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Malcador

¡VillaOscura, arrasada!

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Los muertos se alzan

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Cientos de refugiados se agolpan en la frontera sur de las Colinas de Crestagrana. Reportes de la Guardia Imperial han llegado a la capital en un mar de confusión. Tres días se tardó en disluncidar la situación con claridad fruto de la confusión de los reportes apresurados:

"VillaOscura, la mayor ciudad aun en pie en el corrupto Bosque del Ocaso, ha sido arrasada hasta los cimientos. Se reporta el fallecimiento del sacerdote de la villa y la desaparición de la Comandante de la Guardia Nocturna Althea Cerronegro y su padre, el magistrado de la villa, Lord Cerronegro.

Reportes de la aparición de un enorme ejército no-muerto surgiendo del Cementerio de Cerro del Cuervo siguiendo el avance de destrucción de los ogros del túmulo Vul'gol llegaron a VillaOscura apenas una hora y media antes de que el grueso de la horda alcanzase la ciudad. La valerosa Guardia de la Noche hizo frente para ganar tiempo a que los civiles escapasen, aun que los desaparecidos se cuentan por más de dos millares"

 

El Imperio ha desplegado en la frontera sur de las Colinas de Crestagrana la mitad de la legión VI, destinada a la provincia, para atender la marabunta de refugiados y fortificar el río. Se ha decretado Bosque del Ocaso como "Provincia maledicti sunt". Los distintos pasos de río, puentes y barcazas han sido bloqueados y reforzados y se han dado misas por las almas de los habitantes de las pocas aldeas que queden en pie en el corrupto bosque. 

 

Cita

La altiva figura envuelta en una negra toga observaba en silenciosa pose como las puertas de la empalizada de madera que rodeaban VillaOscura se doblaban ante los embates de su imparable voluntad. Los ogros en su rabia y bravuconería clásica se insultaban entre ellos casi tanto o más que lo que insultaban a los guardias humanos que les echaban aceite desde encima suya mientras se arrojaban con sus cuerpos de puro músculo contra la puerta de gruesos troncos. Estúpidos y poco confiables, pero debía reconocer la utilidad de esos infraseres. 

Sus silenciosas legiones esperaban al momento indicado para entrar tras la tribu ogra. Los que no esperaban asaltaban las granjas cercanas, entrando con acero oxidado y antorchas, acabando con las vidas de aquellos que intentaban ocultarse y habían sido demasiado lentos o demasiado testarudos para abandonar sus hogares. Raja, corta, acuchilla, mata y quema. Una, y otra, y otra vez. Mujer, viejo, niño, hombre o animal, ninguno tenía nada que hacer ante el avance de la no-muerte.

No pudo evitar sonreír recordando las caras de los inquisidores. Aun cuando las hojas de sus no-muertos les degollaban le miraban incrédulos. Fortificados en lo que antaño había sido su mansión, revisando de la manera más minuciosa las migajas que él mismo les había dejado, dando caza a los no-muertos errantes que él mismo había liberado, ni en sus sueños más oscuros se prepararon para el momento en que el cementerio se revolvió cual avispero y de los sellados pasajes de sus catacumbas surgieron cientos de muertos coordinados, rodeando al completo la alta colina que vigilaba el cementerio. "El juicio de la Luz llega a todos", se atrevió a decir uno antes de que Mor'ladim le decapitase. 

Lo sabía. Era algo que Morbent Fel, el afamado "Nigromante" conocía muy bien. Y es por eso que no tenía la más mínima intención de llegar a presentarse ante la Luz jamás. 
Su tren de pensamiento se detuvo cuando escuchó quebrarse el portón de la ciudad. Los ogros gritaron de júbilo, apartando a empujones a los que morían por el fuego de ballesta y arco de los guardias que se preparaban para su embestida al otro lado del portón. Su esquelético corcel comenzó a moverse lentamente mientras con un leve movimiento de bastón sus legiones entraban cual torrente de agua en una inundación, limpiando de vida el último rincón de la ciudad, mas totalmente silenciosos. No había gloria ni afán de diversión. Para eso ya estaban los ogros.


