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Webley

Hollard Bolster

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The Revelator by Besar13

  •   Nombre: Hollard Bolster
  •   Raza: Humano.
  •   Sexo: Hombre.
  •   Edad: 46 años.
  •   Altura: 1'77 metros.
  •   Peso: 82 kilogramos.
  •   Lugar de Nacimiento: Risco Pálido, Montañas de Crestagrana.
  •   Ocupación: Marino, espada libre, vividor.
  •   Historia completa

Descripción física:

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Los años han curtido su piel y algunas arrugas asoman ya por su rostro. Es un tipo bastante normal, siempre suele llevar una sonrisa marcada en el rostro, con unos dientes sorprendentemente cuidados para la vida que ha llevado. Luce una media melena echada hacia atrás no demasiado cuidada, que suele acompañar con un bigote, donde las canas mellaron el color pardo hace algunos años.


Es robusto, aunque no en exceso corpulento, y de estatura más que aceptable. Se mantiene en forma pese a los años. Alguna que otra cicatriz marca su cuerpo.


Es de tez morena y los ojos son claros, algo hundidos y de mirada cansada. Porta buenos ropajes, espada larga con el blasón familiar grabado en la hoja pende del talabarte y un puñal de manufactura decente cuelga del cincho. Porta un peto de cuero endurecido, también con el emblema de la familia grabado, calzas de algodón y recias botas. También lleva un par de anillos y un colgante, todos alhajas de poco valor.

 

Descripción psíquica:

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Siempre fue el chico rebelde de la familia. Le proporcionaron sin embargo una educación que se convirtió en su mejor arma y le permitó mirar más allá de las tradiciones impuestas por supadre. Avispado e inteligente, nunca sintió apego por el hogar, lugar yermo y estéril donde sabía que no le esperaba nada, aunque heredó un buen sentido del deber y la importancia de acudir a la ayuda del linaje en tiempos de necesidad.

Por lo demás ha sido un hombre que se ha preocupado más por vivir que por el legado que iba a dejar detrás. Siempre ha apreciado un buen viaje, una noche de borrachera o poner los pies en un burdel. Quizá su carácter se viera endurecido con la guerra, los conflictos y la miseria a su alrededor, aunque nunca los ha considerado un problema propio.

 

Historia:

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La vida del segundón de una familia no tenía por qué ser tan detestable como marcaban los estándares de la dignidad nobiliaria, y Hollard Bolster era un vivo testimonio de aquello. Fue el cuarto, tal vez el quinto de cinco hermanos. Le precedía Lorren, el mayor. Entre ambos estuvo Brandon, un inepto tanto para la guerra como para el placer que murió en un accidente de caza algunos años antes, también otros dos cuya prematura muerte se convirtió sólo en un amargo recuerdo.

Se llevaban dieciséis años. Decían las malas lenguas que era un bastardo, fruto de alguna aventura que su madre, una pía mujer de Elwynn, habría tenido con un caballero del Risco. Habladurías sin lugar a dudas que hicieron de él un objeto de odio por parte del padre, aquel que rigió los designios del Risco con puño de hierro por tantos años. Apenas podía comprender el mundo cuando Lord Ardrian  lo confinó a la lectura de pesados volúmenes y tomos con la esperanza de que el chiquillo, tan enjuto y vivaracho, tomase pronto el hábito en Villanorte. Con suerte ostentaría algún puesto que elevaría la dignidad de la familia, aunque esto solo eran ensoñaciones del señor.

Hollard se escabullía del bastión numerosas veces, yendo a parar a Villa del Lago o a alguna aldea aledaña, donde se desenvolvió, ya desde chiquillo, con las más despreciables y poco recomendables compañías. Tahúres taimados, rameras, contrabandistas y cualquier calaña se arrimaba al joven señor con la esperanza de emponzoñar sus oídos. Dada su condición rebelde se tomó una condición: el chico debía ser encerrado tras los sólidos muros del salón familiar. Se le prohibió salir del torreón y a la larga lista de libros que ya enriquecían su conocimiento se le añadió la disciplina castrense, que enderezaría su espíritu.

