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Murdoch

[Elwynn] Problemas en el Paraíso.

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ÍNDICE

Capítulo I

El Chichi de la Puerca.

Capítulo II

El rapto de la doncella.

Capítulo III

Pactando con el diablo.

Capítulo IV

Otra vuelta de tuerca.

Capítulo V

La mano que mece la cuna.

 

AVISO OFFROL

Estos roles están abiertos a todo aquel que tenga una razón coherente para inmiscuirse en ellos. De hecho, mi idea era animar las cosas y mover el rol en el arrabal de Villadorada, visto que somos unos cuantos los que merodeamos por allí. Así que por supuesto, estaré encantado de sumaros y encajaros a todos los que queráis.

Como siempre, esto va para largo, y va con calma. Hasta ahora he masteado yo mismo todos los roles, pero es probable que en el futuro algún otro tenga que animarse. Habrá también varias “líneas” y ramificaciones en la trama, más allá de los eventos principales.

Quiero dejar claros aquí algunos avisos que son de rigor. Cada maestrillo tiene su librillo, y con el tiempo todos vamos perfilando nuestro estilo y preferencias a la hora de planear y narrar tramas o eventos. Supongo que también todos hemos coincidido con personas que narran de una manera por la que venderías tu alma al diablo por imitar, y del mismo modo hemos estado en roles que nos dejan bastante más indiferentes. Como decía, esto va de gustos y estilos, y sobre ello no hay nada escrito, mejor o peor.

A mi personalmente no me entusiasma tomarme los roles como una sucesión de desplazamientos y combates cuyo final ya tenemos más o menos previsto de antemano para que nuestros personajes puedan sacar algún beneficio que queremos para ellos. Creo que la clave de esto está en sentir la libertad de elegir, las consecuencias de cada acto, y nutrirse de las aportaciones y las ideas de los demás personajes participantes.

Así que en primer lugar tengo que advertir que el contenido de lo que se rolee en determinados momentos podría ser susceptible de clasificación PG-18 por fuerte, visceral o explícito. Y también de que existe riesgo de muerte y mutilación de los personajes. Que quede claro que nunca por un mal dado en un momento concreto, pero sí por las acciones y decisiones que los personajes tomen a lo largo de la trama.

La gracia es hacer un esfuerzo por tratar de razonar y actuar conforme al sentido común que tendrían nuestros personajes, y no como personas que al fin y al cabo están jugando a un juego detrás de un monitor. El combate fácil no siempre es la mejor opción, y hacerse el héroe o el bravucón para subir las habilidades puede acabar haciendo que algo tan poco épico como un mocoso con sombra de pelusilla en el bigote te mate de un disparo a bocajarro en las tripas. Lo mismo si dais por hecho que los ST's son monigotes estúpidos cuyo único peligro depende de las estadísticas que tengan en su ficha. Nunca he tenido que llegar a grandes extremos, pero para todo hay una primera vez, dicen.

De manera que eso, estoy encantado de tener a cuantos más personajes mejor, pero por la cuenta y riesgo de cada uno, visto además que las acciones de uno van a repercutir en los demás. Me dais un toque por el juego o por Discord, y vemos cómo os podemos ir enganchando.

¡Nos quedamos viendo, chavales!

***

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CAPÍTULO I.

 El Chichi de la Puerca. 

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Las luces de la mañana comenzaban a asomar entre los sucios ventanucos; afuera aún llovía, y soplaba un viento gélido. Desde luego el invierno se había empeñado en pegar sus últimos coletazos, poco dispuesto a dejar paso a días más apacibles. Y aquel lugar era poco más que un viejo barracón destartalado que se alzaba en algún rincón del arrabal de Villadorada, un agujero sórdido con unas cuantas mesas, una chimenea y media docena de habitaciones angostas, donde los lugareños se dejaban caer por las noches para empinar el codo hasta perder el sentido o echar una buena partida de naipes.

Varno repasó con la mirada la alfombra de cristales rotos que todavía cubría el suelo; las mesas y sillas volcadas ya estaban en pie, pero aún quedaban algunas manchas de sangre seca impregnadas en los tablones. Agarró una escoba de esparto y empezó a amontonar los cristalillos en silencio. No pudo evitar lanzar una mirada velada al mesonero: un tipejo hosco y mal encarado, con una sempiterna mueca de desagrado esculpida en el rostro —habría visto ya sus cincuenta inviernos y en la melena grasienta, azotada por una incipiente calvicie, ya brillaban las hebras plateadas de la edad—. Estaba mudo y de rodillas, a la vera de una tinaja de agua, frotando como si no hubiera mañana algún trazo reseco de sangre que pringaba su suelo.

Así que Varno lo observó durante otro ratito, aún callado, mientras arrastraba porquería con la escoba, hasta que al fin se atrevió a carraspear para quebrar el incómodo silencio.

—¿Llevas toda la noche limpiando? —inquirió.

Pero el otro se limitó a alzar la mirada, apenas durante un instante, para posarla en Varno. Luego la entornó de nuevo y continúo frotando con saña.

—Vamos, Caleb —insistió Varno, mirándolo—. Llevo tres meses aquí y apenas hemos hablado. ¿Tienes problemas con alguien?

—Sí. —espetó seco, sin alzar la mirada de los tablones—. Con mi parienta, para empezar. Está más gorda que un tonel y medio barrio se la ha follado ya. Ella me inspiró para ponerle nombre a este sitio.

Varno resopló, sin saber si sonreír o no a semejante chascarrillo. Y negó para sí.

—Te estoy hablando en serio. ¿No sabes quién puede estar detrás de esto?

—No. —volvió a espetar, levantando los ojos—. Pero te juro que cuando enganche a esos mocosos les voy a arrancar los cojoncillos a mordiscos.

—Tal vez pueda echar una mano con eso. Y después volvemos a hablar del precio de la habitación.

—¿Si? —pronunció con desinterés el vejestorio, de nuevo afanado en la limpieza del suelo—. ¿Y por qué no empiezas por dejar de preguntar tanto y te acercas aquí para ayudarme a frotar, chico?

—Ya…~ —dijo Varno, dejando la escoba apoyada en la pared—. A lo mejor te ha venido bien. La última vez que limpiaste esto la Emperatriz todavía mamaba de la teta.

***

Resumen.

—Media docena de harapientos indeseables irrumpieron de madrugada en el Chichi para poner patas arriba el lugar. Os visteis sorprendidos en mitad de la refriega; y durante unos pocos minutos que parecieron eternos volaron jarras, sillas y botellas, volcaron algunas mesas, y partieron unas cuantas caras. En cuanto las tornas se pusieron en su contra y habiendo armado ya buen revuelo, maltrechos pusieron pies en polvorosa para perderse en las sórdidas callejuelas del arrabal, entre el frío y la lluvia.

Consecuencias.

—Algunos golpes y magulladuras fruto de la pelea. Sin duda la peor parte se la llevó Mathew, después de que una botella de bourbon que alguien arrojó le reventase en la cabeza. Por si fuera poco uno de los alborotadores le propinó una soberana hostia en la cara luego; de manera que se diría que casi eres afortunado de seguir entre los vivos. 

—Por el barrio bajo se habrá corrido la voz de la pelea en una de sus tantas tabernas. Ni tan siquiera hay muertos, así que es probable que nadie le preste demasiada atención al suceso más allá del mero chismorreo.