***

Desde la privilegiada posición de su corcél, observó el cadáver ensangrentado de una pequeña niña rubia que sujetaba contra su pecho lo que parecía ser una muñeca de trapo. Pero en un vistazo más detallado, se percató de que lo que sujetaban los blanquecinos dedos muertos de la criatura no era la figura de paja y lino de una dama, si no un pequeño caballero de madera que vestía un tabardo blanco y negro, con un dorado sol en el centro. 
Sonrió de medio lado. La debilidad no tenía cábida en este mundo. Aquellos que no son fuertes para protegerse a si mismos sucumben ante aquellos con la capacidad de proyectar su voluntad sobre los más débiles.

Observó hacia la empedrada calle teñida de rojo mientras los gritos le rodeaban y todo ardía a su alrededor. No miró hacia el norte. ¿El Imperio? Terreno corrupto lleno de gente luchando por mantener los trozos podridos de una gloria antaño perdida. Su visión y su objetivo era mayor. Trascendían las necesidades mortales. Tras llamar a su patético aprendiz el cual había acabado resultando muy útil, tal vez demasiado útil, se encaminó hacia el Este en silencio.

Karazhan, donde nacen y mueren los Dioses.
 

 

Editado por Malcador
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Aquella cabeza clavada en una pica parecía un trofeo demasiado macabro para ser expuesto en una capilla. Sus ojos sin brillo parecían buscar la luz que les había abandonado mirando al cielo, sus carnes laxas no revelaban relajación, sino miedo, y la lengua fuera no hacia sino     empeorar el conjunto.

Dieter Greiham lo conocía, por supuesto, era el párroco de la villa. Aquel hombre se había portado decentemente, le había tratado en sus momentos de mayor necesidad y le había ayudado, había sido un trabajador incansable por ayudar a su comunidad a sobrevivir en un entorno tan duro.
Y él se lo había pagado cortándole la cabeza.                              zuHpvuL.jpg

Estaba sentado en uno de los pocos bancos que quedaban sin tirar dentro de aquella iglesia, la luz se filtraba levemente por el rosetón. La imagen en sí de la pica y la cabeza era algo estético en sí mismo, una metáfora extraña. Observaba el crucifijo de Luz que tenía en la mano, no le quemaba ni le producía pesar alguno, y sin embargo sentía algo parecido al dolor.

Dolor porque no comprendía como nada de lo que había hecho le importaba lo más mínimo y había disfrutado con el proceso. El se entendía de una parte lógica que todo esto era horrible, horrible en sí mismo, y sin embargo ya no podía para de avanzar sobre ello, le corroía un ansia desconocida para él en toda su vida ¿Y si era el destino? ¿el ser el villano del cuento con el que las madres asustan a sus críos? Estaba ya marcado por un estigma del que no podía escapar ¿Debería aceptarlo? Seguia dándole vueltas con el dedo al crucifijo cuanto la puerta de la iglesia se abrió

-          Le están esperando, aprendiz-

Una adusta figura cadavérica, armada con una malla ya oxidada que caía sin fuerza desde su cabeza a los pies, vestida con el tabardo de una casa ya olvidado, antaño orgullosa y que ahora arrastraba su podredumbre sin voluntad a las órdenes de la perfidia. Dieter sabía que quien habitaba su antigua cascara gritaba de odio y de dolor, pero nada podía hacer para evitarlo, tan grande era la voluntad de aquel que lo mandaba. ¿No eran acaso también así los hombres vivos? Capaces de agachar la cabeza ante un poder que los oprimia, solo por el mero hecho de verse tan débiles como para no contestar, una auténtica parodia.

Asintió levemente y comenzó a andar hacia la puerta mientras tiraba una de las antorchas sobre los bancos volcados. El olor a humo empezó a impregnar su olfato mientras descendia la escalinata hacia la salida y al abrir la puerta encontró un mundo en llamas.