El señor asistió satisfecho a la madurez de su hijo, que pareció dejar de lado sus escapadas y aventuras. Sin embargo, la llegada de la horda orca cambiaría la situación. Tras una serie de refriegas en las que las levas de su casa quedaron machacadas, y con la ciudad arrasada, lo más lógico habría sido que, como todo el que podía permitírselo, hubiesen huido al norte, abrazando la seguridad de Lordaeron. La retirada, sin embargo no entraba entre las virtudes de los Bolster. Se cuenta que la valentía y el afán de resistencia de aquella familia evitaron que los orcos tomasen el paso que protegía su pequeña fortificación, pero lo cierto es que el insignificante interés estratégico del lugar, así como su posición escarpada fueron factores de peso para determinar su supervivencia.

Sucesos turbios acontecieron aquellos días en el seno de la familia. La sedición y el intento por parte de algunos de dominar la vida familiar acabaron en una refriega fratricida donde unos pocos parientes acabaron muertos, entre ellos el señor del Risco. Lorren tomaría al día siguiente el poder, acabando con los traidores. A su lado estaría Hollard; contaba con diecisiete años recién cumplidos.

Aquello marcó su carácter, aunque se mantuvo algún tiempo más al lado de su hermano, ofreciendo su consejo y su espada al nuevo señor, quedaba claro que aquella vida de intrigas y puñaladas traperas no estaban hechas para él. Al término de la segunda lo tenía decidido, huiría de aquella tierra yerma. Tomo de la casa algunas vasijas de plata que malvendió, así como un corcel y sus armas. No se le volvió a ver por allí en mucho tiempo.

Viajó, se enroló en un barco mercante primero, en uno corsario más tarde. Luchó contra piratas y bandidos, alcanzó costas lejanas. Nunca le importaron el dinero o la fortuna. A menudo las monedas se iban en fumar opio o acabar en el lecho de alguna meretriz, cuando no pasaba la noche en vigilia, agarrado a una botella.

El estallido de la tercera guerra le pillaría en Lordaeron. Ayudó a muchos a huir en un balandro desvencijado –que había adquirido años antes– hacia el sur. Sintió la añoranza del hogar y allí se presentó. No fue el recibimiento que esperaba, y las duras palabras que pronunció su hermano, envejecido en exceso y aquejado por diversos problemas, mellaron su relación. El futuro de la familia se tambaleaba, pero no sería él quien lo solucionase. Acabó en malos términos, aunque tuvo oportunidad de conocer a sus sobrinos, con quienes intercambió libros, historias y algún que otro choque de aceros en el patio de Risco Pálido.

Después de aquello no tenía donde volver, pero sabía que su lugar no estaba allí. Partió hacia Kalimdor junto a Lady Jaina, añadiendo su viejo cascarón a su flota. Sobrevivió, y aunque pasó sin pena ni gloria amasó la suficiente fortuna como para retirarse a una pequeña hacienda a la sombra de Theramore. Buscó mujer, engendró algún vástago que pudiera reconocer y pasó años inquieto, sentado frente al mar.

Aquella vida de comodidad y sedentarismo no estaba hecha para él después de todo, y pese a que la edad y la guerra habían templado su carácter, en el fondo no podía renegar de su propia naturaleza. Empezaba a gestar nuevas aventuras en su cabeza, hilando el modo de huir de allí.

Había pensado en todo: vendería la hacienda y se enrolaría de nuevo en algún buque, o cabalgaría en una compañía de espadas libres. Desaparecería.

El pretexto no tardaría en llegar. El único hermano que le quedaba vivo, Lord Lorren Bolster, había fallecido retorciéndose en su propia mierda, aquejado por la vejez y la enfermedad. Lo había perdido todo, sus tierras, la poca riqueza que le quedaba, los títulos. No había nada. Su padre, aquel hombre recio, curtido en los escarpados riscos de Crestagrana había sido una persona rígida, perdida en viejas costumbres y formas, pero que se había encargado de dejar a sus hijos una premisa clara: la familia, sobre todo el nombre, es lo primero.

Partiría al este de nuevo. A fin de cuentas, dudaba mucho que los hijos de Lorren –si es que seguían vivos– fuesen capaces de mucho por su cuenta.

 

Editado por Webley
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