Duración: 2 horas.
Máster: Varno  @Murdoch

Personajes participados y habilidades usadas:

@Murdoch como Varno: Combate sin armas / Defensa / Reflejos / Callejeo

@Beretta como Alondra: Daga / Defensa / Callejeo

@Nora Folch como NoraDefensa / Reflejos / Callejeo

@Akrosscomo DoyranCombate sin armas / Daga / Defensa / Callejeo

@Blazerunnercomo MathewCombate sin armas / Defensa / Callejeo

 

Fichas de adversarios.

 

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-Chusma del arrabal-

FICHA DE COMBATE

Iniciativa: 8

Ataque: /d10+8

Defensa: /d10 +8

Puntos de vida: 12

Daño [sin armas]: /d6+2

Daño [porras, botellas...]: /d6+4

 

Notas offrol.

Queda posteado el rol de anoche. Si alguien quiere tirar del hilo, aquí me tiene. Y por favor, absteneos de publicar en este post, para que vaya quedando limpio para lo que tenga que seguir. ¡Un saludo!

 

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CAPÍTULO II.

 El rapto de la doncella. 

 

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Despuntaba el alba, y afuera llovía. Las gotas zarandeadas por el viento frío golpeaban incesantemente los ventanucos de la posada, reventando contra sus sucios cristales. Llevaba toda la semana haciéndolo sin apenas tregua, y Varno había dejado de molestarse ya en limpiar el fango que cubría sus botas. El arrabal más merecía el nombre de lodazal en aquellos días, sembrado de escoria, porquería y despojos. Pero aquel tiempo de perros no le desagradaba del todo. <<Es casi como volver a estar en casa>>, pensó, mientras escudriñaba las callejuelas desde la ventana. Sus pensamientos fueron a divagar durante algún tiempo, tanto que para cuando el quejido chirriante de la puerta amartilló sus tímpanos hubiera jurado que llevaba un buen rato dormido de pie, apoyado contra el cristal.

Caleb irrumpió en su propio mesón, calado hasta los huesos y jadeando como un sabueso después de una larga cacería. Traía un ojo morado, y la larga melena hirsuta apelmazada contra la cabeza, revelando con mayor saña que de costumbre la pronunciada calvicie que lo atenazaba.

—Ya estás de vuelta. —musitó Varno, quizá saliendo del sopor, y recalcando lo obvio.

—Así es genio. —replicó el otro, con su habitual desdén—. ¿Qué cojones haces ahí? Nunca te había visto levantarte tan temprano.

No me he acostado. Te estaba esperando. —Varno lo miró, de pies a cabeza. Una segunda vez, y paseó la vista por todo el Chichi, que estaba completamente vacío—. Te han pegado. —terminó sentenciando de nuevo el capitán obvio.

—Me puse algo idiota. —se limitó a responder el vejestorio, lacónico.

Ya…~ —suspiró, asintiendo una pizca dos o tres veces—. Alondra ha oído que tienen a alguien de tu familia. ¿Vas a contarme qué ha pasado de una vez?

Caleb soltó un bufido, y palideció como un muerto por un instante. Negando para sí. Se hizo un breve pero incómodo silencio en la desolada taberna, antes de que el viejo volviera a abrir la boca con voz más rota que de costumbre.

Se han llevado a mi niña. —pronunció, y Varno pudo paladear un dolor sincero en sus palabras—. A mi hermosa y lozana Elizabeth. Qué hijos de puta.

Varno frunció el ceño, y tragó saliva, afilando la mirada. Tardó un ratito en poder deshacer el tenso silencio que volvió a adueñarse luego de la conversación.

—¿Por qué? ¿Quiénes son estos tipejos y qué tienen contra tí?

La puta escoria faldera de Bedlam.—bufó, de nuevo, e hizo un gesto para abarcar con su mano todo el tugurio—. Cuando levanté esto tuve que pedirle dinero a su padre. Él era un buen hombre. No un idiota, pero desde luego tampoco un sádico. Supongo que por eso está muerto. Este barrio destroza a las personas decentes. —había un deje de rabia en su tono, algo como un lamento sordo que se adivinaba en sus palabras.

—¿Era un prestamista?

Sí. Y ahora lo es su hijo mayor. Después de los destrozos que nos causaron los hombres-perro en el asedio tuve que volver a pedir algo de dinero. —resopló—. Creía que era un pipiolo, y que recordaría que su padre y yo éramos amigos. Pero las cosas han empezado a irle demasiado bien, y se ha convertido en un auténtico soplapollas.

—Tal vez haya hecho amigos. Por aquí nadie medra sin un buen padrino, ¿no? —inquirió Varno, con la curiosidad y la ignorancia de quien no lleva más de unos meses en tan sórdido agujero.

—De eso no me cabe duda, rapaz. Hace medio año era un imbécil al frente de un negocio arruinado, y ahora tiene ese almacén lleno de trastes, y a una docena de putos criajos armados para servirlo mientras juegan a ser mayores. Qué puta fortuna tengo. Tienen a mi Elizabeth, y no van devolvérmela hasta que no les de lo suyo.

—Ya…~ —Varno asintió, apenado, y se mordisqueó los labios—. ¿Y cuánto debes?

—Sesenta plateadas. —musitó el viejo, tras un breve silencio remolón. Hundiendo la mirada en alguna mancha de sangre seca del duelo.

—¡¿Sesenta?! —Varno alzó la voz, y abrió mucho los ojos. Pero no quedaba ya nadie despierto para escucharlos—. ¡¿Y en qué te las has gastado, Caleb, si esto está que se cae?!

***

Resumen.

—Brandon ‘el Largo’ y su hatajo de matones aparecieron una noche en el Chichi, después de la pelea, y se llevaron a Caleb escoltado al almacén de su jefe. Algún necio estuvo a punto de provocar una desgracia, pero la situación se relajó cuando el mesonero decidió ir por su propio pie sin oponer resistencia alguna. Alondra, Dickon y después Varno siguieron a la cohorte de harapientos hasta un humilde almacén del arrabal, no lejos de la taberna. La muchacha se acercó a poner la oreja por alguna rendijilla, y tras comprobar que no estaban destripando a nadie al otro lado, regresasteis.

Consecuencias.

—La barra del Chichi quedó desatendida, y más de uno pudo saquear a placer alguna botella antes de que Varno echara la llave de la posada.

—Caleb ha vuelto con un moratón en el ojo, y hecho polvo. Ha terminado confesándoles a algunos el lío en que anda metido, tan desesperado como para (ahora sí) aceptar cualquier ayuda.

—Conocéis la ubicación del almacén donde se llevaron al hosco mesonero, y el nombre del prestamista: Jake Bedlam.

Duración: 4 horas.
Máster: Varno  
@Murdoch

Personajes participados y habilidades usadas:

@Murdoch como Varno: Sigilo / Rastrear / Advertir / Callejeo

@Beretta como AlondraSigilo / Rastrear / Advertir / Callejeo

@Akross como DoyranSigilo / Rastrear / Advertir / Callejeo

@Blues como JaelleCallejeo

@Blazerunner como MathewSin armas / Rastrear / Advertir / Callejeo

@Barbas como KenwayCallejeo

@Nora Folch como NoraCallejeo

@ElCapitan como HoatCallejeo / Rumores

Notas offrol.

No sé si se me pasará alguien de los que estabais en la taberna, porque fue ya hace un par de semanas. Si eso ya sabéis, me dais un toque y edito. Lo dejo posteado para poder colgar otro par de capítulos que quedan pendientes y en el horno. Sé que voy un poco tarde, pero la vida es así -_-

Edito para citaros a todos bien, ahora sí. ¡Un saludo!

