente. La presencia de Lyris violaba su mente y su alma y la llenaba de terror y dolor. En tanto la forzaba a vomitar todos sus recuerdos y sus mas profundos anhelos. Y toda la información que éstos tenían.

-¡Ah! Nuestros caminos se habían cruzado antes…así que eres la mascota de ese humano que me atacó. Elegost Faler.

-¡DEJAME IR! ¡POR FAVOR BASTA!

-No. Tienes datos. Datos que nos serán útiles. Y tu mera presencia es idónea.

-¡BASTA POR FAVOR! ¡NO MAS!

-Me ayudarás. Oh 1como ayudarás. Esto será lo menos que recibirás, por tu traición tan alta a tu propia raza. Mezclarte con los humanos. Grotesco.

Y tras terminar eso a arrojó a un lado, cual muñeco de trapo.

-La quiero encerrada y en buena salud. Que el profesor la visite antes de medianoche.

Ilmarin tomó a Alay entre sus manos, que había quedado en un estado de shock. Su espalda rígida y sus manos atenazaban a Ilmarin, buscando cobijo en el elfo. Cobijo que duró poco cuando fue arrancada del abrazo del elfo y arrastrada sin mucha resistencia a una jaula dentro de una tienda.

 

 

¿Era asi como iba a terminar? ¿Siendo torturada y usada para sacar información? ¿Ayudando a traicionar a los seres con los que convivió? ¿destruyendo ese mundo tan extraño del que formó parte?

Todo parecía apuntar a que sí. Que estúpida fue. Oh que estúpida.

Ahora no era más que una prisionera. Engrilletada y sola. Ella sola se habia metido en esto.

El profesor era un renegado. La examino como quien examina un animal. Revisó sus dientes metiendo sus putrefactas manos en su boca. Abrió sus ojos. Revisó sus orejas. Rompió con facilidad sus ropas y tanteó sus costillas y sus caderas.La obligó a pesarse y la midió. Y luego escribió unas marcas en sus pies, muslos y brazos. Y una final en su nuca. Y tras taparla con una manta la dejo una vez mas en su jaula.

 

Alay aun sentía un dolor acuciante. Un miedo que la paralizaba. Y aunque aún podía pensar, temía hacerlo. ¿Estaba aún Lyris dentro de ella? No lo sabía. Quizás nada de lo que pensaba era suyo ya. Quizás ya estaba muerta.

Se mantenía de rodillas dentro de su jaula. Mirando el suelo. La luz de la hoguera central se mostró ante ella y la ilumino durante unos segundos cuando alguien descorrió la tela dela tienda. Pero no levantó la vista

-Alay…-era la voz de Ilmarin- Alay, escúchame, lo siento mucho.

No había mucho que hacer. Sus disculpas no le servían.

-Alay yo…necesito que te levantes.

No respondió.

-Alay…voy…-miraba a ambos lados-Voy a liberarte. Te trataré de conseguir tiempo pero debes ser rápida. Podrás volver con tu compañero humano.

Alay aun no se atrevía a responder. O al menos no encontraba el arrojo para hacerlo.

-Alay por favor. Reacciona. Debes irte. Debes irte si quieres vivir. ¿No hay nada que quieras hacer?

Se oían voces fuera.

-Algo debe haber que te mantenga viva. Por favor.

Ilmarin puso una mano sobre el pecho de la elfa y su palma se llenó de Luz. Una sensación cálida invadió a Alay. Y luego un sentimiento. La cándida sensación de afecto. Podía jurar que veía hasta una imagen.

-¿Quién es?-preguntó, parpadeando varias veces-Vi..a alguien.

-Es mi esposa. Ella espera por mi.

-Tienes familia.

-Tenía. Ya no está. Algún día iré con ella.

Alay no comprendía. ¿Cómo podía hacer de ese dolor un recuerdo feliz? ¿Cómo podía una persona que dejó un vacío tan grande…hacerte feliz?

Pero comprendió que eso hacían ellos. Eso hizo Lylia cuando la dejo marchar. ¿Por qué se había centrado en los recuerdos infelices o en la pena de no poder tener más ciertas cosas, si podía hacerlas su escudo? ¿si la ausencia no volvía un recuerdo dulce, amargo? Todo este tiempo...siendo capaz de convertir las cosas. De denegar la pena. De sanarse y sanar a los demas...