Toda la aldea de villaoscura ardía por los cuatro costados. Regimientos de muertos perfectamente formados lanzaban a un unísono antinatural solo propio de quienes les manda la misma voz miríadas de antorchas y aceite sobre las casas. Quedaban ya pocas personas peleando contra la marea necromantica que les rodeaba. Decenas de ogros se estaban dando un festín con cabezas de niños, familias enteras que habían arrastrado de sus casas con violencia.

Un ogro directamente arrancaba de cuajo los pelos a una mujer para que no le hiciera bola en el estómago. Dieter miró a los ojos la bestialidad pura, eso si le daba asco. Los muertos eran más eficientes, menos sentimentales. Simples decapitaciones o golpes rápidos al corazón, nada de ensañamiento. Tenía una cierta elegancia en su quehacer.

¿Se habrían esperado esto los salvadores de villaoscura?

Recordaba todas sus caras henchidas de orgullo en la comida que hace pocos meses estas gentes les habían ofrecido por la muerte del nigromante, felices de su victoria. Sin duda había sido un jaque al pastor desde aquel día que se dirigió al cementerio e hincó la rodilla frente a Morbent Feel en busca de un sentido a lo que desde aquel entonces el llamaba vida, le había prometido un poder superior al resto de  los mortales, y él lo aceptó con gusto, solo con una condición

“Líbrame de los males que me traigan los vivos”

Y así lo hizo. Embarcó para Villadorada con una bolsa de dinero y una intención supina de acometer la voluntad de su nuevo maestro. La tapadera de un mafiosillo de 3 al cuarto le vino como anillo al dedo. Él había sido un factor entre los Gnolls y el nigromante, a quienes ellos llamaban el gran devorador, había conducido a gente fuera de la ciudad asediada, por simple tapadera, con el objetivo presente de debilitar todo lo que pudiera a los intentos que hubiesen de invadir cerro del cuervo. Una guerra entera para la distracción. Había incluso espiado el campamento donde se asentaban para que los gnolls lo tomasen por sorpresa una noche dándoles información sobre sus defensas, pero ni aun así la tenacidad de aquellos a los que impele la moral se había quebrado. Siguiendo al mal tras sus huellas, habían dictaminado que provenían de ocaso y una panda de valientes había arribado a las costas del bosque negro y habían empezado a preguntar cosas que no debían.

Rápidamente, Dieter había convenido que lo mejor era unirse al enemigo. Se presentó voluntario para trasportar a todo el mundo por el bosque del ocaso fingiendo ser guía o cazador. Es muy fácil guiar a la gente por caminos que previamente habías hecho. La iglesia lo aceptó como uno de los suyos sin más miramiento, el novicio Bourn había sido ingenuo creyendo que podía detectar la ínfima energía oscura que moraba en el, no practicando la nigromancia solucionó ese problema. Igual habían caído Ismael y todos los voluntarios.
Condujo con facilidad al grupo a la iglesia donde intentaban buscar un libro, dio el aviso sobre ello al nigromante que rápidamente lo recuperó. El anillo había sido de mucha utilidad, un comunicador entre maestro y aprendiz directo que se saltaba las barreras del tiempo.

Le sorprendía como jamás sospecharon de él, ni por un momento a pesar de sus múltiples errores y versiones. Él fue quien avisó al nigromante para que los espíritus de los guardias muertos engañaran a Bourn diciéndole la información que él mismo había dictado, que había una guerra en el cementerio por un nigromante antaño poderoso, ahora débil, aún oía la risa de Morbent en sus oídos. Ni había guerra ni rebelión, todo un teatro perfectamente montado y que creyeron hasta la coma, los vigilantes a los que Dieter ayudó a poner en posiciones determinadas dictaminaron exactamente esta pantomima.

Solo faltó el colofón final, al enterarse de que buscaban a un viejo enterrador, antes de que la iglesia se moviese movió cielo y tierra para encontrarlo, y cuando los muertos del nigromante verdadero lo hicieron, bastó una noche de tortura para meterle almas en el cuerpo y dejarlo sin voluntad, un muñeco al que se le imbuyó poder para fingir que era el nigromante.