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CAPÍTULO III.

 Pactando con el diablo. 

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Es buen momento para que os retiréis a descansar, jefe. —musitó Brandon, mirando a un Jake casi desplomado en la silla—. Ha sido una noche larga, y una gran juerga, pero mañana querréis estar sereno. ¿Os escolto a casa?

El prestamista se limitó a perfilar una sonrisa taimada, quizá ajeno a lo que su hombre de confianza le decía. Irguió el mentón, y dejó que la nuca se recostara contra el respaldo. Había fumado mucho, y bebido más aún. A sus pies entre el montón de cajas, toneles y trastes de toda guisa que cogían polvo en aquel almacén dejado de la mano de la Luz algunos de los suyos se habían desplomado ya, y yacían exhaustos por un suelo sembrado de cristalillos y manchas de whisky o vómito reseco. Había tres muchachas por ahí desplomadas, también, tal y como sus madres las habían traído al mundo, quizá mujeres de mala vida, pero ninguna era oronda.

Jefe, ¿me estáis escuchando? —volvió a insistir el larguirucho pelirrojo, con tono cortés.

Entonces Jake trazó de nuevo una sonrisa maliciosa. El opio había esculpido una expresión de apatía e indolencia en su gesto. Tenía el torso desnudo, y la larga melena azabache cayéndole por los hombros. Sus ojos azules miraron a Brandon con aire vacuo y ausente, y luego pronunció muy despacito.

Escoge a dos de los muchachos y llévalos mañana a ese tugurio. —se humedeció los labios, resecados por el humo, tal vez tratando de recordar el sabor de la mujer que apenas un ratito antes acababa de besar—. Que les preparen una habitación. No va a moverse ni una hoja ahí dentro sin que yo lo sepa.

—Desde luego, Jake. Esto me da mala espina. —convino el otro, repasando el destrozo de una noche de jolgorio en el viejo almacén—. Pero tengo que reconocer que esa Nora le ha echado valor para venir aquí sola una segunda vez. —forzó una sonrisa amable, mirando cómo Bedlam se aferraba a su silla para no desplomarse a un lado—. Por un momento creí que le rajaríais el cuello con el cuchillo, o le bajaríais las bragas.

—Yo también. —se limitó a pronunciar el prestamista, con una sonrisa bobalicona y maliciosa danzándole en los labios. Sin aclarar a cuál de las cosas se refería.

—¿Vais a contárselo a Don Zavros? —escupió al fin, en tono delicado. Como si esa fuera la pregunta que llevara un rato martilleándole las sienes.

—No. —concluyó el otro con presteza, y volvió a dejar que la sonrisa le bailara entre los labios—. No quiero molestarlo con estas tonterías. Y además… esto va por mi cuenta.

Brandon asintió, dos o tres veces. Y volvió a mirar a su jefe. Aquello no era más que un almacén destartalado en un arrabal lóbrego que en nada se parecía a un palacio, pero por un instante no pudo sino pensar en esos reyes de las historias antiguas. Jake Bedlam le devolvió la mirada, desde su trono de madera roñosa, y luego dejó que sus ojos se perdieran en silencio por la pequeña corte de huérfanos, putas e hijos de la miseria que le rendían pleitesía a los pies.

***

Resumen.

—Después de trazar un plan común, Nora Hoat se han reunido con Jake Bedlam para llegar a un acuerdo. El prestamista quedó satisfecho ante la promesa de Hoat de poder pagar él toda la deuda del Chichi el mismo día siguiente, pero no fue tan necio como para caer en el ardid de ir personalmente a examinar el cobertizo que Hoat le ofreció en el bosque para guardar su mercancía. Siendo así, Nora regresó algunas horas más tarde, bien entrada la madrugada, en calidad de asistenta de Hoat para renegociar el acuerdo. Ha salido más o menos bien, pero habrás pasado uno de los peores ratos de tu vida.

Consecuencias.

—Os habéis asociado con vuestro adversario, y no podéis olvidar el contenido del acuerdo: Bedlam quiere recuperar setenta monedas de plata (las sesenta de la deuda de Caleb, mas otras diez de intereses por incumplir la primera promesa de pago), y recibirá a perpetuidad un tercio de las ganancias del Chichi sin asumir ni un cobre por los gastos. Ha consentido en que montéis el negocio de las peleas en el sótano, pero os ha dado un mes para demostrar que podéis hacer del tugurio algo rentable.

—Hoat le ha prometido a Bedlam el uso de un pequeño cobertizo en el bosque, y sorteado así la inicial intención del prestamista de guardar su mercancía de contrabando en el sótano del Chichi. Brandon "el Largo", su hombre de mayor confianza, irá con Hoat a examinarlo.

—En un acto de generosidad, Jake os ha prometido también enviar a dos de los suyos para mantener las cosas calmadas en el Chichi, y proteger el negocio. O sea, básicamente a espiaros.

Hoat pasa a ser el administrador del Chichi de la Puerca con la venia de Jake Bedlam. Aunque técnicamente Caleb aún conserve la propiedad de su negocio, aquejado de una cuantiosa deuda. Nora sería, según le ha dicho al prestamista, su asistenta.

Duración:  8 horas.
Máster: Varno  
@Murdoch

Personajes participados y habilidades usadas:

@Murdoch como Varno: Callejeo Tradición-Historia 

@Beretta como AlondraCallejeo 

@Akross como DoyranCallejeo

@Nora Folch como NoraCallejeo / Comercio / Advertir Tradición-Historia 

@ElCapitan como HoatCallejeo / Comercio / Advertir Tradición-Historia 

Notas offrol.

Ahí vamos con otro capitulo pendiente. Queda colgado aquí también. ¡Un saludo!

Editado por Murdoch
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CAPÍTULO IV.

 Otra vuelta de tuerca. 

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Varno deslizó el dedo por la superficie agrietada de uno de los toneles, arrastrando la gruesa capa de polvo y pelusa que había tenido ocasión de macerar allí durante al menos una década. Luego tosió una pizca. Las palabras de Caleb no se quedaban cortas, el sótano del Chichi era un agujero purulento, sembrado de trastes viejos, polvo y basura, donde las motas flotaban a trasluz a la vera del menguado candil, y la humedad había corroido el ambiente hasta el mismo tuétano: el aroma denso de la tierra húmeda se pegaba a la nariz, y varios charcos de agua turbia habían anegado ya el suelo pobremente adoquinado.

 Aunque desde luego lo peor eran las ratas. <<Gordas y tiernas>>, había dicho el hosco mesonero, y Varno no pudo sino reprimir una arcada al recordar sus palabras ahí abajo cuando una sombra peluda serpenteó entre los cajones a su zurda. Para los escasos iniciados en los secretos más herméticos del tugurio ya era cosa conocida el que esas groseras alimañas solían constituir la piedra angular del puchero acuoso y parduzco que tenía el honor de ser presentado como estofado de la casa. La mujer de Caleb se afanaba cada tarde en despellejar y trocear a las presas que su marido había cazado en su propio sótano hasta dejar pedazos de carne tan menudos que bien pudieran pasar por pollo, conejo o cerdo, si eran advertidos flotando entre el caldo.

