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Radz

Drakul, la vil alma

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  • Nombre: Drakul
  • Raza: Orco
  • Sexo: Hombre
  • Edad: 24
  • Lugar de Nacimiento: Valle Sombraluna
  • Ocupación: Campesino
  • Historia completa

 

Descripción física:

Es un orco corpulento y con una gran barba recogida en una trenza que cae bajo su barbilla. Sus grandes hombros le hacen resultar intimidante si lo has visto por primera vez, tiene los ojos de un color rojizo, que asuntan al más miedoso y sus dientes en su mayoría están picados y alguno que otro lleva un refuerzo en él. Su cabello es de un color negro obsidiana.

 

 

 

Descripción psíquica:

Drakul es un orco con una mentalidad consumida por los horrores de la niñez, las ganas de consumir el mundo antes sus pies, odia a cada ser de este asqueroso mundo llamado Azeroth. Convocado por sí mismo, su mente, inteligente y perversa tratará de erradicar todos, incluso a sus súbditos si es necesario.

 

 

 

 

Historia

 

-¡Corred, no dejéis que se escape!

 

La noche era oscura y los ruidos nocturnos eran asaltados por las voces roncas de los orcos, que gritaban y aullaban buscando capturar su presa de ese día. El suelo del bosque calaba los pies debido a las lluvias de la noche anterior, se mantenía mojado por la frondosidad de las copas de los arboles. La jauría de orcos seguía corriendo y buscando la manera de su presa nocturna cayese en sus enormes y verdes manos.

 

Drakul corría lo más que podía, sus ansias por evitar la muerte eran lo único que se le pasaba por la cabeza. La líder del Clan Filo Ardiente había hablado. Azuka había ordenado acabar con todo aquel que hubiese osado corromper a su glorioso clan con sus pactos y tratos demoníacos. Drakul era uno de ellos, y fue descubierto-

 

¡Se está cansando, ya le tenemos!

 

Drakul se ponía nervioso en cada zancada, debía buscar la manera de despistarlos o acabar con sus vidas para poder salvar la suya propia. Era arriesgado pero necesitaba hacer uso de ello.

 

~

 

La oscura caverna al sur de Baldíos era húmeda y brumosa, se habían congregado más de una vez allí, su diablillo y el. En la esquina más profunda de su asqueroso habitáculo tenía varios libros, libros prohibidos a ojos de muchos, libros de rechazo y conspiración, libros, sobre los demonios. Todo discurría normalmente, las palabras se articulaban entre taumaturgo y sometido. Volaban palabras demoniacas y muestra de poderes. Pasos, pasos ajenos se oían en la caverna, eran de individuos no deseados y allí los vio. Lo habían descubierto.

 

~

 

Se escondió tras un gran árbol de buen diámetro, su cuerpo no se dejaba ver. Los depredadores verdes pasaron de largo y Drakul tuvo su oportunidad. Sus ojos se pusieron en blanco y rebuscó en lo más adentro, llamándolo y pidiendo su aparición. Un diablillo apareció como una monstruosidad salida de la tierra, del más hondo de los infiernos. Aprovechando el despiste de los orcos ordenó al ente que canalizase su poder contra ellos y los incinerase como vil madera en una hoguera. Los orcos cayeron fruto del fuego, Drakul los miraba arder y su mente se resentía un poco más con cada muerte, el diablillo reía y eso le desquiciaba todavía más. Los cuerpos ardieron durante largo, larguísimo rato hasta que se extinguió dejando ver a negros cadáveres de un horrible olor a orco calcinado. Drakul huyó lo más rápido que pudo junto al diablillo que le seguía a pocos pasos pero cuando sus fuerzas se apagaron a causa de la fatiga y la sed, cayó derrotado en el húmedo suelo del bosque.

 

Días más tarde

 

Se despertó en una tienda extraña la cual no conocía, no parecía de manufactura orca, era tribal, más de lo que una orca pueda llegar a ser. Fuertes pisadas y graves voces se escuchaba en el exterior de la tienda, como si algo más grande que un orco campase a sus anchas alrededor de la misma buscando comérselo, algo que era fruto de sus miedos cada día. Buscó algo con que defenderse dentro de la tienda, todo eran mantas y ropa, flores y recipientes con extrañas mezclas de algo que Drakul no estaba dispuesto a averiguar. Tras tantear un poco entre los rincones encontró una afilada aguja de coser cuero, la apretó entre sus manos y se acercó a la entrada de la cabaña. Cuando iba a salir notó que las cortinas empezaban a moverse y tuvo que saltar sobre la cama para hacerse el dormido, abrió levemente un ojo y descubrió que las grandes pisadas pertenecían a un enorme tauren, debía de sacarle cuatro o cinco cabezas de alto y casi un cuerpo de ancho. El tauren se paseó por la estancia sin mirar a Drakul, el orco soltó la aguja que cayó sobre una alfombra de mimbre, amortiguando el ruido de su caída.

 

La aguja se clavó a pesar de todo en la alfombra de mimbre, haciéndole un buen agujero. El tauren estaba delante de una mesa con cuencos y plantas en un buen tarro de arcilla, seguramente hecho por el mismo, al igual que el montón de otros tarros que tenía en una esquina de la cabaña. Drakul osó levantarse de la cama mientras el tauren no le miraba pero cuando puso los pies en el suelo el tauren aunque se quedó mirando las platas habló —¿A dónde crees que vas?—tenía una voz ronca, a la altura de su enorme tamaño—. Drakul se le quedó mirando estupefacto, el tauren se hizo el iluso cuando había visto al orco tirarse en la cama rápidamente. —He de irme, tengo que salir de aquí antes de que me encuentren—salió corriendo por la puerta pero se paró en seco al ver donde se encontraba. Un enorme paisaje desamparado y a una altura considerable, montones de peñascos enormes se elevaban del suelo, el tauren salió detrás de Drakul calmadamente y puso una mano en su hombro. —Calma, amigo mío, aquí estas a salvo, espero que sepas donde estas—.Drakul no se molestó en mirar hacia atrás solo sintió la libertad que había delante de sus ojos. Por fin sentía la paz que necesitaba, pero algo salió mal. Se escuchó un impacto y al girar la cabeza vio al enorme tauren, envuelto en llamas provenientes de su espalda, un color llameante entre rojo y verde, el tauren caía, a ojos de Drakul a cámara lenta visiblemente muerto e inerte, cayendo al vacío.

 

La mente de Drakul se nublo un poco más, el diablillo se había vengado por la ineptitud de su amo, al desfallecimiento le pareció un síntoma de debilidad. Drakul sometió de nuevo al demonio por su falta de educación ante su amo, había sentido algo de afecto hacia el tauren por salvarle la vida, pero ahora solo era otro más caído por el poder de sus demonios. Se hizo con provisiones de la cabaña del tauren y salió de allí como pudo. Ordenó al diablillo volver al vacío, debía pasar desapercibido por un tiempo hasta que todo se calmase y lo diesen por muerto o desaparecido.  El orco ahora no tenía rumbo fijo, en paradero desconocido y buscado por la Azuka y sus señores del Clan Filo Ardiente, buscará morar desde la sombra, donde todas las victimas deberán probar su poder para conquistar Orgrimmar.

Editado por Barbas

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