Funcionó como un reloj y el nigromante “murió” en una emboscada demasiado obvia. Los héroes obtuvieron su recompensa y él el silencio. Solo faltó poner a los ogros de aliados para que el plan fuese cerrado.

Volvió de sus ensoñaciones mientras la guerra seguía a su alrededor. El nigromante, Morbent Feel, lo esperaba en la grupa de un caballo esquelético ricamente adornado, vestido en telas negras caras portando un báculo de muerte mientras miraba su obra. A su derecha el siempre obediente caballero de la armadura dorada, quien fue obligado a mentir, guardaba con celo la integridad de su señor.

-          En qué andabas, aprendiz, no tengo todo el día para que me molestes y me quites tiempo de esta manera-

-          - Maestro, le ruego mil disculpas, tan solo necesitaba ir a la iglesia-

El nigromante soltó una leve risa con la que acabó la discusión y a Dieter le salió media sonrisa mientras montaba a su izquierda un caballo esquelético de menos prestigio.

El nigromante levantó su báculo y gritó una orden al cielo

-         -  ¡Adelante! – Dijo en gran altura de voz. - ¡A por karazhan! –

Espoleó la grupa de su caballo y el ejército entero de una sola vez formó en fila y los muertos formaron columna hacia tierras que a Dieter le eran desconocidas. Solo podía ver las nubes grises que les acompañaban en el camino a su destino.

Editado por Tercio
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Thomas escuchó las nuevas que había sucedido en las tierras del Ocaso, donde antaño se abatió aquel Nigromante con las fuerzas de la guardia Nocturna y de la Luz unidas. La rabia que contenía el Iniciado no podía expresarse con palabras, y tan solo un golpe en la mesa bastó como respuesta ante tales noticias.

Había sido engañado de forma vil y cruel, se había equivocado de nuevo con esos seres y todos los que allí vivían habían pagado el precio, el precio de su ignorancia. No había tomado las medidas que debía, la culpa corrompía al iniciado en un odio ciego. Desde su tienda de campaña observaba el estandarte blanco y rojo hondear, junto al del amanecer dorado.

En aquel momento, supo que el Cruzado tenía razón y que todos los que apoyaran la la magia profana, solo conocerían la muerte y el sufrimiento.

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El gnomo al enterarse de la noticia, le mando una misiva a Ismael sobre el suceso. Recogio sus pertenencias y se dirigio al puerto para coger un peaje para Elwynn. La victoria era realmente un fracaso. Los pocos recursos, su bajo rango y la esperanza de que habia sido una victoria era una calumnia por aquel que sospechaba pero llego a confiar. Se sentia mal consigo mismo, se sentia un idiota. Incluso por su inexperiencia creía que no se trataba de un hereje pero se equivoco. Llegará a la Catedral de la Luz a recibir el reproche de su maestra pero esto le haría un cambio de pensamiento. A consecuencia de ello, se quedaría encerrado pegado a sus libros con una vela encendida en la Catedral de la Luz; por la verguenza y su fracaso que les dio aquellos que juro proteger. Buscara en sus rezos el perdón de la Luz pero solo su maestra le podrá sacar de aquel encierro que se auto-impuso ante el reproche y su fracaso por tal acción pasada.

Consecuencias:

- Ante la infortunio de su realmente fracaso y el reproche, se encierra en si mismo para seguir su doctrina de la Luz y aprender más sobre sus deberes.

- Da el resto de monedas de plata de la campaña a Ismael: 37 de platas.