Resopló, mirándose alrededor. Ese asunto debía ser resuelto antes de que se corriera la voz, y nadie quisiera probar bocado. Al igual que debían despejar la bodega de tan molesta plaga si de veras pretendían organizar allí esos combates. Las escaleras crujieron bajo el peso de bota ajena, y pronto el ceño estoico de Caleb emergió de entre las tinieblas para caer al abrazo de la trémula luz del farolillo; aquello le confería un aspecto aún más desagradable, casi tétrico.

Tienes razón. —pronunció Varno, mirando al posadero—. No creo que traer un gato baste para resolver lo de aquí abajo. A lo mejor hasta se lo comen ellas, o yo que sé. Va a hacer falta algo más de ayuda.

 Las hijas de puta se han puesto moradas a costa de mi comida, por eso están tan gordas. Me han dejado la despensa vacía.

 Ya…~ —volvió a musitar el joven, mientras asentía tres o cuatro veces para sí, quizá tratando de hacerse a la idea de una situación que aún le era extraña—. Lidiaremos con esto. Y saldremos adelante. —trazó algo parecido a una sonrisa, con cierta expresión de tristeza en la mirada, que apenas lograba adivinarse entre la penumbra—. Solo espero que no me destrocen la cara por el camino. Es lo único que han hecho bien mis queridos padres.

***

Resumen.

—Cada uno en su medida, habéis empezado a tratar de que las arcas del Chichi arrojen beneficios para Jake Bedlam este mes. Nora se ha pasado las noches haciendo cuentas, y se ha adjudicado la organización de la primera pelea, consiguiendo a uno de los contendientes. Hoat y Varno han comenzado a negociar el suministro de ron con un nuevo proveedor, y han conseguido algunas manos más para ayudar en la taberna de cuando en cuando. 

—Brandon "el Largo" apareció por allí en compañía de dos muchachos de aspecto arrabalario: Will y Brutt, bastante canijos y rondando las quince o dieciséis primaveras. Se han acomodado en una de las habitaciones y desde hace días se pasean por el tugurio con la orden de mantener la paz, aunque cualquiera diría que se han dedicado a poco más que a dormir, beber o matar el tiempo jugando a los dados y los naipes. Tal vez podáis sacarles alguna otra utilidad. O no. Lo que sabéis de buena tinta es que os han espiado miserablemente, y Bedlam está al corriente de todos los entresijos y affaires que encierra la taberna. 

—La tercera reunión de Nora con Jake Bedlam ha sido un desastre con todas las letras. El prestamista ha adulterado el plan que la mujer fue a proponer hasta tornarlo una humillación para vosotros, particularmente para Varno. Nathaniel, el luchador de Nora, pasará a estar apadrinado por el prestamista, mientras que ha de ser Varno (saldando así la cuenta pendiente que tenía con uno de los muchachos de Bedlam después de darle una buena tunda en la pelea que inició todo) el que se enfrente a él bajo severas amenazas para que todo salga tal y como Jake desea. 

—Habéis decidido darle la vuelta a la tortilla y apuñalar por la espalda a vuestro bien amado socio. Para la conjura acordasteis una reunión secreta fuera del Chichi. Es un plan muy delicado, y peligroso; cualquier error lo echará a perder.

Consecuencias.

—Tenéis compañía: Will y Brutt se pasean por el Chichi como si lo hicieran por su propia casa. Quizá podáis dormir más tranquilos sabiendo que hay otro par de almas custodiando el lugar, pero desde luego sabéis que vuestra intimidad ya no está a salvo.

—Caleb ha comenzado a trabajar en el problema de las goteras, espoleado por Nora. Pero la solución irá para largo. El estofado de la casa seguirá horneándose con la receta ancestral hasta que podáis permitiros probar algo nuevo.

—Habéis comenzado a negociar con Kenway el suministro de su ron más corrientucho y barato, y quizá el acuerdo pueda llegar a buen puerto.

Aurora ha solicitado un puesto como ayudante de Caleb en la barra, y lo ha aceptado a cambio tan solo de algo de rancho. La habrán puesto a fregar vomitadas secas y servir jarras las noches en que ronde por el tugurio. Sin duda con trabajadores así se levantará el Imperio en un santiamén, pero es difícil  evitar pensar que alguien te está timando.

Hadrian ha aceptado hacerse cargo de la plaga de ratas del sótano a cambio de tener un techo en el que caerse muerto durante algunos días. No es el destino más honroso para un hombre de armas del Norte, pero la vida es así de dura.

—Hoat ha traído a un pajarraco horrendo y medio moribundo, y lo ha bautizado como Piticli. Ahora su jaula adorna el estante de la chimenea, desde donde grazna en de cuando en cuando y repite alguna palabra que oye. Pasará a ser una cara conocida más de todos los parroquianos, por más que de pena y dolor quedarse mirándolo un rato. 

Duración:  Unas 12 o 13 horas, en sesiones sueltas.
Máster: Varno
  @Murdoch 

Personajes participados y habilidades usadas:

@Murdoch como Varno: Callejeo / Tradición-Historia /  Comercio / Música [laúd/canto] / Pistola de chispa [instrucción] / Espada ligera [instrucción] 

@Beretta como Alondra Callejeo

@Akross como DoyranCallejeo / Combate sin armas

@Webley como HadrianCallejeo / Combate sin armas / Tradición-Historia 

@Kira como Nathaniel:  Callejeo

@Barbas como KenwayCallejeo / Comercio

@Nora Folch como NoraCallejeo / Tradición-Historia Comercio / Pistola de chispa [instrucción] / Espada ligera [instrucción] / Cuchillo [instrucción]

@ElCapitan como HoatCallejeo / Comercio Tradición-Historia 

@Titobryan como AuroraCallejeo 

Notas offrol.

Otro más. Añadido índice, y aviso offrol en la primera página. ¡Un saludo!

Editado por Murdoch
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CAPÍTULO V.

 La mano que mece la cuna. 

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El eco sordo y grave retumbó en las paredes del almacén mientras el cañón vomitaba un humillo liviano. Se hizo un silencio largo y afilado cuando ante la vista de los atónitos mequetrefes un Jake más pálido que la leche descendió el brazo tembloroso, quizá empezando a atisbar qué acababa de hacer.

Pero Efron estaba desplomado ya en el suelo; había caído de la silla, y se sacudía en movimientos toscos y desagradables, casi como un pez que agoniza fuera del agua. Su mirada se abrió para esculpir una expresión de terror sincera y acongojante, que apenas unos segundos después se mantenía fría e inerte clavada contra los cajones y toneles amontonados en torno a la pared, como si realmente pudiera verlos aunque el último estertor de vida hubiera abandonado ya su magullado cuerpo: el perdigón se había encajado en el rostro a la altura del pómulo y salido por la nuca; reventando la faz y desgarrando carne y hueso hasta trazar en el cadáver del rapaz una herida asquerosa para cualquiera que osara mirarla.

Bedlam se volvió con ojos desorbitados, tambaleante, y paseó la mirada por el hatajo de mocosos que lo observaban en corrillo. Pudo ver el miedo en los ojos de más de uno, pero también el desprecio. Y eso lo enardeció de nuevo.

¡¿Es esto lo que queríais de mí?!—clamó con voz rota, algo temblorosa, aun sosteniendo la pistola— ¡Decídmelo, os lo estoy ordenando!

Ninguno osó darle réplica. La mayoría se limitaron a descender la mirada hacia los roñosos tablones del suelo, lejos del Bedlam delirante y del guiñapo en que había quedado convertido a su otrora compinche. Brandon se la mantuvo clavada, sin pronunciar palabra, y cuando sus ojos se cruzaron Jake arrojó con ira la pistola hacia el suelo, quizá quebrándola para siempre, y luego volvió a dirigirse a los suyos.