Ilmarin la liberó de sus grilletes. En la oscuridad de la noche cerrada se escabulleron. Durante algunos segundos Alay temió que les descubriesen. Pero no temía. Su miedo y su arrepentimiento se habían vuelto su motor para huir. Y el reunirse con Elegost su destino.

Una vez estuvieron ya lejos del campamento le habló a Ilmarin

-Elegost es un humano. Uno muy bueno. Fijo te caería bien. Bueno…es algo bruto pero…no es mala gente en el fondo. Es..es tan inspirante cuando quiere.

-Ya veo…-decía con una sonrisita. Aun estaba tenso.

-Y…y le interesan mucho los elfos. ¡Ah, si hasta adoptamos una niña! Lylia.

-¿Adopt…asteis? Pues que extraña relación.

-Lo oigo seguido, creeme. Y bueno...nos distanciamos mucho. Pero aun lo quiero muchísimo. Volveré con él. Y lo traeré a casa. Quiera o no. Volveremos y criaremos a Lylia. Y no me volveré a mover de allí.

-En realidad te gustan los humanos ¿eh?

-He visto cosas malas y buenas en ellos. Los he visto matarse y ayudarse. Y creo que Quel’thalas era muy hermosa y aun desearía poder volver…

-¿Pero?

-Pero los humanos son fascinantes. Son seres extraños. No creo que aún viviendo toda mi larga vida entre ellos llegue a comprender el porque de sus mecanismos. De sus odios y amores encarnizados. Del porque y  como de todo lo que hacen…pero quiero intentarlo. Quiero estar entre ellos. Quiero ser humana. Quiero elegir la vida entre los mortales. Quiero elegir a Elegost, eventualmente. Y hacerle feliz...

Ilmarin no respondió. Pero al hacerlo su voz parecía algo quebrada.

-No sé si eres sumamente estúpida o la elfa más lúcida que he conocido.

-Yo tampoco lo sé. Y me da igual. Sé que viviré más. Sé que no sabré ser jamás una de ellos. Y que jamás me verán como una igual. Pero allí estaré. Y los cuidaré, e inspiraré a partes iguales. Como sacerdotisa…como bardo…como lo que soy.

Ilmarin no sabía que responder. Solo asintió.

-Alay…-dijo luego de un momento de silencio-No estoy para nada de acuerdo.Pero espero que lo logres. Nunca pensé que diría esto a una elfa pero…espero que seas una buena humana.

-Gracias, Ilmarin…espero volver a verte y que podamos…

 

Un aullido cruzó la noche. Y luego otro. Y finalmente un cuerno de caza.

-No…

 

Los ladridos se hacían cada vez mas cercanos. Y el avanzar de los caballos también. Todo avanzaba como ralentizado. Pronto les darían caza. Pero Alay no iba a volver a correr en su vida. O lo que le quedara de ella.

 

A menos de diez metros un trio de caballos esqueléticos avanzaban como figuras fantasmagóricas. Alay se mantuvo firme frente a ellos.

-Lylia.Elegost. Parece que no llegaré a verlos.

Alzó la mano, más determinada que nunca.

Ahora lo comprendía. Ahora ahí, en esa planicie nevada, bañada por la luz perlada de la luna. Alayratiel Aureaster lo sintió como una cándida presencia que se agolpaba en su pecho y pugnaba por salir y recorría su cuerpo haciéndola tener que reprimir una sonrisa. La Luz. Impulsado por ese amor que siempre negó. Pero que ahora, se daba cuenta, no debía hacer nada para recibir o ser merecedora del mismo. Solo aceptarlo.

Su palma brilló hasta alcanzar una luz enceguecedora. Los renegados chillaron.

Y de pronto todo se difuminó. Como las imágenes a través de un vidrio mojado por la lluvia.

 

Lyris mantenía las manos sobre la cabeza de la elfa. La misma estaba recostada sobre una sucia mesa de pruebas.

-Ha dado pelea, pero ya he establecido el enlace de Vacío-dijo apartando las manos-Solo necesitaba ciertos puntos de anclaje emocional y mental para poder comprobar sus impulsos y emociones primarias. Y con solo una sesión de ilusión.

Ilmarin había estado mirando impotente como desde que la trajo, Lyris experimentaba con sus memorias y percepciones.

-Reacciona bien bajo presión. Es verdaderamente idónea. Buen trabajo, Ilmarin. 

