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Valkia

Valkiria 'Valkia' Winterstorm

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Nombre : Valkiria Winterstorm

Apodo: Valkia

Raza: Humano

Sexo: Mujer

Edad: 23

Altura: 168

Peso: 52

Lugar de Nacimiento: Elwynn

Ocupación: Espada de alquiler

Historia rápida

 

Descripción física:

Su rostro delata la juventud que aún posee, con una piel ligeramente bronceada por el sol y unos rasgos poco delicados. Sus ojos son grandes y almendrados, de color esmeralda y brillantes llenos de vida, con unas largas y espesas pestañas que le dan cierto atractivo a su mirada. Su nariz es fina y chata, algo vulgar que no destaca, para terminar con unos labios carnosos ensuciada su belleza por heridas que el viento y la sequedad le han causado. Lleva el cabello recogido en una coleta para que no le moleste en sus movimientos, aunque cuando se encuentra relajada puede llegar a soltárselo si se siente segura. Desde que nació es de un tono claro, cenizo, aunque desconoce el por qué.

Posee un cuerpo estilizado gracias a las horas de entrenamiento con la espada y la movilidad que requiere su trabajo, hasta el punto en el que sus músculos se marcan con ligereza bajo la armadura, haciendo que pierda parte de su femineidad. Pero es algo con compensa con unas curvas generosas, su busto y caderas son amplios haciendo que contraste con una fina cadera produciendo que se marque más su figura. Su vestimenta suele ser normal, nada femenino que destaque con especialidad. Alguna camisa de lino, pantalones de cuero, botas con refuerzos metálicos; cualquier cosa con la que se pueda sentir cómoda al moverse. Mientras que las armaduras es un mundo que aún desconoce, pues ha portado piezas sueltas pero nunca ha juntado el dinero suficiente como para equiparse por completo.

 

Descripción psíquica:

Es una joven de carácter algo frío y distante, acostumbrada a tratar con todo tipo de calaña se ha fabricado un escudo de hielo para impedir que le hagan daño. Ha aprendido esto golpe tras golpe, traición tras traición, por lo que le cuesta demasiado empezar a confiar en las personas que no conoce. Sus actos suelen ser bastante neutrales, no le gusta meterse en asuntos ajenos, pero sí que suele responder cuando hay alguna injusticia en su camino. Ella misma trata de decirse que no se meta, pero al final siempre acaba en el medio buscando tener algún culpable con el que poder pelearse. Aunque tras ayudar siempre pide algo a cambio, para dejar claro que sus servicios no son gratis, sea lo que sea que puedan darle.

No disfruta con los actos delictivos ni cometiendo maldades, sino que los ve como una manera de llegar de forma rápida a lo que está buscando. De alguna forma se ha acostumbrado a ellos y cada vez sus remordimientos iban siendo menores. Pero no es una persona con maldad en su interior, sino más bien una persona que ha tenido que hacer lo necesario para seguir abriéndose paso y no terminar muerta de hambre en cualquier esquina.

Tras regresar a su hogar tiene la intención de cambiar en cierta medida, dejar de ser fría y agresiva, adoptar parte del carácter que perdió cuando se marchó de casa con aquel portazo. Desea volver a confiar en la gente y ver la bondad de las cosas, poder ayudar sin esperar algo a cambio y dejar de delinquir pensando exclusivamente en el dinero. No pretende llevar una vida más tranquila, pues le gusta demasiado la acción y sentir que aún vive notando el fuerte latir en pecho, pero sí que desea encaminar sus acciones hacia el lado del bien.

 

Historia

Nuestra joven nació en una pequeña casa, un hogar humilde allá donde los hubiera. Su padre, un granjero entrado en edad que ya caminaba con pesadumbre y cansancio, y su madre, encargada de cuidar el pequeño rebaño de ovejas y el par de vacas que tenían, habían perdido ya toda la esperanza. Durante décadas no habían conseguido engendrar hijo alguno a pesar de los intentos, hasta que como si hubiera sido por arte de magia, Amelia quedó en cinta.

Tuvo una infancia normal, feliz en su ignorancia. Aprendió a edad temprana a cultivar vegetales, así como a ordeñar y tratar con las bestias hambrientas que durante las noches se acercaban. Ni siquiera tuvo la opción de aprender a leer o escribir, ayudaba en su hogar siempre que podía y sino disfrutaba con el resto de los niños, jugando a los caballeros con simples ramas de madera como si de afiladas espadas se trataran.

Pero a medida que los años pasaban y la joven Valkia se hacía más consciente del mundo que tenía a su alrededor, aquel lugar que hasta entonces lo había sido todo para ella, comenzó a hacérsele demasiado pequeño. Una noche sin estrellas discutió con su padre, iba a marcharse con varios amigos, alejarse de la granja y del bosque, para buscar fortuna allí donde pudiera encontrarla. Envidiaba a todos esos nobles, con sus brillantes armaduras y enormes caballos, hombres y mujeres dispuestos a combatir el mal por un bien común. Al menos ese era el pensamiento que se hallaba en su cabeza.

Así pues, con tan solo un atillo de comida y la ropa que portaba, se marchó dando un fuerte portazo. Su aventura no comenzó como ella había esperado, sin dinero y apenas comida, tuvo que hacer lo que pudo para continuar adelante. Sin preguntarte cuan éticos podían ser sus actos, tan solo hacía lo que fuera necesario. Por ello no tardó demasiado en aprender a usar la espada, el primer objeto en el que gastó sus primeros cobres. Vendía su cuerpo a todo aquel que fuera a recompensárselo, bandidos o guardias, daba igual. Pues para ella no había más sentido que las monedas que llenaban su bolsillo al terminar el trabajo.

Hasta que un día recibió una carta, aquel mensaje le comunicaba que su padre se encontraba gravemente enfermo y que pronto llegaría el día en el que la luz de su interior se extinguiría. Valkia sintió un gran pesar en ese momento, desde que se marchó de casa no había vuelto a ver a su familia, quizá por orgullo o quizá por miedo, ni ella misma lo sabía. Pero sabía que había llegado el momento de hacerlo. Debía regresar y pedirle perdón a su padre por todo lo que había pasado, limpiar su conciencia de alguna forma a pesar de todas las crueldades que había cometido a lo largo de los últimos años.

Buscó un mercader que se dirigía hacia Ventormenta y unas monedas después ya se encontraba en el interior de un viejo carruaje de camino a su hogar. El viaje tardó varios días y fueron pares los problemas que se encontraron en el camino. Pero cuando finalmente llegó a casa, mucho más alta, robusta, fría; mucho más mujer de como la recordaban, ya era demasiado tarde. Su buen padre había fallecido antes incluso de que ella recibiera la carta y se encontraba enterrado en el cementerio próximo a la iglesia.

Valkia se dirigió a verle, corriendo con grandes zancadas, con los ojos llenos de lágrimas y un sentimiento de culpa en su corazón como jamás antes había sentido. Se arrodilló frente a su lápida y lloró hasta que no le quedaron más lágrimas que derramar, rogó para que la perdonara allí donde estuviera.  Pasaron horas antes de que sintiera una mano sobre su hombro, una mano cálida y familiar, alzó la vista y contempló el ya arrugado rostro de su madre, a la cual abrazó con todas sus fuerza.

 No llores más, mi dulce niña. Siempre te amó y te perdonó en el instante en el que cerraste la puerta para marcharte – susurró su madre, con una voz cargada de amor que consiguió aliviar en parte el pesar de la joven mercenaria – Lo único que importa es que estás aquí de nuevo, en el hogar que tanto en falta te había echado.

Editado por Valkia
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