¡Os le he dado todo!—bramó, bañado en el sudor frio que le perlaba el rostro—¡Todo! ¡Y no voy a tolerar la traición bajo mi techo!

Luego deslizó un dedo tembloroso y  acusador entre la turba de pillastres, aferrándose a su mermado equilibrio.

¿Cuántos más habéis estado conspirando con este desgraciado? —el silencio continuó incólume, y tal vez entonces Jake se dio cuenta que estaba inmerso en un soliloquio—. ¡Hablad, o que os lleve el Vacío! —insistió, fuera de sí, pegando una patada a la pipa de opio que fue a rodar entre los cajones— ¿Os pagan los Camisas Largas, o son los Grajos Negros los que os han prometido recompensaros cuando me halláis arrebatado lo que me pertenece? ¡Muy bien! —dibujó otro gesto airado con los brazos, mirándolos—. Pues decidles que no voy a consentirlo: ¡esto es lo que ocurre cuando juegas contra Jake Bedlam! ¿Me oís?

Cálmate, Jake. —acertó a decir por fin Brandon, dando pábulo a su jefe—. Nadie ha conjurado contra ti. Has fumado y bebido demasiado.

Bedlam resopló, buscando la silla para dejarse desplomar en ella. Y desde ahí volvió a otear a sus hombres por un largo rato. Terminó por hacer un gesto hacía el cuerpo de Efron, que yacía a su vera. Y habló muy despacito.

Sacádmelo de aquí. Enterradlo, o dejadlo por ahí tirado, me da igual. —se humedeció los labios agrietados, volviendo a hundir los ojos en el cadáver—. ¡Y que alguien limpie toda esa maldita sangre!

***

Brandon se acabó el vasito de brandy que le habían servido de un solo trago. Y luego regresó la mirada hacia Otto; sintió cómo un pequeño escalofrío le punzaba la baja espalda, y tosió una pizca. Puede que fuera por ese ceño adusto y seco, o por el condenado ojo. Sí, aquella mirada le ponía el vello de punta. Así que se limitó a apartar un tanto la vista, deslizándola por la amplia alcoba que los alojaba.

Me temo que nuestro Bedlam se ha descarriado, hijo. —pronunció, y el pelirrojo notó cómo lo escudriñaba.

Tenía una voz áspera, rota y grave, que confería a sus palabras un halo de autoridad. Tal vez aquella de la que a simple vista carecería de no ser por lo intimidante de su rostro. Otto Zavros, ‘la Víbora’, más conocido sencillamente como Don Zavros no hacía gala de un aspecto particularmente amenazador: era un anciano (eso no se le escapaba a nadie), enjuto y frágil, mas de gesto pétreo y mirada dura. Quizá la culpa de esto la tuviera la ausencia del ojo derecho, en una cicatriz que acostumbraba a llevar al aire, mostrando un globo vacuo, blanco, ciego e inerte. El acento foráneo se adivinaba en cada una de sus palabras, y desde luego sus modales parecían dignos de un lugar mejor que el lóbrego arrabal, pero allí estaba. Había llegado (seguramente de algún rincón lejano y exótico) hace apenas medio año, pero en sus escasos encuentros Brandon jamás lo había visto levantar la voz más de la cuenta. Acostumbrado a los excesos de Bedlam, eso lo inquietaba profundamente.

Está sometido a mucha presión, don Zavros. —dijo el joven, irguiéndose en su asiento. Y retornando los ojos al rostro seco del viejo.

A lo único a lo que está sometido es a lo que bebe, y a lo que se fuma. —replicó Zavros, en tono sosegado—. Estas calles lo asustan tanto como a ti; por eso busca valor en cualquier cosa capaz de embotarle el sentido. Alguien que necesita comportarse como un desquiciado para infundir respeto tiene los días contados, te lo digo yo. —el vejestorio hizo una mueca, acomodándose en el sobrio respaldo—. Tanta ambición como albergan sus entrañas no puede digerirse sin reventar por cada costado.

Es prestamista. Creo que llevan eso de la ambición en la sangre. —apuntó Brandon, antes de que el anciano trazara una sonrisa sardónica.

Sé que eres listo, y por eso te elegí a ti para suplir sus debilidades y mantenerlo bajo control.  Aunque los dos sabíamos que esto ocurriría más pronto que tarde, ¿no es así? Confieso que me ha decepcionado con mayor presteza de la esperada. Culpa mía: debí haberlo previsto. —alcanzó su propio vasito de brandy, y dio un sorbo corto, jugueteando con él entre los dedos; casi parecía disfrutar reconociendo su error, y eso turbó aún más al joven—. Un hijo que se vuelve contra su propio padre es una abominación que no merece ni un atisbo de confianza.

Pero vos me dijisteis que le ofreceríais una...~ —Brandon dejó que las palabras murieran en sus labios a medio contar, y descendió la mirada, en cuanto el anciano hizo un gesto para invitarle a cerrar la boca—.

Una salida honrosa. —concluyó Zavros—. Y así será. No en vano concedo mi palabra. 

Por supuesto. —aseveró Brandon—. Disculpadme. No quería insinuar nada contra vos.

Lo sé, rapaz. —musitó Zavros, con condescendencia—. Veré en persona a ese Hoat. Concierta una audiencia con él; si tanto anhela conocerme, no puedo privarlo de ello.

Como mandéis, don Zavros. Mañana iré a ese antro y se lo haré saber.

El vejestorio perfiló una mueca taimada, observándolo. Y negó con suavidad; se aclaró la garganta para pronunciar con teatralidad alguna de las citas que tanto gustaba de parafrasear.

“Esa engañosa palabra: mañana. Nos va llevando por días al sepulcro, y la falaz lumbre del ayer ilumina al necio hasta que cae en la fosa”. —sonrió otra pizca, tras recitar en tono solemne, contemplando el ceño inexpresivo de Brandon, que por no saber, no había siquiera aprendido a leer—. Esta misma noche, muchacho. No hay tiempo que malgastar. 

Brandon asintió otra vez más, consciente de haberlo entendido ahora. O eso creyó. Y volvió a dedicarle una mirada larga al vejestorio al tiempo que tragaba algo de saliva. La otra noche había visto cómo Jake esparcía los sesos de uno de los suyos por una vulgar rabieta, y aún así su corazón no albergaba por él ni la mitad del temor que aquel hombrecillo huesudo y frágil le insuflaba cuando lo miraba a los ojos.

Resumen.

—Habéis seguido indagando en los asuntos de Jake Bedlam y su panda de mocosos venidos a más. Brandon os ha confesado que las cosas allí comienzan a agrietarse, desbordado por la muerte tan gratuita de su compinche. Y finalmente Hoat y Nora lograron reunirse con Otto Zavros en la capilla.  

—Sabéis que Jake Bedlam se ha pasado un par de días encerrado en el almacén. Lloriqueando, poniéndose ciego, y acusando a todo el mundo que iba y venía de darle la espalda. Pero ninguno de vosotros se ha acercado a tantearlo.

Elizabeth, la hija de Caleb, continúa raptada y en paradero desconocido. Pero sabéis que está enferma. Ha estado vomitando y con altas fiebres durante tres días. 

Consecuencias.