Editado por Archibald
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" No podia, si no contemplar aquel escenario. Me era demasiado familiar. Los cuerpos se apilaban en montañas malolientes, algunos ardían en piras y otros aun humeaban dejando las carcasas  superiores chamuscadas y derretidas como bloques de hierro fundidos. De entre las ruinas habían rostros aplastados cuya mueca desencajada de miedo aun permanecían congeladas. Nos miraban acusadores, con sus ojos lechosos desprovistos de vida. Los ogros habían rendido cuentas, lo que no se comieron acabo metido en el interior de barriles y redes colgantes de carne y miembros los cuales mas tarde recogerían, ellos o los carroñeros, daba lo mismo. No sentía indiferencia hacia las pobres almas de aquella matanza, era un horror que quedaría en mi mente, sumándose así a las restantes pesadillas que me visitaban cada noche. Agradecí tener la mascara, creo que era lo único que mantuvo a ralla mi cordura, escudándome bajo su tez metálica impasible. Con ella podía permitirme devolverle la mirada a los muertos que habían quedado con  los ojos abiertos. Y lo peor, repeler la vergüenza que aquello me causaba

La noticia ya habría corrido, eso lo sabíamos todos los alli presentes. Ocaso iba a convertirse en un campo de batalla. 

La bestia se había despertado. La luz, había sido incauta, creyéndose en su derecho de remover el fango bajo la superficie del lago. El resultado de su ambición, de sus ansias por purgar lo herético, derrotar lo malvado y desterrar a la oscuridad para imponer su dominio , era aquel monumento a la atrocidad. "

 

" El Gris". Dia 9 Estación Estival. Año 30

Editado por Maw
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Ismael Cruz leyó la nota y estrujó el papiro, mientras una mueca extraña dibujada en su rostro, ponía en evidencia el esfuerzo que hacía por mantener la templanza ante el horror. Rememoró cada uno de sus actos como escarlata, informes, advertencias y presentimientos. Pero nada de eso importaba ya, había fallado. No supo o no pudo mostrarles el camino, y hacerles comprender que ante las sombras solo cabe el exterminio.

Nuevamente la luz le demostraba, cuan débil e indigno podía llegar a ser el criterio de los hombres. Recordó que yacía casi muerto tras aquella batalla con el nigromante, mientras otros negociaban con oscuros el funesto destino de Ocaso. Ignoraba por completo los detalles sobre la participación de Dieter y su plan maestro. Pero mientras él volaba de fiebre, otros habían permitido que el líder no muerto escapara. Algunas frases del informe presentado ante la cruzada en su momento, invadían su mente:

…La amenaza en Ocaso no resultó extinta, Cerro del Cuervo no fue purgado por completo… pactaron una tregua con el esqueleto dominante. Este ''guardián'' controla los no muertos remanentes del nigromante, se estima que son al menos un centenar. El nombre del líder oscuro que en vida fuese un comandante local ni lo menciono, pues esas abominaciones no merecen tal dignidad. Siento un profundo dolor al expresar esto…

Amargamente comprendió que de nada serviría ya buscar excusas, debió imponerse a como diera lugar y no lo hizo. Ahora cargaba con la culpa, recordaba los rostros de aquellos escarlatas que el mismo había solicitado, los guardias nocturnos, los niños de Villa Oscura que sonreían seguros tras una falsa vitoria. No podía evitar ver sus imágenes distorsionadas, repugnantes muertos sufrientes que andaban…

El flagelo, junto a la túnica penitente, y el texto sagrado, le recordaron su cometido. En el norte podría evitar que sucediera lo mismo, redimirse de sus errores y salvar vidas, extendiendo la llama genocida ante las huestes de herejes. Observó por última vez su medalla al mérito, la arrojó lejos avergonzado. No merecía galardón alguno, había sido derrotado.

Editado por Thorch
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Por el Cuartel Imperial de Villadorada se habían oído algunos rumores, aunque Arthur, escéptico como siempre, intentaba no creérselos. Pero cuando el informador llegó para manifestar lo realmente ocurrido, un atisbo de oscuridad nació en el. Algo había cambiado en su manera de ser, aunque aún era muy pronto para vislumbrar el qué.

CONSECUENCIAS:

Arthur empieza a plantearse algo más que es la Luz, y de donde viene, aunque su lujuriosa vida le impida centrarse en la búsqueda de la Luz.

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