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Psique

Feevere Raynould

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Historia

Cada vez que trataba de recordar los detalles, se le revelaba una insidiosa jaqueca y una negrura inconmensurable que tan solo dejaba ver pequeños faros de luz de lo que parecían recuerdos perdidos en su memoria. No podía pedir más, la nigromancia al fin y al cabo alza a los muertos no los devuelve a la vida, y pelear contra la descomposición de su organismo era peor que luchar con las manos atadas a la espalda. Tal vez esas lagunas se debían a algún traumatismo antiguo, tal vez al mismo que le dio muerte. Fuera como fuera, siempre intentaba unir los recuerdos como si fueran un collage.

 

Era joven cuando murió, eso lo recordaba, y había vagado más tiempo como no-muerta de lo que le había dado tiempo a vivir como humana. Y aquella vida no estuvo llena de virtudes ni de proezas, sino del más insulso anonimato. Era una más de aquellos que con virtud se arrojan a los caminos de la fe, de aquellos jóvenes embelesados con las viejas historias que buscan convertirse en poderosos paladines o influyentes miembros del clero. Y ella lo intentó, aun cuando siquiera estaba preparada para ello. Recordaba aquella indecisión, la torpeza y la incompetencia. La Luz nunca llegó a brillar en sus manos a pesar de las largas horas pasadas entre oraciones, contadas con las cuentas de un viejo rosario ni de su trabajo entregado.

 

Porque hay corazones que se encogen con el miedo y se alejan de la rectitud.

 

Eran tiempos aciagos, donde la muerte recorría las tierras de los hombres como una estela amenazante que se cernía sobre las altas torres de Lordaeron. Y aunque a día de hoy la gloriosa capital yace en silencio sepulcral, era mucho peor en aquel entonces, cuando los vivos se encerraban en sus casas, rezando porque la muerte no los visitase aquella noche. Ella sin embargo, residente tras los muros de piedra del viejo monasterio, a salvo, intentaba hacer lo imposible por cumplir con su supuesto designio divino de convertirse en un hito de la Luz.

 

No recuerda qué fue ese gran pecado o esa grave falta la que la alejó del resto de adeptos y le designó la condena de tratar a aquellos que padecían ya por la incesante plaga que devoraba todo cuanto se encontraba a su paso. Podía ver las pústulas sobre la carne viva y escuchar los gritos ahogados de los que comenzaban a perder hasta la última pizca de humanidad entre agonía. Veía a través de los ojos de la máscara, aquella que usaban porque inocentemente creían que evitaría el contagio, como los días pasaban al ritmo de vidas que concluían al anochecer para alzarse como algo mucho peor. No podía hacer mucho por ellos, salvo aplacar su dolor. A día de hoy, sus conocimientos de alquimia le demostraban que fueron heredados de su vida mortal, al igual que sus principios médicos lo que indica que tuvo un interés significativo por las ciencias médicas más que afanarse en conseguir algo para lo que no estaba predestinada. Pero pocos eran esos casos en los que podía ayudarles. La mayoría de sus memorias al respecto tratan de cómo ayudaba a librarse de los cuerpos decapitados (mutilados por el afán de evitar que volvieran a levantarse) en la cercana aldea de Remol. La purificación llega de la mano del fuego en incesantes montones de cadáveres que emitían su aroma pestilente al ambiente ya encapotado de la región.

 

Y sin embargo aquellos días no eran los peores, pues por pocos es conocido hasta dónde llega la crueldad de manos de aquellos que afirman actuar en nombre de la fe. Nada que no sea esperado ver en un mundo que parecía caerse a pedazos.

 

Cuando su hora quiso llegar, tal era el estado de caos que ni se molestaron en enterrar o quemar su cadáver. O tal vez no lo llegaron a encontrar. Cuando sus ojos se abrieron libres de nuevo, la encontraron vagabundeando por los bosques. Eran tres seres demacrados intentando hallar no-muertos lúcidos para reagruparse. Uno de ellos dio la casualidad de que fue en vida un mago de dudosa reputación, Silas, quien al menos a ella no le explicó el por qué durante una escueta conversación para asegurarse de que su estado no había afectado a sus capacidades cognitivas ni a su razonamiento.