—Os habéis ganado un poquito el corazón y la confianza de Will y Brutt, sobre todo Hoat y Alondra. Habéis optado por tratarlos con amabilidad, e incluso habéis jugado alguna partida de naipes juntos mientras charlabais, un poquito de cosas banales, y otro tanto de otras más serias.

—Nora ha hecho llegar algún remedio para la hija de Caleb a través de la pareja de matones, cogiéndolo del dispensario. Quizá la ayude, o quizá sea tarde. Tal vez no te puedas resistir a pensar que si fuera cierto que Don Zavros se preocupa algo por la gorda retoña Brandon no tendría que ir mendigando ayuda de esa clase. 

—Varno ha disuadido a Nora de tratar de acercarse a Jake Bedlam después del incidente. Tal vez nunca conozcamos qué hubiera podido salir de esa maniobra.

—Habéis decidido apoyar a Otto Zavros en esta tesitura, mostrandole pleitesía. Y haríais bien en rezar por haber tomado la decisión correcta.

Duración:  Unas 12 horas, en sesiones sueltas.
Máster: Varno  @Murdoch 

Personajes participados y habilidades usadas:

@Murdoch como Varno: Callejeo / Comercio / Música [laúd / canto] Tradición-Historia 

@Beretta como Alondra: Callejeo / Naipes [mutilado] 

@Akross como Doyran: Callejeo / Rumores

@Nora Folch como Nora: Callejeo / Comercio / Advertir Tradición-Historia 

@ElCapitan como Hoat: Callejeo / Comercio / Rumores / Naipes [mutilado] / Advertir Tradición-Historia 

 

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CAPÍTULO VI.

 Sangre y acero. 

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Varno paseó la mirada por la funesta escena. El manto de la madrugada había descendido sus lóbregos brazos por los terruños de labranza y las sombras danzaban a su alrededor, apenas espantadas por unos cuantos farolillos. Quizá fuera mejor así, pues aún en las tinieblas la escena a la puerta del granero era de una dureza tal que haría estremecerse al más pintado. 

Llovía fuerte y llovía mucho. Y para un lado y para el otro; con una perfección que a Varno se le antojo casi absurda. A sus pies el campo estaba anegado, y los surcos arrastraban la sangre y los fluidos que la oscuridad ocultaba con su abrazo. Aunque las tinieblas nada podían hacer para esconder el perfume de la muerte. Brazos cercenados, rostros reventados, tripas desparramadas... la explosión del barrilete de pólvora había bastado para quebrar el portón en un suspiro, pero había hecho una buena escabechina con los caídos que se amontonaban más cerca de la entrada. Y Varno pudo olerlo, más allá del denso aroma a la pólvora quemada que flotaba en el ambiente. Era un tufo de otra pasta; a vísceras, heces, y sangre. Notó una nausea breve, que acalló al erguirse. El viento frío le erizó la piel. 

Entonces recordó las palabras que le había dicho a Alondra unos minutos antes. Eran ciertas. Si a su espalda se alzara un fortín, y fueran coseletes y gambesones bordados lo que vistieran los muertos troceados que se desparramaban por el lodo, su augusto padre trazaría una mueca de orgullo por tamaña refriega. Puede que lo estuviera observando desde algún lugar, proyectando una de aquellas miradas duras y altaneras que el joven cada día recordaba un poquito más lejanas, y más y más empañadas por el peso del tiempo. <<Recordar no tiene nada de sencillo, es un arte>>, pensó. Y el pensamiento lo devolvió a la realidad.

No, aquello no era un castillo, y la mesnada de derrotados combatientes no eran la hueste de ningún señor, no portaban el blasón de algún zafio enemigo; de hecho, no portaban blasón alguno. Lo único que los vestía eran esas camisolas andrajosas, macilentas, que algún día habrían sido blancas. <<Todo el mundo tiene alguna camisola así>>, fue lo único que se le pasó por la cabeza. A su espalda solo se recortaba la efigie monstruosa del viejo granero donde el contrabandista guardaba su mercancía más volátil y peligrosa antes de dar la orden de llevarla hasta el mismo corazón del arrabal: pólvora. Pólvora de don Zavros, pólvora de las colonias del sur, pólvora que había triplicado su precio en las últimas semanas. Nada podía ser casual. 

Brandon serpenteó por su espalda, tal vez llevara allí un rato largo, en realidad. Varno ni se había molestado en volverse hasta que oyó su voz, demasiado embotado en mirar a la nada que se dibujaba al frente.

Brutt es rápido. Pero tus amigos esperan maravillas de sus piernas.—pronunció.

Aguardaremos. —respondió el tirasiano, con tono sosegado y algo ausente—. No pueden tardar toda la noche. Y sin caballos no podremos volver con los heridos.

El pelirrojo asintió con sequedad. Y ambos se quedaron en silencio oteando al vacío, donde el chaparrón seguía arreciando entre la negrura de la noche. 

No sería hasta una hora después cuando casi al filo de la madrugada aparecieran los jinetes entre el horizonte: los hombres de Zavros. Y el grupo pudiera abandonar el terruño entre el fango, de regreso al arrabal de Villadorada.

***

Resumen.

—Después de que Nora se reuniera a espaldas de todos con Jake Bedlam, habéis tenido que precipitar una segunda reunión con Don Zavros. Parecía al corriente de toda la información, y pudo aportaros más luz a las sombras que envuelven los últimos tejemanejes del prestamista. Zavros os ha regalado la ubicación de la retoña raptada, como muestra de buena voluntad. 

—Tras un arduo combate, los Camisas Largas (aliados desesperados de Bedlam) se han replegado de la granja. Elizabeth está en vuestro poder, aunque muy febril.

Consecuencias.

—Hoat ha decidido aceptar el regalo de Zavros. Quizá sea una muestra de buena voluntad, o quizá esté envenenado.

—La mano de Will ha aparecido envuelta en una vieja camisola holgada. En su alcoba del Chichi os esperaba una sorpresa peor: alguien había roto el ventanuco y arrojado su cabeza, inerte y rebanada, al interior. Un mensaje claro de los Camisas Largas, a buen seguro. 

—Habéis convencido a Brandon y a los suyos de atrincherarse en el granero, y plantar batalla a la mesnada de los Camisas Largas. Decidisteis dar la cara, y no huir por los sembrados dejando a la gorda atrás.

Elizabeth, la hija de Caleb, está en vuestras manos. No es la princesa de cuanto que alguno pudo esperar: es tan grande como un tonel, más pesada aún, nada agraciada, y desprende un olor fuerte a sudor y meados. Digna prole de su padre. La fiebre la atenaza, y quizá no consiga salir adelante. Necesitará muchos cuidados, y la gracia de la Luz, para aferrarse a la vida. 

—Casi una quincena de harapientos Camisas Largas han caído en la refriega, asaltando el granero. Vosotros habéis perdido a dos mozos a sus manos. Y más de uno volvéis heridos de consideración. Aún así el plan de defensa ha resultado ser un éxito rotundo, visto lo poco que os favorecían las tornas de antemano. 

Bedlam está acabado. Sus aliados de última hora han sufrido un duro revés, y cabe esperar que se retiren a lamerse las heridas, privándolo de más apoyo. Pero continúa atrincherado con tres o cuatro leales en el almacén, tras haberlo convertido en un auténtico polvorín.

Duración:  Unas 12 horas, en varias sesiones.
Máster: Varno  @Murdoch 

Heridas:

Doyran: un machetazo en el brazo cuando os replegabais al interior del granero (-7PV), y un perdigonazo perdido en los últimos compases de la refriega (-11PV); total (-18 PV). 