-No era lo que le prometí. Ella iría de vuelta a Quel’thalas.

-Oh…descuida, cariño. No la enviaremos allí. La necesitamos con nosotros aquí.-tomó con ambas manos el collar con el símbolo de la Luz, que colgaba aun del cuello de Alay.

Lyris volvió a tomar a Alay entre sus manos. El profesor dibujaba marcas otra vez, en sus pies, manos, nuca y ahora también, lengua. Esta vez con una tinta especial. Las runas se dibujaron y luego se tornaron invisibles.

Ilmarin apretaba los puños.

-¿Te has encariñado con ella? Ah…que emotivo. Venga…te daré un consuelo. Vuelve al amancer.

 

La noche murió. Pero Ilmarin no pudo conciliar el sueño. EN cuanto el alba despuntó se acercó a la tienda de Lyris. Allí, de pie, en el centro de la misma, luciendo un vaporoso vestido de seda y muselina, se encontraba Alay. Peinada con una sencilla trenza que halagaba su mechón dorado en su mar de plata. Y con una sencilla gargantilla de cuentas de colores, en cuyo centro una linda piedra celeste halagaba sus ojos.

-¿Alay?-preguntó Ilmarin-¿Qué está pasando?

-Ah, hola Ilmarin-le dedicó una reverencia, tomando su falda para darle mas gracia a su apariencia.

Lyris apareció y le hizo entrega de un laúd, que ella aceptó con un gentil cabeceo.

-Gracias.

-Alay…venga, vamos…te sacaré de aquí.

-No será necesario…verás, Lyris aceptó ser mi mecenas. Me ha dado ropa y un nuevo laúd.

-Pero…y…y…¿tu familia?

-¡Estan todos aquí, en casa de Lyris! Incluso Santiago vendrá pronto.

Alay miro a su alrededor. Lyris sacó una varita  y apuntó a una esquina.

-Elegost…-Alay miró hacia la esquina-Siento mucho todos los problemas que te causé. Pero…he decidido algo. Quiero ser una humana. Si soy una humana…¿entonces podré casarme contigo?

Lyris acercó la varita a sus labios y habló.

-Mi Dama…te amaría así fueras una enana…que ya casi lo eres. No necesito casarme contigo. Seras siempre mucho más que mi esposa. Serás mi Dama.-Alay miro como si alguien recogiera sus manos.

Miró a los ojos a la imagen mental que estaba siendo proyectada para ella. Y entrecerró los ojos y besó el aire.

Lyris acercó los labios otra vez a la varita y musitó

-Pero no necesitas ser una humana. Eres una elfa y eres más guay así. Además puedo presumir a los otros niños que mi madre es más bonita y delgada que las de ellos.

-¡Lylia!-Alay abrazó el aire- Ah,Lylia. No sabes lo mucho que te extrañe. No sabes cuanto. Pero ahora estamos juntos. Y nada volverá a separarnos.-se giró hacia Ilmarin-Gracias, Ilmarin.

-¡Ya basta! ¡Deten esto!

Alay miró sin comprender…y ante la orden de Lyris sobre la varita, solo miró a la nada, con expresión vacía.

-¿Qué le hiciste?

-Será nuestros ojos y oídos donde la necesitemos. Siendo elfa atraerá algunas sospechas, pero creo que no habrá demasiados problemas.

-¿Por qué tenias que destruir sus recuerdos?

-¿Destruir? Le he dado la vida que quería. Ahora es feliz. Tiene una familia armoniosa y unida.

 

Ilmarin solo podía mirar con horror todo eso. Salió huyendo de la tienda. Lyris le restó importancia. Ordenó a Alay sentarse en la mesa.

-Veamos…¿por donde empezar?

Así Alayratiel, a pesar de sus actos de cobardía. De las muchas mentiras dichas a ella misma y a los demás. De las muchas penas y llantos. Y de sus arrepentimientos y quebrantos. Recibió un final acorde a lo que deseaba. Una vida libre de infortunios. Libre de decisiones. Libre de penas. Solo felicidad.

-¿Qué canción desea escuchar, Lady Lyris? Sé unos preciosos himnos de la Luz. ¿O prefiere algo menos sacro?

-Cantame alguna canción de romance...

-Oh...cuando nos conocimos, Elegost me dedicó una canción ¿sabe? Aun la tengo en mi mochila.

 

 

 

 

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