 

-¿Nada nuevo? ¿Eso es todo?-Le inquirió su ya nombrado maestro, quien recurría comúnmente a preguntarle lo mismo una y otra vez, tal vez para asegurarse de que su defectuosa aprendiz no sufría las consecuencias de estar expuesta continuamente a los vapores de sus ambiciosos experimentos de laboratorio.-¿Te ha comido la lengua el gato o es que se te ha caído?

 

Se aproximó a su alumna hasta una distancia que podría ser de alto riesgo debido al nauseabundo olor del aliento de aquel cascado cadáver. Suspiró exasperado al darse cuenta de lo que acontecía. Y es que comúnmente, Feevere quedaba en estado catatónico incluso mientras hablaba o ejercía en su trabajo. Se quedaba rígida, quieta cual estatua. Como ya se dijo, la nigromancia alza a los muertos, pero no los devuelve a la vida. Y comúnmente, con defectos más que evidentes. Este era el suyo.

 

De repente giró la cabeza con un chasquido de hueso y golpeó a su maestro con el “pico” de la máscara de maestre de plaga, mirándolo con ojos huecos, ignorando la cercanía y como si no pasase nada.

 

-¿Se le ha caído la lengua, maestro?

-¿Me estabas ignorando entonces?

-No…-Dijo con tono jovial.-”Pero siempre usa la misma broma.”

 

Silas bufó y se dio la vuelta. Al principio la trataba con desdén como al resto, pero al final encontró su encanto en su sagaz humor. Además, era una estudiante aplicada y prometedora.

 

Mientras su maestro se ocupaba de labores más exigentes y del trabajo de campo, muchas veces ella permanecía enfrascada en el laboratorio entre suturas y casquería. Y tuvo mucho tiempo para ello cuando la Guerra del Norte estuvo abierta, en su ausencia.

 

Un día, y como premio a sus resultados en el campo académico de la nigromancia, su mentor puso a disposición un sujeto de pruebas de voz temblorosa y ojos vidriosos. Si el fanatismo no les cegaba, los cruzados de bajo rango perdían toda su gloriosa integridad cuando eran llevados a rastras a las profundidades de Entrañas, donde si alguno tenía la suerte de escapar y evadir a los guardias, el complejo laberíntico haría que jamás volvieran a ver la luz del infesto sol que brillaba en Tirisfal.

 

Una vez asegurado el sujeto en la mesa de experimentos entre forcejeos, Feevere le dedicó una mirada al humano, que tenía de cruzado lo mismo que de mozo de cuadras. Pobre desgraciado. Sin embargo algo avivó la luz de sus ojos al mirarla y al reconocer su máscara y a duras penas, la rasgada voz de la renegada.

 

-No es posible… ¡Feevere, eres tu! ¿No me recuerdas?-Dijo jadeante y angustiado.

-¿Le conoces?-Preguntó Silas mirándola por encima de las gafas.

 

La máscara encaró al prisionero que se aferraba a su única y remota posibilidad de salvar su pellejo.

 

La jaqueca volvió mientras empezó a rebuscar entre el material quirúrgico.

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Tengo una propuesta para ti, así comenzó, no te arrepentirás de esto, continuó. Y por algún motivo el punto de la conversación en la que se dejó vencer y accedió a aquella idea se desvaneció de su mente. Seguramente le dijo que si, porque decirle que se había apagado en ese momento era demasiado engorroso. O tal vez no quería apagar esa vena entusiasta. Seamos honestos, la vivacidad es un tesoro de muy pocos cuando te pasas la eternidad entre cuatro paredes, dejando que los vapores vuelvan flácida tu piel y pierdas la sensación de que el tiempo realmente pasa.

 

Pero allí estaban, allí estaba ella a punto de arrepentirse. Estaba segura de que se arrepentiría.

 

Y efectivamente ocurrió. Cuando las cadenas gimotearon hasta ceder, el músculo comenzó a desgarrarse y esa cosa a la que su inventor tuvo la genuidad de llamar "Obrego", decidió que era hora de salir de su cautiverio.

 

No se volvió a hablar del tema, se procuró que los reportes fueran debidamente suaves y que pagase por el error quien fuera menos importante. En cuanto a Feevere, bueno. Cuando un tren descarrila, alguien se lleva la peor parte.

 


No tengo espacio para más personajes y este está fuera de uso, así que lo dejo en desaparecido.

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