Hoat: uno de los mosquetes te ha reventado en las manos al disparar (-11PV), dejándotelas hechas un estropicio y con el dedo medio colgando. Quizá aún pueda salvarse. O ya no.

Parker: te has hecho el héroe, y un perdigón se te ha encajado en el hombro (-12PV). La cosa se ha puesto aún más fea, Hadrian ha cauterizado la herida con la daga al rojo vivo, dejando la bala alojada dentro del hombro. Van a tener que abrirte la herida de nuevo, y sacártela, antes de volver a cerrarla, si pretendes seguir un tiempo más entre los vivos. Será una agonía más larga y desagradable que la propia cauterización, pero tal vez pensar en tu dama mientras te hienden la carne viva pueda consolarte una pizquita entre tanto dolor, y hacer que saques los arrestos para no desmoronarte más de la cuenta.

Hadrian: la explosión hizo que varios cascotes se desplomaran del techo, y una teja fue a partirse en tu espalda (-6PV)

Por obra y gracia de don Zavros, todos podéis ser atendidos en el dispensario, y sus arcas saldarán el precio de las curas y los remedios.*

Personajes participados y habilidades usadas:

@Murdoch como Varno: Callejeo / Advertir / Rifle de chispa / Pistola de chispa 

@Beretta como Alondra: Callejeo / Advertir / Rifle de chispa / Pistola de chispa / Sanación [torniquete] / Tortura; y como Runa: Advertir.

@Akross como Doyran: Callejeo / Advertir / Trampas [bomba de humo] / Rifle de chispa / Pistola de chispa / Conjuración [estaca de hielo] / Daga [arrojadiza] / Defensa

@Nora Folch como Nora: Callejeo / Advertir / Sanación / Rifle de chispa / Pistola de chispa

@ElCapitan como Hoat: Callejeo / Advertir / Rifle de chispa / Pistola de chispa 

@TitoBryan como ParkerCallejeo / Advertir / Rifle de chispa / Pistola de chispa 

@Webley como Hadrian: Callejeo / Advertir / Lanza ligera / Sanación [extracción y cauterización] / Defensa / Táctica militar

@Kira como Nathaniel: Callejeo / Advertir / Rifle de chispa / Pistola de chispa

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CAPÍTULO VII.

 Rueda la corona. 

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Aquí tenéis la pluma, señor Bedlam.

Las palabras se deslizaron por sus tímpanos, amortiguadas; y Jake alzó un tanto la vista. Al otro lado del vetusto escritorio de castaño el hombrecillo lo escudriñaba desde detrás de las lentes de sus anteojos, con un par de pupilas azules y límpidas. Zavros estaba sentado a su diestra con semblante solemne, hojeando alguno de los muchos papelajos que ahora se amontonaban en la mesa.

Jake apretó los dientes cuando otra jaqueca martilleó su sien. Quizá fuera la luz, que se colaba por entre los ventanucos de la estancia para arañar sus ojos, demasiado acostumbrados ya a la penumbra del lóbrego almacén en el que había resistido como un gato panza arriba las últimas semanas. O puede que fuera culpa del opio. Demasiadas horas lejos de su abrazo estaban haciendo merma en su espíritu. Aunque estaba sentado notaba sus propias piernas débiles y renqueantes, y con profundo pesar volvió a repasar el documento que habían deslizado hacia él.

Tensó de nuevo la mandíbula cuando llegó a la sexta línea, y espiró algo de aire. Algunos de los escoltas del viejo los observaban en silencio, apoyados contra una de las paredes del pequeño despacho. Tenía a su espalda a sus tres últimos muchachos, traidores y acongojados, que decidieron arrastrarlo cual vulgar tributo de paz hasta el nuevo caserón en el que Don Zavros había resuelto alojarse mientras atendía sus asuntos en tierras de Elwynn. Pensó en ellos, y luego pensó en Brandon y los demás. Esperaba encontrarlos allí ese día; estaba seguro de que después de todo lo ocurrido el pelirrojo querría presenciar su caída. Pero no estaba entre aquellos hombres de rostro curtido y acento extraño.

Mientras repasaba las líneas venideras del pergamino, hincando los dientes en sus labios hasta hacer brotar la sangre, recordó a Effron, a Paul, a Will… tenía sus malditas caras lampiñas gravadas en la retina, tatuadas a hierro en el alma. Por un instante la culpa le cruzó el pensamiento, y se sacudió la cabeza como si así pudiera desterrar el remordimiento. Era responsable. Lo sabía. Pero ya era demasiado tarde para enmendar eso; quizá siempre hubiera sido demasiado tarde.

Levantó el mentón, hincando los ojos de nuevo en el leguleyo, y musitó con voz rota y áspera.

Honraréis vuestra palabra. Perdonaréis mi vida, y me daréis salvoconducto al sur. —alcanzó a decir, tal vez queriendo volver a oírlo antes de estampar su firma.

Mi cometido es la ley. Y no otro. —replicó el hombrecillo, en tono socarrón; aunque sin el menor atisbo de extrañeza o inquietud—. Estoy aquí para formalizar la venta como la Luz manda; no me vengáis con otros asuntos que no me incumben.

Zavros levantó la mirada del pergamino que lo entretenía, y oteó a Bedlam con su único ojo.

Vuestra rebelión acaba aquí, hijo. —pronunció con tono calmado, y un cierto aire triunfal—. Os he ofrecido una rendición honrosa, y eso os daré.

Jake dejó escapar algo de aire de entre los labios, deshinchándose como un globo. Se sentía estúpido, mediocre, y derrotado. Alargar la mano hacia el tintero y garabatear una tosca firma fue su particular vía crucis, su camino al calvario, su paseo de la vergüenza. Pudo ver cómo el condenado viejo perfilaba una sonrisa sardónica cuando la punta de la pluma rasgaba el papiro, ante la mirada expectante de todos los presentes.

Bien. —dijo el jurisconsulto, al tiempo que atraía el documento para sí, y lo repasaba una última vez—. Todo está en orden. Os felicito señor Bedlam, al fin habéis hecho algo prudente.

Zavros miró al hombre de su diestra, y volvió a trazar una sonrisa taimada.

Sé que sois hombre ocupado, Gaspard. No os robaré más tiempo aquí. Dejad que mis hombres os acompañen hacia la salida. —alzó la mano huesuda, para hacer un ademán a los que montaban guarda contra la pared.

Con inusitada calma y en sobrio silencio, el letrado recogió sus legajos, ordenándolos toscamente, para después incorporarse pesado y abandonar la estancia en compañía de dos de los guardaespaldas de la Víbora.

Bedlam permaneció allí con la cabeza gacha; sin quebrar la quietud. Jamás se había sentido tan humillado, tan despreciablemente cobarde. Apenas una semana antes estaba dispuesto a hacerse saltar por los aires en el almacén; a descender una tormenta de pólvora y fuego sobre cualquiera que osara asaltar su castillo, y ahora no podía evitar sentirse como otra persona; un extranjero, entre rubricas, legajos y despachos.

Otto Zavros lo había vencido sin tener que disparar una sola bala, sin tener que mancharse las manos. No directamente, al menos, pero otros habían padecido en sus carnes la liza. En uno y otro bando; como meros peones en un tablero de ajedrez. Contingentes, y prescindibles.

Un día tuvo la osadía de compararse a esos reyes de los tiempos antiguos. Fútil reyezuelo, se decía ahora. Tonto y vano. Sus enemigos lo habían sometido a una larga guerra de desgaste, a un asedio inmisericorde y prologando. Es cierto: no había catapultas ni arietes a las puertas de su mermado fortín. Los hilos eran muchísimo más finos, casi imperceptibles. Se trataba de algo más etéreo, más simbólico, pero no por ello menos cruel: el viejo lo había coronado, y ahora se ocupaba de destronarlo, devolviéndolo al fango después de dejarlo hecho pedazos en el camino.

Se lo debía todo a ese vejestorio demacrado y mutilado que sonreía ladinamente a su frente. Él plantó en su corazón la semilla de la discordia, dando alas a la ambición que anidaba en lo hondo de su ser; pagó generosamente para que el prestamista pudiera armar su particular milicia de mocosos harapientos, y llenó sus almacenes de valiosas mercancías. Costeó sus caprichos, sus juergas y bacanales, y llevó el fruto de las amapolas del sur hasta los pulmones de Jake. Cómo había sido tan imbécil. Cómo pudo caer en aquella mentira tan conveniente para el tirasiano. Por más que lo creyera, él nunca había tenido el verdadero control de nada.

Zavros sabía que Jake Bedlam tenía demasiada arrogancia dentro; que tarde o temprano pretendería labrarse su camino en el arrabal. Propio, y alejado de la alargada sombra de otros. El asunto del Chichi de la Puerca fue la ocasión perfecta para dejarlo cometer el error de hacer negocios por su cuenta y riesgo.

Bastó con instigar a su segundo para ponerlo en su contra; en atraer y ganarse a Brandon para sus propósitos. El puto Zavros tenía que estar anhelando encontrar la situación que lo dejara como un idiota incompetente. O peor: como un tirano parricida y desalmado. Mientras tanto procuraba que no faltara el opio en los almacenes. Fue tan necio que no advirtió que todos los regalos que hace una serpiente están envenenados.

<<Jake Bedlam no es nadie. Es una marioneta usada. Y rota.>>, se dijo ahora, resignado.

Al final ellos habían puesto los muertos. Sus muchachos. Las luchas intestinas los desgajaron; su pacto con los Camisas Largas había sido un desastre y a buen seguro Roland y los suyos clamarían venganza ahora: habían enterrado a demasiados hombres por la incumplida promesa de pólvora y arcabuces.

Las habladurías de conjura, la paranoia que lo asaltaba, y la locura que atenazaba su seso… Zavros las había sembrado también con maña y paciencia, haciendo y deshaciendo, hasta conseguir tenerlo hacinado como un perro, languideciendo, desgastándose, cavilando, y hundiéndose. Hasta hacer que sus últimos y menguados leales lo traicionaran. Fue arrastrado fuera de su ratonera, y entregado ante los hombres del carcamal. Ninguno de aquellos mozos deseaba seguir a su jefe a un destino tan aciago. 

Así pues, ¿por qué volver a caer en el mismo amaño? ¿por qué confiar en la palabra del viejo? Consintió en renunciar a todo lo que su familia había conseguido en generaciones, y una burda firma bastó para despojarlo de cuanto tenía: lo que fue, lo que era, y lo que pudo haber sido.  Quizá fuera otro estéril delirio de brillantez. Quizá tan solo miedo a una muerte que se antojaba cercana. Tal vez Zavros lo enviara al Vacío, o tal vez no. En cualquier caso sospechaba que el tuerto lo quería vivo todavía. A lo mejor creía que podía sacar algún otro provecho de él. O puede que solo quisiera jactarse de su triunfo, como quien colecciona trofeos de caza.  Sea como fuere Jake estaba de acuerdo: quería seguir vivo. Y quería venganza, aunque fuera lo último que hiciera. Vivir para ver un nuevo día quizá le concediera tal ocasión. 

¿Puedo irme? —alcanzó a decir al fin, rompiendo el largo silencio que los había envuelto.

Podéis. Pero no aún. —el viejo volvió a esbozar una sonrisa maliciosa—. Sabéis que ahí fuera no duraréis ni un minuto. No os preocupéis, haré que os preparen una alcoba aquí y seréis mi huésped hasta que pueda sacaros con seguridad de este reino.

¿Y cuando será eso? —replicó el prestamista, con desdén.

Pronto. Entretanto quizá podáis ilustrarme sobre cierto librajo de cuentas que mis hombres encontraron en casa de vuestro padre. Me gustaría estar al tanto de los negocios. ¿Os parece?

Jake resopló, dócil. Y les hizo un gesto a sus tres muchachos para que se fueran; a lo que nadie objetó.

Iban a ser días muy largos.

Resumen.

—Paul fue enviado a la casucha arrendada por Nora con orden expresa de ejecutarla in situ por su felonía la noche del tiroteo. Iba a ser la primera de muchas venganzas. Sin embargo, Nora consiguió engañar al rapaz con un ardid y encajarle un perdigón en las tripas a traición antes de saber si sería capaz de apretar siquiera el gatillo. Después, con la ayuda de Hadrian y Varno os habéis desecho del cadáver. 

—Vey ha sido contratada como nueva ayudante de barra de Caleb en el Chichi, tras la desaparición de Aurora.  

—Un par de semanas después del incidente, Jake Bedlam es traicionado por sus leales y entregado a don Zavros en bandeja de plata.

Consecuencias.

—Nora ha matado a un mequetrefe asustado, a buen seguro para salvar su vida, y ha visto cómo sus tripas se desparramaban en el suelo del cuarto. Quizá hubiera sido posible encarar la situación de otro modo. O no. En cualquier caso la imagen de Paul agonizando en tu regazo mientras su vejiga se suelta y el orín pringa las ropas no será fácil de sacar de la cabeza.

—Hadrian os ha coordinado para deshaceros del cadáver. Lo ha sacado envuelto y a hombros, como un fardo cualquiera en las tinieblas de la madrugada, y lo habéis quemado en el linde del bosque a media hora del arrabal. La fogata habrá ardido toda la noche, y al alba el humo podría haber atraído a algún montaraz o trampero que no encontraría mucho más que cenizas y algún hueso calcinado.

—La situación ha dado un giro, de nuevo. 

Duración:  Unas 8 horas, en varias sesiones.
Máster: Varno  @Murdoch 

Personajes participados y habilidades usadas:

@Murdoch como VarnoCallejeo / Supervivencia [piras] / Advertir Tradición-Historia / Leyes [Imperio]

@Beretta como AlondraCallejeo y como RunaAdvertir / Rastrear Tradición-Historia / Leyes [Imperio]

@Nora Folch como NoraCallejeo / Pistolas de chispa / Sanación [torniquete] / Advertir /  Supervivencia [piras] Tradición-Historia / Leyes [Imperio]

@Webleycomo HadrianCallejeo / Comercio / Rumores / Naipes [mutilado] / Advertir  Tradición-Historia / Leyes [Imperio]

@Akross como DoyranCallejeo  / Advertir Tradición-Historia / Leyes [Imperio]

@ElCapitan como HoatCallejeo / Advertir Tradición-Historia / Leyes [Imperio]

 @Gauss como VeyCallejeo / Comercio [ayudante de barra] Tradición-Historia / Leyes [Imperio]

Notas offrol.

Volvemos. Dejo aquí reflejadas las habilidades de última sesión, que estaba pendiente desde antes del salto a Legion, y un relato que dará paso al colofón final de esta parte del evento. La semana que viene determinaremos el destino de Bedlam. Y veremos cómo queda esto.

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